“El
supermercado es el peor lugar para comprar comida”
9 de diciembre de 2018
Con Malcomidos investigó en
profundidad la industria alimentaria. Ahora Soledad
Barruti prepara un segundo libro sobre la relación de esa industria -cada vez
en menos manos- con las nuevas generacines de todo el continente.
Por Revista Cítrica
Escribió un librazo. Hay quienes
piensan que sólo trata de lo que comemos o deberíamos comer. Pero Malcomidos es mucho más: una
minuciosa investigación al interior de la industria alimentaria,
a las formas productivas impuestas y a los acuerdos políticos que no reparan en
las necesidades de las personas.
Ahora Soledad Barruti está terminando otro
libro. Se publicará en agosto y va más allá: la relación de esa
industria con las nuevas generaciones de Latinoamérica. “Hay una región que está viviendo el mismo proceso
de conversión de su cultura alimentaria hacia una cultura de supermercado cada
vez más rotunda. Trata de eso, de entender qué es lo que le
estamos dejando a los chicos”.
¿Vos lograste hacer el cambio, ya no
vas al supermercado?
No, salvo que me quede sin piedritas
para el gato o papel higiénico. Cuando empezás a entender el sistema no vas
más. Todo es así. Hasta la pasta de dientes…Cuando leés qué tienen, no solo que
no hace falta comprar Colgate, sino que no está nada bueno comprar eso. Todo
está hecho para que, con la menor inversión posible, tengan la mayor ganancia.
Con ingredientes malísimos, la mayoría compuestos químicos para hacerte creer
que estás llevando eso que dice el envase. Te venden todo el tiempo cualquier
cosa. Y la gente se pone detergente en el pelo y cree que eso le va a dar
vuelo. No es verdad que no hay opciones. Hay, y buenísimas y naturales.
A veces el ritmo de la ciudad hace
difícil esa búsqueda.
No, hay que dar el saltito y está
todo ahí. Yo de verdad que nunca más tuve que entrar a un supermercado.
¿Ese sería un primer paso?
Sí, el supermercado es el peor
escenario posible para adquirir comida. El primer paso para cualquier cosa.
Para salir de la alienación, para ser feliz, para darte cuenta de que eso no
está bien. ¿Pero después qué hacés? Obviamente las personas, en la
desesperación por el precio, lo primero que hacen es buscar precios más
baratos. Pero eso no te libera de un montón de otros problemas que trae esa
comida. Se necesita que haya cierta ética alrededor de la comida, cierta proyección
de algo mejor. Por ejemplo, yendo al Mercado Central, seguro que vas a comprar
más barato, y te das cuenta lo que te están estafando los dueños de Carrefour.
Pero en el Mercado Central también están estafando al productor, al laburante.
Hay una gran estafa permanente en el campo, en la que uno buscando solo el
precio, es inevitablemente cómplice.
Y además seguimos comiendo mierda.
Y sí, si comprás un maple de huevos a
30 pesos…Porque existe ese precio, ¿pero cómo se produjeron esos huevos? ¿Cuál
es el verdadero precio de esos huevos? Se ve cada vez que se hace una
investigación puntual sobre el tema. Detrás de esos huevos hay personas
esclavizadas, gran cantidad de animales hacinados, gran cantidad de
agroquímicos para controlar esos animales, a los que se les da una comida de
mierda. Termina resultando en un huevo de mierda. Y todo eso está alrededor del
precio. Obviamente estamos en un país con un 40 por ciento de pobreza y hay un
montón de personas que no pueden salir de eso, o que ni siquiera pueden acceder
a esos huevos. Acceden a la harina, al aceite, al azúcar y con eso hacen magia.
Pero también ahora al haber más información sobre los ingredientes, cuando vas
a los barrios empezás a ver otros tipos de organización …
¿Cómo cuáles?
El armado de huertas, por ejemplo. La mayoría son personas que vienen de saber
trabajar la tierra, y no tienen cortados los vínculos con eso. Pueden utilizar
sus recursos para generar una realidad diferente. Hay huertas super
interesantes en las villas, un montón. Todas esas cosas son mejores. Y después
cooperativas de trabajo, como Iriarte Verde y tantas otras, que apuestan a otra
forma de economía. Lo que están planteando es “no paguemos salarios de miseria
y no pidamos precios de miseria para nuestros productos”. Tenemos la
responsabilidad de pensar dietas alrededor de nuestro sistema ético y
preguntarnos: ¿Se puede comer carne todos los días y buscar el mejor precio?.
La respuestas es no. Por eso hay que pensar menúes diferentes. Es posible si
salís del supermercado y dejás de comprar galletitas. La balanza económica en
ese sentido empieza a cambiar: lo que pasa es que estamos presos de una dieta
que no está buena, y que es cara.
Y a su vez alimentamos un negocio
cada vez en menos manos.
La concentración empresaria, el gran
conglomerado corporativo se da en todos los niveles que tocan nuestra
alimentación. Vos tenés diez grandes marcas que manejan el consumo en góndolas,
y tres semilleras que concentran el negocio de agroquímicos y de semillas. Se
fueron concentrando. Antes eran diez, ahora son tres. Cuando saqué el libro era
Monsanto y Bayer, ahora son Monsanto-Bayer. Estaba Syngenta y ChemChina, ahora
son ChemChina-Syngenta. Se van juntando, y lo más probable que algún día sean
solamente una. Y cuando más salvada esa corporación, más monstruo se vuelve.
Y más violento.
Cada vez más, y uno ve que el sistema
se instala sin que haya ningún tipo de problema. Por ejemplo, el asesinato de
líderes y activistas tierra adentro, en Latinoamérica. Van matando a 120 por
año. Solamente en Amazonas, en Brasil, matan a 90 personas por año. Son
indígenas y campesinos que se quieren quedar en defensa de su territorio.
Y cuando los matan, los corren. ¿Y quiénes aparecen después? Las mineras, las
petroleras y sobre todo el agronegocio. Está requetecontra comprobado que
cuando la tierra cambia de manos, perdemos todos. Y hay pocas herramientas para
defender eso. Que la defensa caiga solamente en ONG, tampoco es una opción. La
mayoría de las grandes ONGs también termina haciendo acuerdos con las grandes
empresas. Entonces cuando mirás ese escenario, es muy triste. Hay un pueblo en
Córdoba (Colazo) que se lo está tragando el suelo. Se está derritiendo porque
es tanta la cantidad de soja y cómo cambiaron las napas de agua. Es terrible… Y
después entrás a un supermercado y ves que la gente está anestesiada, no lo
ven.
En Malcomidos se ve cómo, más allá de
muchas políticas progresistas, el kirchnerismo no hizo más que profundizar el
modelo del agronegocio. Ahora, encima, está Etchevehere al frente del
ministerio de Agroindustria…
Es un subrayado de los mismos. La idea de que el desarrollo impone un modelo productivo es
absolutamente errada y suicida, pero es el modelo que tienen todos los
gobiernos de la
región. Hasta el de Evo. Vas a Bolivia y te dicen que no hay
soja transgénica, pero yo volé en varios avioncitos y ves hectáreas y hectáreas
de soja. Y no pararon de deforestar, por eso ahora se inunda todo el norte. Y
andás por los pueblos y la comida es riquísima pero lo que come la gente es el
mismo pollo de mierda, industrial. Con la misma papa, la misma Coca Cola.
Está esa idea de que solamente la industria y el agronegocio da trabajo y que
lo otro es un retroceso. Y que somos países en vías de desarrollo permanente y
que el desarrollo se consigue por esos medios. Hay gente que dentro de ese
discurso puede parecer un poco menos siniestra, y gente como Etchevehere, que
decís, “ah bue, pusieron al Guasón”. Lo que sí por lo menos es más evidente. Lo
que pasaba con el kirchnerismo es que había un montón de buenas almas
confundidísimas.
¿A qué te referís?
No entendían. Por ejemplo yo fui a un montón de medios y en todos,
todo bien, pero en el único lugar donde me bajaron tres veces fue en Canal 7.
Estaba invitada en un programa y alguien llamó y me tuve que ir. Estuve en
Canal 13, en Metro -incluso auspiciada por Monsanto-, y en en cantidad de
canales, pero en Canal 7, durante el kirchnerismo, era imposible hablar de
determinadas cosas, como por ejemplo del agronegocio.
¿Cuánto tienen que ver los medios en
que no se hable de lo que hay que hablar en cuanto al sistema alimentario?
Por un lado obviamente está la
conveniencia comercial de contar una sola manera de desarrollar negocios
alrededor de la producción de alimentos y todo lo que es nuestra alimentación.
Eso está y es evidente, están los suplementos de agronegocios de los diarios,
están las marcas como espónsors de los espacios periodísticos. Pero es una
lectura un poco parcial. Porque eso son los medios, pero después están los
periodistas, que somos individuos que, la gran mayoría nos gusta nuestra
profesión, nos gusta lo que hacemos, y en ese sentido lo que fui encontrando a
medida que avanzaba en la comunicación del trabajo que había hecho, fue al
contrario. Una apertura enorme, en diferentes espacios y una gran recepción.
Obviamente gente negada hay en todos lados, que no se interesa por el tema y
que prefiere quedarse con la versión Cormillot de la vida.
¿Qué sería la versión Cormillot
de la vida?
La comida con calorías, que no hay
otra manera de darle de comer al mundo que ésta, sino la gente se moriría de
hambre. Toda esa gran versión mentirosa que nos hace creer que no hay otra
salida está instalada en muchas personas.
¿En la región hay políticas públicas
para bajar el consumo en supermercados o comer realmente mejor?
De comunicación sí. En Brasil, en
Chile están haciendo un montón desde el Ministerio de Salud. Chile hizo todo un
sistema de sellos para rotular la comida y explicar a la población que tenía la
comida ultraprocesada. Brasil hizo dietas alimentarias que rigen políticas
públicas que buscan desalentar a las personas que vayan a los supermercados y
pidiendo que vayan a los mercados. También es interesante el plan de compras a
cooperativas en San Pablo, que el mismo gobierno se vuelve comprador y le da
privilegios a los que estén produciendo con agroecología u orgánicos. Y esa es
la comida para los comedores de los colegios. Todo eso está. Pero a su vez, en
Chile al mismo tiempo las salmoneras son megafuertas, las mineras son
megafuertes. En Brasil el agronegocio ni hablar. Se están comiendo toda la
selva y están haciendo estragos.
RAFAEL NAHUEL, EL CRIMEN “INVISIBLE”
“Los pueblos originarios son la
reserva que nos queda. La reserva de conocimientos, de semillas, de todo”, dice
Soledad Barruti con cierta
resignación, justamente por ver cómo se los trata en nuestro país: “Es como si
no existieran, no les importa a nadie. Santiago Maldonado era blanco y todos
estaban ahí. Y si bien se pueden tener dudas y hasta se puede hablar de
pruebas, de grieta y de un montón de cosas, lo cierto es que cuando mataron a
Rafael Nahuel de un tiro en la espalda -que es todavía más siniestro, porque
está toda la prueba ahí-, no hubo una marcha, nadie se concentró, no fue Trend
Topic en Twitter. No pasó nada. Se acuerda Darío Aranda, que es un periodista
incansable en estos temas, diez más, y la izquierda cada tanto. Y ya está. Es
una crisis de sentido. Hay una invisibilización importante todo el tiempo”.
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Fuente: http://www.anred.org/?p=107856
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