Momento de
reivindicar e implicarnos
1 de marzo de 2017
1 de marzo de 2017
"Si nos arrancan de
nuestra tierra o territorio, de nuestras fuentes de subsistencia, y nos
deshabilitan nuestros medios más
creativos para resolver por nosotros mismos lo que podría dispararnos al centro
de un futuro de justicia, subsistencia, creatividad y autonomía, tenemos que
revertir ese proceso y promover directamente que podamos resolver por nuestros
propios medios , y con sus medios creativos las cosas que más le
importen."
Por Ramón Vera*
Vivimos en las sombras
de una pasado que se desvanece,
atrapados en los fuegos del tiempo
Bob
Dylan
El pasado no se
desvanece, aunque así nos quiera hacer sentir el capitalismo, porque nuestro
tiempo de la conciencia es más vasto que la cuchara positivista con que nos
quieren medir, normar, cuadrar, estabular, estamentar, calificar en los
sistemas de pesos y medidas, y escolaridades, e institucionalidades, oficiales
y de izquierda y derecha en la supuesta crítica. El pasado nos lo quieren
borrar. Quieren que olvidemos. Nos quieren imponer el olvido.
Podemos llevar dentro
varios pasados que afloran al tiempo que resolvemos presentes simultáneos o
secuenciados, mientras realizamos futuros en presente para transformar nuestra
realidad hacia algo más digno, más iluminado, más significativo, más gozoso,
más creativo, más justo. Reivindiquemos el presente que es el pasado acumulado
y el futuro agolpándose por ser.
Pero parte de lo que
debemos recordar, tener como memoria viva, es que el ataque que nos tienen
destinado y que preparan y perpetran de muchos modos cotidianos va por todo y
por todas y todos. Nadie podría decir que no nos toca y que mejor refugiarnos
en un rincón a verlo pasar hasta que amaine. Ni siquiera es posible la
irresponsabilidad porque nos arrasan con sus tóxicos, sus ingredientes activos,
sus acaparamientos, sus corrupciones, sus seducciones, sus incongruencias y
mentiras.
Hoy el Mal (así con
mayúsculas, de dimensiones bíblicas, míticas, épicas), se plantó ante los
micrófonos del planeta y vino a manotear, a dar de zapatazos, a gritonear y
vociferar, buscando ver a quién incomoda, a quien excluye, a quién le quita
algo, a quién le recorta algo, a quién secluye, a quien desaparece, a quien
despide. Todo a los gritos y con gestos estrambóticos, fuera de centro,
desencajados y sin hilación.
El mal no es sino
hacernos creer que todo está bien mientras proponen y perpetran todo tipo de
destrucciones.
Por eso, entre otras
cosas, “en conmoción no hay decisión”, como dicen que decía Ignacio de Loyola.
Tenemos que comenzar por recuperar la respiración, exhalar con lentitud hasta
bajar el pulso respiratorio para poderle ver de frente la jeta al monstruo: uno
que tiene muchos rostros.
Reivindiquemos
entonces, primero que nada nuestra respiración, aunque la maldita contaminación
nos enferme y nos llene de humos y plomo, y vapores fétidos y dañinos.
Reivindiquemos nuestra propia mirada. Decía Leonardo da Vinci que somos lo que
alojamos, lo que nos configura, es decir lo que en la mirada comenzamos a tejer
con el mundo. Nuestra mirada recibe de todo el universo, pero también nosotros
podemos hacer surgir mundos y situaciones de nuestro ojo mágico. Esto es
político, no esotérico.
Debemos entonces reivindicar nuestro lugar. El
situacionismo tenía razón. Desde nuestra propia circunstancia, reivindicar el
rincón de donde surgimos es reivindicar que somos un centro desde donde puede
reconstruirse el mundo para muchas y muchos. Cada rincón es un centro, decimos
y repetimos como decía el maraka’ame wixárika don Pedro de Haro que había que
insistir: “ustedes repitan como borrachitos las cosas importantes hasta el
cansancio”, nos decía.
También tenemos inescapablemente que
reivindicar nuestra historia, nuestras condicionantes, nuestros sesgos,
nuestros dolores, nuestros temblores, nuestras nubes y sombras, pero sin
imponerlas como muleta o bastón para que las demás personas nos “consideren”,
porque todo se vuelve berrinche, imposibilidad, plañiderismo. Reivindicar
nuestro sesgo nos permite plantarnos en nuestra verdad, y desde la tranquilidad
de decirla poder ir prendiendo “velas de vida”, o sea vínculos de trabajo y
entrañamiento.
Además de revindicar,
busquemos implicarnos.
Necesitamos retejer el cuerpo social.
Reconstituir a los sujetos, a la comunidad, como pregona con firmeza el CNI. No
hay nada más urgente que la reconstitución de los sujetos.
Que entendamos las condiciones que pesan sobre
nosotros, y que nos preparemos en la lucidez más amplia posible para enfrentar
y darle la vuelta a todos los ataques, a todas las dependencias, a todas las
trampas del sistema y las dependencias, y sus intermediarios, y sus represiones.
Para eso es menester buscar y ser autónomos.
Necesitamos
implicarnos al tiempo de buscar y reivindicar la autonomía, y la paradoja más
interesante es que la autonomía nos acerca a la comunidad. Requerimos
reinvindicar el tejido de relaciones que nos acerquen , que nos permitan
regresar al cuerpo social, como decía Iván Illich.
La paradoja que
plantea Illich es fuerte porque en realidad todo lo que de alguna manera nos
enajene o nos arranque de la situación social en donde podemos incrustarnos o
estamos incrustados, no es una herramienta convivial, no es un proceso
convivial y nos deja aislados. Quien reivindique el individualismo tal vez
suponga que eso lo libera, cuando en realidad lo pone solo o sola ante la ley,
antes las fuerzas que nos atacan y nos aprisionan.
En cambio, todo lo que
nos mueva a la creatividad, a la autonomía; que nos promueva autonomía, al
mismo tiempo nos devuelve al cuerpo social. Ésa es la paradoja.
Pero para muchas
personas cínicas, lo malo humano regresa siempre una y otra vez y entonces no
puede haber nada limpio, nada puro. Esta idea de la pureza y la limpieza y la
higiene para todo lo que hacemos, es muy preocupante. Hay, entre gente que hace
crítica a la izquierda, el orgullo de descubrir que no era limpia la comunidad,
la convivialidad, que como humanos recaemos. Hacen a la izquierda la crítica
que no se atreven a hacer a la
derecha. Y su “superioridad” aumenta con cada ojeadita en el
espejo. Diría un amigo, “se pasan de listos”. Cuando esas personas constatan
que la gente puede ser jodida, descansan.
Pero no hay nunca nada
puro, porque la pureza es más un sueño culpógeno en sí mismo. Lo que podemos es
ofrecer nuestro intento.
Como dice Rafael
Sandoval: “estamos implicados o no estamos implicados”. Implicarnos significa
proponernos actuar, pensar, reflexionar juntos, y si nos equivocamos a ratos y
otras veces le atinamos, ahí iremos equilibrando y re-equilibrando nuestros
intentos. Implicarnos es estar dispuestos a intentar juntos. El intento es más
real que cualquier idea de pureza. Suponer que de por sí todos los procesos
están jodidos porque de por sí la gente es mala y traicionera, es desperdiciar
muchas vidas, muchos intentos, muchos corazones.
Cualquier enajenación,
cualquier erosión, cualquier menosprecio, cualquier ruptura de saberes y
relaciones es imposición, es aplastamiento de nuestra autonomía, de nuestro
ejercicio como personas y colectivos hacia el mundo. Hasta que el sentido que
construíamos juntas y juntos se rompa en serio y lleguemos a la urgencia de
reconstruir y reconstituirnos de verdad, la gente parece no moverse.
Pero el tiempo va
llegando. No puede posponerse, porque todo se desabarrancará. Estamos en un
momento en que ante el desbarrancamiento que se avecina requerimos retejer,
plantear los nudos nuevos, de relaciones más significativas y horizontales.
Reconocernos en comunidades y personas, de región a región y hacer un tejido
real por abajo.
Un tejido de
libertades, de autonomías.
Si nos arrancan de
nuestra tierra o territorio, de nuestras fuentes de subsistencia, y nos
deshabilitan nuestros medios más
creativos para resolver por nosotros mismos lo que podría dispararnos al centro
de un futuro de justicia, subsistencia, creatividad y autonomía, tenemos que
revertir ese proceso y promover directamente que podamos resolver por nuestros
propios medios , y con sus medios creativos las cosas que más le importen.
Tenemos que promover una creatividad individual, pero sobre todo una creatividad
mutua.
El llamado del CNI a
la organización, pasa por abrir espacios de diálogo que profundicen los modos
de hacer posible esta autonomía, porque todo lo que fuerza dependencias está
jodido. Necesitamos ver cómo podemos independizar nuestros esfuerzos y al mismo
tiempo implicarnos en entender, reconstruyendo los escenarios y las condiciones
del sometimiento y el encierro. Hay que reconstruir comunidad.
* Editor, investigador
independiente y acompañante de comunidades para la defensa de sus territorios,
su soberanía alimentaria y autonomía. Forma parte de equipo Ojarasca y Grain.
Fuente:
http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Momento_de_reivindicar_e_implicarnos
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