Podría no ser intolerante al gluten,
sino al herbicida más utilizado en agricultura
21 de diciembre
de 2018
“Este estudio ponía
en evidencia que la intolerancia al gluten y la enfermedad celíaca muestran
síntomas sorprendentemente similares a los de animales de laboratorio expuestos
al glifosato, afectando el sistema digestivo de los peces, al disminuir las
enzimas y bacterias intestinales, dañando los pliegues y las microvellosidades
intestinales”.
Por Biodiversidad
Dentro de nuestra dieta, el 95% de los
alimentos que consumimos proviene del suelo, que implica acciones variadas para
impedir la destrucción y enfermedades de los cultivos, como por ejemplo,
controlar malezas, plagas e insectos, con lo que el agricultor recurre a
algunos herbicidas, como el Roundap, que entre sus compuestos,
contienen un activo llamado glifosato.
El glifosato consiste en una molécula
pequeña y que se combina con otras sustancias -como los tensioactivos- para
mejorar su eficiencia, ya que disuelta en agua y otros componentes aumentan su
solubilidad y se puede emplear para rociar los cultivos.
Pero tras largos e intensivos años de
uso, el glifosato aparece como el gran sospechoso de un espectro de patologías
y cuadros muy variados, que afectan a la población mundial, gracias a su
masificación e ingestión en la alimentación diaria.
OMS, glifosato y enfermedades
Ahora el glifosato está recibiendo la
atención que merece, tras varios años de estudio sobre sus implicaciones en
algunas afecciones intestinales.
En el 2009, un grupo de
investigadores buscaron anticuerpos contra el gluten en el
suero congelado obtenido entre los años 1948-1954 y los compararon con
muestras de personas de la época actual. Encontraron que la incidencia de
la enfermedad celíaca en la generación más joven se había cuadruplicado.
Además, el número de personas que han
sido diagnosticadas con intolerancia al gluten y enfermedad celíaca ha ido
incrementando, coincidiendo con el aumento del uso de glifosato en la agricultura,
especialmente durante la década de los ochentas, donde se incorporó como rutina
la práctica de empapar granos en el herbicida justo previo a la cosecha.
Si vamos a la epidemiología, no se
considera casualidad que en los pueblos agrícolas se hayan disparado los casos
de hipotiroidismo, el asma bronquial, los trastornos reproductivos y las
patologías oncológicas, produciendo una transformación en las tasas de
morbilidad y mortalidad en el mundo.
Explicación fisiopatológica
La explicación se basa en observar como
este difundido herbicida sea capaz de inhibir las enzimas de la cadena del
citocromo P450, un sistema involucrado en el catabolismo de la vitamina A , la
activación de la
vitamina D 3, la síntesis de ácido biliar y el suministro
adecuado de sulfato al intestino.
Además, se ha demostrado que
provoca déficit de minerales como el hierro, además de oligoelementos
como cobalto, molibdeno, cobre y otros, ya que puede eliminarlos del
organismo debido a su capacidad quelante. También puede eliminar
aminoácidos como el triptófano, tirosina, metionina y selenometionina.
Estas y otras conclusiones fueron
elaboradas fruto de un metaanálisis que incluyó a casi 300 estudios, publicado
en la revista Journal of Interdisciplinary, en el 2013, pero
que en su momento casi no recibió atención de los medios ni la comunidad
científica (ver aquí).
Este estudio ponía en evidencia
que la intolerancia al gluten y la enfermedad celíaca muestran síntomas
sorprendentemente similares a los de animales de laboratorio expuestos al
glifosato, afectando el sistema digestivo de los peces, al disminuir las
enzimas y bacterias intestinales, dañando los pliegues y las microvellosidades
intestinales.
Aún, pese a que la enfermedad celíaca,
y, en general, la intolerancia al gluten, se han transformado en un problema de
proporciones a nivel mundial, pero especialmente en países de América del Norte
y Europa, donde se estima que un 5% de personas están afectadas por estos
cuadros.
Los defensores del glifosato
Mientras algunos sugieren que el
reciente incremento en la enfermedad celíaca se debe a la mejoría en las
herramientas diagnósticas de laboratorio, que se dio alrededor del año 2000.
Por su parte Monsanto asegura
que por su baja toxicidad, el glifosato sería un herbicida empleado
exitosamente en más de 140 países desde hace 30-40 años. Esta
seguridad -argumenta- ha sido ratificada por organismos internacionales como la EPA (Environmental
Protection Agency de los Estados Unidos) y por su inclusión en la
Directiva 91/414/CE (Comunidad Europea), que controla, dentro de otras
actividades, los productos fitosanitarios de esa región.
Afirman por medio de diferentes
análisis que el glifosato no presenta efectos nocivos sobre la fauna
(mamíferos, aves), microfauna, ni sobre la salud humana, ni tiene efectos
adversos para el ambiente, cuando es empleado correctamente para los fines
previstos en su etiqueta. No existen al momento, en Argentina o en el mundo,
estudios científicos serios que cuestionen o invaliden ninguno de los múltiples
estudios realizados sobre el glifosato, y que avalan sus características y
propiedades.
En el Informe publicado hace algunos
años por la Reunión
Conjunta FAO/OMS sobre Residuos de Plaguicidas (JMPR)
se concluyó que:
“Es poco probable que haya riesgo de
que el glifosato sea carcinógeno para los seres humanos, en una exposición a
través de la dieta”.
Además, según muchos aducen el hecho
que el glifosato ha venido a reemplazar a muchos herbicidas altamente tóxicos.
Pero estas afirmaciones se basan en
gran medida en estudios que han quedado obsoletos y que ni siquiera han sido
publicados, pues han sido pedidos y financiados por las empresas de plaguicidas
para apoyar el registro del producto. Además, estas investigaciones han sido
realizadas solamente empleando el glifosato como ingrediente activo, y no con
las fórmulas del herbicida en los comercios, puesto que algunos hallazgos de
laboratorios independientes sobre mamíferos y células humanas han encontrado
que los adyuvantes químicos contenidos en ellas -como el Polioxietil
amina (POEA)- son aún más tóxicos que el herbicida en cuestión.
Existen además conflictos económicos de
gran envergadura en la agroindustria, particularmente a raíz del cultivo de
soja, que ha visto un aumento considerable en los países del cono sur -entre
ellos la Argentina- donde actualmente representa más del 50% del total de su
producción agraria. Este cultivo proviene casi exclusivamente de semillas
transgénicas, las cuales están adaptadas y resiste la aplicación del glifosato.
Las sospechas ante este químico tan
difundido no están aún confirmadas ni descartadas, pero la posibilidad y cada
vez más difundida discusión han hecho que los gobiernos entren en dudas,
enfrentamientos y conflictos con los actores que conforman el agro, la
industria y la sociedad en su conjunto.
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Fuente: http://www.anred.org/?p=108404
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