Los símbolos no sólo habitan las ceremonias
19 de diciembre de 2018
Por Ramón Vera
"Los únicos dueños
de sus luchas son los sujetos indígenas que viven hoy la vulneración a sus
derechos. Estos sujetos, cada día más numerosos, ya no se creen el discurso del
‘reconocimiento indígena’. El Estado debe replantear su postura y reconocer su
carácter centralista y hegemónico; la mentalidad del Estado controlador busca
ampliar su presencia y extender su hegemonía. No se plantea cambios profundos,
sino una administración de recursos para mantener contento al electorado."
Qué difíciles son las lecturas
del espectáculo mediático. Buscamos desentrañar en la inmensidad de signos
desatados, algo que nos corresponda y nos resuene, donde encontremos un sentido
en común y un sentido común; una sensatez que nos aquiete aunque sea un rato.
El maraka’ame Pedro de Haro
nos insistió vez tras vez en que debíamos “ir plantando por el mundo velas de vida”. Y
claro, la gente pensaba que se refería a las ceremonias cual momento de
reinaugurar los signos, las señales, pero también los símbolos: esa amalgama
misteriosa y translúcida entre las relaciones, esa vastedad oculta en esos
signos. Pedro de Haro era profundamente cuidadoso de los ritos pero algo que
logró transmitirnos remachándolo a quienes lo conocimos: “Tenemos que entrañar
nuestros cuidados en cada lugar, casi que todas las veces que nos topamos con
alguien: ésas son las velas de vida. Claro, además hay que plantar una veladora
o candela en los lugares sagrados, que son tantos. Pero ése es ya un cuidado
del cuidado. Eso es para que no se nos olvide”.
El viajero B. Traven
relata una ceremonia de cambio de autoridad en los Altos de Chiapas, entre
tseltales. Ahí, tres encargados, entregaban a la autoridad entrante un “cetro
de ébano”, y lo sentaban en una silla a que escuchara la cantilena de
recomendaciones de cada uno de ellos, que era larga y laboriosa de entender. La
silla tenía un agujero en el mero asiento de tule. Y debajo disponían un
“braserillo de barro en el que ardían vivamente algunos carbones”. La nueva
autoridad “se bajaba los calzones de manta y se sentaba en la silla en medio de
las bromas y cuchufletas de los que lo rodeaban”. Los comentarios literalmente
mellaban la atención de la autoridad mientras le obligaban a responder ante las
circunstancias de la vida como debe hacerlo un hombre o una mujer en cualquier
caso: con calma, alegría, responsabilidad, atención y entrega. Si aquel hombre
hacía muecas, o profería “ayes de dolor”, o se removía en su asiento o de plano
se paraba, la comunidad entera entendía que tal autoridad no iba a dar el
ancho.
El símbolo de la ceremonia de cambio de
autoridad no estaba vacío y la entrega del bastón de mando era el recordatorio
de un cuidado. Lo que cruzaba a la gente en ese momento no era el espectáculo
de ver al hombre en el brete, o en la entronización, sino el entender cómo
respondería. Espectáculo y entendimiento son dos asuntos muy diferentes
(consultenGobierno, de B. Traven si quieren disfrutar las
entretelas de los cambios de autoridad y del detallado intento de establecer un
aparato de control y sometimiento por parte de los caciques blancos y castas
arribistas en cada rincón de los territorios originarios.)
Más recientemente, la abogada
aymara Magali Vienca Copa Pabón, nos ilustra el punto. Dice la compañera,
hablando desde y del proceso de Bolivia:
“Hay
voces que ponen en entredicho al sujeto indígena que el Estado considera cómo
único válido (movimientos sociales) y demuestra la invisibilización y la
criminalización de los indios ‘no permitidos’. El ‘indígena reconocido’ es
tolerado mientras no pretenda demandar otros derechos ni socavar las
estructuras del poder dominante […]
“Hoy
se vive uno de los peores momentos del movimiento de lucha indígena. La
confusión de estar incluido en el Estado, siendo al mismo tiempo excluido, es
parte del ocultamiento de lo propio tras la cooptación conceptual, simbólica e
histórica de pueblos y naciones indígenas; vela los límites del Estado
Plurinacional e invisibiliza a los sujetos de las nuevas agendas de lucha y la
construcción autonómica desde la autodeterminación.
“Tendríamos
que dejar de buscar ‘alternativas’ al modelo centralista en la idealización de
las instituciones ancestrales indígenas, si éstas se ensamblan a la vieja
institucionalidad estatal. No se puede seguir pensando que, al tener un
representante indígena en el Estado, éste sea un interlocutor válido de las
demandas y necesidades.
“Los únicos dueños de sus luchas son
los sujetos indígenas que viven hoy la vulneración a sus derechos. Estos
sujetos, cada día más numerosos, ya no se creen el discurso del ‘reconocimiento
indígena’. El Estado debe replantear su postura y reconocer su carácter
centralista y hegemónico; la mentalidad del Estado controlador busca ampliar su
presencia y extender su hegemonía. No se plantea cambios profundos, sino una
administración de recursos para mantener contento al electorado. Creer que las
agendas del Estado Plurinacional son expresión de las agendas indígenas es una
ingenuidad. Habría que cuestionar profundamente los canales de la autonomía o
dejar de mencionarla como parte de las luchas por la autodeterminación.”
“Paradojas de la autonomía indígena”, Pukara 148, La Paz,
diciembre de 2018, ver aquí (pdf)
Puesto así, el problema del
ritual de toma de posesión de la nueva presidencia de la república no radica en
si hubo en la ceremonia gente verdadera, o no. Lo crucial es el mensaje que el
“primer mandatario” envía al mundo desde una viñeta etnográfica: «a quienes se
amolden a mi formato “indígena”, les voy a hacer caso. A los pueblos en
resistencia les digo: el Tren Maya va porque va».
Es
un hecho que no estuvo el pleno de las comunidades, movimientos y luchas de
todo el país que podrían haber enviado representación. Decirle a las luchas en
defensa del territorio en el mismo acto de toma de posesión que “el Tren Maya
va porque va” simboliza mucho más que la posibilidad de entregar un bastón de
mando. Lo no dicho pero presente es que por más lesivos que sean para los
pueblos los megaproyectos seguirán en la agenda que sea conveniente para el
gobierno. Y sin consulta previa, ni libre ni con información, ni algo
culturalmente adecuada; sin considerar el posible consentimiento o negativa de
las comunidades que habitan los territorios por donde cruzará el tren maya, ese
giga-proyecto está aprobado.
Que
haya habido una encuesta de opinión a la que le llamaron consulta y que ésta
coincida con la toma de posesión tal vez es parte de la lógica mediática del
acto, pero implica un descuido y una imposición rampante porque una encuesta NO
es una consulta, y conceder consulta no es reconocer la autonomía.
Pero la narrativa se disocia, se
entrevera, se tiende en ramificaciones y rizomas como un río con sus afluentes.
Importa
la defensa de los territorios. ¿Qué implica un Tren Maya? Quienes hemos seguido
de cerca el proceso de la Península de Yucatán sabemos ya que a la Península la
quieren como Zona Económica Especial (ZEE), como ámbito de acaparamiento
territorial y de los procesos que ahí ocurren, con gobiernos privados, donde poco
a poco o de golpe, los servicios se privatizan: alcantarillado, agua y basura;
hasta los servicios de seguridad que se tornan las policías que vigilan el
cumplimiento de ¿qué leyes?. Se privatizan las playas, los esteros, las
lagunas, los manglares, los corales y hasta las cárceles se hacen privadas en
aras del turismo y el negocio. Zonas “libres”, donde funciona un gobierno
privatizado dentro de un Estado, pero no comunitario, popular, para todas y
todos privado, con la tendencia a privatizarse en más y más ámbitos.
El
ASPY (Acuerdo de Sustentabilidad de la Península de Yucatán) fue una especie de
piloto de estas ZEE. Se firmó a finales de 2016 en el marco de la COP 13 en
Cancún, entre los mandatarios de las tres entidades de la Península para
coordinar todas sus acciones, muchísimos programas, que en teoría harían un
paraíso de “sustentabilidad” la Península. La gente se burlaba diciendo que era
un Acuerdo de Saqueo de la Península de Yucatán, pues pondría en operación
parques eólicos, parques de celdas solares, “intensificación ‘sustentable’ de
la producción agrícola en 250 mil hectáreas en terrenos agrícolas, reservas de
la biosfera, programas de bonos de carbono y de deforestación evitada o REDD,
que implica pagos por servicios ambientales y esquemas de finaciarización de la
naturaleza, además de invernaderos, proyectos inmobiliarios y turísticos, la
promoción de algo extraño denominado ¡¡¡¡¡“paisajes bioculturales mayas en 5
millones 484 mil hectáreas”!!!!
Silvia Ribeiro, escribiendo para La
Jornada el 21 agosto de 2018, no dejaba de anotar:
“Para
los pueblos mayas, nombrados en el ASPY como objeto del acuerdo pero nunca
consultados, la llamada ‘sustentabilidad’ no es más que otra afrenta. Llevaban
ya una intensa lucha contra la siembra de soya y maíz transgénicos, contra la
muerte de sus abejas y la amenaza a la apicultura tradicional por los
agrotóxicos y transgénicos, contra la deforestación y la contaminación de aguas
y suelos causada por la invasión de empresarios menonitas que arrasan todo con tractores
y cadenas para sembrar monocultivos industriales con alto consumo de
agrotóxicos y hasta transgénicos en forma ilegal, y ahora tuvieron que
enfrentar también esta iniciativa disfrazada de ‘sustentable’.
“El ASPY incluye la promoción de la
‘certificación ejidal’ y asegurar el ‘manejo’ de bosques, formas encubiertas de
facilitar que se rente o venda la tierra, y que los bosques entren en los
programas REDD, quitando a las
comunidades el manejo de sus bosques mediante técnicos externos, vendiendo las
funciones vitales de los bosques como mercancía en los mercados de carbono.”
Por
fortuna, las comunidades y las organizaciones actuaron con celeridad y lograron
interponer amparos que hicieron que los jueces declararan insubsistente
el ASPY, para escándalo de gobiernos, empresas, medios de
comunicación e incluso ciertas ONG, que no imaginaron un triunfo tan contundente
de los mayas. “Contrario a lo que dice la propaganda, el ASPYestablece un marco
que promueve a empresas y ONGs trasnacionales en su invasión de los territorios
indígenas de la Península. Quienes se oponen son presentados como
opositores al ‘desarrollo verde’, no como pueblos indígenas que legítimamente
defienden su territorio. Las comunidades mayas entendieron el fondo del
proyecto, e iniciaron un proceso de discusión y la demanda que finalmente
ganaron”, dijo Ribeiro.
En
un comunicado al momento de las sentencias, el Consejo Regional Indígena Maya
de Bacalar, la Asamblea de defensores del Territorio Maya Muuch’ Xíinbal, el
Colectivo de Semillas Muuch Kanan l’inaj, Educe Quintana Roo y la Asamblea
nacional de Afectados Ambientales declararon:
“El
Acuerdo dice que para el 2020 se reducirá la deforestación, sin embargo, a
nosotros nos preocupa que muchos de los mega proyectos aprobados en el marco de
esto que los gobiernos llaman ‘desarrollo sustentable’, dejarán miles y miles
hectáreas deforestadas para instalar parques eólicos, paneles solares, mega
granjas, desarrollos inmobiliarios y turísticos. La amenaza que los
megaproyectos de energía eólica y fotovoltaica representan para nosotros es muy
grande porque en la Península se han aprobado 15 proyectos de energía renovable
a favor de empresas que ni siquiera son mexicanas. Nosotros nos preguntamos
¿Cuánto dinero van a generar esos proyectos? ¿Quiénes se beneficiarán
principalmente de esos negocios que llaman verdes? Porque a los pueblos han ido
a rentar las tierras y la ganancia que queda a los ejidatarios es de 70
centavos por día mientras que las empresas ganarán millones.”
Pero
las sentencias fueron más que contundentes porque un juez en Yucatán valoró “la
presencia de las comunidades mayas asentadas en la región y la trascendencia
económica, política y religiosa de la cultura maya, reconociendo las
implicaciones de los derechos a la tierra y al territorio, y expresamente “la
ocupación histórica de la comunidad indígena maya en el territorio de la
Península de Yucatán y la necesidad de contar con su participación mediante una
consulta efectiva”. Los magistrados en Quintana Roo “reconocieron que son los
habitantes de las comunidades quienes han empleado ancestralmente los
conocimientos tradicionales y desarrollado innovaciones y prácticas pertinentes
para la conservación de la diversidad biológica y el uso sustentable de los
recursos naturales de sus territorios. Y señalaron que la garantía de consulta
es indispensable para salvaguardar la libre determinación de los pueblos y los
derechos culturales y patrimoniales que les corresponden”, según consta en un
texto del abogado Raymundo Espinoza quien acompañó este proceso de litigio
participativo, donde anota algunas conclusiones fuertes derivadas: “Las
sentencias protegen al pueblo maya peninsular en su conjunto y no sólo a las
comunidades donde habitan los quejosos o a ciertas localidades particulares de
una u otra entidad federativa. La figura de los consejos indígenas se vuelve
fundamental ante la relevancia histórica reconocida a las comunidades mayas y
la obligación de consultarlas. Las resoluciones son complementarias y en
diversos aspectos constatan la inconstitucionalidad del Acuerdo. Las sentencias
constituyen un freno contra el esquema de gobernanza ambiental desarrollado en
la Península y las aspiraciones de políticos locales y organizaciones
regionales, quienes pretendían avanzar desarrollando negocios verdes de forma
unilateral y sin transparencia, sin consideración a los perjuicios que puedan
causar a las comunidades mayas”.
Publica Pedro Uc, poeta maya, en
su muro de Face Book: “Han empezado con éxito la reforestación del campo, el
proyecto es de un millón de hectáreas. Los primeros árboles miden 170 metros de altura,
los que siguen en Ixil son de 270 metros . Cada una de sus ramas se moverá con
una velocidad de 400 Km
por hora y necesita 2 mil toneladas de concreto para su cimentación; es una
nueva era, ya no le llamarán selva alta, sino área eólica natural protegida.
Ninguno será derribado por el tren maya”.
Ya hay la iniciativa de que se
extenderá el ritual del primero de diciembre para que los pueblos mayas le den
su bendición al tren. De Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, le
saludarán con devoción, según nos promueven en las propagandas que ya circulan
por todas partes y que Gloria Muñoz anota en su columna Los de Abajo en La
Jornada.
Dicen Sergio Guerrero, Gabino Martínez,
Héctor Muñoz y Samuel Rosado en “El llamado tren maya”, aparecido este sábado
en Ojarasca 260. “La entrada de los hoteles supuso un despojo
real de las costas de los pueblos mayas y, con ello, de la pesca y el disfrute
de su territorio. El despojo no sólo es un hecho jurídico como algunos
economistas neoclásicos pregonan (cuando acaso lo reconocen), sino que
consiste en la negación del uso del territorio antes habitado por otra
cultura u otro modo de relación con la naturaleza. Esta negación se
produce en positivo: al construir los hoteles, en vez de respetar los
manglares, los espacios determinados por los pueblos y las comunidades para la
pesca, la siembra y el disfrute del entorno se transforma la relación original.
Aunque la costa siga siendo “federal” y no esté bajo el dominio jurídico
oficial de los hoteles, el despojo, la construcción en positivo de otro modo de
relación con la naturaleza que premia la ganancia de los hoteleros y de los
cárteles de la droga en vez de a los pescadores, comuneros, campesinos,
pobladores y defensores de la selva significa despojarlos realmente de su
territorio”.
El
Tren Maya no es una vía tendida circundando la península, una vía transísmica y
en parte chiapaneca. Es un tramado de proyectos de todo tipo que se activará de
la misma manera que lo intentó el ASPY. Es el ASPY “recargado”. Y ahora les
urge a los empresarios que tanto despotricaron cuando se les cayó el negocio.
Porque siguen pensando en la instalación de por lo menos 6 parques solares y 9
parques eólicos, más la instalación de granjas industriales de cerdos y pollos
como la que se ha querido imponer en Homún, para peligro de los sistemas
hidrológicos subterráneos que atraviesan toda la Península.
Y
si el ASPY fue promovido por unas cuarenta empresas y ONG de conservación como
la no muy bien vista The Nature Conservancy, todavía es poco claro quienes
están detrás del Tren Maya. Pero sin duda es un megaproyecto tal vez mayor que
el infame Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
Tenemos
que insistir en que una vía nunca será sólo una vía. Como lo han planteado los
urbanistas libertarios como Buckminster Fuller o el sabio y entrañable Jean Robert,
la apertura de una vía es la puerta para una urbanización que se extiende en
drenajes, cableado eléctrico, tubería de agua potable, alumbrado público y los
servicios y lotificación que surgen a su paso. Se rumora que en cada punto de
parada del tren se avizoran ciudades de unos 50 mil habitantes. Y la
reactivación de los mismitos proyectos contemplados con anterioridad en el
ASPY.
Recuerden las palabras de Alfonso Romo
el 21 agosto de 2018 (recogidas por Expansión) al
declarar: “El reto de esta administración es hacer un México moderno.
Tenemos toda la confianza, se va a convertir en un paraíso de inversión”. Romo
dijo que, desde su puesto, buscará ser el contacto del sector privado con el
gobierno, para impulsar el crecimiento de México. El empresario se enfocará en
un crecimiento de la economía de 4% anual, en promedio, el desarrollo de una
política industrial, la revisión de todos los tratados comerciales y el impulso
de la región sureste del país, con proyectos como el tren y el aumento de la
productividad de cultivos tropicales”.
En el fondo, la dicotomía yace
entre la promoción y reconocimiento de la autonomía o su sustitución por la
versión más deslavada de ésta, que es que te pregunten tu opinión.
El
antropólogo José Del Val dijo en un reciente evento en la Dirección de
Etnología y Antropología Social (DEAS): “un Instituto de los Pueblos Indios,
que es la intervención del Estado hacia los pueblos, implica solamente
asistencia social. Mientras los pueblos no sean sujetos políticos plenos, la
acción del Estado se queda en el indigenismo”.
Las
consultas, como las conocemos en el actuar institucional son una de las formas
eufémicas de ese asistencialismo. Te consulto, pero sólo para que constates mi
buena fe. No porque me importe tu opinión, parecen decirnos.
Por qué, si no, siguen prometiendo que
van a declarar a los pueblos “sujetos de derecho público” y vuelven a dejarnos
una ley del INPI tan insuficiente, que dice declararlos y remite los términos
al artículo 2 Constitucional donde solamente son “sujetos de interés público”,
como bien lo detectó Magda Gómez en La Jornada el 27 de
noviembre.
Y algo que le confiere a la
dicotomía autonomía-consulta su matiz más lacerante, la herida reluciente que
es el más mordaz de los símbolos que aquí nos competen. Lo dijo Heber Uc, de la
Asamblea de Colectivos del Poniente de Bacalar, en esa misma reunión en la
DEAS: “ya no queremos que nos vengan a consultar sobre SUS proyectos. No se dan
cuenta siquiera que nosotros tenemos la capacidad de proponer y operar nuestros
propios proyectos”.
- Editor, investigador independiente y acompañante de comunidades
para la defensa de sus territorios, su soberanía alimentaria y autonomía. Forma
parte de equipo Ojarasca y Grain
Desinformémonos, 17 de
diciembre, 2018
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/Los-simbolos-no-solo-habitan-las-ceremonias
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