Postextractivismos en
Argentina
La nueva frontera de
las alternativas al desarrollo
30 de
junio de 2017
Por Eduardo Gudynas (Rebelión)
En Argentina es evidente el protagonismo de
los llamados extractivismos, como la minería o los monocultivos, que se nutren
de una apropiación intensa y voluminosa de recursos naturales para exportarlos
a mercados globales. A pesar que mucho creen que esa problemática es ajena al
país, la realidad es muy distinta. Es que Argentina es uno de esos casos
particulares donde están presentes casi todos sus tipos: minero, petrolero,
agrícola y pesquero.
Ese tipo de estrategias generan desde un lado
una fuerte subordinación a la globalización, y desde el otro, una catarata de
impactos negativos en la sociedad y el ambiente, que superan largamente
cualquier beneficio económico (1).
Si bien desde hace décadas se ha cuestionado
la primarización en las exportaciones o la subordinación a los mercados internacionales,
ahora se cuenta con mejores marcos conceptuales para entender que esos y otros
problemas se derivan de los
extractivismos.
Ante esta situación es indispensable buscar
alternativas para salir de esa dependencia. Esas exploraciones, englobadas bajo
el término “postextractivismo”, despegaron inicialmente en varios países
andinos. Allí no bastó ni denunciar los impactos ni las movilizaciones
ciudadanas, y se volvió necesario presentar alternativas posibles y
comprensibles que pudieran reemplazar esos proyectos extractivos.
Argentina está entrando a ese tipo de
discusiones. Las críticas y resistencias no bastan, ya que inmediatamente
surgen reclamos tales como que sin minería no habría desarrollo, o bien, sin la
soja colapsaría la economía nacional. Pero además, el postextractivismo obliga
a reflexiones políticas claves, tales como hasta qué punto es una alternativa
pasar de una minería transnacionalizada a una estatal.
El presente artículo comparte algunas ideas
preliminares sobre una transición postextractivista en Argentina. No se
pretende abordar todas sus facetas, sino apenas señalar algunos abordajes
posibles. A su vez, estas son ideas que se nutren de las discusiones en marcha
en los países vecinos.
Extractivistas con impactos locales y
efectos derrame
Argentina es un país donde los sectores
extractivistas tienen una enorme relevancia, y esto debe ser reconocido. La
canasta de productos exportados lo confirma: la proporción de materias primas,
los “commodities”, es muy alta, estando en el orden del 70% del total de las
ventas externas. Además está concentrada en un mismo tipo de productos (la soja
y otros bienes agrícolas dan cuenta del 40% de las exportaciones).
La exportación de ese tipo de bienes es tan
enorme que alimentó un superávit en la balanza de comercio exterior en los
últimos años (aunque intercalando algunos déficits, por ejemplo en 2015 y en lo
que va de 2017). Como sabemos, esa balanza comercial se mide en indicadores
monetarios (son los millones de dólares en las exportaciones y las importaciones).
Pero esa es una mirada muy parcializada.
Cuando se usan los nuevos indicadores físicos, o sea las toneladas de materia
exportadas contra las toneladas importadas, el resultado es otro. Sorprende
encontrar un déficit desde por lo menos 1990, con una pérdida neta que pasó del
nivel de los 30 millones de toneladas a inicios de ese década, a los 90
millones de toneladas en 2012.
Aquí no hay ningún superávit, y por el
contrario, Argentina posee uno de los mayores déficits comerciales físicos en
América Latina: debe exportar unas tres toneladas de commodities por cada
tonelada de importaciones. Ese déficit nunca dejó de agravarse, se multiplicó
por tres desde 1990, y en 2003 alcanzó un pico de ocho a uno (según un reciente
estudio del equipo en economía ecológica de la Universidad de Barcelona; 2).
Esta salida neta de recursos naturales, tales
como minerales o soja, exhiben un volumen o intensidad tan alta que se generan
todo tipo de impactos locales. Entre ellos están, por ejemplo, la contaminación
de suelos y aguas en las explotaciones mineras y petroleras, la deforestación y
el deterioro de los suelos por los monocultivos, o el drama de los pueblos
fumigados en las regiones sojeras. En algunos casos, esos impactos se
convierten en verdaderas “amputaciones ecológicas” como se registra en la
megaminería a cielo abierto (Bajo de la Alumbrera en Catamarca es un caso
evidente), y ante ello plantear medidas de mitigación se vuelve un eufemismo.
La evidencia sobre estos impactos locales es enorme, y proviene tanto del
testimonio de comunidades locales como de relevamientos de técnicos
independientes.
Esta situación dispara muchos conflictos
locales, allí donde los impactos son más agudos sobre el ambiente y la calidad
de vida de las personas. A su vez, las empresas y el Estado hostigan,
criminalizan y judicializan a esas resistencia ciudadana. Esos vecinos saben
que los extractivismos no les han mejorado su calidad de vida ni les ofrecen
una alternativa económica a largo plazo.
Como en otros países, también operan los
llamados “efectos derrame”. Estas son modificaciones en las políticas públicas
que se imponen para sostener o promover un emprendimiento extractivo, pero que
tiene consecuencias que van mucho más allá de la escala local. Un ejemplo
típico es reducir las exigencias ambientales para un proyecto, pero que más
allá de ese caso el resultado es aceptar requerimientos más débiles para todos
los demás proyectos y en todo el territorio nacional (o provincial).
Alternativas a los extractivismos
A partir de este muy breve y esquemático
resumen se pueden presentar a los postextractivismos como las exploraciones de
alternativas para dejar de depender de los extractivismos, pero con la
particularidad de ofrecer medidas concretas, efectivas y replicables bajo el
mandato de asegurar la erradicación de la pobreza, la calidad de vida de las
personas y la conservación de la naturaleza (3).
Un ejemplo permite dar un primer paso en este
sendero. Un componente clave del postextractivismo es detener los
emprendimientos que originan los impactos más graves, allí donde destruye la
naturaleza o afecta la salud pública. No pueden seguir tolerándose actividades
que no puedan ser reformuladas social y ambientalmente más allá de sus
supuestos beneficios económicos, y deberán ser clausuradas.
De la misma manera se deben aplicar medidas
para reducir la dependencia exportadora extractivista. En un primer paso
inmediato, los commodities no deberían superar el 50% de las exportaciones
totales y tampoco deberían estar concentradas en un solo tipo de productos.
Para avanzar en ese sentido es necesario promover otros sectores que los
reemplacen, que demanden empleo, provean beneficios económicos, y acaten los
requerimientos sociales y ambientales.
Debe quedar en claro que los postextractivismos
no buscan suplantar un tipo de extractivismo por otro; su partido no se juega
entre variedades de extractivismos, sino en salir de ese tipo de desarrollo.
Esto tampoco significa demandar algo así como una naturaleza intocada, ni
siquiera es una posición anti-minera o anti-petrolera. En cambio, postula
aprovechar los recursos naturales sin destruir esa base ecológica, o dicho de
otro modo, sin destruir a la
Naturaleza. Son los extractivismos los que están destruyendo
el patrimonio natural del país.
Por lo tanto, los aprovechamientos deben
acomodarse a los límites ecológicos y a los ritmos de regeneración y
recuperación del ambiente. Las transiciones postextractivistas postulan como
meta alcanzar una “apropiación indispensable” que use los recursos necesarios
para la calidad de vida de las personas, enmarcadas en asegurar la conservación
de la naturaleza.
Estas ideas ya muestran un componente
importante en los postextractivismos como es la exigencia en cumplir las normas
sociales y ambientales que actualmente existen en el país. Son múltiples
extractivismos que sobreviven gracias a evaluaciones de impacto ambiental de
dudosa calidad, incumplimientos en los controles, ausencia de sanciones, u
ocultamiento de información a la ciudadanía. Por ejemplo, a pesar de contarse con
una Ley de Bosques que debería protegerlos (aprobada en 2007), de todos modos
se deforestaron más de dos millones de hectáreas entre 2007 y 2014 (incluyendo
600 mil has de bosques protegidos; 4).
Otra economía
La reducción de los extractivismos tiene
varias implicancias económicas y es necesario ofrecer alternativas. Comenzando
por el delicado tema del empleo, un examen riguroso de los datos muestra que
los extractivismos demandan relativamente poca mano de obra, y esas personas
pueden ser reubicadas en otros sectores.
Luego se debe pasa a enfrentar los mitos que
presentan a los extractivismos como enormes generadores de riqueza. Eso sólo es
posible porque no se contabilizan sus grandes costos económicos por impactos
sociales y ambientales; por ejemplo, la contaminación del agua o la erosión de
los suelos bajo la sojización tienen un costo que alguien en algún momento
pagará, y que debería se descontado en las cuentas del sector agrícola, pero
que es invisibilizado. Entonces, si bien una reducción de los extractivismos
hace caer los dineros por exportación, esto se compensa con menores
transferencias para lidiar con efectos sociales, sanitarios y ambientales.
De manera similar, los precios de los
commodities no incorporan esos costos ambientales y sociales. Su valor está
determinado por los mercados globales como en la bolsa de granos de Chicago o
la de metales en Londres. Ese valor, pongamos por caso una tonelada de cobre,
no incluye los costos de los residuos que quedan al pie de la mina, el agua o
los relaves contaminados. Es por esto que los postextractivismos plantean una
corrección de esos precios incorporando también esos otros costos. Como
resultado el valor económico de los commodities será mucho más alto que el
actual, terminará la transferencia social hacia esas empresas, y se fuerza el
objetivo de reducir los extractivismos.
Otra vez aparecerán las contracríticas por los
recursos económicos que se perderían. Ante ella se pueden sumar otras
alternativas económicas. Unos tienen apuntan a una reforma tributaria que sea
efectiva y justa. En especial se debe terminar con los mecanismos de evasión
impositiva (como las ventas trianguladas entre subsidiarias o las alteraciones
en los costos y beneficios que reportan las empresas).
Otros son el desmonte de los subsidios
explícitos o implícitos que se otorgar a los extractivismos. Entre ellos están
las subvenciones, estímulos o renuncias tributarias para sostener por ejemplo a
mineras y petroleras, o ayudas como no cobrar el agua o brindar energía
eléctrica barata.
Estas transferencias pueden ser enormes, como
demuestra un detallado análisis para el sector petrolero argentino, que
encontró que totalizaron más de 13 mil millones de pesos de 2009 a 2015 (5). Esto
equivale aproximadamente a una vez y media al presupuesto en salarios de todas
esas empresas (privadas y estatales). Emerge aquí la obvia alternativa de usar
esos dineros en apoyar otros sectores productivos. Es más, un postextractivismo
petrolero en Argentina permitiría pagar los salarios de todos esos trabajadores
asignándolos a otros sectores, y aun así se ahorrarían fondos públicos.
Casos como estos se repiten en otros sectores
y en todos los países, lo que muestra que no es que el Estado no tenga fondos,
sino que usa buena parte de éstos para sostener financieramente a los
extractivismos.
La reducción de los sectores extractivistas
debe ir acompasada con una diversificación productiva. Esta es una meta que
nuevamente está en el centro de muchas discusiones, y por ello es necesario
precisarla desde el punto de vista postextractivista.
Es claro que Argentina tiene enormes
potenciales para diversificar su producción agropecuaria rompiendo el cerco de la sojización. Pero
esa diversificación debe apuntar a esquemas orgánicos y ecológicos, para así
aminorar los impactos ambientales y las necesidades energéticas, y a la vez,
absorbiendo mano de obra. Esto además permitiría asegurar una alimentación
plena a toda la población, anulando uno de los componentes más dolorosos de la
pobreza que es la
desnutrición. Finalmente, esa reorganización agropecuaria
permite pasar a eslabones siguientes en la industria de los alimentos.
En el sector industrial el país tiene ventajas
si por ejemplo se la compara con las naciones andinas, al poseer
infraestructura, tecnologías y saberes en ese campo. Pero la industria también
necesita una reconfiguración social y ecológica, con más énfasis en productos
necesarios y duraderos para acompasar una menor tasa de extracción de recursos
naturales y consumo de energía. Este cambio impone organizar cadenas
industriales donde participen también los países vecinos.
Por este tipo de condiciones la reflexión
sobre postextractivismo otorga una enorme atención al marco externo. Ir más
allá de los extractivismo pasa por una desvinculación selectiva de la
globalización como modo necesario para recuperar autonomía frente al capital.
Esto requiere de un nuevo tipo de articulaciones entre países, en unos casos
potenciando instrumentos que se dejaron de lado en los últimos años (como la coordinación
en la oferta, comercio y precio de las materias primas) e instalando otros de
nuevo tipo (como las coordinaciones productivas entrelazadas con
complementaridades ecológicas) (6).
Todas estas transformaciones productivas deben
ir de la mano con abandonar el consumismo que derrocha en materia y energía. Es
necesario promover un consumo más austero pero más efectivo en asegurar la
calidad de vida, enfatizando el uso antes que la posesión, y que aproveche
bienes más durables. Medidas postextractivistas como alargar el tiempo de
obsolescencia de los electrodomésticos eran criticadas hasta hace poco, pero
ahora son aceptadas como necesarias e incluso algunos países comienzan a
aplicarlas.
Entramados conservadores y progresistas
Los extractivismos requieren sin duda muchos
cambios en los escenarios y dinámicas políticas. Muchos de ellos avanzan
violando los derechos humanos, y por ello un postextractivismo insiste en
salvaguardarlos plenamente. También se mantienen gracias a la corrupción,
usándola de variadas maneras, tales como acceder a contratos o evitar las
sanciones (como evidencia la conexión argentina de los sobornos de Odebrecht
para tener el contrato de la red de gasoductos; 7). El postextractivismo es
entonces el mejor antídoto ante esa corrupción anulándola en su propio origen.
Pero una cuestión más compleja se debe a que
los extractivismos proliferaron bajo distintas condiciones políticas y eso
ofrece muchas lecciones para pensar las alternativas. Sin olvidar sus raíces
históricas, en el pasado más reciente los extractivismos fueron promovidos por
los gobiernos kirchneristas primero, y ahora por el macrismo. El avance la
sojización fue alentado por Néstor Kirchner, y la apertura al fracking se
redobló con Cristina F. de Kirchner; los dos, además, sostuvieron una minería
bajo mínimos controles. Su implementación es parte de los llamados
“extractivismos progresistas” que, entre otras cosas, tenía cierta
participación estatal (con la creación de Enarsa o la reestatización de YPF).
Bajo el gobierno Macri se refuerzan los
extractivismos pero se instrumentalizan de otra manera: el Estado retrocede
dejando mayores espacios al mercado, a los inversores extranjeros y a las
corporaciones transnacionales. Es un caso de “extractivismo conservador”. Entre
sus componentes destacados están los apoyos a los monocultivos y al fracking en
el sur. En la misma línea opera el reciente “Acuerdo Federal Minero” que es una
medida típica de los extractivismos conservadores actuales porque acepta
algunas medidas ambientales, casi siempre cosméticas (8). En el acuerdo se
indica que se clausurará la minera que alcance tres faltas ambientales graves,
una promesa que comprensiblemente es tomada con escepticismo (ya que esas
faltas ocurrieron con Veladero y desde el ministro del ambiente Sergio Bergman
al poder judicial nacional y provincial, no impusieron esa sanción; 9). El
grueso del acuerdo promueve la megaminería y favorece a sus capitales, en línea
con la meta gubernamental de alcanzar los US$ 25 mil millones de inversiones
mineras, para lo cual deberá flexibilizar los requisitos ambientales (como ha
ocurrido en Perú y Bolivia, por ejemplo) (10). La reciente emisión de deuda
externa a cien años de plazo reforzará todavía más las presiones extractivistas
para pagar esos bonos.
Por lo tanto, los extractivismos argentinos
actuales son una mezcla progresista y conservadora, kirchnerista y macrista. Se
confirma así una advertencia clave en recientes estudios que indican que más
allá de la instrumentalización, sea progresista o conservadora, todos los
extractivismos mantienen una misma esencia en sus ideas sobre el desarrollo
como crecimiento económico basado en una apropiación masiva de la Naturaleza.
Esto tiene enorme importancia para las
opciones postextractivistas. El horizonte de cambio no está en ir desde los
extractivismos conservadores basados en el mercado (como los del macrismo) a
unos extractivismos progresistas más estatales (imitando, pongamos por caso,
aquellos de Ecuador o Bolivia). Toda la información comparativa internacional
muestra que incluso bajo los extractivismos progresistas se repiten los
impactos sociales y ambientales, que la obsesión con generar rentabilidad en
las empresas estatales termina en las mismas manipulaciones sobre los
trabajadores, las comunidades locales y el ambiente, llegando a la
criminalización y persecución. Y por si fuera poco, también deberán
subordinarse a los mercados globales para poder exportar esas materias primas.
Todo esto apunta a que los postextractivismos deben brindar alternativas tanto
a las posturas progresistas como conservadoras.
Hay quienes defienden los extractivismos
progresistas sosteniendo que nada se puede hacer ya que los países del sur
están atrapados dentro de la globalización (como piensa, por ejemplo, Alvaro
García Linera en Bolivia y que en Argentina repite Atilio Borón). Bajo esa
mirada ya no hay alternativas radicales, sólo queda la resignación al
desarrollo dependiente con la esperanza de un Estado que reparta de mejor
manera los dineros, o sea, aceptar alguna variedad de un capitalismo benévolo.
En cambio, los postextractivismos sostienen que hay alternativas posibles, ya
que nuestros países no están condenados a ser proveedores de materias primas.
Perspectivas de los postextractivismos
Los debates sobre alternativas
postextractivistas están en marcha en varios países. Se nutren de muchas
experiencias locales que ofrecen ejemplos notables, y ofrece marcos
conceptuales para sumarlas y organizarlas en propuestas de transformaciones
sustanciales. Se brindan instrumentos concretos para políticas públicas
precisas que permitan avanzar hacia esas alternativas.
La mayor barrera que enfrentan los
postextractivismos no está ni en la escasez de antecedentes ni la ausencia de
otros instrumentos o políticas, sino en lo que podría llamarse barreras
“culturales”. Son los mitos y prejuicios ampliamente compartidos, y que
anteceden a las ideologías partidarias convencionales, y que resultan en la
fatalista aceptación de ser extractivistas. Las alternativas radicales se
juegan ahora en esa otra frontera, y los postextractivismos son uno de sus
principales frentes de exploración.
Referencias
1. Una biblioteca con artículos, reportes y
libros sobre extractivismos, incluyendo sus definiciones e impactos, se puede
encontrar en: www.extractivismo.com 2. Samaniego, P. y colaboradores,
Commercial and biophysical déficits in South America, 1990-2013, en Ecological
Economics, 2017.
3. Una biblioteca con textos y otros recursos
sobre postextractivismo está disponible en: www.transiciones.org 4. Desmontes
S.A. Parte 3. El mapa del delito forestal en Argentina. Greenpeace, 2016.
5. López Crespo, F. y colaboradores.
Transferencias al sector hidrocarburífero en Argentina. Ejes, Observatorio
Petrolero del Sur y Taller Ecologista, 2016.
6. Una introducción a los aspectos
internacionales de los postextractivismos en Gudynas, E. La dimensión
continental y global de las transiciones hacia las alternativas al desarrollo,
en “Transiciones y alternativas al extractivismo en la región andina”, A.
Alayza y E. Gudynas, eds, RedGE y CEPES, Lima, 2012.
7. Odebrecht: revelan que De Vido acordó
coimas por US$ 25 millones, H. Alconado Mon, La Nación, 18 junio 2017.
8. Macri y las provincias firman el postergado
"Nuevo Acuerdo Federal Minero", Perfil, 13 junio 2017.
El acuerdo está disponible en
https://www.minem.gob.ar/prensa/26445/el-presidente-macri-presento-el-acuerdo-federal-minero.html
9.
Nuevo derrame de Barrick Gold en San Juan, La Izquierda Diario,
13 enero 2017, 10. El Gobierno apuesta a duplicar la inversión en minería, G.
Sued, La Nación, 30 enero 2017. La Justicia habilitó a Barrick Gold a operar en
Veladero. Infobae, 16 junio 2017.
Eduardo Gudynas es investigador principal en
el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo.
Twitter:
@EGudynas
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228541