La emergencia de la
"modernidad seca"
Ciudad del Cabo se
queda sin agua
2 de abril de 2018
Por
Renán Vega Cantor (Rebelión)
“Nadie
debería ducharse más de dos veces a la semana en estos momentos. Hay que
ahorrar agua como si la vida dependiera de ello, porque depende de ello” (Helen
Zille, Primera Ministra de la Provincia Occidental del Cabo).
Las transformaciones climáticas son una dura realidad y entre ellas se destaca el calentamiento global, el que está en marcha y afecta la vida humana, animal y vegetal. Esto es evidente en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), la segunda urbe en importancia de ese país. Esta ciudad de cuatro millones de habitantes se está quedando sin agua, siendo la primera urbe del planeta en donde se ha decretado una hora cero, para suspender el servicio del agua a los hogares. Así como se lee: cuatro millones de habitantes, sin importar la clase social a la que pertenezcan, no van a recibir ni una gota de agua más, a través de las redes públicas de acueducto y suministro de agua potable.
La situación es apremiante. Desde el primero de enero se limitó el uso del agua a
Es bueno recordar que, en promedio, un habitante de una ciudad
requiere de un consumo diario de agua de unos 200 litros , aunque
existen lugares donde el despilfarro alcanza la demencial cifra de 1000 litros por
habitante, como en algunas ciudades de Canadá. Esos 200 litros que
consumimos están distribuidos así: 100 en el baño diario y aseo de bocas y
manos, cada descarga en el inodoro consume 10 (3 descargas diarias), 20 para
preparar alimentos y unos 50 para lavar ropa y loza. Claro, el uso y abuso del
agua está relacionado con la clase social, puesto que un miembro de los ricos y
poderosos, y de sus émulos de la clase media, puede consumir diariamente 500 o
más litros de agua, en actividades como lavar el automóvil,mantener llena la
piscina, regar los campos de golf…
Las
restricciones en Ciudad del Cabo originan situaciones apocalípticas que se
pensaban nunca iban a llegar. Un testimonio es elocuente: “ Mi esposa ya no usa
El asunto es noticia por el impacto sobre la clase media y los ricos, puesto que en las grandes ciudades, los más pobres y desvalidos nunca han recibido agua potable. Para ellos, el Día Cero existe desde siempre. Como lo afirmó una periodista sudafricana, “esta no es una crisis por el agua, es específicamente una crisis por el agua en la clase media”. Así, aquellos que viajan en auto propio, viven en casas confortables, consumen a granel bienes materiales, van a sentir el impacto de no tener agua, puesto que su modo de vida, aplaudido como propio de la modernidad, empieza a resquebrajarse, al no contar con el agua, la fuente nutricia que lo hace posible.
Esta carencia de agua repercute de manera diferente según la clase social, ya que por lo menos un millón de personas, toda la clase media, va a dejar la ciudad en las próximas semanas. A los turistas en los lujosos hoteles no se les va a limitar la cantidad de agua que quieran despilfarrar. Los que tienen dinero hacen huecos en los jardines de sus casas para extraer agua o compran agua embotellada –una mercancía cada vez más demandada y costosa en las tiendas de la ciudad–. Y los más pobres entre los pobres a hacer filas interminables para recibir los
El despilfarro del agua conduce a un fascismo hídrico, que parte de la premisa que debe obligarse por la fuerza a que la gente consuma el mínimo indispensable de
Eso cambia los patrones de vida, de higiene, de salud. Van a reaparecer enfermedades y epidemias, ocasionadas por la elemental modificación de las condiciones higiénicas, como el baño de las manos. Al no limpiar el instrumental médico se estará regresando a la época anterior a Louis Pasteur, con lo que aumentan los contagios y enfermedades. Se van a cerrar escuelas, bibliotecas y otros lugares públicos.
Que el agua se agote no es un castigo de los dioses, es resultado de un modelo de vida (aunque ahora puede llamarse de muerte) que calienta el planeta, genera sequias, modifica el ciclo de las lluvias, desertifica los suelos, arrasa con los bosques naturales, y ese modo de vida-muerte se llama capitalismo. La Ciudad del Cabo es un ejemplo de ello: soporta la peor sequía de su historia, las presas abastecedoras almacenan un 13% de su capacidad, la población aumentó en un 80% en 20 años (ascendió de 2,4 millones en
Los hechos dramáticos de Ciudad del Cabo parecen desmentir las afirmaciones del sociólogo Zygmunt Bauman, para quien viviríamos en la modernidad liquida, porque empezamos a padecer, y eso nunca fue tan terriblemente literal, la “modernidad seca”.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239735
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