Colonialismo y
colonialidad
de Nuestra América
20 de diciembre de 2018
Por Homar Garcés (Rebelión)
Desde hace ya largo tiempo, en el ámbito sociológico de Nuestra
América diversas voces han contribuido a la gestación de una racionalidad
no-eurocéntrica, especialmente centrada en lo que ha sido la realidad
dependiente y colonizada de nuestros países (sin dejar de extender sus miradas
al conjunto general que conformamos como territorio frente al mundo). No
escasean quienes, antes y luego de la lucha inicial por la independencia,
plantearon la necesidad de alcanzar plenamente la independencia intelectual de
las naciones de nuestra América. Pensadores de índole diversa, como Simón
Rodríguez, José Martí o José Carlos Mariátegui, cada uno en su momento y desde
perspectivas particulares, juzgaron harto necesaria esta otra independencia,
especialmente cuando en el horizonte comenzó a perfilarse un nuevo tipo de
dominación imperial, distinto en métodos y doctrina, pero igual en intereses al
de España.
Este ha sido
un proceso no carente de ciertas dificultades, sobre todo si se considera la
fuerte influencia ejercida por el eurocentrismo sobre el mundo académico y las
relaciones de poder derivadas del modelo de Estado burgués liberal vigente.Al respecto, vale aclarar, de acuerdo a lo escrito en «Colonialidad del Poder y Clasificación Social» por Aníbal Quijano, que el eurocentrismo «no es la perspectiva cognitiva de los europeos exclusivamente, o sólo de los dominantes del capitalismo mundial, sino del conjunto de los educados bajo su hegemonía. Y aunque implica un componente etnocéntrico, éste no lo explica, ni es su fuente principal de sentido. Se trata de la perspectiva cognitiva producida en el largo tiempo del conjunto del mundo eurocentrado del capitalismo colonial/moderno, y que naturaliza la experiencia de las gentes en este patrón de poder. Esto es, la hace percibir como natural, en consecuencia, como dada, no susceptible de ser cuestionada. Desde el siglo XVIII, sobre todo con el Iluminismo, en el eurocentrismo se fue afirmando la mitológica idea de que Europa era preexistente a ese patrón de poder; que ya era antes un centro mundial del capitalismo que colonizó al resto del mundo y elaboró por su cuenta y desde dentro la modernidad y
Gracias a la influencia ideológica-cultural de la Ilustración, en nuestra América se dio por sentado que la historia y el progreso humanos seguían un curso ineludible, una línea recta, que desembocaría en el establecimiento de un modelo de sociedad universal que estaría, por supuesto, bajo la sacra tutela civilizatoria de Europa, al que era preciso incorporar (de ser preciso, a la fuerza) al resto de los continentes que se hallaban, según la óptica eurocentrista, en estado salvaje. Así, América vino a ser descubierta y «sumada» a la historia, a pesar de los miles de años transcurridos del poblamiento de su ancho territorio. No se hizo lo mismo con África y Asia, dados los antecedentes de contactos -en uno u otro sentido- con sus habitantes, especialmente de índole comercial.
Abya Yala (nuestra América) vendría a conjugar la fantasía y el afán de riquezas de los aventureros europeos, a tal grado que su búsqueda incesante de la ciudad de El Dorado marcaría el objetivo de sus incursiones en el territorio desconocido que reclamaron como propio, en nombre de su monarca. Desde entonces, el suelo de nuestra América se convirtió en escenario propicio para hacer realidad las fantasías del Paraíso en
Esta marca de nacimiento del colonialismo y la colonialidad de Nuestra América (lo cual podría aplicarse igualmente al conjunto de África y Asia, sin mucha complicación) explica en gran parte -si no todo- la serie de conflictos suscitados en relación con los derechos democráticos y humanos reclamados por los sectores populares y la renuencia y represión mostradas, al mismo tiempo, por los sectores oligárquicos dominantes; en una lucha que muchas veces no se puede circunscribir meramente a una lucha de clases sino que la trasciende y abarca un mayor nivel.
Se podría responder que «no es simplemente un conocimiento nuevo lo que necesitamos; necesitamos un nuevo modo de producción de conocimiento. No necesitamos alternativas, necesitamos un pensamiento alternativo», tal como lo expone Boaventura de Sousa Santos en su libro «Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social (encuentros en Buenos Aires)», hablando de la necesidad revolucionaria que tienen los pueblos de los países periféricos del sistema capitalista global de emprender nuevos caminos hacia su emancipación integral, prescindiendo en la medida de lo posible del cúmulo filosófico heredado del eurocentrismo, habida cuenta de lo que éste ha representado en la historia de represiones, explotación y fascismo social que los mismos tienen en común a manos del Estado burgués liberal. Esto nos lleva a citar del mismo autor lo que él denomina monocultura del tiempo lineal, esto es, «la idea de que la historia tiene un sentido, una dirección, y de que los países desarrollados van adelante. Y como van adelante, todo lo que existe en los países desarrollados es, por definición, más progresista que lo que existe en los países subdesarrollados: sus instituciones, sus formas de sociabilidad, sus maneras de estar en el mundo. Este concepto de monocultura del tiempo lineal incluye el concepto de progreso, modernización, desarrollo, y, ahora, globalización. Son términos que dan idea de un tiempo lineal, donde los más avanzados siempre van adelante, y todos los países que son asimétricos con la realidad de los países más desarrollados son considerados retrasados o residuales».
Hará falta entonces emprender una sostenida ruptura teórica,
política, cultural y académica contra toda forma de poder que tenga por base la colonialidad. Esto
implica la reelaboración de experiencias compartidas y protagonizadas desde
abajo por los sectores populares, lo cual se convierte en un elemento clave
para lograr una emancipación realmente integral de pueblos y personas; al mismo
tiempo que se confronta la coyuntura política generada por los intereses de las
grandes corporaciones transnacionales, a nivel de nuestra América y el resto
del mundo.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250388
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