Chalecos amarillos,
análisis del fenómeno
y sus consecuencias
20 de diciembre de 2018
Por Jesús Sánchez Rodríguez (Rebelión)
La revuelta de los chalecos amarillos y sus consecuencias
La revuelta de los chalecos amarillos en
Francia en este otoño de 2018
ha sorprendido a todo el mundo por su espontaneidad, su
virulencia, y porque ha conseguido una victoria clara sobre el gobierno
francés. Pero tampoco es un acontecimiento tan novedoso, lo cual plantea la
realización de un análisis comparativo para entender el fenómeno global en el
que se encuadra y que viene caracterizado por la explosión espontánea de una
malestar existente, la ausencia de organizaciones previas que lo impulsen y
encaucen, y el papel fundamental jugado por las redes sociales.
Por otro lado es necesario prestar atención a
los actores organizados que, de alguna manera, terminan por encauzar o
capitalizar la capacidad de protesta y movilización que generan estos
fenómenos. Por lo tanto, en el siguiente análisis vamos a prestar atención a
estos dos aspectos diferenciados, el de la eclosión de estos movimientos
espontáneos, las razones que pueda haber comunes en todos ellos y las condiciones
que les hacen posibles y, por otro lado, el de los actores organizados que
buscan canalizar esa energía en favor de sus causas que, como veremos, pueden
ser muy diferentes, incluso diametralmente opuestas. El artículo tiene dos
partes, en la primera se hace un análisis del fenómeno de los chalecos
amarillos en Francia y sus consecuencias, y en la segunda se procede a un
examen de varios ejemplos escogidos de movimientos más o menos espontáneos de
protesta anteriores para hacer una comparación. De manera que el lector
interesado solamente en el fenómeno de los chalecos amarillos puede prescindir
de la segunda parte, complementaria y más amplia.
Otoño 2010, los sindicatos lanzan la mayor oleada de
huelgas desde la segunda guerra mundial contra la reforma de pensiones que
Sarkozy tramita en el parlamento. Durante el mes de octubre se suceden siete
huelgas generales y movilizaciones en las calles en las que participan más de
tres millones de personas. Se está en la plenitud de la crisis desatada en 2008.
Las movilizaciones las convocan y encabezan los sindicatos - en una rara
confluencia de unidad - que son los interlocutores con el gobierno.
Derrota sindical. Cuando la reforma de las
pensiones fue aprobada en el parlamento a finales de octubre los sindicatos
desconvocaron todas las movilizaciones y huelgas súbitamente. Los sindicatos
fueron derrotados en la batalla sindical más importante acaecida en Europa
durante el período de la gran recesión europea.
Derrota política de Sarkozy. No obstante su
victoria sobre el desafío sindical, Sarkozy salió muy desgastado políticamente
de esa batalla, y el resultado fue que dos años más tarde fuese derrotado en
las elecciones presidenciales. El malestar de la derrota sindical que termina
expulsando a Sarkozy se encauza hacia Hollande que, desde su presidencia,
termina defraudando profundamente a sus electores y da paso a la victoria
presidencial de Macron en 2017. Los dos candidatos en los extremos del eje
político que quedan en tercer y cuarto lugar, Marine Le Pen y Jean-Luc
Mélenchon, hoy siguen siendo quienes siguen disputando por reemplazar a Macron.
Otoño 2018, los chalecos amarillos lanzan la mayor
insurrección callejera desde mayo de 1968, no están acompañados de huelgas y
las principales movilizaciones tienen lugar en los fines de semana. Sus
movilizaciones no llegan ni a la decima parte de participantes que las que
convocaron los sindicatos en 2010 - 3,5 millones hace ocho años frente a unas
doscientos mil ahora - pero son muy violentas. Sus reivindicaciones cuentan con
una amplia simpatía en Francia, como las de los sindicatos en 2010, y mezclan
diferentes aspectos entre los que sobresalen la supresión de impuestos y la
subida de salarios, y expresan sobretodo el gran malestar contra Macron, sus
políticas económicas favorables a los ricos y su estilo soberbio de gobierno.
Los efectos más graves de la crisis de 2008 ya han pasado, pero estamos en la
plenitud de una de las crisis más graves que atraviesa la UE, y del ascenso
generalizado de la extrema derecha en Europa. Ninguna organización encabeza
unas movilizaciones en la que las redes sociales juegan un papel fundamental,
pero tanto el Reagrupamiento Nacional (antiguo FN) de Marine Le Pen, como la Francia Insumisa
de Mélenchon simpatizan, apoyan y alientan las movilizaciones.
Se trata de un movimiento de clases medias sobretodo que ha
prendido especialmente en las provincias más que en las grandes ciudades.
Aunque bastante espontáneo, sin embargo no se puede olvidar que fueron las
asociaciones de camioneros quienes iniciaron las primeras medidas llamando a un
bloqueo nacional para el 17 de noviembre, a partir de esta medida se
desencadenó la espiral que conocemos. Por otro lado, algunos de los líderes que
han empezado a despuntar en su seno están claramente vinculados a la extrema
derecha, y la presencia de organizaciones de la extrema derecha ha sido
evidente en París y también en otras partes.
Su desencadenante fue la subida prevista de
los carburantes, el objetivo de esta subida era desincentivar el consumo de
carburantes fósiles, dentro de los compromisos de Macron con la defensa del
medio ambiente. Por tanto, la izquierda al apoyar estas reivindicación se
encontraba en una situación contradictoria, defender el medio ambiente pero
oponerse a una de las medidas para defenderle. Para centrar este tema hay que
recordar varios datos: primero, que en 2015, la Asamblea Nacional
aprobó una ley para la transición a vehículos con bajas emisiones; segundo, que
Francia Insumisa se opone a la energía nuclear, en tanto que Le Pen la apoya y;
tercero, que Macron es el mayor defensor de los acuerdos contra el cambio
climático de París frente a Trump, y que además de las medidas para reducir el
consumo de energías fósiles ha apoyado el compromiso del anterior gobierno de
cerrar 17 de los 58 reactores nucleares actuales.
Por tanto, los chalecos amarillos son una mezcla explosiva y
contradictoria que unen el malestar contra el presidente de los ricos, genuinas
reivindicaciones sociales, y lo que se ha denominado como una "indignación
consumista reaccionaria", en la que predomina la reivindicación
individualista de seguir poder utilizando el coche individual con un precio
barato del combustible.
Es evidente que Macron ha retrocedido ante su
fuerte desgaste ante la opinión pública y el temor al aprovechamiento por la
extrema derecha, más que ante la masividad de las movilizaciones. En el momento
de acabar este artículo no está claro si los chalecos amarillos continuarán,
como quiere un sector, con las movilizaciones o se cerrará este ciclo. Sin
masividad en la calle y ante las concesiones realizadas solo quedaría la
violencia, que dejaría de tener las simpatías de que ha gozado y caerían en el
desprestigio y la derrota.
Una protesta originada en problemas y
reivindicaciones internas sin embargo puede tener consecuencias mucho más
amplias de esos problemas y de Francia. Estas consecuencias pueden plantearse en tres
niveles. En el nivel interno
francés
el fuerte desgaste de Macron y la disputa entre Le Pen y Mélenchon por
presentarse como los apoyos de los chalecos amarillos no se va a medir en unas
presidenciales para las que faltan aún cuatro años y, por tanto, pueden ocurrir
muchas cosas entretanto, se van a medir en las elecciones europeas de mayo de
2019. Elecciones para las que la extrema derecha europea está preparándose a
fondo buscando unas candidaturas y programa unidos en toda Europa, y que se
celebran bajo la tendencia del avance casi imparable de la extrema derecha. Si
se hace una comparación con dos resultados anteriores las perspectivas son
favorables a Le Pen. En las elecciones europeas 2014, el Frente Nacional (hoy RN)
obtuvo 4,7 millones de votos, el Frente de Izquierda (hoy Francia Insumisa)
obtuvo 1,25 millones de votos. Es cierto que en la primera vuelta de las
presidenciales francesas de 2017 las distancias se acortaron, Le Pen obtuvo
7,68 millones de votos y Mélenchon 7,06, aunque en la segunda vuelta Le Pen
ascendió a 10,6 millones.
En el nivel europeo también se plantean
consecuencias que tienen que ver igualmente con el ascenso de la extrema
derecha.
Macron y Merkel representan dos gobiernos del centro político en los dos
principales países de la UE que forman un dique de contención al avance de la
extrema derecha, que ya tienen controlados países como Italia, Hungría,
Polonia, Austria, Chequía, Eslovaquia o Bulgaria. Pero Merkel ya ha dado paso a
un nuevo liderazgo tras anunciar su retiro de la política y Macron está
seriamente debilitado en este momento. Es evidente, pues, que en su política de
avance sostenido, la extrema derecha concentrará sus esfuerzos en asaltar el
poder en Francia, porque capturar Francia representaría un salto cualitativo
esencial, y porque Francia se presenta ahora mismo como el eslabón más débil.
Por otro lado, las cesiones de Macron se concretan financieramente en que
aumentará el déficit presupuestario, salvo que subiera los impuestos a los más
ricos para compensar, y ello le ofrece un balón de oxigeno a Italia, cuyo
gobierno de La Liga-M5E está enfrentado con las instituciones de la UE por el
tema presupuestario.
El tercer nivel de consecuencias del
retroceso de Macron se plantea en el terreno del medio ambiente, de las políticas de
transición energética. Estas políticas conllevan durante el proceso de
transición ciertos costes inevitables que generan resistencias a nivel de
países y de sectores sociales. Trump retiró a EE.UU. del Tratado de París
alegando que los compromisos del mismo penalizaban a las industrias
estadounidenses, lo mismo acaban de decir Polonia y otros países con respecto a
la renuncia al empleo del carbón. Y a nivel social son las zonas mineras
abocadas al cierre las que exigen mantener empleos, y ahora se ha añadido en
Francia la resistencia de los usuarios de vehículos con carburantes fósiles por
las subidas de los mismos.
Por tanto, el movimiento de los chalecos amarillos inciden sobre
tres disputas diferentes, pero relacionadas, que rebasan ampliamente el entorno
francés. La primera es el ascenso de la extrema derecha en Europa, y en el
mundo, y las fuerzas que pueden oponerse a este avance. La segunda es la crisis
profunda que vive la UE con la salida de Gran Bretaña, los desafíos de los
gobiernos de extrema derecha en Europa a las normas comunitarias, y la
posibilidad de que con una importante victoria en las próximas elecciones
europeas la extrema derecha pueda avanzar en su proyecto de cambiar a la UE
desde dentro según su filosofía. La tercera es sobre las políticas de
transición energética, que va a suponer cambios y costes a nivel internacional
y de sectores sociales y va a aumentar las tensiones ya hoy existentes.
La explosión espontánea de masas, un fenómeno
antiguo trasladado a la posmodernidad actual
Las rebeliones son una nota común a la mayoría
de las sociedades precapitalistas. La jacquerie fue el tipo más conocido de
levantamiento campesino espontáneo de la edad media en Francia, prototipo de otros
similares en otra partes de Europa por la misma época, originada en la
oposición a los impuestos, la expropiación de tierras, la alteración del modo
de vida tradicional o el odio a los nobles. Los tumultos campesinos recorrieron
toda la Edad Media
mezclándose con otras rebeliones de artesanos y trabajadores.
Más adelante, en el siglo XVII, dada la
extensión y variedad de conflictos desencadenados se han avanzado diversas
tipologías para explicarles como la que diferencia entre movimientos urbanos
originados por conflictos económicos o de poder; movimientos en defensa de los
particularismos provinciales frente a la intromisión unificadora del Estado; y
movimientos urbanos o campesinos contra los ataques a las organizaciones y
tradiciones colectivas. Cronológicamente, las insurrecciones populares
comenzaron en este siglo en Rusia en 1601; luego, en 1606-7, diversos
levantamientos campesinos tuvieron lugar en diferentes partes de Europa; les
siguieron las rebeliones inglesas contra los enclosures, los levantamientos
húngaros y toda una serie de revueltas e insurrecciones por toda Europa
(Austria, Francia, Rusia, Inglaterra, España, Italia, Polonia etc.)
Pero este fenómeno fue común a todo el mundo,
por ejemplo, China presenta una de las historias más persistentes en rebeliones
campesinas a lo largo de sus dos milenios de imperios. Su papel en la evolución
de la historia china clásica fue doble. De un lado, mantuvo un clima de guerra
social que generaba inseguridad entre la clase dirigente. Por otro lado, el movimiento
campesino fue el responsable del reemplazamiento de grandes dinastías. Otros
dos factores que debilitaban la eficacia de estas rebeliones eran su carácter
local de un lado, y lo efímero y discontinuo de su intervención.
Dando un salto en el tiempo, y para centrarnos
en la continuidad de las revueltas espontáneas contemporáneas evocaremos ahora
las revueltas más recientes que tienen similitudes con la actual de los
chalecos amarillos sin querer ser exhaustivos. Así, tomaremos como ejemplos de
estas revueltas espontáneas la rebelión llevada a cabo en Argentina en 2001, la
primavera árabe, el movimiento 15-M en España, el M5E en Italia. Son cuatro
caso bastante diferentes que sirven para analizar este tema, dejando al margen
otros casos como las rebeliones en Bolivia, el movimiento Occupy Wall Street,
las revueltas en Ucrania, etc.
Argentina, diciembre 2001
La crisis estaba haciendo estragos en la
economía argentina en 2001, la inestabilidad económica llevaba a la fuga de
capitales y a finales de noviembre se temía por el colapso del sistema
financiero. La adopción de lo que se denominó el corralito encrespó los ánimos,
tanto de los sectores populares como de la clase media, y comenzó un intenso
proceso de protestas con fuerte carácter espontáneo que incluyó diferentes
formas como las huelgas, los saqueos, cacerolazos, manifestaciones y choques
callejeros que se reforzaron y desembocaron en una insurrección espontánea el
20 de diciembre. La ira popular se extendió desde el sistema económico a los
políticos y dio lugar a la famosa frase ¡que se vayan todos!.
Pero esa insurrección no dio lugar ni a una
toma del poder, ni a una correlación de fuerzas a favor de las opciones de la izquierda. Durante
un cierto tiempo se mantuvieron sus secuelas especialmente a través del
movimiento de piqueteros, pero finalmente en tres años el sistema había
absorbido el impacto y reinaba la estabilidad del mismo sistema contra el que
se levantó la insurrección.
Los movimientos argentinos del 2001-2, como
muchos otros nuevos movimientos sociales que se opusieron al neoliberalismo
adoptaron una postura autonomista, que significaba en la práctica el rechazo a
los partidos y a la actividad política entendida como la actuación orientada a
alcanzar el poder del Estado. Los movimientos que persistieron en esta actitud
terminaron desembocando en una actuación impotente que terminó favoreciendo el
que los partidos conservadores recuperarán el control del Estado y defendiesen
desde allí la estabilidad de la acumulación capitalista.
Primavera árabe, 2011
Una ola de protestas espontáneas empezaron a
recorrer el mundo árabe en los primeros meses de 2011, como en Madrid su
vehículo de trasmisión eran los modernos medios masivos de comunicación no
monopolizados, como los móviles, o las redes sociales en Internet. Estaban
demostrando su eficacia en la capacidad de movilización de los sectores
jóvenes, eran una herramienta formidable para alcanzar la masa crítica de las
movilizaciones, porque una vez puestas en marcha, éstas ya se retroalimentaban.
Demostraban su eficacia para conseguir las
movilizaciones sin necesidad de organizaciones, pero también mostraban sus
límites. Una cosa era conseguir la movilización y otra más difícil darla una
continuidad y objetivos claros. En Argentina ya se habían mostrado esas
limitaciones, agotándose para regresar a la situación contra la que se había
producido la
movilización. En esta ocasión tampoco esas movilizaciones en
el mundo árabe colmaban los deseos de los movilizados, en unos caso, como Túnez
y Egipto, el ejército y las viejas fuerzas políticas del sistema recuperaban
poco a poco el control de la situación; en otros, como Libia, se llegaba a una
guerra civil en la que el protagonismo contra la dictadura pasaba a manos de
antiguos colaboradores de Gadafi o de la OTAN; en tercer lugar, como en Siria o
Bahréin, se encontraban frente a una represión feroz de su propio gobierno o de
una poderoso vecino como Arabia. La dinámica que habían desencadenados esas
movilizaciones espontáneas daban lugar a situaciones en el que el espontaneísmo
ya no tenía nada que decir.
España, mayo 2011
La crisis económica que desde hace casi tres
años producía estragos sociales en la mayor parte del mundo había llevado a
España a la mayor destrucción de empleo de todos los países, en este mes en que
iban a celebrarse elecciones municipales y regionales, donde se daba por seguro
un duro castigo al PSOE como partido en el gobierno, la cifra de parados se
situaba en 5 millones, 3 más que al inicio de la crisis. Las políticas
progresistas del PSOE habían dado un giro de 180 grados justamente un año
antes, imponiendo reducciones de salarios a los funcionarios, una reforma
laboral lesiva a los trabajadores y un aumento de la edad de jubilación. Nada
de ello había servido para revertir la pendiente de destrucción de empleo,
solamente había servido para el aumento de la pobreza entre las clases
populares. Lo extraño, en realidad, era la extraña calma con la que las clases
populares sobrellevaban esta situación. En septiembre de 2010 los sindicatos
convocaron una huelga general contra la reforma laboral, pero después firmaron
con el gobierno la reforma de las pensiones. Nadie esperaba que la consigna
lanzada poco antes por Stéphane Hessel, en su alegato contra la indiferencia
frente a las consecuencias de la crisis, fuese a estallar, nuevamente de manera
espontánea, justo una semana antes de las elecciones de este mes. La
movilización estaba más que justificada y gozó de un amplio apoyo ciudadano,
pero las consecuencias políticas no están tan claras.
El movimiento 15-M nació una semana antes de
que se celebrasen en el mes de mayo elecciones regionales y locales en España.
El resultado de esas elecciones fue una victoria contundente del conservador
Partido Popular ante un gobierno del PSOE que se había hundido electoralmente
después de su giro neoliberal un año antes. Seis meses más tarde, en noviembre
de 2011, ese resultado electoral volvió a repetirse con la victoria por mayoría
absoluta de los conservadores españoles en las elecciones legislativas, dando
lugar a un gobierno mayoritario del PP que intensificaría las medidas
económicas y sociales contra las clases populares que ya había iniciado el
derrotado gobierno del PSOE.
En este tipo de protesta basado en la toma de
las calles y las plazas de España, y especialmente de Madrid, destacó el peso
de la juventud y la utilización de las redes en internet para coordinar y
convocar actos de protesta, tuvo sus antecedentes en las protestas
estudiantiles que tuvieron lugar en el Reino Unido e Italia, y fue claramente
visible la influencia de los acontecimientos en la misma época en Túnez y
Egipto, conocidos como la primavera árabe. El Movimiento 15-M, como se le
terminó conociendo, nació con un declarado rechazo a la política oficial -
especialmente al bipartidismo imperante, fruto de hegemonización de la vida
política española por parte del PSOE y el PP - y a todo intento de organización
política, con una fuerte atracción por la democracia directa, así como también
fue evidente su negativa a identificarse o apoyar a algún partido en concreto,
lo que originó que sus movilizaciones no tuvieran efecto claro alguno sobre los
resultados de las elecciones locales, regionales y nacionales españolas
Sus reivindicaciones más importantes se
orientaron a una regeneración de la vida política o una democracia de más
calidad, poniendo el énfasis en una democracia más participativa, y el rechazo
de la corrupción y de las políticas públicas que se estaban aplicando a favor
del sistema financiero y en contra de las clases populares, estando la crítica
al sistema impregnada de un fuerte carácter moral. No es posible acusar a este
movimiento de ser antisistema, en cuanto que sus dos objetivos principales eran
la regeneración democrática y la recuperación del Estado de Bienestar que
estaba siendo desmantelado.
La organización y las movilizaciones
principales se produjeron al margen de las organizaciones clásicas de partidos
o sindicatos, con una dinámica basada en la horizontalidad y la utilización de
las redes sociales en internet, buscando las transformaciones que demandaban a
través de la movilización de la sociedad civil, organizando para ello diversos
colectivos de carácter temático.
Era patente que la debilidad del 15-M se
encontraba en tres ausencias, la de una organización estable, la de un proyecto
claro - más allá del conjunto de reivindicaciones que en su mayoría podían ser
defendidas por algunas de las organizaciones políticas existentes -, y la falta
del sentido de la táctica y la estrategia.
M5E en Italia
Con el fondo de un escenario de descredito y
degradación de la política oficial y del sistema de partidos va a aparecer en
2009 el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, que se convertirá en el partido
más votado en las elecciones parlamentarias de 2013 con más de 8,5 millones de
votos.
Pero este partido, que se presentaba a sí
mismo como una fuerza política anti-partido, no tenía en realidad relación con
ningún movimiento social, era fruto de unas condiciones concretas que se daban
en Italia, que eran comunes con otros países del mundo, como los efectos
sociales de la crisis económica y la degradación de la vida política
democrática, pero que en Italia esta última se vive de manera más intensa. Y
esas condiciones ambientales fueron perfectamente manipuladas por un personaje
como Beppe Grillo que viene del espectáculo cómico
El Movimiento 5 Estrellas representa otro caso
de las tendencias anti-partidos que recorren el mundo, pero que termina
convirtiéndose en otro partido más, se ha apoyado en un sucedáneo de movimiento
social y en un populismo descarado dirigido contra una política oficial
corrompida; la fuerza de su movilización y apoyo electoral radica en el carisma
de un líder visible, Beppe Grillo, que domina la escena y utiliza un lenguaje
directo y populista. En su evolución termina formando parte del grupo del
parlamento europeo Europa de la Libertad y la Democracia Directa
dónde están también el UKIP británico, Demócratas de Suecia o el lituano Orden
y Justicia, y forma gobierno en Italia en coalición con La Liga, en definitiva,
se sitúa en la extrema derecha.
Las lecciones a extraer de estos casos anteriores
Los elementos comunes en estos cuatro casos
escogidos de movimientos de protesta modernos son: La existencia de un agudo
malestar social que ninguna organización política o social había sido capaz de
articular y canalizar hacia unos objetivos concretos, ese malestar puede
provenir de una crisis económica, como en Argentina o España, del padecimiento
de largas dictaduras, como el mundo árabe, o del cansancio de un sistema
político corrupto, como en Italia, pero también en Brasil en 2013. En Francia
ya hemos analizado las fuentes de ese malestar.
La aparición explosiva de una movilización
social como expresión espontánea de ese malestar, en la mayoría de los casos
como consecuencia de convocatorias difusas a través de las redes sociales. Este
es el elemento común a todas ellas, menos presente en Argentina, y utilizadas
consciente y hábilmente en el caso italiano (el famoso Vaffaculo Day, el día de
a tomar por culo, en italiano ) . La virulencia de la aparición varía según los
casos, desde una toma pacífica de las plazas en el caso español al carácter
casi insurreccional argentino,. en el caso francés ya hemos visto que esa
espontaneidad nace de una convocatoria de las organizaciones de camioneros.
La articulación de estos movimientos en torno
a objetivos no muy definidos, mezcla de reivindicaciones concretas y
heterogéneas y expresiones de rabia sin objetivos como el ¡que se vayan todos!
En Argentina y el mundo árabe se plantean difusamente objetivos muy profundos,
cambiar el sistema político y social vigente, por el contrario, en España,
Italia o Francia son reivindicaciones dentro del sistema vigente, mantener los
servicios sociales, acabar con la corrupción, suprimir impuestos, etc.
La aparición de fuerzas organizadas, políticas, sociales,
religiosas o estatales, ya existentes o creadas a partir de ese momento, que
utilizan este malestar y su explosión social para alcanzar objetivos propios.
En Argentina es el peronismo quién utiliza el movimiento para recuperar el
poder y desactivar las protestas; en Italia el malestar no provoca una
explosión ni un movimiento totalmente espontáneo, sino que es utilizado por un
populista ambicioso para encauzarle desde el inicio; en España aparece un nuevo
partido, Podemos, para canalizar las energías y representar los objetivos del
15-M; finalmente en el mundo árabe son los actores religiosos principalmente
quienes utilizan la explosión para alcanzar sus objetivos; en Francia está la
disputa entre Le Pen y Mélenchon por encauzar hacia sus proyectos la derrota de
Macron.
Los resultados finales han sido muy dispares y han dependido
sobretodo de las fuerzas organizadas en presencia. En Argentina el sector
progresista del peronismo fue el primer beneficiado, para terminar dando paso
al regreso de la derecha clásica al poder con Macri. En Italia, el populismo
del M5E terminó formando un gobierno de extrema derecha con La Liga. En España ,
Podemos no logró desbancar al PSOE ni alcanzar el gobierno, se trasformó en un
partido clásico de carácter socialdemócrata y se encuentra en retroceso
electoral. En el mundo árabe solo en Túnez algunos de los objetivos de la
primavera árabe fueron alcanzados. En Francia el escenario está abierto y puede
tener consecuencias en toda Europa.
Jesús Sánchez Rodríguez, Licenciado y Doctor en Ciencias
Políticas y Sociología por la
UNED. Se pueden consultar otros artículos y libros del autor
en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250444
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