Monsanto y Bayer,
la
entrega política de nuestros cuerpos
13 de diciembre de 2018
Por Ezequiel Palacio
Ecoportal
Para entender mejor esta historia debemos
poner algunos puntos al mismo nivel. Será preciso hacer unas aclaraciones
previas, para que esta lectura sea equitativa para todos y todas,
generacionalmente hablando.
En este artículo habrá algunas informaciones
mezcladas porque el análisis histórico, cuando revisa, lo hace mezclando
tiempos y coyunturas. Entonces, los personajes más relevantes de este escrito
serán empresas. Corporaciones multinacionales y muy poderosas. También
mencionaremos personas que cambiaron la historia de la humanidad para siempre.
1) Monsanto: empresa
estadounidense que dedicó sus recursos a la industria química. Empezó
sintetizando edulcorantes para Coca-Cola, hasta que pudo modificar la genética
de semillas y plantas productoras de alimentos a nivel mundial, como la soja,
por ejemplo, para que crezcan más rápido y toleren los pesticidas.
2) Bayer: empresa alemana
que dedicó sus recursos a la industria farmacológica y a la investigación
científica.
3) Hitler: Genocida.
Político alemán. Llegó al poder por elección directa. Dirigente del partido
nacional socialista. Fue uno de los asesinos más grandes que conoció la
historia de la
humanidad. Conquistó casi toda Europa dando origen a la Segunda Guerra Mundial.
4) Josef Menguele: Médico
personal de Adolf Hitler. Trabajó incansablemente en la investigación sobre
genoma humano, mutaciones, clonación genética. Todas las investigaciones y
pruebas fueron realizadas sobre humanos de origen judío.
Hacer un análisis histórico puede resultar
aburrido pero, el presente, lo que hoy nos pasa, tiene su origen en el pasado.
Y esto, lo que nos sucede hoy, nos lo explica el pasado, en el presente: ¿por
qué comemos la comida que comemos, por qué escuchamos la música que suena, por
qué nos enfermamos de las enfermedades que nos aquejan?
Cáncer, diabetes, H.I.V, leucemia, stress,
obesidad y otras tantas enfermedades pandémicas tienen en la actualidad un
número altísimo de incidencia a nivel mundial. Y esto, en gran parte, se debe a
la intervención del ser humano. Pero no cualquier humano, sino el ser humano
empresario transnacional vinculado a otros seres humanos que administran
espacios de poder e influencia estratégica a nivel global (casi todos varones
de edad avanzada y blancos).
En junio de este año se supo con
precisión
Bayer, el gigante alemán de la industria
química de laboratorio, adquirió a otro gigante, pero de la industria
alimenticia: Monsanto. La cifra es de 63 mil millones de dólares.
En la página oficial de Monsanto, la
infografía dice lo siguiente: “Bayer ha culminado con éxito la adquisición de
Monsanto. Al fortalecer nuestra división dedicada a la agricultura y nuestra
cartera de productos biocientíficos, la adquisición constituye un significativo
paso hacia delante para Bayer, nuestros empleados, nuestros clientes y nuestros
accionistas. Bayer seguirá actualizando el contenido de este sitio hasta que
termine el proceso de integración de Monsanto”. Para Bayer, sus empleados, sus
clientes y accionistas este es un paso para adelante… para la humanidad son la enfermedad
y la deformación genética.
“Monsanto nos enferma y Bayer nos
medica”
Se me ocurre una primera pregunta: Si Monsanto
a nivel mundial está siendo tan cuestionada por organizaciones de distinto
origen e incluso por Estados, ¿por qué razón, Bayer entonces, una corporación
que en el inconsciente colectivo tiene tanto prestigio, adquiere a este gigante
de los granos? Ensayemos algunas respuestas…
¿Si es Bayer es bueno?
Bayer cumplió 155 de historia. Ok, es mucho.
Pero, si algo tienen los años son historia y las historias se entrecruzan. En
esos 150 años de historia, también existieron los años del nazismo. Hitler y
Bayer compartieron una singular pasión por la Alemania Aria. Los
productos utilizados en las cámaras de gas de los campos de concentración clandestinos
eran productos Bayer. Los aportes de dinero, materiales de investigación y
recursos diversos destinados a la investigación científica del nazismo, tenían
un destino singular: Josef Mengele y la manipulación genética.
Y acá, justamente es donde la pregunta hecha
más arriba tiene un vínculo singular y preciso: Monsanto modifica la genética
de las semillas que nos alimentan. Bayer trabajó junto al médico siniestro de
Hitler en la modificación genética de humanos. La clonación fue intentada mucho
antes de que conociéramos a la
oveja Dolly nacida en Escocia en 1996.
Pero volvamos a Monsanto: al servicio
de la muerte
No sólo Bayer ha colaborado con lo más oscuro
de la historia de la humanidad aportando conocimientos y recursos. Monsanto
hizo su aporte a la oscuridad cuando mediando la Guerra de Vietnam (Estados
Unidos invade militarmente territorio vietnamita para evitar la unificación de
Vietnam como país socialista y/o comunista, entre 1964 y 1975), se inicia un
período nuevo en la historia de la guerra y de la humanidad: El uso de armas
químicas. Monsanto fue la empresa que aportó al gobierno norteamericano la
mayor cantidad de herbicidas y compuestos químicos, dando origen a un arma
letal y altamente nociva llamada Agente Naranja.
Más de 40 años después de la invasión yanqui a
Vietnam, las secuelas del Agente Naranja siguen apareciendo en victimas
vietnamitas. ¿Lo vimos en las películas? Bueno algunas se animaron a mostrarlo,
tibiamente. Pero es la literatura y el quehacer periodístico los que echaron luz
sobre estos hechos. Julio Cortázar en El
libro de Manuel, nos cuenta con crudeza y a su estilo lo acontecido. Manuel
será lector algún día de todo ese horror y dolor sufrido por muchas personas.
Pero hay sucesos que vienen empujando a la
humanidad y nosotros ahí, distraídos, mirando la pantalla que nos entretiene.
Al margen de la literatura, este texto es una invitación a pensarnos más allá
del corto plazo.
El suceso Monsanto tiene varias aristas
imponentes que requieren análisis
Es la empresa más poderosa e influyente del
sector agrícola, maneja el 30% de las semillas del mundo y junto a Bayer,
pasaría a tener un control aún mayor; ya que Bayer controla el 25% de los
pesticidas del mundo.
Monsanto modificó genéticamente y patentó un
sinfín de semillas. Pero ¿qué significa modificar genéticamente? Por ejemplo,
consumís un limón. Sacas el jugo, la pulpa y las semillas. De todas las
semillas que contiene el limón, podes germinar todas, pongamos 8 o 9 semillas.
De esa cantidad, solo una o dos van a largar raíz y ser un futuro árbol frutal.
Pero ese arbolito, no dará frutos. Las semillas no son un medio de
reproducción, ya que en eso consiste la modificación genética. Son más
resistentes a las plagas y por sobre todas las cosas, resisten los pesticidas
que el mismo Monsanto comercializa. Es decir que los productores, los
campesinos, los ruralistas, compran un pack, un combo de semillas + pesticida.
La cuenta es redonda y escupe ganancias cada
vez que gira. Se estima que en 2050 la población mundial será de 9 mil millones
de habitantes. Alimentarlos a todos sin dudas generará ganancias pornográficas
y Bayer entendió a la perfección el juego. Pero ¿a qué viene todo este cuentito
de Monsanto y Bayer? Hace algunas semanas en Buenos Aires, se está discutiendo
la Ley de Semillas. Paralelamente el lobby semillero internacional dispara
dólares y balas por todos lados.
¿Qué significa hacer lobby?
Agentes de empresas o gobiernos poderosos se
acercan a distintos sectores (políticos, universidades, médicos especialistas,
nutricionistas, pedagogos, psicólogos, periodistas, etc.), desembolsan dinero e
influencias para adquirir “buenos resultados” que influencien a la población
para que sus productos o propuestas sean exitosos, rentablemente hablando. El
26 de noviembre los agentes lobbistas de Cambiemos
– PRO, empleados de las grandes corporaciones, accionaron sus políticas
extorsivas y de influencias. Presentaron un proyecto de ley escrito y diseñado
por la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA). El respaldo del proyecto lo
brinda la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid), a la que
responde el Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevere, ex presidente de la Sociedad Rural Argentina ,
premiado por Macri con ese Ministerio fundamental.
Etchevere fue un activo participante de la llamada Mesa de
Enlace, supo darse la mano con ese alfil marmota y funcional ruralista llamado
Alfredo De Angelis. Pero el escándalo y la estafa no terminan sólo en lo
legislativo.
Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Corteva
(Dow-DuPont) y BASF, manejan el 90% del mercado de las semillas en el mundo. Y
son las que impulsan en América Latina, legislaciones y patentes que prohíban
el modo ancestral de vínculo con las semillas. Esto quiere decir que los agricultores,
todos, deban pagarles a las estafadoras corporaciones avaladas por el sector
político, un canon por el uso de semillas.
El Proyecto de Ley contempla que sea el
Estado, por medio de subsidios, quien se haga cargo de ese gasto. En concreto,
lo que el ministro Etchevere y sus patrones empresariales proponen, es darles a
las corporaciones internacionales el derecho de adueñarse de las semillas que
nos darán de comer y que además, el Estado les pague por eso.
Glifosato, ese veneno…
La página oficial de Monsanto dice que el
glifosato es un ingrediente activo presente en todos los herbicidas Roundup. Y
deja en claro que el glifosato no causa cáncer, ni defectos de nacimiento, ni
daños en el ADN, ni tiene efectos sobre los sistemas nervioso o inmunológico,
tampoco produce trastornos endocrinos o problemas reproductivos y que un montón
de prestigiosos análisis lo demuestran. Pero veamos…
En 2015 la Agencia Télam nos
contaba sobre un estudio realizado en Mar del Plata, donde de todas las
personas estudiadas, el 90% de ellos en su sangre encontraron glifosato.
Tres años después, el mismo medio de
comunicación decía que el glifosato está presente en todo el sistema ambiental
y que Argentina es el mayor consumidor de glifosato en el mundo por habitante.
Damián Marino, científico del Centro de Investigaciones del Medioambiente,
organismo que depende del CONICET, indicó que, en los últimos 10 años,
ingresaron al país 1000 millones de litros de glifosato. Esto equivaldría a 10 litros de glifosato
para cada argentino. Marino explica también que el glifosato mata todo lo verde
menos aquellos brotes modificados genéticamente como la soja, el maíz y el
algodón.
¿Vos me querés decir que comemos
residuo de glifosato en las comidas? ¡No exageres, querés!
No sólo eso. El abanico es tan amplio que las
consecuencias serán, en un futuro no tan lejano, muy reveladoras y devastadoras
para el cuerpo humano. El algodón en Argentina, como en otros países del mundo,
es rociado con glifosato cuando la flor se abre en el árbol. El herbicida
penetra las fibras y allí perdura, porque si de algo se jactan en Monsanto, es
que el glifosato persiste por muchos años. Nuestro algodón, el que vos y yo
tenemos en el baño, los protectores diarios y toallitas femeninas, los tampones
femeninos, incluso hasta pañales, contienen residuos de este herbicida.
Algunos países, toman medidas políticas y
sanitarias en este sentido. Francia, Canadá, por ejemplo, sitios donde el
glifosato intenta ser prohibido por la incidencia que ocasiona en la salud,
retiró del mercado productos contaminados con glifosato.
De Vietnam a Colombia, un mundo de simetrías…
El gobierno de Estados Unidos tiene particular
interés sobre Colombia. Las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,
controlan o controlaban gran parte de los territorios campesinos del interior
de Colombia. El hecho en sí es complejo, no vamos a detenernos en este
análisis, sino en un detalle. Las plantaciones de coca de las FARC, fueron
rociadas con Glifosato durante varios años. Sistemáticamente, los aviones
hidrantes, sobrevolaban las selvas rociando este veneno. La recomendación
sobrevino del gobierno del norte.
Argentina, ese país tan lejano
Mientras tanto, en Argentina, el mayor
consumidor de glifosato per cápita del planeta, el gobierno nacional defiende
el uso del herbicida. Mueve a sus títeres ministeriales para que representen a
corporaciones. Algo no está bien en este juego, donde nosotros votamos
representantes que juegan para el bando contrario.
Lino Barañao, Ministro de Ciencia, Tecnología
e Innovación Productiva del Gobierno de Cristina Fernández, continúa en el
cargo de la función macrista, como secretario de Ciencia y Tecnología. Este
licenciado en ciencias químicas dejó expuesto un accionar político singular
favoreciendo el desarrollo de Monsanto en el país.
Y aquí, mal que les pese a muchos, el
peronismo tiene una responsabilidad histórica. Felipe Solá es el fundador de
este fenómeno llamado Monsanto y Soja Transgénica, cuando era ministro del
gobierno duhaldista. Luego, el kirchnerismo hizo lo suyo. Aprobó el ingreso de
Monsanto de manera indiscriminada. Sin regulación, desoyendo a especialistas de
rigor internacional, y aquí, en esta instancia, Barañao cumple un rol
espartano: la persecución de cualquier investigador del glifosato.
Cualquiera que escuche las declaraciones del
funcionario lobbista, podrá inferir que, sin dudas, Barañao trabaja para la
corporación herbicida más cuestionada del planeta. Y como muestra de ello, hace
pocas semanas atrás, el ministro Barañao dijo en conferencia de prensa, luego
de defender el uso de agrotóxicos, que “la gente también muere por tomar mucha
agua”, en una clara muestra de cinismo y de estupidez, como este gobierno nos
tiene acostumbrados.
La provincia de Entre Ríos, logró este año una
ley que prohíbe fumigar a menos de mil metros de escuelas rurales. Muchas veces
han acontecido sucesos violentos por parte de la patota sojera, la misma que
impulsó los cortes de ruta con la 125 hace unos años atrás con Alfredo de
Angelis a la cabeza, luego premiado por este grupo cipayo financista llamado
Cambiemos, con una banca en la
Cámara Baja.
Y es justamente en Entre Ríos, donde Fabián
Tomasi trabajaba, llenando los tanques hidrantes de los aviones que rociaban
las plantaciones con glifosato.
Fabián Tomasi, fallecido en septiembre de este
año, puso en evidencia las consecuencias mortales de este producto. En meses
desarrolló un cáncer letal. Padecía una
polineuropatía tóxica metabólica severa, que
causa una disfunción de una parte del sistema nervioso central. En la provincia
de Córdoba, Sofía Gatica, es un exponente de la resistencia contra el
ecoterrorismo llevado adelante por las corporaciones agrotóxicas.
Andrés Carrasco, científico, investigador y ex
presidente del Conicet, jefe del departamento de embriología de la UBA,
fotógrafo, ya fallecido, investigó y documentó los efectos producidos por el
agrotóxico. También fue Secretario de Ciencia en el Ministerio de Defensa del
gobierno de Cristina Fernández. Carrasco fue perseguido, amenazado, amedrentado
y desprestigiado.
Barañao, el mismo que hoy juega para el
macrismo y que considera que la gente se muere por tomar mucha agua, se encargó
públicamente de desmentir el trabajo de Carrasco.
Pero Carrasco y sus investigaciones no sólo se
debatían en el campo argentino y en los ministerios porteños, sino también su
nombre aparecía en las denuncias expuestas por Edward Snowden. En 2011,
WikiLeaks publicó un cable diplomático de la embajada estadounidense en el que
se evidenciaba que el científico había sido investigado por sus estudios sobre
el compuesto químico. Un poco más acá en el tiempo, tenemos el excelente
trabajo realizado por Vanesa
Rosales de la Quintana para la Agencia Paco Urondo.
Los hechos suceden, sólo hay que
conectarlos
Hace no muchos años atrás, el uso y consumo
del tabaco estaba socialmente aceptado. Muy pocos alzaban la voz contra el
contenido toxicológico del cigarrillo, esa droga legal de venta libre. Se podía
fumar en el colectivo, hospitales, aulas y pasillos de universidades, oficinas,
ascensores, etc.
Hoy es indiscutible el daño irreversible y
mortal que genera el consumo del tabaco. Los fumadores sabemos de sobra este
daño, pero las drogas de ingeniería funcionan así, generando adicción y
dependencia. Quizás cuando tengamos conciencia real sobre las consecuencias
mortales que produce el glifosato sobre todos nosotros, quizás ya sea tarde. En
realidad, ya es tarde.
El cerco mediático funciona
Una pared sin ventanas que nadie puede ver.
Los medios de comunicación nada dicen al respecto. Pero hay muchas personas
dedicadas a la denuncia y a la investigación sobre las consecuencias de este
veneno comercial y de uso cotidiano en los alimentos que consumimos. Los restos
no degradados quedan y perduran en los alimentos que día a día ponemos en la mesa. Las redes sociales
alertan y militan con una fuerza avasallante. La necesidad de generar
conciencia en las poblaciones es urgente.
En redes sociales, sitios como:
#NoquieroTransgenicos
#PueblosFumigados
#MedicosdePueblosFumigados
#SofiaGatica
#Viajealospueblosfumigados
#ParendefumigarlasEscuelas
Hacen un trabajo constante, sin financiación y
sin otro interés más que la toma de conciencia social sobre este fenómeno
químico y principalmente por el avasallamiento político que produce en los
pequeños y medianos ruralistas que están en contra del modelo sojero de
exportación.
Los poderosos están más adelantados que
nosotros. Henry Kissinger, cuando fue ministro de Defensa de Jimmy Carter,
presidente de Estados Unidos entre 1977 y 1981, llevó adelante el proceso de la
“expansión verde”. Y en este contexto sostenía que “Quien controla los alimentos,
controla a la humanidad”.
https://www.ecoportal.net/temas-especiales/monsanto-y-bayer-la-entrega-politica-de-nuestros-cuerpos/
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250147
No hay comentarios:
Publicar un comentario