El trumpismo y
la inestabilidad
internacional
7 de abril de 2018
Si algo distingue la política internacional de
Donald Trump es su previsible imprevisibilidad. Las recientes medidas
económicas arancelarias van acompañadas por otras ligadas al militarismo. Las
segundas se explican por las primeras.
Por Eduardo Lucita.
Todo pareciera indicar que estamos en los inicios de una
nueva fase del mandato de Donald Trump. En esta fase se muestra decidido a
hacer realidad sus, hasta ahora incumplidas, promesas de campaña: recomponer el
tejido industrial desbastado por la relocalización de empresas y las nuevas
tecnologías, reparar la infraestructura pública, abandonada por años, repatriar
empresas e incrementar la tasa de inversión.
De estas políticas, plasmadas en la “Agenda de Política
Comercial” (doc. 19 US.C 2213), se deducen las prioridades en el plano
internacional. Un intercambio más equilibrado para reducir el déficit
comercial, del orden del 4% del PBI, y fortalecer el poderío militar
estadounidense, como mecanismo de presión para las negociaciones comerciales.
Todo se resume en su lema de campaña “América Primero”.
Este es el contexto de las últimas medidas tomadas por la administración Trump :
suba de aranceles (proteccionismo) y recambio de funcionarios (reforzamiento
del militarismo), a los que deben agregarse las disputas diplomáticas con Rusia
que ahora se extendieron a buena parte de Europa y que aumentan las tensiones
políticas.
Jugadas en simultáneo
En las últimas semanas Trump realizó tres jugadas que
encendieron las alarmas por la posible escalada de disputas comerciales y
bélicas. Por decreto gravó las importaciones de China por 60.000 millones de
dólares al año y exigió a ese país que reduzca en 100 mil millones anuales su
superávit comercial bilateral. Dio marcha atrás con la suba de aranceles al
acero y al aluminio anunciada días atrás y que afectaban seriamente a Canadá y
a Europa, principales proveedores, pero simbólicamente las mantuvo para China,
que no es un gran exportador de estos productos. Por su parte la República Popular
respondió con una lista de 128 productos pasibles de suba de aranceles por
apenas 3.000 millones de dólares al año, al mismo tiempo que reafirmó su
intención de liderar la globalización.
Por último los cambios de funcionarios de su gabinete. Un
halcón, John Bolton, por un moderado, H.R. McMaster, como Asesor en Política de
Seguridad Nacional y un ultraconservador y miembro del Tea Party, Mike Pompeo
como Canciller, por Rex Tillerson, lo que consolida un perfil más militarista a
su gabinete.
Disputas estratégicas
Se sabe, en el largo plazo China y EEUU son rivales
estratégicos, pero toda la evidencia disponible nos muestra que en el corto y
mediano plazo comparten ciertas necesidades y objetivos comunes – lo que no
implica que no haya competencia y disputas por el poder- que se habrían sellado
hace un año atrás en la reunión que los presidentes Donald Trump y Xi Jin Ping
mantuvieran en la residencia privada del primero en Florida. Allí habrían
discutido desde aspectos geopolíticos hasta económicos: el déficit comercial
estadounidense, la relación dólar/renminbi, la situación del régimen norcoreano
y las tensiones en el Mar de la China del Sur. Se habría llegado a ciertos
acuerdos.
Nada indica por ahora que estemos a las puertas de una
guerra comercial abierta como lo presumen distintos analistas e incluso la OMC
que advirtió sobre “el peligro para la economía global”. Hay quienes con más
criterio al mencionar que el déficit de EEUU con China es de 375 mil millones
de dólares, sobre un intercambio de 505 mil millones concluyen que “Viendo el
gran déficit que tiene Estados Unidos no parecieran ser números descabellados,
China seguiría con superávit y Trump sumaría unos "porotos" al
disminuir el rojo en la balanza comercial”. Agreguemos que las subas
arancelarias norteamericanas entrarían en vigencia dentro de 60 días mientras
que las chinas no tienen fecha de aplicación y que el 40 por ciento de ese
déficit proviene de la importación de productos manufacturados en China por
multinacionales estadounidenses. El secretario del Tesoro de EEUU fue muy claro
al afirmar que “…las medidas contra China estaban sujetas a negociación” y el
secretario de Comercio completó “…son el preludio a una serie de
negociaciones”. ¿Solo fuegos de artificio o hay algo más? Por ahora China ha
reservado sus cartas más fuertes, por ejemplo poner trabas a la importación de
aeronaves producidas en EEUU o hacer valer que es el mayor tenedor de bonos
estadounidenses.
Guerra de posiciones
Más bien parecen movimientos para mejorar condiciones de
competencia y posicionarse para la disputa estratégica, así la suspensión de
las medidas por el acero y el aluminio para Europa y otros países, entre ellos
Argentina, serían jugadas para garantizar alianzas en esa disputa, cuando
Francia y Alemania se ven tironeadas por China, con quien comparten el
liderazgo de la globalización y el libre comercio. En tanto que el
reforzamiento del militarismo es previo a que en mayo EEUU se retire del
acuerdo nuclear con Irán. Los dos nuevos funcionarios apoyan ese retiro cuyos
efectos sí pueden ser impredecibles, entre ellos fortalecer al ala más
nacionalista y debilitar al actual presidente Hasan Rohani, uno de los
artífices del acuerdo con el comité de seguridad.
Qué se disputa
Cuando el orden construido a la salida de la II Guerra Mundial
comienza a resquebrajarse y la globalización pareciera tocar ciertos límites la
hegemonía estadounidense está siendo disputada por China que lidera los
adelantos en robótica y avanza rápidamente en la inteligencia artificial. De
seguir el curso actual, según los ejecutivos de Google, en 2030 China dominará la industria. No en
vano la amenaza arancelaria de Trump se refiere a las importaciones high tech
de China, solo 0.5 por ciento del total de sus importaciones, al mismo tiempo
que denuncia ante la OMC, una institución a la que ha boicoteado
sistemáticamente, el robo de tecnologías creadas por empresas de EEUU.
La disputa estratégica es entonces por el liderazgo y
control de la llamada 4ta revolución industrial -robótica, internet de las
cosas, inteligencia artificial- sobre todo ésta última, para la que la República Popular
está haciendo grandes inversiones mientras que la administración Trump
ha reducido las partidas presupuestarias para ciencia y tecnología. Claro que
en este juego de presiones comerciales y bravuconadas guerreristas un error de
cálculo puede transformar la inestable estabilidad actual en un caos.
Eduardo
Lucita, integrante del colectivo EDI – Economistas de Izquierda.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article16360
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