Frente al ajuste, reflexiones sobre
unidad de acción
y programa
5 de marzo de 2017
Por Rolando Astarita
La marcha para el
próximo 7 de marzo convocada por la CGT reactualiza la utilidad de la táctica
de unidad de acción, así como la importancia de la delimitación programática –o
estratégica- por parte del marxismo, junto a la lucha ideológica.
La táctica de unidad
de acción tiene una larga tradición en el marxismo. Se puede sintetizar en la
frase (de Trotsky) “marchar separados, golpear juntos”. Se golpea en unidad de
acción por las reivindicaciones con las que se está de acuerdo. Por ejemplo, en
el caso que nos ocupa, romper los topes salariales que quieren imponer el
gobierno de Cambiemos, los gobiernos provinciales, las cámaras empresarias y
las patronales. Son consignas
fundamentales para detener el ataque contra el trabajo.
Por eso, la necesidad imperiosa de frenar esta ofensiva
constituye el argumento básico a favor de la unidad de acción con la dirigencia
de la CGT y de la CTA, y sectores del peronismo. Lo cual no significa
embellecer a los dirigentes que convocan (para una discusión sobre el carácter
de clase de la burocracia sindical, aquí y aquí); o al peronismo. De
lo que se trata es de unir fuerzas en los puntos en los que haya acuerdo e impedir
un mayor deterioro de las condiciones de vida y trabajo de los asalariados (más
argumentos sobre la unidad de acción,aquí, aquí). De ahí que muchas
organizaciones de izquierda hayan decidido participar en la marcha, aunque con
una columna separada y banderas propias.
La diferencia de programa y estrategia
Pero
la unidad de acción debe acompañarse de la diferenciación programática y
estratégica. Este aspecto de la cuestión es consustancial a la unidad de
acción. En particular, hay que subrayar que el
programa socialista se opone por el vértice al programa de la oposición
burguesa y pequeño burguesa nacional-estatista, que hoy pretende
ser “la” alternativa “al neoliberalismo”.
Esta oposición está encarnada, principalmente, en el kirchnerismo y variantes
(por ejemplo, partido Comunista, chavistas no kirchneristas, seguidores de
Francisco y otros “amigos de la humanidad”).
Esto es, el marxismo no debería confundir su programa y
estrategia con fuerzas políticas que sólo terminan llevando al movimiento de
masas a la frustración y la desmoralización (para un ejemplo actual, véanse los
resultados del “socialismo siglo XXI” chavista). A la par que denunciamos la
lógica brutal del capital en estado “puro” –sobre el significado del
“neoliberalismo”, aquí– debemos plantear
un camino socialista independiente. Incluso aunque por ahora sólo quede a nivel
de propaganda, de discurso. Hay que decirlo con todas las letras: propuestas
como devaluar (en términos políticamente correctos se dice “volver al tipo de
cambio alto”); aumentar el déficit fiscal y financiarlo con emisión; sostener
el empleo en base al gasto estatal y el trabajo improductivo; o embarcarse en
guerras comerciales proteccionistas, agravan la crisis. Y preparan el terreno para nuevos gobiernos que
aplicarán renovados ajustes. La experiencia de los gobiernos K en Santa Cruz es ilustrativa al
respecto.
Lamentablemente,
alguna gente de izquierda pierde de vista que la alternativa socialista apunta
a la base del mal social: la propiedad privada del capital y el Estado
capitalista. La creciente desigualdad social, los ejércitos de desocupados y
subocupados, las crisis cíclicas, el trabajo embrutecedor y alienado, la
marginación y la pobreza estructural, no van a desaparecer en tanto subsista la
actual estructura social. Esto hay que decirlo públicamente. Y hay que sacar
las consecuencias. Entre ellas, que no tiene sentido exigir estatizaciones o controles del Estado, o
políticas nacionalistas y proteccionistas, si no se cuestiona la
naturaleza social del Estado que aplica esas medidas.
Pero la diferenciación en el terreno programático y estratégico con respecto
a las fuerzas opositoras burguesas
no obedece a un mero prurito ideológico. Por el contrario, es fundamental para el éxito de las luchas reivindicativas. ¿Por qué? Pues porque es la única forma de responder al
discurso de los apologistas del ajuste en curso. Para verlo con ejemplos
concretos: uno de los argumentos que se esgrimen dice que un aumento de
salarios “por encima del equilibrio” generará más aumentos de precios; que
darán lugar a nuevas devaluaciones; que se traducirán en nuevos aumentos de
precios, etcétera. Y por ese camino el país volvería a los 1980 y a la hiperinflación. O
también, se dice que si los salarios docentes aumentan por encima del 18% se
agravará el déficit fiscal; lo que llevará a mayor endeudamiento, o a más
emisión; lo que generará más inflación, etcétera. Y una parte de la
población no encuentra respuesta a esos argumentos. La incidencia en la
lucha de clases de estos factores no debería subestimarse.
Sin embargo, las objeciones de los ideólogos del ajuste no
pueden ser respondidas adecuadamente desde el reformismo burgués, o pequeño
burgués (ver aquí, aquí, aquí, sobre los
problemas del keynesianismo bastardo). Tampoco da respuesta el “nacional
marxismo”, o el “marxismo estatista” (y algunos marxistas argentinos hoy
parecen indignados keynesianos radicals).
No se trata de buscar remiendos al sistema capitalista. Los marxistas no deben
razonar “como estadistas”. Por eso es difícil exagerar el rol de la lucha
ideológica del marxismo. La unidad en la acción debe acompañarse de la crítica de raíz al orden existente.
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Fuente:
https://rolandoastarita.wordpress.com/2017/03/05/frente-al-ajuste-reflexiones-sobre-unidad-de-accion-y-programa/#more-7213
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