¿Cómo enfrentar la
dictadura del gran capital?
15 de diciembre de 2018
Por Fernando Dorado (Rebelión)
Lo que ocurre con Julián Assange, preso en una embajada
suramericana en Londres en calidad de asilado de un gobierno que está a punto
de entregarlo a sus enemigos para que lo pongan en manos de un verdugo, es una
verdadera tragedia para los pueblos del mundo.
Es lo que sucede con Lula, pasa con Correa,
empieza a ocurrir con Petro, y puede acontecer con Evo, AMLO o con quien se
atreva a desafiar al gran capital financiero.
Son verdaderos héroes de esta época; fueron
triunfadores en momentos de gloria cuando tenían cierto poder (formal y
parcial) pero, aunque es difícil decirlo, son víctimas de una institucionalidad
y legalidad que aceptaron utilizar como medio y herramienta de lucha.
Todos han sido puestos en la picota pública
por un juez o fiscal parcializado, no fueron derrotados en justa lid, no han
sido siquiera condenados, pero están aislados y a merced del poder
plutocrático.
Assange retó el secreto criminal de las
agencias de inteligencia de EE.UU. y del capital global. Lula y Correa
distribuyeron entre los más pobres una parte de la riqueza que administraban.
Develar lo oculto y generar esperanza fue su pecado y, por ello, los castigan.
Para algunos son gajes y riesgos de la lucha. Para otros es
un mensaje abrumador que lleva al derrotismo absoluto. Para unos más, es un
problema a resolver para no caer en la trampa de una legalidad que no se
respeta ella misma. La pregunta que surge es:
¿Cómo jugar contra el dueño del casino si
además de marcar los naipes decide garrotear y encerrar a quien se atreva a
ganarle usando sus propias reglas y cartas? ¿No se debe jugar?
Antes de avanzar
Ante todo, deberíamos pensar en cómo
liberarlos de su encierro. Es posible que ellos no hayan calculado bien, se
hayan equivocado en algunas cosas, pero son de los nuestros.
También, hay que hacerles saber que fueron
cientos de millones de personas las que creímos que el gran capital global era
tan fuerte y estaba tan consolidado que no violaría su propia institucionalidad
para reprimir de la forma como lo ha hecho. Estamos asimilando la lección.
Además, que no están solos y que valoramos al
máximo su esfuerzo y valioso trabajo. Que los traidores han salido de sus
madrigueras y quedaron expuestos.
Y que hay que evaluar con mucha rigurosidad
para avanzar sobre lo recorrido. Los pueblos no tienen más salida que seguir
luchando.
¿Por qué la oligarquía financiera global viola
su propia legalidad?
Es evidente que en las últimas décadas los
pueblos hemos avanzado y es el gran capital financiero global el que está en
problemas.
Luego de la oficialización del fracaso del
socialismo “estatista” del siglo xx (1989) que desde décadas atrás había
mostrado sus limitaciones, los teóricos del capitalismo anunciaron su triunfo
total. Pero los trabajadores y pueblos del mundo entero les dieron un rápido
mentís.
El alzamiento zapatista en 1994 inauguró un
nuevo tipo de luchas sociales y políticas anti-capitalistas y se desencadenó
después el ciclo de los gobiernos progresistas de América Latina. Las
movilizaciones contra la globalización neoliberal se hicieron sentir y las
luchas por democracia real se desencadenaron por todo el planeta después de
2011 (primavera árabe, 15M, OcupaWS).
Posterior a la grave crisis económica y
financiera de 2008, la inestabilidad ha sido la constante en el mundo del gran
capital. La globalización neoliberal que traería riqueza y bienestar para todos
en la actualidad se encuentra en una profunda crisis.
El “nacionalismo de gran-potencia” soportado
en gobiernos autócratas que resurgió en Oriente después de la caída del
“socialismo”, hoy es el modelo a seguir por Occidente. El “capitalismo
asiático” se ha mostrado más efectivo y eficiente para la época actual.
Lo que se observa es que el capitalismo del
siglo xxi, que ha vuelto a formas coloniales de súper-explotación del trabajo y
de acumulación por despojo, no puede funcionar con la más mínima democracia.
Trump, Bolsonaro, Duterte, etc., son la muestra de lo que se viene en todo el
planeta.
La razón de fondo de la crisis de los
gobiernos progresistas consiste –precisamente– en la no comprensión de esa
realidad y en la infundada ilusión de que las oligarquías plutocráticas iban a
respetar los llamados “mínimos democráticos”.
De la crítica al progresismo latinoamericano
Ahora que los gobiernos progresistas de
América Latina pasan por un ciclo difícil y regresivo empieza a ponerse de moda
una crítica despiadada y visceral de algunas izquierdas “puristas” y sectores
supuestamente “radicales”. Esa crítica tiene sesgos realmente infantiles.
Creo que la experiencia de los movimientos y
gobiernos progresistas de la región debe abordarse con mucha mayor seriedad y
rigurosidad. Ir más allá del progresismo sin cuestionar las razones profundas
de “nuestro” fracaso común, es seguir en lo mismo.
Lo denomino “fracaso común” porque así mucha
gente de la izquierda –incluida la “izquierda autonomista”– no lo quiera
reconocer, hemos contribuido de una forma u otra con ese fracaso. No le llamo
derrota, aunque podría ser en realidad una auto-derrota.
Desde hace varios años algunas personas hemos
señalado lo que consideramos “errores” cometidos por los gobiernos progresistas
y de izquierda sin dejar de reconocer los aciertos y la intencionalidad
democrática-popular de todos sus principales dirigentes.
Esos errores son: 1. Destinar el grueso de los
recursos disponibles a ampliar la cobertura de servicios públicos sin priorizar
el cambio de la matriz productiva dependiente de la exportación de materias
primas, y; 2. Debilitar la autonomía del movimiento social por medio de la
cooptación de sus organizaciones y más importantes dirigentes.
Creemos que esas dos falencias están
conectadas y soportadas por una concepción cristian a,
paternalista y asistencialista de la lucha revolucionaria. Es la base
filosófica de lo que ha sido una especie de suicidio político y de desarme espiritual
de la lucha de nuestros pueblos.
Se renunció desde los gobiernos progresistas a
lo que había sido el soporte central de nuestras luchas que consiste en templar
nuestras fuerzas en y por medio del trabajo, la organización y la movilización
para lograr las transformaciones estructurales que requiere y exige la vida.
Profundizar la autocrítica y la evaluación
El problema de la cooptación y el
debilitamiento del movimiento social no corresponde solo a los gobiernos
progresistas. Si las organizaciones sociales hubieran tenido la suficiente
madurez política y organizativa, habrían ayudado a orientar a los gobernantes y
fortalecido los procesos sociales y políticos desde abajo y por arriba. Por
ello, de una forma u otra, somos co-responsables.
Tenemos al frente una gran multiplicidad de
experiencias por evaluar y superar. Una de ellas es la relación con el Estado.
Pareciera que no hemos logrado entender la naturaleza del Estado y que
ingenuamente hemos intentado usarlo a nuestro favor apostándole todo a su “fuerza”.
En ese terreno debemos resolver varios
dilemas. Si no estamos preparados, si nuestra fuerza es débil, fácilmente el
Estado nos captura y nos introduce en su dinámica. Terminamos gestionando el
gran capital y sus instituciones, creyendo ingenuamente que lo utilizamos en
nuestro favor.
Pero, del otro lado, si sobredimensionamos
nuestra debilidad y nos negamos a luchar en el terreno del Estado
(institucionalidad), también permitimos que el monstruo capture a las mayorías
y las utilice en nuestra contra para aislarnos y golpearnos.
“Ni mucho que queme al santo, ni tan poco que
no lo alumbre”, decían los abuelos cuando querían alertar sobre los
extremismos.
Hoy tenemos una serie de miradas –diversas y
complejas– de la vida (naturaleza, sociedad y pensamiento) que nos permiten
superar las concepciones dualistas y mecanicistas que han sido una enorme carga
negativa para nuestras luchas.
Para hacerlo debemos dialogar con respeto y
total honestidad.
Blog del autor: https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/2018/12/como-enfrentar-la-dictadura-del-gran.html#.XAqo5XRKjIU
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250227
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