lunes, 7 de mayo de 2018

“Reunimos materiales que están referidos al proyecto de enfrentar las imposturas que dominan la sociedad colombiana.( ...) Simplemente, dicha clasificación es un intento de ayudar al lector a orientarse en las múltiples dimensiones que asume el combate contra las mentiras, falsedades, embustes y engaños predominantes en nuestro medio, empezando por el mundo de la universidad pública, donde a pequeña escala se reproducen los grandes problemas de la injusticia, la desigualdad, la intolerancia, el culto a los poderosos… que carcomen a este país. ”

 La presentación del nuevo ibro del profesor Renán Vega Cantor se realizó en la Feria del Libro de Bogotá el 1º de mayo a cargo del profesor Miguel Angel Beltrán
Renán Vega Cantor

Presentación
“Y así como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos”. José Ingenieros "Lo importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla, perder con dignidad y atreverse de nuevo. La vida es maravillosa si no se le tiene miedo". Charles Chaplin
En este segundo volumen de El macabro reino de la simulación reunimos materiales que están referidos al proyecto de enfrentar las imposturas que dominan la sociedad colombiana. Para ello, hemos clasificado esta producción bibliográfica en cuatro grandes apartados, sin que eso signifique que estén completamente desconectados entre sí. Simplemente, dicha clasificación es un intento de ayudar al lector a orientarse en las múltiples dimensiones que asume el combate contra las mentiras, falsedades, embustes y engaños predominantes en nuestro medio, empezando por el mundo de la universidad pública, donde a pequeña escala se reproducen los grandes problemas de la injusticia, la desigualdad, la intolerancia, el culto a los poderosos… que carcomen a este país.
VIVENCIAS
Una primera parte está consagrada a un conjunto de vivencias propias, que han marcado nuestra existencia en los últimos veinte años, que están atravesadas por hechos dramáticos, que han dejado profunda huella en nuestro ser y sobre los cuales ha sido necesario tomar partido, en el sentido más amplio de la palabra, es decir, asumirlas de frente y sin ambages. Un primer hecho fatal, con el que se abre este volumen, es el de Darío Betancourt Echeverry, colega y amigo que fue secuestrado y luego asesinado en el aciago año de 1999. Este acontecimiento me impactó en forma directa y desde entonces ronda mi existencia, por una circunstancia de elemental influencia: sigo habitando los mismos espacios y lugares en que Darío se movió durante muchos años y donde tuvimos la ocasión de compartir muchas cosas durante una década. No es casual, en esa perspectiva, que la sombra de Darío atraviese este libro de principio a fin. Con él se abre y se cierra, con lo cual espero haberle brindado un merecido reconocimiento y homenaje póstumo. Otra de las terribles vivencias que se deslizan en estas páginas está relacionada con la trágica muerte de tres estudiantes de la Universidad Pedagógica Nacional, Oscar Arcos, Daniel Garzón y Lizaida Ruíz, que perecieron en la noche terrible del sábado 24 de marzo de 2012, todos los cuales habían sido alumnos en varios de mis cursos, y con dos de ellos había entablado una amistad que fue más allá de la relación profesor-estudiante. Esas muertes me calaron hasta en los huesos, me hicieron llorar de dolor, rabia y desesperación, porque sentí que había perdido a una especie de hijos, que hasta ese momento no había tenido. Para completar, este hecho pavoroso en lugar de generar una solidaridad plena e incondicional en la comunidad de la Universidad Pedagógica Nacional, dio pie a una reacción miserable y mezquina tanto del Rector de ese entonces y su cuerpo directivo, como de muchos profesores, que procedieron a calumniar y mancillar el nombre de mis jóvenes y nobles amigos. Por esta razón, me vi obligado a escribir un breve texto de homenaje, publicado en este libro, que además me ocasionó múltiples inconvenientes, entre ellos señalamientos proferidas por el Consejo Superior, en las que amenazaban con expulsarme y querían atemorizarme para que me fuera de la UPN. A eso se agrega, que a raíz de ese texto y de mi postura frente a la muerte de los compañeros estudiantes fui amenazado en forma anónima, calumniado y me vi obligado a salir del país, a soportar por segunda vez el duro y forzado exilio. Otra vivencia significativa de todos estos años se ha desprendido de los hechos de persecución política y académica que sufre el colega y amigo Miguel Ángel Beltrán Villegas, otra persona que aparece reiteradamente en estas páginas, tanto en el primer como en el segundo volumen.
En mi condición de profesor universitario y de ciudadano colombiano desde el primer momento afronté esta dura circunstancia, sintiéndola como propia, y por eso decidí concentrar todas mis energías en denunciar, con la pluma y la palabra, la persecución contra Miguel Ángel, en la que gran parte de los académicos de la Universidad Nacional han desempeña do un papel entre cínico y cómplice. Eso dio pie a los diez o más escritos de mí autoría sobre este hecho vergonzoso, que llevaron a comprometerme directamente, algunos de los cuales aparecen en estos dos volúmenes. Esos escritos no son textos repetitivos ni idénticos, sino que, al calor de las ruindades que iban emergiendo, fuimos analizando y considerando diferentes cuestiones, que ponían en evidencia las miserias que emergían de la Universidad Nacional y de otros ámbitos del poder terrorista del Estado colombiano. Para mi orgullo personal, y eso es algo que nos permite caminar con la cabeza en alto, nuestra batalla no fue infructuosa, porque finalmente lo que dijimos desde un principio sobre el proceder criminal de los estados de México y de Colombia con Miguel Ángel Beltrán se ha demostrado cierto. Como testimonio de esa lucha se escribió el material que se reproduce en este libro, donde también queda registrada toda la mezquindad y cicatería de la mayor parte de académicos de la Universidad Nacional.
Hay otras vivencias personales que se exponen en estas páginas, entre las cuales se destacan mi participación activa en la búsqueda de una solución política al conflicto social y armado que se vive en Colombia, a raíz de lo cual establecí comunicación con la insurgencia armada y fui miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas. En esa misma dirección, se encuentran algunas reflexiones sobre libros de mi autoría, que se fueron construyendo a lo largo de los últimos quince años. En esos relatos se quiere mostrar el sentido de la reconstrucción histórica que hemos emprendido, cuyo epicentro principal es la recuperación de la historia y memoria de las luchas populares en nuestro país. Un último asunto de tipo personal que emerge al final de esta primera parte es el del acoso y la persecución laboral y política a que fui sometido en la UPN, por tres administraciones durante el período 1999-2014, que detallo y por primera vez hago públicas, en el escrito con el que se cierra esta parte inicial del libro.
COMBATES
En la segunda parte se presenta una muestra de los combates (por la verdad, la justicia y la dignidad) en que nos hemos visto involucrados en los últimos años. Para una mejor cartografía del asunto, hemos dividido esta parte en tres secciones: con algunos mandarines; con falsimedia y sus sicarios de micrófono y procesador de palabras; y, en la Universidad Pedagógica Nacional. En la primera sección, agrupamos los textos que producimos en su respectivo momento para criticar y polemizar con Boaventura de Souza Santos, en torno a sus apreciaciones apologéticas sobre el régimen de Juan Manuel Santos, y dimos ese debate porque consideramos que este autor portugués ejemplariza en gran medida las características y limitaciones de cierto tipo de intelectual europeo, de cuño socialdemócrata, sobre Colombia y América Latina. Al respecto, vale recordar que en México, cuando Felipe Calderón, el presidente que generalizó el terrorismo de Estado, le entregó un premio al mencionado escritor portugués, éste afirmó en forma textual que el conocimiento que construimos se alimenta “con la lucha de tantos jóvenes, hombres y mujeres contra la violencia del narcotráfico que asfixia el país, sobre todo en el norte. Sus opiniones y estrategias de lucha pueden divergir de las oficiales, pero convergen en el mismo objetivo que el señor Presidente formuló en su mensaje de Año Nuevo: Vamos a derrotar a los criminales para construir finalmente un México de paz, seguro, donde nadie esté al margen de la ley y donde nadie viva con temor”.
En pocas palabras, Boaventura de Souza Santos hizo suyo el mensaje ―y, lo que es peor, el proyecto represivo― de Felipe Calderón que, y eso ya lo sabemos, ha dejado miles de muertos y desaparecidos en el hermano país azteca, y por eso se habla de la “colombianización de México”. Y De Sousa Santos remata aplaudiendo el proyecto represivo de Felipe Calderón con estos términos que hablan por sí solos: Nosotros, los científicos sociales comprometidos con nuestras sociedades y sus luchas, no podríamos estar más de acuerdo si por paz se entiende una paz justa, por seguridad, una seguridad no represiva y construida a partir del bienestar de las comunidades, y por ley, una ley que sea igual para todos bajo los principios fundamentales de la Constitución respetada por todos y muy particularmente por los tribunales independientes que son sus guardianes máximos.
Es dudoso que ese proyecto de paz, la de los pueblos y clases subalternas, sea el mismo de Felipe Calderón y de Juan Manuel Santos, que tanto alabó y aplaudió Boevantura de Souza Santos, como nosotros lo dijimos en el momento oportuno. También polemizamos con las posturas sionistas y apologéticas con el terrorismo del estado de Israel, expresadas por boca de unos voceros de oficio, el economista Salomon Kalmanovitz, quien alguna vez fuera marxista y de izquierda, de lo cual no le queda nada.
Por último, discutimos con uno de los mandarines de la violencia o de la paz, según le convenga, con Eduardo Pizarro León Gómez, quien ofició como uno de los dos relatores de la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas (CHCAV), comisión de la que formé parte. Para mí resulta inaceptable que, a nombre de un discursito insustancial sobre tolerancia, pluralismo y democracia, un señor que, entre otras cosas fue uno de los ideólogos del uribismo –o es que se nos ha olvidado el papel que cumplió con el cuento de la “democracia asediada”, para justificar su apoyo incondicional a la (in)Seguridad (anti)Democrática, con todo su cortejo de sangre y horror, o también se nos han olvidado su apoyo a la ley de impunidad con los asesinos paramilitares–, ni siquiera cumpla con su papel de relator y haya efectuado una labor de manipulación a su libre acomodo de los textos entregados por la CHCAV, y particularmente del informe que yo elaboré.
Eso lo manifesté a tiempo, como se evidencia en los comentarios a las relatorías, que ahora público en papel, para que quede la evidencia de lo que estoy diciendo. La segunda sección de combates versa sobre mi enfrentamiento con algunos de los voceros de falsimedia, esos sicarios de micrófono y procesador de palabras. En el 2015, después de que se dieran a conocer los informes de la CHCAV, el mío –que versa sobre la injerencia de los Estados Unidos en la sociedad colombiana– fue sometido a una campaña de calumnia, difamación y tergiversación, sin que mi escrito ni siquiera hubiera sido leído ni discutido. El ataque que soporté durante varias semanas, y en el que terciaron medios de falsimedia a nivel local e internacional (Caracol, CNN, RCN, NT 24 horas, Semana, El Tiempo…) se derivó de mi afirmación sobre la responsabilidad de soldados, mercenarios y contratistas de los Estados Unidos en la violación de jóvenes y niñas colombianas, en la producción de videos pornográficos y en la completa impunidad de esos criminales. Quién dijo miedo, a partir de allí se orquestó una campaña de acoso y calumnias, que condujeron a varios de esos medios de falsimedia (concretamente tres: Semana, La Silla Vacía y El Tiempo) a decir que yo me había inventado lo que se decía en el informe y que no tenía cómo sustentarlo. A raíz de eso, decidí enfrentar a los poderosos medios de desinformación, como producto de lo cual generé varios textos, que aparecen reproducidos en este volumen.
Por último, en la tercera sección de combates hago referencia a las luchas que he debido librar en la Universidad Pedagógica Nacional, a la que estoy vinculado hace treinta años y a la que le he brindado todas mis energías sin reparo alguno. Por eso, resulta particularmente doloroso para mí, esa otra cara de la UPN ―que, desde luego, no representa a la totalidad de la comunidad universitaria, puesto que, sobre todo, los estudiantes han sido el soporte vital que ha impedido que, ante tanta infamia, nos derrumbáramos En esta sección doy a conocer hechos que a primera vista pueden parecer como domésticos e internos de la UPN, pero a la hora de preparar esta edición me decidí finalmente a publicarlos por varias razones: hacen referencia al espacio laboral donde me desempeño y tienen que ver con mi propia biografía, y por lo tanto son importantes para mí y para lo que he hecho en términos intelectuales, académicos y políticos; lo que acontece en ese micro-espacio no es excepcional de ese lugar, sino que es una expresión a pequeña escala de lo que sucede en la universidad pública colombiana; en un lugar concreto se muestra lo que es la simulación a su máximo nivel y con el descaro y cinismo propio de los que mancillan la cosa pública y hacen del patrimonio común un botín para enriquecerse y figurar como grandes vedettes de la academia y el periodismo.
En la UPN tenemos un ejemplo palpable, que yo fui el único que me atreví a denunciar y a combatir, sin tener, hay que decirlo, ni solidaridad ni apoyo de un solo colega profesor. Me refiero al caso emblemático de Hernando Roa Suárez, quien es columnista permanente de El Espectador, y se exhibe como un gran académico y hasta científico. Pues este señor es un gran fraude, como lo evidencio en los dos textos que acá hago públicos, y su comportamiento alcanza tal carácter delictivo que en un país distinto, que no sea el de la simulación y la mentira, debería o estar tras las rejas o haber sido despojado de sus títulos y no debería seguir mintiendo y engañando cada ocho días en periódicos de circulación nacional, como El Espectador, lo que entre otras cosas demuestra el rigor y seriedad de la prensa colombiana.

REBELIONES
Este libro también se ocupa de algunas rebeliones, una de ellas relacionadas en forma directa con mi experiencia vital, la de los estudiantes en el 2011. Publico tres escritos, en su orden, el primero sobre la protesta urbana en Bogotá, en una perspectiva histórica, alrededor del 14 de septiembre de 1977, cuando se produjo el Primer Paro Cívico Nacional. El segundo versa sobre la protesta agraria y campesina del 2013, al que denomino la Rebelión de los Enruanados. Estos son dos textos breves y concisos. Pero el tercero es casi en sí mismo un libro, que para mí tiene un profundo significado aní- mico, pues fue producto de la extraordinaria movilización estudiantil del segundo semestre del 2011, en la que yo mismo fue un participante activo. Recuerdo que durante el paro yo estaba en la sede de la UPN mañana, tarde y noche y permanecía hasta doce horas o más en el edificio de la calle 72. También recuerdo que participé en numerosas marchas y movilizaciones y dicté, tanto en la UPN, como en otras universidades unas veinte charlas y conferencias. Por supuesto, aprendí mucho en esa coyuntura de los estudiantes, y como resultado de todo ello escribí, cuando ya estaba finalizando la protesta, el documento que se titula Bienvenidos a la Universidad de la Ignorancia. Este escrito es tanto un testimonio de alguien que no fue ajeno ni externo a esa lucha como un homenaje al movimiento.
LIBROS
Este volumen se cierra de una forma aparentemente inesperada, con los libros, ya que reúno 26 reseñas, comentarios, prólogos o presentaciones a libros, una parte mínima pero representativa de una actividad que desempeño de manera cotidiana, como es la de leer y escribir reseñas, primordialmente para el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. En esa labor llevo 30 años y he comentado decenas de títulos referidos a Colombia. En la producción bibliográfica también predomina la simulación, la mentira y el engaño, máxime ahora que en las universidades se ha impuesto la falaz política de asignar puntos salariales a los textos escritos, lo que ha generado un vulgar mercado del punteo, en el que predomina lo superficial, vulgar y banal. Pero en los libros se expresa también la rebelión y la lucha contra la simulación, puesto que se siguen escribiendo y publicando libros sobre Colombia, en los que desde diversos ángulos, intereses y perspectivas se enfrenta al reino de las imposturas dominantes.
Por dicha circunstancia, acá se encuentran reseñas y comentarios de libros que quieren mostrar esas otras ventanas, para respirar y vivir, que nos abren muchos autores, con los que compartimos sus reflexiones y análisis sobre la traumática sociedad colombiana. He privilegiado la presentación de libros con los que simpatizo y estoy en gran medida de acuerdo, para dar a entender que no todo está perdido y que siguen existiendo investigaciones que, en medio de la penumbra y la desolación, nos muestran otra cara de este país. En esa perspectiva, la casi totalidad de reseñas y comentarios que publico en esta ocasión son elogiosos, aunque también doy a conocer dos o tres comentarios fuertes, con el tono que me ha distinguido en el tiempo que llevo leyendo y escribiendo sobre otros autores. Aunque ya casi nadie lea, precisamente por lo mismo adquiere relieve el acto de leer, pese a que quede la impresión que somos los últimos lectores. En este sentido: Podríamos hablar de una lectura en situación de peligro. Son siempre situaciones de lectura extrema, fuera de lugar, en circunstancias de extravío, de muerte, o donde acosa la amenaza de una destrucción. La lectura se opone a un mundo hostil, como los restos o los recuerdos de otra vida. Estas escenas de lectura serían el vestigio de una práctica social. Se trata de la huella, un poco borrosa, de un uso del sentido que remite a las relaciones entre los libros y la vida, entre las armas y las letras, entre la lectura y la realidad1.
Los libros, los buenos –los que ayudan a pensar, a dudar, a preguntarse, a reflexionar– son una de nuestras permanentes compañías, de nuestros últimos refugios para enfrentar la simulación y la mentira en este país. Y por esa razón, hemos querido cerrar esta obra con una pequeña muestra de algunos de los libros que nos han conmovido en las últimas décadas y nos han ayudado a mantenernos en medio de tanta indignidad.
Bogotá, marzo 20 de 2018
NOTAS
1 Ricardo Piglia, El último lector, Editorial Anagrama, Barcelona, 2015, p. 106.

Fuente: http://www.rebelion.org/docs/241138.pdf

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