Reseña de Poema pedagógico
Antón S. Makárenko:
el
arte de construir la vida de los hombres
11 de abril de 2018
Por
Jesús Aller (Rebelión)
Nacido en 1888 cerca de Járkov (Ucrania), Antón Semiónovich
Makárenko se formó como maestro, acumulando una extensa erudición que pronto
comprendió que no era lo más importante a la hora de transmitir conocimientos.
En el año 1920 su vida cambió cuando el delegado de Instrucción Pública del
gobierno soviético le propuso la tarea de rehabilitar a jóvenes delincuentes. A
partir de ese momento, Antón se esforzó a lo largo de nueve años tratando de
enseñar el arte de vivir a los muchachos y muchachas que le encomendaban en la
que bautizó como colonia Maksim Gorki. Ésta tuvo varios emplazamientos, y fue
una experiencia desarrollada por ensayo y error cuyas vicisitudes están
descritas en Poema pedagógico,
publicado en tres volúmenes entre 1933 y 1935, y que Akal acaba de reeditar en castellano.
Ayuno de elucubraciones teóricas, el libro narra la apuesta por una educación
empírica y humanista, que entrelaza pupitre y trabajo y hace a los jóvenes
asumir su destino de forma autogestionada y con énfasis en el compañerismo, la
emulación y el fortalecimiento del espíritu de comunidad. Aunque éste es su
libro más celebrado, Antón S. Makárenko es autor de una amplia obra basada en
sus labores pedagógicas. Divergencias con Stalin lo llevaron a residir bajo
vigilancia especial en Moscú, donde falleció de un infarto en 1939.
Libro I
Poema pedagógico arranca con los difíciles comienzos de la colonia Gorki. A
cargo de media docena de holgazanes irreductibles, Antón se desespera y busca
refugio en librotes de pedagogía hasta que un día en un arranque de cólera
abofetea a uno de los desobedientes. A partir de entonces, los muchachos
empiezan a colaborar. Él impone unas normas a los que quieran quedarse: reparto
equitativo de los trabajos, obligatoriedad de asistir a la escuela y necesidad
de su permiso para ir a la
ciudad.
El paso del tiempo y las labores compartidas
fortalecen el espíritu de la
colonia Gorki , que se convierte en una especie de hogar para
todos los que la habitan.
En la primavera de 1921 consiguen que se autorice su traslado
a una extensa propiedad próxima, y sus actividades, con alguna ayuda y mucho
entusiasmo, se diversifican hacia agricultura, carpintería y herrería, mientras
el número de residentes se incrementa con los más jóvenes de los prisioneros de
las últimas operaciones de la guerra civil. Antón y los otros educadores deben
combinar amor y firmeza para que embriaguez, antisemitismo, naipes y reyertas
no desvíen el rumbo de la nave, y así logran sacar de los infelices seres
golpeados por la vida que les han sido encomendados lo mejor que yace escondido
en ellos. La prosa cuidada y precisa de Makárenko, siempre abierta al humor y
la ironía, nos hace partícipes de alegrías y amarguras. En el otoño de 1921,
los gorkianos siembran centeno en la segunda colonia, que se esfuerzan en
acondicionar y esperan ir a habitar en breve; los alumnos más instruidos ponen
sus anhelos en ingresar en elRabfak (universidad
obrera).
En la primavera de 1922 una epidemia de tifus
se abate sobre los muchachos y varios son hospitalizados, pero logran
recuperarse felizmente. En esa misma época, la hostilidad que despierta entre
algunos prebostes el experimento pedagógico de Antón, tildado de autoritario,
está a punto de abortarlo, y sólo el apoyo entusiasta de los colonos y alguna
mano amiga en las alturas consiguen salvarlo. Por otro lado, las relaciones con
los campesinos se vuelven difíciles por los hurtos y robos que proliferan. Esto
se resuelve de momento, pero en otoño obliga a la expulsión de dos educandos,
uno de los cuales volverá corregido en unos meses. A veces cunde el desánimo,
pero ese año de 1922 comienza ya el traslado a la nueva colonia, donde se
trabaja la tierra duro con dos caballos cedidos por la Inspección Obrera
y Campesina. La actividad es febril, pero los domingos hay diversión y baños en
el río, los piojos son apenas ya un vago recuerdo y hasta tienen un piano que
aporrea una de las educadoras y se las arreglan para conseguir una segadora. Se
une a ellos además E. N. Shere, un experto agrónomo, hiperactivo y flemático,
que revoluciona las labores y se convierte en un ídolo para los muchachos.
Al inicio de 1923, la colonia incorpora
algunos rasgos de vida militar, como la organización en destacamentos. Los
jefes de éstos son nombrados al principio por Antón, pero luego pasarán a ser
elegidos democráticamente, y forman un consejo con poder ejecutivo, el sóviet
de jefes. Un sistema de destacamentos mixtos, constituidos para una tarea
concreta y dirigidos por alguien propuesto por el sóviet de jefes, permitía que
todos se fueran turnando en el mando, lo que unido a que éste no otorgaba
ningún privilegio, impidió que se formara entre los educandos una casta
dirigente. En el verano, con la ayuda de unos amigos de la GPU, los jóvenes
logran vencer las dificultades que les confiere su condición de exdelincuentes,
y comienza a funcionar en la colonia una célula del Komsomol a la que se asigna
un instructor político. El sueño de todos se materializa solemnemente el 3 de
octubre de 1923, cuando desfilando marcialmente en pos de su roja bandera, con
tambores y trompetas, los ochenta colonos toman posesión del nuevo hogar.
Libro II
El nuevo emplazamiento, con varios edificios
amplios y tierras feraces, está a orillas del Kolomak. La Ayuda a la Infancia
de Ucrania financia el acondicionamiento, pero obliga a admitir a otros
cuarenta educandos y hace necesario repartirse entre agricultura y
construcción. Makárenko nos presenta amorosamente a los habitantes de la colonia,
surtido de edades y caracteres ligados en una vida de trabajo y estudio en la
que no falta la diversión. Ésta tomó aquel invierno la forma sobre todo de
actividades teatrales, que acabaron convirtiéndose en un trabajo más, y no de
los menos importantes. De las aldeas vecinas e incluso de la ciudad acudían
todos los sábados gentes entusiastas a conocer gratuitamente un variado
repertorio del arte dramático ruso y ucraniano. Antón solía hacer de apuntador
y director de escena, y entre los espectadores no se toleraba la embriaguez, ni
las pipas de girasol. La fiesta del cumpleaños de Gorki abre la primavera y
marca el fin de la temporada teatral.
En 1924 llegan novatos y se compran vacas,
ovejas y nuevos caballos, mientras continúa la cría de cerdos y se consigue el
arriendo de un molino próximo; la economía va viento en popa. En julio, la
agotadora trilla congrega a todos afanosos en campos de los más variados
cereales, y en agosto se celebra la boda (sin popes) de una chica de la
colonia, a la que ésta dota espléndidamente, con un campesino. Un invitado
manifiesta extrañado: -“Muchachos, ¿y es verdad que vosotros sois aquí los
amos?”. -“¿Pues quién si no?”, le responde uno. Poco después se despide
dolorosamente a los que van a estudiar al Rabfak de Járkov. Ante inspectores que
les visitan, Antón expresa sin reparos su desprecio a la pedagogía oficial y
defiende la necesidad de recurrir a castigos como arrestos o trabajos
extraordinarios; la comunidad autogestionada y bien cohesionada que ha
conseguido habla en su favor y a pesar de las críticas que suscita, el proyecto
es respetado. En la pascua y el verano de 1925 los rabfakianos vienen de
vacaciones y traen a todos noticias de un lejano mundo que aguarda.
El éxito de la colonia Gorki invita
a buscar un nuevo emplazamiento donde pueda alcanzar mayores dimensiones. Se
consideran posibilidades por toda Ucrania y al fin los muchachos muestran su
coraje involucrándose en un asunto ciertamente arriesgado. En Kuriazh, un
monasterio del siglo XVII muy cerca de Járkov, funcionaba otra colonia, con
casi trescientos educandos, que era un completo y absoluto desastre. Los
gorkianos, ciento veinte por entonces, y Antón, arrastrado por su entusiasmo
juvenil, aceptan trasladarse a ella y tratar de reformarla con plenos poderes.
Lo arriesgan todo por ver el triunfo de sus ideas, mientras sus enemigos
confían en el fracaso de un proyecto que juzgan autoritario en exceso.
Libro III
Las primeras visitas a Kuriazh para preparar
el traslado evidencian las condiciones terribles que allí imperan. Es necesario
partir de cero, construir excusados, y comprar cucharas y platos, pero los
gorkianos que llegan de vanguardia en poco tiempo consiguen elaborar un censo y
organizan destacamentos que eligen a sus jefes. Cuando se asignan tareas, poner
en movimiento sin violencia a los que ignoran la disciplina es complicado, pero
la fiebre restauradora se extiende con fuerza y los trabajos imprescindibles
avanzan. Algunos kuriazhanos colaboran francamente y los más se debaten
expectantes.
El 17 de mayo de 1926, con sólo dos días de
retraso respecto al plan previsto inicialmente, el grueso de los gorkianos
llega a la estación de Rizhov en un convoy de cuarenta y cinco vagones y desde
allí marcha en formación hasta Kuriazh. Antón, ante los muchachos reunidos,
proclama solemnemente que ahora todos integran la colonia Gorki y
expone las virtudes y el significado profundo de la vida que comienza. Al poco
rato, en una asamblea general se detalla la nueva organización, que fusiona
sabiamente las dos comunidades desmantelando posibles focos de resistencia, y
se propone un ambicioso plan de trabajo hasta el verano. Todo se aprueba con
354 votos a favor y ninguno en contra.
Jabón, corte de pelo y desinfección son las
prioridades. La ropa nueva y el entusiasmo hacen el milagro y la
transfiguración es pronto un hecho. Las más felices son las niñas de Kuriazh,
antes atrincheradas en el espanto y que disfrutan ahora de los vestidos que sus
hermanas gorkianas han confeccionado amorosamente para ellas. En un comedor impoluto
se celebra una comida de gala bajo retratos de Lenin y Gorki y carteles con las
consignas y saludos, como el famoso “¡No
gemir!”. Se lee una carta de Gorki y Antón habla a los muchachos de la
suerte de vivir en un país donde el individuo puede desarrollar al máximo sus
cualidades sin que nadie robe los frutos de su esfuerzo. Luego todos cantan la Internacional.
Los meses que siguen son de trabajo duro.
Antón nos desnuda cómo se logra corregir eficazmente a los haraganes que añoran
la vieja vida de Kuriazh, aunque reconoce que las bromas y burlas utilizadas y
su sutil violencia psicológica no pueden menos que implicar su expulsión
fulminante del Olimpo pedagógico. Ante la verborrea allí instalada, insiste en
la necesidad primordial de educar a los jóvenes en el amor al trabajo bien
hecho y a la disciplina que éste exige, y en infundirles una imagen de sí
mismos que refleje sus anhelos más íntimos y esté adornada con el incitante
estímulo que otorga lo que es posible construir y está de alguna forma al alcance
de la mano. Ése fue siempre el hilo conductor de su labor, respetada por las
autoridades, pero muy criticada por los prebostes pedagógicos de la URSS.
Se derriban las murallas del monasterio y los
ladrillos son reutilizados en nuevas construcciones, mientras alrededor las
cien hectáreas de la colonia comienzan a rendir frutos y el estanque es vaciado
y se procede a su limpieza, descubriéndose todo tipo de objetos varados en el
cieno. Para el verano ya hay electricidad, funciona la conducción de agua y los
muchachos están en sus nuevos dormitorios, cuyas camas han sido forjadas en su
herrería. Los trabajos del taller de carpintería se convierten en una fuente de
ingresos, que se trasforman en libros y en instrumentos para una banda de
música. La crónica se complementa con relatos emotivos que muestran cómo el
espíritu de la colonia es capaz de corregir la deriva autodestructiva de
algunos de sus miembros. No son raros ya los periodistas e investigadores
extranjeros que vienen a visitarles.
Tras el invierno, tiempo como siempre de
trabajo escolar intensivo, en la primavera de 1927 llegan noticias a Kuriazh de
que la GPU construye al otro lado de Járkov un lujoso edificio con talleres
anexos destinado a una comuna con capacidad para ciento cincuenta jóvenes que
llevará el nombre de Félix Dzerzhinski, el recién fallecido fundador de la Cheká. Su puesta en
marcha se encomienda a los gorkianos y cincuenta de ellos forman su primer
contingente, con Antón como director, aunque él no abandone del todo Kuriazh. La
inauguración es en diciembre, y la financiación corre a cargo al principio de
los donativos de los chequistas, homenajeados en el libro como dechados de
virtudes humanas. Ya en la primavera de 1928, la incorporación de un eficiente
administrador abre una época de febril productividad (carpintería, fundición,
etc.) y bonanza económica. Pronto los comuneros perciben un salario.
El final del libro reseña la condena pública
en un congreso pedagógico del método de Makárenko, por estar basado en
conceptos como deber, honor, disciplina y trabajo. Esto le obliga a buscar
nuevos destinos para los muchachos de la colonia más próximos a él, y a dejar
él mismo su dirección, lo cual se materializa tras una emotiva visita de Gorki
en julio de 1928. A
partir de aquí, Antón se refugia en el proyecto de la comuna Dzerzhinski ,
dependiente de la GPU y a cubierto, por tanto, de las altas instancias
pedagógicas. Esta labor será asunto de libros posteriores como Banderas en las torres (1938), del que existe versión
castellana. Poema pedagógico concluye con un epílogo de 1935 en el
que vemos a algunos de los educandos transformados en ciudadanos ejemplares de
la gran patria soviética y se recuerdan los retos tecnológicos asumidos en la comuna Dzerzhinski ,
como la fabricación de taladros y máquinas fotográficas.
Teoría tras el poema
En la censura de los pedagogos soviéticos al
proyecto de Makárenko, se respira algo de la vieja polémica entre colectivistas
y comunistas. El recurso a premios y castigos es criticado desde una perspectiva
puritanamente comunista e igualitaria, pero tenemos la impresión de que es el
método que mejor se ajusta a la realidad de unos seres humanos que sólo son
capaces de desarrollar su personalidad con el estímulo de una recompensa. Poema pedagógico pone de manifiesto cómo jóvenes de
inclinaciones y temperamentos diversos pueden alumbrar, en un proceso en el que
es esencial su propia iniciativa, una sociedad armoniosa y al mismo tiempo
económicamente viable, que les hace crecer como individuos. Hay sin duda una
mano que dirige la experiencia, pero es la capacidad de liderazgo de los
muchachos y su afán por integrarse en una entidad que satisface sus necesidades
físicas y morales lo que determina la vitalidad del proyecto.
Entre la multitud de personajes que dan color
al relato hay uno que desempeña un papel fundamental. La colonia Gorki no se
afianza en el sendero del éxito hasta que un competente e infatigable
ingeniero, Eduard N. Shere, se hace cargo de la dirección técnica de las
labores agrícolas y ganaderas. Sus milimétricos y agotadores planes de trabajo
sumergen a los muchachos en un frenesí de actividad que aceptan a
regañadientes, pero que terminan viendo que sirve para que su existencia
progrese de una forma extraordinaria. Al mismo tiempo, imperceptiblemente,
trabajo y camaradería, esfuerzo y emulación van forjando su carácter y
fortaleciendo la cohesión del grupo. La importancia de la técnica que permite
al hombre adaptarse a su entorno y mejorar sus condiciones materiales queda
realzada así como un recurso educativo esencial.
Poema pedagógico nos acerca a la complejidad de la vida soviética y a sus
delicados equilibrios de poder, muchas veces sorprendentes, pero más allá de
esto contiene también algo que le otorga un valor intemporal, en su crónica de
un intento afortunado de encauzar la existencia de unos jóvenes maltratados por
el destino y dotarla de sentido. Su conclusión es que el amor es el instinto
más fuerte de la vida, y que crear una comunidad que resulte grata para los que
la habitan y les ofrezca a la vez estabilidad material y la realización de lo
mejor que llevan en su interior es el instrumento idóneo para enderezar
cualquier contingencia de la forma más favorable.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240130
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