La autorreproducción y
la Comuna de
Oaxaca
12 de abril de 2018
"Mientras que la
APPO proporcionaba una alternativa formal al gobierno estatal como organismo
político, la increíble longevidad del levantamiento de Oaxaca y la toma de la
capital implicó que las cuestiones de la vida cotidiana y la economía informal
se convirtieran en ámbitos de contestación clave y en un proyecto de
imaginación política de pleno derecho. Durante el levantamiento, el movimiento
de mujeres formuló directamente algunas de estas cuestiones."
En 2006, una sublevación popular en masa
barrió el estado sureño de Oaxaca, México, movilizando a cientos de miles de
participantes de la región y destituyendo al poder estatal de la capital y
decenas de municipios. Durante casi seis meses no hubo policía en la ciudad de
Oaxaca y, en un momento dado, el paisaje urbano se vio transformado por hasta
3.000 barricadas.
Después de años de gobierno represivo y
autoritario de la mano del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el
gobernador Ulises Ruiz, el levantamiento estuvo motivado por el desalojo
violento de una acampada de maestros en la plaza del zócalo durante una huelga
anual del sindicato Sección 22 el 14 de junio. Miles de oaxaqueños se lanzaron
a las calles para tomar la plaza de manos de la policía y surgió una
insurrección espontánea en la que las autoridades estatales fueron desalojadas
y los participantes en la protesta ocuparon plazas, edificios gubernamentales, medios de comunicación y autobuses urbanos.
A las comparaciones que se hacían con la histórica Comuna
de París se les contestaba con: “La Comuna de París duró 70 días. ¡Nosotros
hemos durado más de 100!”
El movimiento formó un organismo organizativo
central horizontal, la
Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), que exigía la
destitución de Ulises Ruiz. Durante siete meses, uno de los estados más pobres
de México trató de reorganizar la sociedad sin un gobierno estatal ni
instituciones sociales capitalistas. Cuando las emisoras de radio ocupadas
comenzaron a cerrar con el eslogan “Transmitiendo desde la Comuna de Oaxaca”, a
las comparaciones que se hacían con la histórica Comuna
de París se les contestaba con: “La Comuna de París duró 70 días. ¡Nosotros
hemos durado más de 100!”.
La Comuna de Oaxaca terminó el 25 de noviembre
de 2006, después de que el movimiento perdiera las calles tras un asedio
violento y brutal de la policía federal y los paramilitares apoyados por el
gobierno. Hacia el final del levantamiento, cientos de personas había sido
arrestadas y decenas desaparecidas o asesinadas.
EL DÍA A DÍA EN LAS BARRICADAS
No se puede separar la creación de la Comuna
de la organización social de su actividad diaria. La Comuna de Oaxaca no se
formuló a partir de los medios del
levantamiento —las barricadas, las ocupaciones—, sino a partir de las
relaciones sociales generadas para organizar la vida cotidiana que
reproducirían dichos medios . En
lugar de estar aislada en las casas, la reproducción de la vida cotidiana se
reorganizó para desobedecer la lógica capitalista de una división del trabajo
por género, así como para dar lugar al reparto de recursos, la pertenencia y la
vida comunales como ámbitos de lucha.
Mientras que la APPO proporcionaba una
alternativa formal al gobierno estatal como organismo político, la increíble
longevidad del levantamiento de Oaxaca y la toma de la capital implicó que las
cuestiones de la vida cotidiana y la economía informal se convirtieron en
ámbitos de contestación clave y en un proyecto de imaginación política de pleno
derecho. Durante el levantamiento, el movimiento de mujeres formuló
directamente algunas de estas cuestiones y también demostró que es necesaria
una confrontación consciente con la división social del trabajo para construir
una comuna que realmente desafiara al poder estatal a través de la
desmercantilización de los recursos comunes y la desprivatización del trabajo
doméstico y reproductivo.
Una contradicción central de la Comuna de
Oaxaca, como veremos, giró en torno a las cuestiones sociales, políticas y
estratégicas que surgieron cuando los hombres trataron de mantener la división
del trabajo por género y forzar a las mujeres a volver al hogar.
En lugar de volver a casa por la noche y
encender la televisión, los oaxaqueños volvían a las barricadas y escuchaban a
las retransmisiones de las emisoras de radio ocupadas.
Las barricadas que conformaron el paisaje
urbano de la Comuna de Oaxaca no eran sólo lugares de defensa física contra los
ataques militares, sino también el hogar de una miríada de actividades
reproductivas en las que el trabajo históricamente feminizado se convirtió en
la base para la transformación de las relaciones sociales. Las barricadas eran
lugares donde la gente de Oaxaca dormía, cocinaba y compartía la comida, tenía
relaciones sexuales, compartía noticias y se reunía al terminar el día. Los
recursos como la comida, el agua, la gasolina y los medicamentos se
reapropiaban y redistribuían y, del mismo modo, el trabajo reproductivo era
reapropiado desde la esfera del hogar y se convertía en el medio más importante
para reimaginar la vida social y los lazos colectivos.
En lugar de volver a casa por la noche y
encender la televisión, los oaxaqueños volvían a las barricadas y escuchaban a
las retransmisiones de las emisoras de radio ocupadas juntos antes de irse a
las camas improvisadas a partir de cartones y mantas. A todas horas había café
que se traía de las casas o los comercios, se hacía en un fuego en la barricada
y se pasaba a los demás. Se enviaban mensajes románticos y de reconocimiento
entre los participantes de distintas barricadas a través de la radio ocupada.
Las tareas del día a día en las barricadas,
desde la distribución de comida de un camión de Doritos que había sido
reapropiado tras haberlo detenido en la autovía hasta organizar talleres
educativos, recrearon una infraestructura comunitaria que se suele naturalizar
como trabajo femenino en el hogar o en el barrio. La gente pertenecía a la
Comuna simplemente porque formaba parte de esta reproducción de la vida
cotidiana —desde cocinar en las barricadas, acercar café de las casas o los
comercios, traer y llevar noticias, fabricar cócteles molotov, apilar piedras o
simplemente compartir historias.
El sostener las barricadas a partir de
sostener la vida cotidiana en las barricadas socavó la idea del “hogar” y el
trabajo que las mujeres llevan a cabo en éste como lugar de trabajo aislado y
no reconocido, reformulando tales actividades como relaciones públicas y
colectivas de la lucha. La
organización social del trabajo reproductivo en las barricadas comenzó a
erosionar la división capitalista del trabajo por género, en la que el trabajo
reproductivo genera valor o capacidad de trabajo en otros ámbitos para su
extracción capitalista. La colectivización y generalización de las actividades
reproductivas le permitieron al movimiento hacerse cada vez más
“autorreproductivo” y, como tal, una amenaza cada vez mayor del orden social.
La autorreproducción, o la capacidad del
movimiento de reproducirse directamente en el día a día sin la mediación de una
división del trabajo por género o de una fuerza de trabajo invisibilizada de
mujeres haciendo todas las tareas necesarias para sostener la vida de manera
que el movimiento pudiera sobrevivir, significó que el levantamiento de Oaxaca
se reprodujera como Comuna. La autorreproducción forjó una subjetividad
colectiva desde las barricadas como experiencia compartida de la vida
cotidiana.
Cuando la gente comenzó a identificarse como
barricadistas y, después, según barricadas específicas (“Soy de la Barricada de
Cinco Changos”, o “Soy de la Barricada de Sonora”), hubo un cambio claro en la
identificación subjetiva que se alejaba de roles asignados por el trabajo
asalariado (“Soy médica” o “Soy estudiante”) u otras subjetividades organizadas
por el capitalismo. En este sentido, la Comuna forjó sujetos que no se
identificaban según la mercantilización de su trabajo, sino por la
colectivización de relaciones cotidianas y los medios
de autorreproducción en las barricadas.
Debido a la necesidad de la Comuna de surgir a
partir de su capacidad de autorreproducción, no sorprende que fuera común
encontrar en su mayoría a mujeres en las barricadas, o que en muchas de las
barricadas todas fueran mujeres. Las mujeres consideraron que el ámbito de
lucha se encontraba precisamente en las relaciones informales que se requieren
para mantener unidas las comunidades. Las barricadas también tendían a proteger
los campos de batalla primarios en los que se forjaban las relaciones de la
Comuna, en los barrios y en las ocupaciones de los medios .
Conforme pasaban los meses de insurrección y
aumentaba el número de asesinados y desaparecidos, las mujeres participaron en
la protección de las barricadas a través de patrullas nocturnas y defensas
contra las caravanas de la muerte: las camionetas de los paramilitares que con
frecuencia disparaban a las barricadas. Las mujeres comenzaron a asumir el tipo
de actividades políticas revolucionarias que históricamente se han definido
como masculinas.
El punto álgido de la Comuna de Oaxaca, y lo
que se entendió como el surgimiento de un movimiento de mujeres, fue la
decisiva toma de la televisión y la radio estatales, Canal Nueve, por miles de
mujeres el 1 de agosto de 2006. Enfurecidas con los medios
por la difusión de mentiras sobre el movimiento, una marcha de mujeres convocó
una cacerolada a las puertas de la emisora y exigió 15 minutos de emisión.
Cuando se les denegaron, las mujeres forzaron su entrada en la emisora y la
ocuparon de forma espontánea. Las mujeres enseguida se enseñaron a sí mismas a
utilizar los equipos y comenzaron a emitir a través de la televisión y la
radio.
Aunque en agosto la APPO había estado
retransmitiendo desde dos emisoras de radio de la capital, cuando las
transmisiones de alta potencia de la televisión y radio estuvieron en manos de
las mujeres de Oaxaca se abrió un horizonte de posibilidades más amplio de lo
que nadie había imaginado. Colectivizar los medios
de comunicación y generar contenidos de manera comunal era necesario para
reclamar la vida cotidiana en términos de lo que estas mujeres llamaron sus
“verdades”. Muchas mujeres de las que ocuparon la emisora se referían repetidas
veces a presentar la “verdad” como motivación para ocuparla y, como bien
expresó una mujer, “para presentar un poco de tanta verdad que existe”.
Estas “verdades” que las mujeres
buscaban develar en la radio y la televisión eran una descripción de las
condiciones económicas y sociales experimentadas por las comunidades más
vulnerables a los efectos socialmente destructivos del ajuste estructural
neoliberal y de la hegemonía racista y represiva del PRI. La privatización de
los recursos públicos no sólo tiene profundos efectos neocoloniales sobre los
grupos indígenas, que conforman el 70% de la población del estado de Oaxaca,
sino que los cercamientos capitalistas de recursos y servicios como la
educación, la sanidad y la infraestructura básica de la comunidad han supuesto
una sobrecarga para las mujeres en particular, ya que tales problemas tienden a
estar profundamente “feminizados” y mistificados como “trabajo de mujeres”.
Las transmisiones de las mujeres, por
tanto, reunieron a grupos indígenas, a los pobres de las zonas urbanas y a las
amas de casa en la tarea de analizar dichas realidades cotidianas en todo el
estado, y sirvieron para movilizar a la gente para participar en la insurrección. La
capacidad de las “masas” para comunicarse en masa no sólo reveló un sufrimiento
colectivo, sino un deseo colectivo de continuar en la lucha. Puede que la
Comuna no se hubiera conocido a sí misma de no haber sido por las imágenes y
las voces de muchos otros y por las verdades colectivas que se transmitieron
desde la emisora ocupada.
CONTRADICCIONES
DE GÉNERO
La tensión por
mantener la división social del trabajo por género conformó un límite
fundamental para que la Comuna de Oaxaca produjera una identidad colectiva en la lucha. Dicha
contradicción surgió en la ocupación de Canal Nueve y continuó en las
barricadas. Cuando las mujeres tomaron el control de la reproducción social en
las barricadas y en los plantones (las plazas ocupadas), al renunciar a limitar
sus contribuciones al movimiento a la esfera privada, toda la estructura de la
comuna así como la capacidad de las mujeres de permanecer en las calles se
vieron perjudicadas por la violencia doméstica, las amenazas y el rechazo de
los hombres a colectivizar el trabajo doméstico. Como explicó Ita, una
participante de la toma del Canal Nueve:
“Hubo camaradas
que se quejaban de que desde el 1 de agosto (la toma del Canal Nueve), mi mujer
no me sirve a mí. Hubo muchas mujeres que sufrieron violencia doméstica por
estar en las ocupaciones y en las marchas, algunas veces sus maridos incluso
intentaron divorciarse o separarse. Los maridos no llevaban bien la idea de que
las mujeres abandonaran el trabajo doméstico para participar en política. No
ayudaban en las tareas de casa, como ocuparse de los niños o lavar la ropa,
para que las mujeres pudieran seguir en la emisora”.
El número de mujeres de la ocupación
del Canal Nueve disminuía poco a poco puesto que las mujeres no tenían otra
opción que volver al hogar y cuidar de los hijos o desempeñar otras labores
domésticas. El 21 de agosto, después de tres semanas de ocupación del Canal
Nueve, los paramilitares se aprovecharon del reducido número de personas en la
emisora para disparar a los transmisores de la red, inutilizándolos. Aun así,
las mujeres no se dieron por vencidas: salieron a la calle de nuevo al día
siguiente y lideraron un movimiento para ocupar diez emisoras de radio
diferentes, cuatro de las cuales permanecieron en manos de la Comuna por un
extenso periodo de tiempo.
Mientras que la tarea doméstica hizo
que muchas mujeres volvieran a sus casas, la mayoría de ellas no se sometió a
la violencia y amenazas patriarcales. Una mujer continuó defendiendo la
barricada incluso después de que un hombre le rompiera el brazo para evitar que
ella siguiera en las calles. Como señaló Eva, un ama de casa: “Nadie vino a
casa a sacarnos diciéndonos, ‘vayan a la lucha’. Al contrario, nos dijeron:
‘dejen de irse, cálmense’— nos reprimieron. Pero los desafiamos”.
Las mujeres
eran tan conscientes de las contradicciones de género que iban a surgir a raíz
de su participación en el levantamiento, que colgaron una pancarta en el
estudio de televisión ocupado que aparecía en la pantalla durante las primeras
transmisiones, que decía: “Cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede”.
Así, las mujeres trataron de apelar a un sentimiento de pertenencia de clase,
sugiriendo que el movimiento de mujeres era un avance para la clase en su
totalidad. Sin embargo, la tensión por la participación de las mujeres en el
movimiento nunca se resolvió por favorecer cuestiones estratégicas mayores o
por el proyecto político de la
Comuna. Como indicó Eva: “Seguimos luchando en dos frentes
diferentes —contra el sistema y contra los hombres dentro de nuestro
movimiento”.
El trabajo reproductivo suponía a la
vez un límite para la participación de las mujeres así como una fuerza
movilizadora de la autonomía de las mujeres y la organización colectiva. El
poder de la comunicación y la sociabilidad a la hora de identificar y forjar
luchas colectivas no sólo ocurrió en las transmisiones de los medios ocupados, sino también en las discusiones
informales que tenían lugar entre las mujeres del Canal Nueve. Cuando, por
primera vez en sus vidas, las mujeres tuvieron un espacio autónomo ajeno a los
hombres, se encontraron con que el régimen autoritario del estado y la economía
se extendía a su experiencia de la división social del trabajo y la vida
cotidiana en el hogar. Como expresó Ita: “Lo bello que ocurrió allí fue que,
por las noches, todas nosotras empezábamos a contar nuestras vidas, y de ahí
fue de donde sacamos más rabia para continuar en la lucha —no sólo para
derrocar al gobierno, sino también para organizarnos como mujeres y
enfrentarnos a lo que la mayoría de nosotras estamos viviendo”.
Por tanto, ser parte de la Comuna no
sólo significó que las mujeres generalizaron su participación política junto
con los demás, sino que además entendieron su participación conforme a su lucha
contra la división social del trabajo y la mercantilización del capitalismo del
trabajo reproductivo del trabajo en el hogar. La tensión por mantener la
división social del trabajo significó que, para las mujeres que se enfrentaban
tanto al gobierno como al trabajo reproductivo, ambas luchas devinieron la
misma.
Revolucionar la vida cotidiana a partir
de la recuperación de los espacios y los recursos mercantilizados y
privatizados era un principio central de la Comuna de Oaxaca. En él se basó la
evolución del movimiento desde su exigencia esencial de destituir al gobernador
hacia una articulación de cómo sus políticas habían mantenido la invasión del capitalismo
en todas las esferas de la vida pública. Pero fue la articulación de la
explotación en el hogar que llevaron a cabo las mujeres lo que realmente llamó
a una reorganización de la vida diaria fuera de la lógica capitalista.
PROCESOS
INFORMALES DE COLECTIVIZACIÓN
Tal y como el
trabajo reproductivo y no asalariado suele ser informal, las relaciones
sociales informales y los gestos cotidianos de solidaridad y apoyo mutuo dentro
de la Comuna constituyeron un imaginario más allá —y en ocasiones sin— las representaciones
formales del movimiento, la APPO.
Al analizar el
levantamiento de Oaxaca, la izquierda se ha centrado sobre todo en la APPO en
sus intentos de describir y justificar los asombrosos siete meses de
insurrección contra el capitalismo y el estado. Pero este foco de atención
sobre las estructuras de organización del movimiento puramente formales en
cierto modo imita la división capitalista del trabajo, en la que el trabajo
sólo se produce en una esfera formal, dejando pasar desapercibidos los aspectos
sociales de organización que se dieron paralelamente a las exigencias políticas
y las organizaciones públicas. Mientras que la APPO fue descrita como un
movimiento de movimientos, y las demandas políticas que salieron de la APPO
—principalmente la destitución del partido en el poder— abarcaban un deseo
político colectivo, su descripción no sirve para englobar los procesos
informales de colectivización que lidiaban con la cuestión de la reproducción
del día a día.
El sentido de
identidad colectiva que destacó en la Comuna de Oaxaca no fue sólo la
identificación con la APPO.
De hecho, muchos participantes —en especial amas de casa y
pobres urbanos— se identificaban como militantes del levantamiento pero no como
parte de la APPO. Sería
necesario llevar a cabo una investigación sociológica para entender todas las
razones por las que los participantes en el levantamiento no se identificaban
con la APPO, o cómo la APPO no logró englobar a todos los sectores demográficos
del levantamiento en sus estructuras particulares de organización y
representación; sin duda, las mujeres lucharon sin éxito por una participación
más igualitaria en la APPO, dando lugar a otra contradicción de género del
levantamiento. Hasta noviembre, siete meses después de que comenzase la insurrección,
la APPO no consideró expresamente la representación igualitaria de géneros, e
incluso entonces, con la trascendental participación del movimiento de mujeres,
tampoco tuvo en cuenta la paridad.
En última
instancia, la experiencia de la vida cotidiana que formuló la Comuna de Oaxaca
y las articulaciones de las mujeres participantes respecto a las limitaciones
de la Comuna nos ayudan a expandir nuestra comprensión de la lucha como
confrontación con formas en las que el capitalismo ha mercantilizado el trabajo
reproductivo y lo ha convertido en una esfera feminizada —en la que cualquier
movimiento anticapitalista serio debe lidiar directamente con la lógica de
género de la reproducción de la vida social colectiva.
10 de abril,
2018
SOBRE LA AUTORA: Barucha Peller, escritora y fotógrafa,
vive en California y ha organizado y documentado movimientos sociales de todo
el mundo durante años. Antes de entrar en la Comuna de Oaxaca en 2006,
documentó la guerra entre Israel y el Líbano. Como activista, ha participado en
Occupy Oakland, las huelgas estudiantiles de California y Black Lives Matter.
Fuente original:Roar Magazine
Fuente original:Roar Magazine
Publicado por Desinformémonos
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/La_autorreproduccion_y_la_Comuna _de_Oaxaca
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