Nicaragua
Hay que condenar la represión y
las medidas neoliberales de Daniel Ortega
25 de abril de 2018
Por
Olmedo Beluche
(Rebelión)
El gobierno de Daniel Ortega, del partido FSLN, ha procedido a
realizar una drástica reforma de las pensiones, aumentando la cuota obrero
patronal y descontando 5% de las jubilaciones de los actuales jubilados. Todo
esto sugerido por el Fondo Monetario Internacional en una típica medida de corte
neoliberal.
Por menos que esto, en Panamá, el movimiento
popular organizó el Franadesso original, en 2005, se realizaron masivas
movilizaciones y una huelga general. Así que es plenamente legítima, como lo fue
la nuestra, la movilización de los estudiantes y trabajadores nicaragüenses
contra la reforma que ahora impone el gobierno de Ortega. Movilizaciones masivas
que han sido duramente reprimidas con su secuela de muertos.
Aquí es donde se evidencia la verdadera cara del llamado “progresismo” latinoamericano. Gobiernos que alardean de revolucionarios y chacharean de “socialismo”, pero que en la práctica no pasan los límites del sistema capitalista. La crisis del progresismo en todo el continente es la crisis del reformismo burgués, incapaz de verdaderas medidas socialistas en un momento de crisis sistémica y caída de precios de las materias primas.
Aquí no vale que el sandinismo aduzca la
existencia de “conspiraciones” de la derecha y el imperialismo, si ellos mismos
metieron la cabeza en la guillotina para aplicar una medida económica de derecha
ordenada por el imperialismo (FMI).
Frente al reformismo burgués inconsecuente y frente a los proyectos de la extrema derecha proimperialista, es la hora de construir verdaderas alternativas políticas revolucionarias y socialistas.
Socialismo no son unas cuantas políticas
públicas (“transferencias”, como las llama el Banco Mundial) financiadas por las
exportaciones de materias primas, sin tocar el corazón de la propiedad
capitalista. Socialismo es verdadera participación popular, con sus organismos
de poder, con su democracia, con la nacionalización de la banca y el comercio
exterior.
Podemos defender a Nicolás Maduro de la
política golpista de Estados Unidos y la derecha venezolana,
pero hay que decir que, igual que Ortega en Nicaragua,
tiene responsabilidad en la crisis actual, por lo que ha hecho y dejado de
hacer.
Otro tanto de Lula, a quien defendemos de la
conspiración derechista para sacarlo de la contienda electoral, pero cuyas
políticas reformistas dieron alas a la derecha, incluso su partido, el PT, le
regaló al golpista M. Temer, la vicepresidencia al lado de Dilma Rousseff.
Lo que pasa hoy en Nicaragua debe ser un
llamado de atención a los verdaderos revolucionarios y socialistas del
continente del deber de construir una verdadera alternativa de la clase
trabajadora, por fuera de la sombra de “progresistas” y reformistas
inconsecuentes, que llevan a la derrota de los movimientos antineoliberales que
iniciamos hace 20 años.
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