El apreciable desde
abajo
para defender de la vida
25 de abril de 2018
Por
Manuel Humberto Restrepo Domínguez (Rebelión)
Duelen los muertos y las terribles secuelas mentales, físicas y
morales de la guerra, pero duele más, que a pesar de los inagotables esfuerzos
del pueblo, las elites usen su poder para impedir que la paz sea el nuevo
destino del país. Ponerle trampas a la paz, inventar bandidos, crear nuevos
enemigos, falsear la verdad, querer meter a los vecinos en la tragedia, es una
ignominia, una crueldad sin nombre, una traición a los pactos y a la patria
misma que dicen defender. El Estado esta siendo moldeado para que permanezca
inamovible actuando con la misma lógica de la guerra, en la que las conquistas
son de los poderosos y las derrotas de las mayorías de población, llamadas a
votar por los predestinados candidatos que de día ponen las trampas y de noche
recogen sus trofeos. En 1789, al firmar el pacto de derechos en Paris, las
elites impusieron para sí el derecho a la propiedad y el pueblo el derecho de
resistencia y rebelión, para prevenir la tiranía. Casi Doscientos
treinta años después se firmó en Colombia un acuerdo para la paz estable y
duradera y las elites volvieron a ratificar a la propiedad como su sagrado
derecho humano y los insurgentes solo pidieron a cambio cumplir cabalmente la
constitución de 1991, en especial sobre derechos y libertades, sin embargo el
estado se niega a materializar lo pactado, que retóricamente dice reconocer,
pero que se resiste a implementar.
El Estado permanece desmantelado por las elites que homologan como
suyos a los que consienten sus actuaciones (legales e ilegales) y denigran y
persiguen a los que disienten, fracturan la sociedad haciendo creer que solo
esta hecha de amigos y enemigos, unos de izquierda y otros de derecha y
promueve la desconfianza y el interés individual para impedir la solidaridad
social. Crea la sensación de que los poderosos fueron enviados y son protegidos
por la divina providencia y a quienes no se deslumbren y los adulen los llama
comunistas, guerrilleros, anarquistas, ateos, negros, indios, travestidos y
desobedientes, porque aborrece a intelectuales, sindicalistas, obreros,
magistrados o disidentes en sus propios partidos (que no están partidos si no
temporalmente divididos para obtener mejores dividendos). Las elites en todo
momento cuando hablan de paz mienten y conspiran, porque la traición al pacto
ya esta decidida, a las elites les interesaba desarmar a los armados y al
gobernante obtener un premio nobel (y mucho mas por supuesto). Traicionada la
paz, en veremos la sociedad de derechos y en el limbo el estado social de
derecho, solo se pueden esperar ajustes de procedimientos o retardos de efectos
lesivos de la traición, pero no impedirla, salvo que las elites no estén en el
poder.
Los muertos de la paz, los falsos positivos
judiciales, con los que se hace populismo penal de derechas, es decir, de
elites, y se instaura el perverso modelo de castigar no por lo que se ha hecho
si no por lo que es la persona vinculada, es decir, no por hechos ilícitos, si
no por la identidad sea racial, política o religiosa (casos recientes de
Feliciano Valencia, Santrich, A. Castilla), con lo cual se violenta el
principio de igualdad que excluye del estricto derecho toda discriminación por
condiciones personales y sociales y de (igual) dignidad de las personas, dando
lugar a una formula inquisitoria de legalización (con ultra ratificación
mediática) de un (ilegal) delito cobijado con la figura de la persona ilegal [1] , todo ello producto del eslabón
roto hace tiempo de la división e independencia de poderes, que mantiene activa
la mas alta impunidad y la mas baja capacidad de la justicia.
Las reivindicaciones por la paz y las protestas de las mayorías
olvidadas que reclaman respuestas a sus demandas por derechos no cuentan para
la deficitaria democracia, sea la que interpreta Santos, Uribe, Vargas Lleras,
Duque o Vivian, sencillamente porque todos, uno a uno o en grupo, pertenecen a
la única matriz de la real política del país, que tiene en común su propia y
egoísta necesidad de supervivencia a partir de conservar su statu quo, su poder
y privilegios sin oposición. Todos ellos, sus partidos, movimientos y casas
familiares de poder, tienen convertido al país en un territorio “envenenado por
el miedo, por el odio a los diferentes y el desprecio a los débiles”. Han
sembrado minas de temor a los negros, a los indios, a los LGTB, a los gitanos,
a los campesinos, a los inmigrantes, a los de izquierda, a los estudiantes, a
los trabajadores y sindicalistas, a los profesores, a los intelectuales, a los
artistas, a los universitarios, a las mujeres que se niegan a ser victimas del
patriarcalismo y en general a los empobrecidos, a los despojados, a los que por
construir paz les incuban la semilla de nuevas guerras, a los que nacieron en
la Colombia profunda del Sur o del Choco o el Catatumbo, y a las nuevas clases
medias que subieron en el estrato medido por inversionistas sin escrúpulos, que
se quedan con los subsidios y con las ganancias pagan los sobornos a alcaldes y
concejales. Todos ellos hacen parte de la otra matriz, la de los olvidados, la
que implica peligro para el statu quo de los que nunca han aceptado construir
la vida y la democracia desde abajo y con mas igualdad y libertades.
Los medios
de comunicación hacen parte de esas elites, modulan la conciencia, repiten los
mensajes del pensamiento fraudulento y ganan raiting con la difusión de
contenidos para mantener la ignorancia, horas y mas horas de chismes, realitys
y shows y noticias cuya falsedad se conoce y no corresponde al pensamiento que
construye reflexiones, bienestar, afectos y solidaridades, si no odios,
machismos, resentimientos y sensaciones de venganza. Los medios ,
esos medios , tampoco están allí
donde el pueblo se junta para resistir, porque la gente que sufre no hace parte
de sus objetivos, las cadenas de radio, televisión, prensa y redes, están
tomadas por las mismas elites y son propiedad privada de poderosos contratistas
del estado (Ardilla Lule, Sarmiento Angulo, otros) que convierten las desdichas
en oro y violentan el derecho a recibir información, la manipulan y ponen en
decadencia la moral publica, hacen de la información una fabrica de consensos
basados en falsedades y mentiras, en encuestas controladas y argucias que
impiden el derecho a recibir informaciones y opiniones verdaderas (art. 19 DUDH
y Art. 19 del pacto de DESC de 1966), que atentan contra el derecho a la misma
libertad de pensamiento y de conciencia, sobre la que se levanta la política
que realmente atiende las cuestiones de interés publico
El proceso electoral en favor de las elites,
vuela como cometa, aunque esta corrompido por encuestas, estratagemas (de
prófugo como JJ Rendón y otros genios de la maldad) conducidas regionalmente
por las clientelas del todo vale, que saltan de un partido a otro, que
convierten al dolor, la carencia y la precariedad en su fuente de ganancia
electoral. El odio sembrado por las elites y mejor instalado en la conciencia
de buena parte de la sociedad alienta el embrujo criminal, para que la paz sea
un imposible por tratarse de un derecho humano con alcance universal, es decir,
para todos sin excepción, pero también para que unos asalten los gruesos
recursos públicos y entren al reino de la impunidad y otros se aprovechen de la
inocencia y la decencia para robarle a las calles su sentido de lucha por la
vida y la democracia y las conviertan en lugares de asalto y muerte cotidiana
por un celular, unos tenis, una bicicleta o simplemente por nada......De abajo
saldrá la nueva democracia...
Nota
[1] Notas basadas en la lectura de poderes salvajes de Luigi Ferrajoli, Trotta, Madrid, 2011.
[1] Notas basadas en la lectura de poderes salvajes de Luigi Ferrajoli, Trotta, Madrid, 2011.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240806
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