domingo, 9 de diciembre de 2018

Advirtamos: “Desde hace más de medio siglo se sabe que ese modelo no es una alternativa válida para el desarrollo. Esa matriz extractiva tiene consecuencias en materia de clase social, genera una distribución del ingreso que tiende a la polarización social, consolida a las élites y conlleva escasa redistribución”.

Colón 2.0: cinco siglos de extractivismo y pobreza

18 de agosto de 2018
La fuga de materias primas parece ser la única salida económica de gobiernos de izquierda a derecha. Cómo pensar el extractivismo, la dependencia y la matriz de la pobreza. Salidas y pueblos que resisten.
Por Darío Aranda
La foto recorrió los diarios del mundo en abril de 2009. Durante la cumbre de presidentes del continente, Hugo Chávez le entrega el libro Las Venas Abiertas de América Latina a Barack Obama. Una decena de presidentes de América sonríen y aplauden. Todos conocen el libro, y todos aplican el extractivismo (minero, petrolero, agro) en sus países. Nueve años después, Mauricio Macri anuncia en conferencia de prensa que Argentina profundizará su política minera, petrolera y de agronegocios. Sin distinguir signo político, de izquierda a derecha, los gobiernos de América Latina atan su destino al mismo modelo: el extractivo.

No tan progres

Los agrocombustibles son parte de un modelo de agronegocio en manos de grandes multinacionales, muy cuestionado por sus efectos sociales y en el ambiente. Brasil es el segundo exportador mundial de soja transgénica y líder en agrocombustibles. “Los críticos a los biocombustibles están cada vez más activos, pero nosotros vamos a seguir adelante. Seguiremos porque estamos en el camino correcto. Esto es bueno para Brasil y estamos convencidos de que es bueno para el mundo”, defendió Luiz Inácio Lula da Silva en abril de 2008, en Brasilia, en la inauguración de la etapa ministerial de la trigésima conferencia regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
La petrolera brasileña Petrobras confirmó en 2007 el descubrimiento de gigantescas reservas de petróleo en el llamado “campo de pre-sal” (a unos seis kilómetros bajo el suelo marino del Océano Atlántico). En agosto de 2009, en la ceremonia de lanzamiento del marco regulatorio para la exploración, Lula da Silva no dudó: “El pre-sal es una dádiva de Dios, es un pasaporte para el futuro. Vamos a invertir en lo más precioso que tenemos: nuestros hijos, nuestros nietos”.
José “Pepe” Mujica es de los políticos con mejor imagen del continente, presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Férreo defensor de las plantas de celulosa, su modelo se sostuvo a costa del extractivismo forestal. “La planta UPM-Botnia (que generó el conflicto con Argentina) hace las cosas bien, cuida el medio ambiente mejor que Uruguay”, argumentó Mujica en junio de 2014. Ante la certeza de que la pastera contaminaba con fósforo el río Uruguay, el presidente autorizó un aumento en la producción y volvió a defender a la multinacional finlandesa: “El dique de mi chacra genera más fósforo que Botnia”.
Situaciones similares vivieron con Rafael Correa y la explotación petrolera en Ecuador, con Evo Morales y la megaminería y los hidrocarburos en Bolivia. Y con todos los gobiernos de América Latina. Entre ellos, el accionar del kirchnerismo en Argentina, y su estratégica alianza con emblemas del extractivismo como Barrick Gold, Monsanto y Chevron, entre otros.

Dos siglos igual

Desde que llegó Colón hasta hoy la principal política de América Latina es ser proveedora de materias primas.
Numerosos académicos, activistas y movimientos sociales han dado testimonio de la directa vinculación entre esa matriz productiva y la dependencia de los países de Europa Occidental, Estados Unidos y, más reciente, de China.
“El granero del mundo”, fue bautizada Argentina por la llamada Generación del ‘80. En mayo de 2017 en La Rural Mauricio Macri aseguró: “Queremos dejar de ser el granero del mundo para ser el supermercado del mundo”. En diciembre de 2017, Eduardo Levy Yeyati, director del Programa Argentina 2030 (iniciativa del macrismo para “la elaboración de una visión compartida de la Argentina a la que aspiramos”) celebró el avance transgénico del agro y aportó una nueva definición: “No somos el granero del mundo: somos el laboratorio. El agro es un sector ubicado en la frontera mundial de la innovación, que exporta tecnología y que podría exportar mucho más”.
En 1880 Argentina exportaba cueros de ganadería, tasajo (carne seca y salada), lana y granos. Todos “productos primarios”, materias primas. 138 años después, en la actualidad, Argentina es el tercer exportador mundial de soja transgénica, pilar de la economía desde hace veinte años. Dos siglos más tarde, seguimos exportando productos primarios.

Dependencia mental

Hay una larga historia de dependencia material de las exportaciones de materias primas y también de dependencia mental, o como le queramos llamar a cuerpos-mentes colonizados que no son capaces de pensar y actuar de modo diferente al amo. Aquí el amo es el dinero, el imperio y las reglas de juego del comercio y las relaciones internacionales. Los gobiernos no tienen el coraje ni el valor como para siquiera intentarlo”, afirma Raúl Zibechi, periodista e intelectual uruguayo, autor de media docena de libros sobre luchas territoriales, extractivismo y movimientos sociales.
Zibechi señala en particular a los gobiernos de Bolivia, Brasil y Uruguay. “El gobierno de Evo Morales habla del salto industrial, pero sigue profundizando su dependencia de la minería y los hidrocarburos, como todos los demás gobiernos de la región. El país más industrializado, Brasil, modificó su matriz exportadora en contra de la industria para exportar cada vez más soja y mineral de hierro. Ahora Uruguay exporta ganado en pie, algo que la izquierda siempre rechazó, y fue precisamente Mujica el que impulsó y justificó eso”.
Una ya clásica mirada desde sectores progresistas o de izquierda es señalar que el extractivismo es una “contradicción secundaria” o una etapa para lograr el posterior “desarrollo”. Zibechi advierte que el extractivismo es la contradicción fundamental y afirma que quienes mejor lo analizan son los zapatistas cuando lo llaman la “cuarta guerra mundial”, una guerra del capital contra los pueblos para apropiarse de los bienes comunes y convertirlos en mercancías. “Es una guerra de despojo donde las mujeres y los pueblos originarios y afros son las principales víctimas, que no tienen lugar en en este modelo de muerte”, advierte.
Zibechi afirma que es posible salir del extractivismo, pero que para ello es necesario un conflicto de “gran envergadura, permanente y durante un tiempo relativamente extenso, de modo que se consiga bloquear el modo de acumulación, del mismo modo que un largo proceso de luchas obreras bloqueó la acumulación por extracción de plusvalía en la industria. En Argentina ese proceso de luchas comenzó hacia el 17 de octubre de 1945 y se extendió hasta la oleada de puebladas entre 1969 y 1972, con quince levantamientos obreros y populares en más de diez ciudades”. El uruguayo califica a las clases medias urbanas como un “aliado muy potente” del extractivismo.

Pronóstico de tormenta

El presidente Mauricio Macri dio una conferencia de prensa el 18 de julio en la que reconoció la crisis económica (la llamó, una vez más, “tormenta”), defendió el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, culpó a la “herencia” del gobierno anterior y ratificó que seguirá bajando las retenciones a los productores de soja. Lo que menos remarcaron los medios comerciales fue que el Presidente ratificó la profundización del perfil de Argentina como proveedor de materias primas: petróleo, agro y minería.
En aquella conferencia, Macri dijo:
·         “Por suerte entre las cosas que están funcionando positivamente está la energía. A la velocidad que está aumentando la producción en Vaca Muerta vamos a ser en tres años exportadores netos de gas”.
·         “Tal vez en cuatro o cinco años estemos exportando más de medio millón de barriles de petróleo. Este año trabajan 30.000 familias. El año que viene serán 80.000 y en un par de años serán medio millón. Es energía para Argentina y el mundo”.
·         “Tenemos futuro. Con la minería, con la agricultura, con la producción de energía”.
·         “Las retenciones (impuesto a la exportación) no son un impuesto inteligente, destruye el futuro. Por eso sacamos las retenciones al campo y a la minería”.
·         “El camino es apoyar, por ejemplo, que desde el Norte argentino se provea de litio al mundo entero. Desde Salta, Jujuy, Catamarca se generan miles de puestos de trabajo y son cada vez más los proyectos que están comenzando”.


Crecer y reventar

Jenny Luján es parte de la Asamblea por la Vida de Chilecito (La Rioja) y la Unión de Asambleas Ciudadanas (Regional NOA), desde donde han reflexionado mucho sobre el extractivismo como un modelo histórico del continente y que impacta “en los territorios, los cuerpos, las vidas y los sueños”. Luján no tiene dudas de que los gobiernos latinoamericanos, “ya sean progresistas o de derecha como el actual de Argentina”, apuestan al mismo modelo de desarrollo económico “porque todos son socios de las empresas extractivas, y por eso no permiten que se desarrollen alternativas, porque no le conviene a sus intereses”. Las asambleas socioambientales rechazan la minería, el fracking, la deforestación y el agronegocio sin importar el gobierno que lo impulse porque, dice Luján, “las consecuencias son las mismas para los territorios afectados”.
Luján recuerda que el extractivismo tiene directa relación con las políticas seguridad. El último caso, el decreto del presidente Macri de permitir que las Fuerzas Armadas intervengan en asuntos internos: “Es para avanzar con el disciplinamiento de los disidentes a las políticas extractivistas”, dice Luján.
No tiene dudas de que existen alternativas. Y que las mismas pasan por “poner a la vida en el centro del desarrollo”, con fundamental protagonismo de los pueblos originarios y campesinos, con una relación más amigable con la naturaleza, donde el ser humano comprenda que es sólo una especie más de la naturaleza y no está por encima de ninguna otra especie. “El desarrollo de un país no puede pasar sólo por el crecimiento económico. El extractivismo es producto del positivismo, que nos pone a los seres humanos como centro y en condiciones de dominación a la naturaleza. Ese es un error fundamental”, afirma Luján.
Otras organizaciones de base que desde hace años cuestionan y reflexionan sobre el rol extractivo-colonial de los países de América son la Conaie (Conferación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador), la Red de Comunidades Afectadas por la Minería (México) y el Movimiento Contra las Represas en Mesoamérica.

Las nuevas colonias

Horacio Machado Aráoz es autor de Potosí, el origen. Genealogía de la minería contemporánea, donde traza el vínculo del extractivismo desde la llamada “Conquista de América” hasta Minera Alumbrera en la Catamarca actual. Dice: “Ser proveedores de materias primas obedece a un patrón de división internacional del trabajo heredado de la época colonial. El extractivismo es un rasgo estructural del capitalismo como sistema de acumulación mundial. Para que se produzca esa acumulación es necesario que haya zonas de sacrificio, coloniales, que provean los subsidios ecológicos de ese consumo desigual del mundo”, explica.
Machado Aráoz es muy respetado por los movimientos sociales de América Latina, más conocido en el exterior que en Argentina. Como investigador del Conicet también es parte de las asambleas de catamarqueños contra la minería y de la organización Sumaj Kawsay (“buen vivir”). “No hay capitalismo sin extractivismo. Y el capitalismo implica la reafirmación de una estructura colonial de la economía mundial”, resume.
Machado es muy crítico de cómo los gobiernos de izquierda o progresistas hicieron eje en el extractivismo. “Es inentendible que en el siglo 21 gobiernos que dicen que querían un cambio progresista insistieron sobre la base de un modelo ya fallido, muy conocido y muy debatido en América Latina, con consecuencias económicas, políticas, sociales y que consolida la dependencia”, destaca. Y agrega: “Un gran aprendizaje de ese período debiera ser que como países herederos de un régimen colonial, que prolongamos y profundizamos, no podemos aspirar a un modelo de desarrollo igual o equivalente al de los países industrializados. Debiéramos aspirar a otro modelo de desarrollo, basado en otro tipo de matriz de producción y de consumo”.

Otros relatos

Machado Aráoz, que es director del doctorado en Ciencias Humanas de la Universidad de Catamarca, cuestiona también que sectores de izquierda crean que el extractivismo es una “contradicción secundaria” o que se trata de un mal necesario para llegar a un posterior desarrollo. “Es la posición de lo que llamamos la izquierda oficialista, los intelectuales y políticos que siguen incondicionalmente a los gobiernos progresistas, Álvaro García Linera, Atilio Borón y Emir Sader, los más difundidos. Es una posición totalmente equívoca, que reproduce viejos errores de la izquierda ortodoxa del siglo pasado, delata una ceguera epistémica que estos sectores de izquierda tienen respecto a la naturaleza, aunque muchos han revestido su discurso de verde, al igual que el capitalismo”.
En muchos escritos sobre el tema, Machado Aráoz explica que sectores de izquierda siguen sin entender que el capitalismo no es solo la depredación de la fuerza de trabajo, sino que produce la depredación de las fuentes de vida, la naturaleza, de las cuales el trabajo es un aspecto más. “La vieja izquierda es una izquierda productivista, piensa en los términos del capitalismo respecto al desarrollo tecnológico, tiene fe ciega en la expansión de las fuerzas productivas, creen en un horizonte de crecimiento infinitivo. Esto, que podría ser perdonable para Marx o Engels, en el Siglo XIX, es incomprensible en los tiempos actuales”.
Horacio Machado Aráoz agrega que el extractivismo, impulsado por gobiernos de izquierda y progresistas, tiene un importante sesgo racista, que parte de la base de un patrón productivista, de crecimiento infinito, y con un prometido desarrollo de base urbana, con trabajadores industriales. Para él, amplios sectores siguen pensando que los pueblos originarios y campesinos no son sujetos históricos portadores de alternativas. “Buena parte de los sectores de izquierda, a pesar de la retórica que se dice respetuosa de los pueblos indígenas, los siguen viendo como sujetos anacrónicos, los siguen pensando como minorías que hay que mantener en determinados reductos territoriales pero no se los piensa como sujetos políticos capaces de proveernos de soluciones para el futuro”, remarca.
Aclara que existieron teóricos y gobiernos que propusieron un modelo distinto para la región entre las décadas del 40, 50 y 60 del siglo pasado, muchos de ellos inspirados en la llamada “escuela de la Cepal” (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, organismo de Naciones Unidas), donde el economista Raúl Prebisch fue uno de los referentes.
La teoría social crítica latinoamericana nace con cuestionamientos por las consecuencias de este modelo primario exportador. Machado Áraoz dice: “Desde hace más de medio siglo se sabe que ese modelo no es una alternativa válida para el desarrollo. Esa matriz extractiva tiene consecuencias en materia de clase social, genera una distribución del ingreso que tiende a la polarización social, consolida a las élites y conlleva escasa redistribución”.
Gustavo Castro, de la organización Otros Mundos-Amigos de la Tierra México grafica el saqueo en clave histórica y aporta un dato que quizá resuma esta historia eterna: “En México, del 2000 al 2011 se extrajo 2.5 veces más oro que  durante los 300 años de colonia”.
https://www.lavaca.org/mu126/colon-2-0-cinco-siglos-de-extractivismo-y-pobreza/

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