Oteando entre una
“izquierda” que no lo es y un izquierdismo conservador
El síndrome del
autoconvencimiento errado
30 de noviembre de 2017
Por Arturo D. Villanueva Imaña (Rebelión)
Lo que se quiere demostrar
El comportamiento humano siempre será motivo
de investigación y curiosidad, pero sobre todo de enorme sorpresa, en vista de
la increíble como inagotable capacidad que tenemos para sorprendernos a
nosotros mismos, e ingeniarnos modos de reacción y respuesta frente a lo que
sucede.
Si bien es cierto que el título del artículo
(muy lejos de insinuar un contenido político), puede inducir a imaginarnos un
análisis centrado en el comportamiento y los trastornos que sufren algunas
personas, sea oportuno precisar que no siendo nuestro interés indagar causas o
motivos subjetivos o sicológicos que lo expliquen (tarea que muy bien podría
interesar a sicólogos o siquiatras); en este caso abordaré el fenómeno desde
otra perspectiva. Me refiero a la perspectiva de los hechos y los datos que se
producen en la realidad, pero que extrañamente producen y provocan una
incorrecta como equivocada percepción y apreciación sobre los mismos, para
terminar dando como resultado también, un equivocado posicionamiento y
respuesta frente a esa misma realidad.
Es decir, trataré de explicar cuál es el tipo
de lectura de la realidad que hace el gobierno de Evo Morales por una parte, y
por otra, algunos sectores progresistas, plataformas ciudadanas y hasta
movimientos sociales preocupados por el estado de cosas en el país; con el
objeto de explicar primero cómo se produce este síndrome de lo que llamo el
autoconvencimiento errado y, segundo, cuáles son las consecuencias de esta
distorsión en el campo social, económico y político. Ya decía Marx que no
siempre (y casi nunca) los hechos son como se presentan, porque si así fuese no
habría necesidad de una ciencia que se ocupe de desentrañar los acontecimientos.
Para el efecto, hay que señalar que el
síndrome del autoconvencimiento errado lo entendemos como un fenómeno por el
cual el sujeto (en este caso político), termina autoconvencido de que la
lectura que hace de la realidad es la única correcta, pero que además aplica
(esa misma interpretación) como fórmula de acción y respuesta ante los
acontecimientos y la
realidad. A partir de ello, se entenderá que lo que se busca
desentrañar son dos aspectos. Por una parte, por qué el gobierno de Evo Morales
no representa ninguna alternativa de izquierda, y mucho menos encara tarea
alguna de transformación y cambio, a pesar de su incansable adscripción
discursiva y verbal con la izquierda y el socialismo. En segundo lugar, por qué
algunos sectores sociales progresistas (muchos de los cuales sintiéndose
escaldados por lo que hizo y representa el llamado socialismo del siglo XXI, y
que por eso mismo no quieren y hasta rechazan denominarse como izquierdistas,
menos socialistas), tampoco muestran ninguna posibilidad para ofrecer una
alternativa postpopulista y, menos, postcapitalista, a pesar de que también
están empeñados en mostrar un rostro nuevo, frente al descontento que
representa el gobierno de Evo Morales, como el rechazo generalizado que provoca
la antigua derecha neoliberal.
En el caso del gobierno de Evo Morales, dicho
síndrome se traduce en las políticas públicas y el modelo económico que aplica;
y en el caso de los sectores que identificamos como progresistas, se traducen
en las propuestas y la forma de encarar la oposición política frente al estado
de cosas y ante el próximo periodo de transición democrática del 2019.
Es claro que en este análisis no se contempla
en absoluto lo que hace o podrían intentar aquellos sectores tradicionalmente
derechistas y conservadores, por la completa irrelevancia que tienen, no solo
por razones de desinterés y rechazo que provocan en la mayoría del pueblo, sino
por su propia incompetencia, incapacidad y falta de todo sentido de ubicación
frente a los acontecimientos nacionales.
El gobierno del MAS
En vista de los innumerables ejemplos
evidenciados y conocidos públicamente, es ya un hecho incontrovertible y
ampliamente divulgado, la descarada incongruencia entre discurso y práctica que
aqueja al gobierno de Evo Morales.
Tanto es así, que los ejemplos se remiten a
los más diversos campos que van, solo como ejemplo, desde lo que sostienen
respecto a los derechos de la naturaleza y lo que hacen con ella, pasando por
lo que ocurre con los derechos de los pueblos indígenas y la supuesta identidad
indigenista del gobierno, hasta la desvergonzada actitud machista y patriarcal
de la que el propio presidente ha hecho gala (con el respaldo de sus propias
ministras y otras altas autoridades que se desgarran las vestiduras en otros
casos conocidos, pero que no dicen nada cuando los mismos tienen origen en el
propio gobierno), sin mencionar casos de violencia, agresión, violaciones y
hasta feminicidios en las que no faltan autoridades y personalidades vinculadas
al oficialismo, nada menos que en un contexto de transformaciones y cambio que
el propio gobierno dice abanderar.
Producto de este fenómeno de disonancia entre
lo que se dice y lo que se hace, se explica tanto el abandono y traición al
mandato popular y la
propia Constitución que emergió como resultado de la Asamblea Constituyente ,
como la usurpación, el apropiamiento desvergonzado y el envilecimiento de los
postulados populares a los que se adscribieron inicialmente, pero que
posteriormente solo utilizaron como un discurso que pretende ser asociado a un
ideario de izquierda y socialista, cuando en realidad representa los intereses
más reaccionarios y conservadores de la derecha y el capitalismo neoliberal en
la práctica.
No es necesario ahondar más en este campo, que
a su turno constituye una de las principales causas del rechazo y el desencanto
popular respecto del gobierno, porque son los propios hechos y noticias que
surgen del accionar gubernamental, los que se encargan de evidenciar
cotidianamente esta flagrante como reincidente incongruencia.
El perverso legado político de esta impostura
sin embargo no es despreciable; porque equivocadamente suele ser asociada (y
malintencionadamente generalizada), como si se tratase de una característica
propia o inherente a la izquierda, y porque también le facilita argumentos a la
derecha y los intereses reaccionarios, para que ésta efectúe su tarea de
descalificación y critica, y así mismo capitalice en su favor dichos
despropósitos, siendo que se trata del mismo tipo de mañas, solo que reproducidas
por un sujeto político (el gobierno del MAS), que pretende adoptar una
identidad que no le pertenece.
Lo más grave del asunto no se reduce a dicha
incongruencia de la que por lo demás ya se han realizado varios análisis. Debe
llamarnos también poderosamente la atención, la disonancia que se produce entre
las medidas prácticas que adoptan, y lo que el gobierno cree que es el
referente ideológico y político que lo identifica como de izquierda y
socialista. Nada más falso.
Es decir, que no solo existe una incongruencia
entre el discurso y su práctica, sino también entre su práctica y lo que ellos
creen (y muy astutamente reclaman) que es su referente ideológico. En el primer
caso se trata de una flagrante disonancia entre el mandato popular y constitucional,
y las medidas gubernamentales puestas en práctica que implican su traición y
abandono. El ejemplo más importante es la imposición de la Agenda 2025, que
sustituye y tergiversa completamente el mandato programático contenido en la Constitución Política
del Estado. En el segundo caso, la incongruencia se produce entre las medidas y
políticas públicas que adoptan fundamentalmente a partir del segundo mandato
presidencial (2009), y lo que el gobierno considera y cree que se trata de un
ideario de izquierda y socialista. Frente a semejante situación, es imposible
dejar de sospechar de un sórdido oportunismo y una maquiavélica astucia.
Veamos con más detenimiento el segundo caso,
porque lo que se encuentra en juego no es meramente un posicionamiento falso y
equivocado (del que finalmente nadie está exento y hasta podría ser
razonablemente justificable), sino el futuro y el destino final de la Nación.
Un ejemplo emblemático (en tanto puede ser
entendido como un hito que resume al conjunto de pasos previos, entre los que
se encuentran por ejemplo las conferencias internacionales de Nueva York
-promovida nada menos que con el Financial Times- y Londres -con el mismo
propósito- de convencer y convocar a la inversión extranjera internacional para
que se localice en Bolivia), es el reciente IV Foro Internacional de Países
Exportadores de Gas que se reunió en Santa Cruz, y donde Bolivia (a puertas
cerradas), subastó 80 áreas de exploración hidrocarburífera entre 27 empresas
internacionales acreditadas.
Más allá del inaudito acto de entreguismo
antinacional y neocolonial con el que se firmaron diversos contratos con las
transnacionales (que por supuesto se encuentra en la antípoda del discurso
antiimperialista gubernamental), el mencionado Foro Internacional sintetiza un
conjunto de medidas y disposiciones previas que son sustancialmente
procapitalistas y responden a un modelo extractivista y neoliberal propio de la derecha. Dichas
medidas han ido desde la concesión y ampliación de facilidades, incentivos y
garantías (que inclusive afectan y nos quitan ingresos nacionales propios
provenientes del IDH para entregárselas a las corporaciones transnacionales),
pasando por la flexibilización de normas y procedimientos (entre las que se
encuentra por ejemplo la realización del proceso de consulta a los pueblos
indígenas), con el objeto de facilitar la entrega y concesión de extensas zonas
de exploración y explotación de los recursos naturales; hasta la apertura
indiscriminada de áreas protegidas y territorios indígenas (de alta
biodiversidad y estratégicos servicios ambientales como la producción y
conservación de lluvia y agua, de la que varios departamentos del país se
quejan y padecen por recurrentes y cada vez más críticos periodos de sequía), y
que tienen el mismo propósito extractivista y explotador.
Ahora bien, cuáles son los argumentos que
justifican y fundamentan semejantes medidas del gobierno boliviano? El propio
presidente Evo Morales ha señalado que lo que se busca es otorgar todas las
garantías para atraer la inversión internacional que permitirá incrementar la
producción actual de hidrocarburos, mejorar los ingresos y garantizar el
crecimiento económico del país. Es decir, unas razones y unos propósitos que no
podían ser más capitalistas y burgueses (salvo, claro está, que detrás de ello
se crea que no existe ninguna contradicción entre este tipo de iniciativas
económicas promovidas y su carácter empresarial, capitalista y de derecha).
El gobierno de Evo Morales está convencido de
que una vez superado este corto periodo de crisis y drástica reducción de los
precios internacionales de las materias primas (especialmente de los
hidrocarburos), y que produjeron la drástica reducción de ingresos nacionales
que afectó tanto a la economía; se puede volver a crecer. En su desesperación
por continuar alentado un desarrollismo salvajemente extractivista que le ha
permitido “sembrar cemento” (como él mismo dijo) y persistir en esa afiebrada
rutina de construir e inaugurar mega obras generalmente inútiles como
innecesarias, no se da cuenta que ese corto periodo de reducción de los precios
internacionales, NO es pasajera, sino que es mundial y corresponde al conjunto
del sistema capitalista (que él se empeña en sacarlo de la terapia intensiva en
la que se encuentra, ofreciéndole nuevas áreas de explotación y extractivismo).
El gobierno de Evo Morales lo que hace es
enfrentar la declinación económica y el decrecimiento, ahondando los factores
que agudizarán el problema. Con tal de recuperar la vitalidad de la economía,
ofreciendo una estabilidad que irremediablemente depende de lo que sucede con
la dinámica del sistema capitalista global (y no como él se imagina de las
medidas que adopte su gobierno); lo que hace (además de entregar y someter la
soberanía del país a la voracidad de los intereses capitalistas
transnacionales), es entregarse al sistema y formar parte de su lógica
capitalista y de un extractivismo salvaje de los recursos naturales. Es decir,
se hace parte del problema y NO de su solución.
Llegado a este punto como se podrá advertir,
ya no se trata únicamente de la cruda inconsistencia que demuestra que el
gobierno de Evo Morales no es de izquierda y socialista (como se quiere hacer
pasar); sino algo más grave. Que la lógica y el modelo económico que sustenta
no solo es procapitalista, neoliberal y de corte burgués (en el sentido más
conservador y reaccionario), sino que es parte y aplica un modelo que atenta
contra las bases de sustento mismo de La Vida (en su sentido más integral y
completo), así como contra la posibilidad de establecer una relación armoniosa
con la naturaleza, respetar sus derechos y los derechos de los pueblos
indígenas (que se han constituido globalmente en el baluarte indispensable para
resguardar los últimos y únicos medios
para que el planeta pueda alentar un mínimo resquicio antes de su completa
destrucción).
Se trata de una nueva fase, una etapa
diferente de la decadencia del sistema capitalista que no ha logrado ser
asimilada por el gobierno de Evo Morales, sino que por el contrario ha sido
fagocitado por él, convirtiéndolo en parte y engranaje de la declinación y de
su propia crisis. Por eso puede sostenerse que el gobierno de Evo Morales es un
gobierno impostor, pero además es un gobierno que de prorrogarse (como también
quiere desesperadamente), llevará al desastre al país.
Una izquierda conservadora que quiere fungir
como oposición “progre”
Sin lugar a dudas podría decirse que se trata
de una izquierda trabalenguas, porque acoquinada e insegura como está, pero
sobre todo persuadida de que el debate izquierda-derecha pertenece a la
prehistoria; entra en cólera y rechaza toda posibilidad de identificarse como
de izquierda, y menos socialista (porque entre otras cosas la “modernidad”
habría dado lugar a novedosas ideas y diferentes posicionamientos, y porque
además el socialismo del S. XXI habría demostrado hasta el agotamiento sus
límites).
En este caso el problema también es digno de
análisis. Sucede que más de 11 años de gobierno no han pasado ni pesado en
vano. Han marcado tanto la posibilidad de construir alternativas, que el solo
hecho de saber lo que se ha sucedido a nombre de izquierda y socialismo, ya de
por sí genera una resistencia que tiende a desmarcarse completamente de tal
identidad, pero además de no reconocerse con una corriente que representaría
todos los antivalores y los peores principios. No es poco (y hasta podría
decirse que es razonablemente lógico: nadie en su sano juicio se identificará
con lo que se desprecia). A su turno (efectuando una digresión marginal), eso
mismo explica y sucede con una buena parte de la población nacional, que
rechazando y repudiando completamente la otra cara de la medalla que representa
aquella derecha neoliberal y tradicional que fue expulsada –revueltas populares
de por medio-, también se pregunta: y entonces qué elijo?
Pero volviendo al tema central del acápite, lo
que se desea destacar es ese mismo fenómeno de autoconvencimiento errado al que
hicimos referencia al inicio, por el cuál este sector (buena parte del cual se
ha adherido y participa en diversos colectivos, plataformas, grupos de
ciudadanos autoconvocados, etc., que se han organizado con diferentes
propósitos), y que tratando de distanciarse de aquella derecha tradicional y
del propio masismo, se ha dado a la tarea de buscar un candidato y una figura
(nueva y no contaminada), y en algunos casos a plantear algunas innovaciones
programáticas que puedan servir de gancho para atraer el enorme descontento
popular que existe contra el gobierno, así como el rechazo que provoca aquella
derecha neoliberal expulsada.
En este caso, sin desdeñar la adopción de
poses “progre”, pero que expresa y desesperadamente quieren desvincular de
cualquier relación que pudiese tener con la izquierda y el socialismo, no
terminan de comprender que al plantear únicamente reformas (o inclusive el
cambio de régimen gubernamental), lo único que favorecen es precisamente la
perpetuación del sistema y el modelo (procapitalista, extractivista y
neoliberal), que supuestamente rechazan en la figura de Evo Morales y su gobierno.
Es decir, también se adhieren a la lógica y el
modelo imperantes, privándose de la oportunidad de plantear una alternativa
post populista y post capitalista como corresponde, si efectivamente quisiesen
constituir una real alternativa política. En otras palabras, no son ni
constituyen una alternativa diferente como quieren mostrarse; pero además
convalidan y forman parte de una lógica y un modelo que, en el mejor de los
casos, lo que podría conseguir es la optimización y perfeccionamiento de los
mecanismos y procedimientos del mismo sistema (de explotación, extractivismo,
dominación, enriquecimiento de minorías, etc.), pero que cada vez más tienen el
plus de destruir la naturaliza, el medio biótico y las condiciones de vida de
todos los seres del planeta. En fin, nada nuevo a pesar de las sesudas
disquisiciones que efectúan.
Una mención aparte merecen aquellos
movimientos sociales que entrañan importantes conquistas y que, de hecho, han
planteado serias interpelaciones al gobierno, pero sobre todo a la posibilidad
de construir un mundo diferente. Es el caso de los pueblos indígenas, los
movimientos feministas, antipatriarcales y contra la violencia hacia las
mujeres en todas sus manifestaciones, los movimientos obreros, y todos aquellos
otros sectores sociales que han protagonizado luchas y resistencias de gran
envergadura en el país.
En ningún caso se cuestiona o relativiza sus
luchas y conquistas (todo lo contrario), pero en honor a un sano criterio
crítico, hay que señalar su encapsulamiento y el excesivo celo para
concentrarse casi exclusivamente en la defensa de su causa y los asuntos que
les incumben; lo que les ha impedido en gran manera articularse y construir
movimientos de alcance más holístico y antisistémico, que propiamente sectorial
como se dieron.
Mientras estos movimientos se limiten a luchar
por conquistas específicamente sectoriales que además se encuentran
encorsetadas por los límites que le establece el propio Estado, entonces
difícilmente se podrá articular luchas de transformación y cambio más global, y
solo podrán conformarse con avances puntuales, constreñidos al régimen
imperante.
Estos son los desafíos que quedan en lo
inmediato. Se trata de un panorama sombrío, qué duda cabe, puesto que tal como
está encaminada la situación, sólo es previsible la reedición y/o instalación
de un régimen derechista, reaccionario y cada vez más brutalmente extractivista
en Bolivia.
Arturo D.
Villanueva Imaña, Sociólogo,
boliviano.