Asesinatos
en serie de chicos Wichí en Formosa
14
de abril de 2017
“Quiero pan” .
Un niño wichí de 11 años baleado por un policía en el
pueblo formoseño Ingeniero Juárez está luchando por su vida y tiene hambre en
un hospital público. El contexto de esteataque policial es aterrador: testigos
de la localidad denuncian asesinatos en serie de no menos que 17 chicos
indígenas, en parte asesinados por la policía. A esto se suman asesinatos
de personas mayores, violaciones sistemáticas de niñas, muertes dudosas en
hospitales y tráfico de órganos; una violencia morbosa que se replica en todo el
noroeste del país.
Por Stefan Biskamp, corresponsal alemán para
América Latina, para ANRed / Imágenes: comunidad wichí de Ingeniero Juárez.
El niño Wichí de 11 años Nazareno
Chávez se
encuentra todavía en el Hospital de la Madre y el Niño de Formosa Capital,
a unos 500 kilómetros
de su comunidad en Ingeniero Juárez.
Los huesos de su rodilla de izquierda fueron astilladas
por una bala de plomo de un policía hace más que tres semanas.
Su situación es precaria. Cuenta el referente de
comunidades Wichí de Ingeniero Juárez, Agustín Santillán, quién visito a
Nazareno recién: “El chico apenas
podía hablar. Me dijo: Quiero pan, ¿tenes algo de pan? Su boca estaba seca y
sus ojos lleno de dolor. Es un niño que no sabe porqué le
pegaron. Perdió mucha sangre y su herida es muy grave. Ahora no parece que
vuelva a caminar, todavía no está recuperando.”
La herida de Nazareno es producto
de una verdadera cacería de niños realizada por policías
provinciales en la tarde del viernes 21 de Marzo,
como ya se pudo documentar. Un grupo de niños se había sentado tranquilamente
en la vereda frente a la
Plaza Juan Domingo Perón cuando efectivos
bajando de un patrullero dispararon a los chicos y los siguieron disparando con
balas de goma y de plomo por una distancia de más que 100 metros . El resultado
fue tres niños heridos, dos de ellos por bala de plomo, lo más grave Nazareno.
“Es muy triste ver las lágrimas en los ojos de la madre,
porque su hijo casi murió y está luchando por su vida”, dice Santillán. Critica
a las instituciones por ocultar la gravedad de la herida. “Los políticos dicen, que Nazareno está bien, pero
no es así. Nadie investiga, ni los médicos dieron explicación. Les pregunte si
hay un resumen médico, pero me dijeron que no hay.“ Cuando la madre Ana Chávez ,
acompañado por el referente, quería denunciar el crimen en la comisaría de
Ingeniero Juárez: “ellos no aceptaron la denuncia. Ni nos
atendieron.”
Recientemente, el hospital pidió a la madre Chávez el
carnet de vacunas de su hijo. Por eso, tuvo que volver a su casa, un viaje de
unos mil kilómetros en total que solo pudo pagar con donaciones de una
organización humanitaria. Lo mismo pasa con la comida en el hospital: “Lo que
más bronca me da, es que el hospital no les da de comer, ni a los acompañantes
y ni al herido, la comida se la tienen que comprar”, dice Santillán.
En toda su crueldad la cacería de niños en
Ingeniero Juárez es parte de una violencia generalizada contra los pueblos
originarios especialmente en las provincias Formosa, Chaco y Salta. Es aparentemente un
fenómeno creciente. Como dice el ex cura de la teología de la liberación Patricio
Doyle, quién vivió 20 años hasta mediados de los 90´ con los
Wichí: “Esto no había cuando yo estaba.”
Al contrario de los originarios de la
Patagonia, como los Mapuche, pueblos como los Wichí del noroeste no fueron
asesinados sino esclavizados en el siglo XIX, porque los grandes ingenios
necesitaban una mano de obra barata. “Fue la iglesia quien los
quebró, no la fuerza armada”, dice Doyle. Explica que los misionarios quebraron
su autoestima enseñándoles “que toda su cultura era mal” y así los
esclavizaron. Sufrieron un genocidio silencioso durante el siglo XX. “El
Impenetrable fue un cementerio de proyectos de desarrollo”,
remarca.
Pero en los últimos tiempos en lugar de la demanda de
esclavos, creció la demanda de tierra para la explotación de recursos
naturales, especialmente para extender la frontera del sistema agro-exportador
transgénico – un sistema agropecuario casi sin mano de obra. El
originario no se necesita más y en esta lucha territorial se repite la masacre
en el sur del siglo XIX. Por eso los ataques violentos contra las
comunidades Wichí en Ingeniero Juárez y de los Qom en La Primavera, Riacho de
Oro, Pampa del Indio y una multitud de otras en la región..
Así se puede entender, por qué el crimen
policial contra el niño Nazareno y sus amigos tiene un contexto aún más
aterrador. Según testigos, son 17 los asesinatos de chicos Wichí – no
incluyendo los asesinatos de personas grandes – a manos de integrantes de
instituciones estadales o por sus protegidos. Estos números dan
cuenta de lo sucedido: desde el año 2000 sólo en Ingeniero Juárez, con 19 mil
habitantes, se trata de un patrón de crímenes contra los jóvenes originarios
que según testimonios de vecinos se repite allí, en otras localidades de las
Provincias de Formosa, Chaco y Salta.
En ningún caso de Ingeniero Juárez hubo un
juicio, la mayoría de los asesinatos ni siquiera fueron investigados
oficialmente, algunos de ellos se supone que fueron cometidos directamente por
integrantes de la policía.
En general, tampoco hubo denuncias de familiares por miedo a la
represión y “porque acá en Juárez no toman la denuncia” – la misma experiencia que tuvo la
madre de Nazareno –, aunque, como dicen los vecinos, “sabemos quiénes son que
los matan”.
Por ejemplo, un joven Wichí se encontró muerto en un basural.
“Sabemos que los que lo mataron y torturaron son policías y la causa quedó en la nada”, dice un referente. “Luego encontramos un chico todo esqueleto, le sacaron toda la piel y de eso no hubo justicia tampoco. Otro chico fue yendo para un paraje y sabemos quiénes lo mataron, porque tienen muchas vacas y entonces son políticos”, dice un vecino. Hace tres años una mujer joven fue violada. “La chica la mataron, le sacaron los dientes. El hospital dice que murió por deshidratación, pero como va a morir por deshidratación, teniendo así la boca y sin dientes, con todos los moretones. El tobillo estaba torcido y se veía que peleó con su agresor.” El asesino fue “uno de los dirigentes de acá de Juárez”.
“Sabemos que los que lo mataron y torturaron son policías y la causa quedó en la nada”, dice un referente. “Luego encontramos un chico todo esqueleto, le sacaron toda la piel y de eso no hubo justicia tampoco. Otro chico fue yendo para un paraje y sabemos quiénes lo mataron, porque tienen muchas vacas y entonces son políticos”, dice un vecino. Hace tres años una mujer joven fue violada. “La chica la mataron, le sacaron los dientes. El hospital dice que murió por deshidratación, pero como va a morir por deshidratación, teniendo así la boca y sin dientes, con todos los moretones. El tobillo estaba torcido y se veía que peleó con su agresor.” El asesino fue “uno de los dirigentes de acá de Juárez”.
En el año pasado asesinaron a Víctor
“Oli” Segundo, el número 17 de los asesinatos de chicos Wichí
en Ingeniero Juárez, un crimen morboso que se podría reconstruir de manera
precisa con nuevos testimonios, aunque el sistema judicial cerró el caso.
El joven, supuestamente de 16 años (no tenía DNI), fue golpeado brutalmente el 22 de Junio. Según testigos el asesino fue
el dueño criollo de un comercio y la razón del acto había sido el hecho que el
Wichí Olivero se había sentado en la vereda del local criollo.
“No sé cómo, pero Oli salió del barrio”,
cuenta la referente de la comunidad Barrio Belgrano, Ercilia
Agüero. “Se dice que le mandaron a comprar algo ahí en ese
negocio, pero cuando le mandaron ellos pensaron que el chico se había ido a su
casa, pero luego él no aparecía. Dos días estuvo desaparecido, al tercer día lo
encontraron a 50 metros
de ese negocio en una chacra, como un perro muerto”.
El joven fue desfigurado por golpes y
encontrado sin ropa, lo que impidió identificarlo. Fue declarado
fallecido y llevado al cementerio. Allá el encargado se dio cuenta que Víctor
Segundo todavía estaba vivo, significa que el joven había sufrido – “como un
perro tirado en la chacra” – dos días de agonía antes de detectarlo. Entonces
fue traslado a la terapia intensiva de un hospital de Formosa Capital, donde
murió. Solo cuando volvió su cuerpo, cosido como un
matambre como se puede ver en las fotos tomadas, su identidad fue revelada y
sus familiares, preparando el cuerpo para el funeral, detectaron que fue
vaciado de sus órganos.
Unas semanas antes de estos hechos una
mujer fue violada y golpeada por criollos de la localidad. Fue atacada
en un galpón abandonado del ferrocarril y murió en el hospital, caso que
tampoco fue resuelto por la
justicia. Estos crimines están acompañados por muertos
dudosos en hospitales. En una cantidad de comunidades hay
denuncias de personas trasladadas a los hospitales de las capitales
provinciales de Formosa y de Chaco que volvieron muertos con falta de unos
órganos.
El supuesto asesino del joven Víctor Segundo,
a quien miembros de la
comunidad Wichí acusan de participar también en violaciones
de mujeres Wichí, hoy en día está suelto y en libertad. Un hecho inédito,
especialmente en el contexto de los linchamientos de las últimas semanas, es lo
que paso, después de que las comunidades se dieron cuenta del asesinato.Unas mil personas se juntaron para reclamar
justicia y fueron al lugar del asesinato. Dice un testigo:
“Ellos llevaron al negociante y la señora, pero después la gente se frenó un
poco. Pensaba que por fin va a haber justicia. Entonces les entregaron a la
policía.”
Mientras que en el barrio porteño Palermo un
ladrón que robó un reloj marca Rolex de una turista casi es linchado, unos mil
vecinos de un joven asesinado bestialmente se resisten a ajusticiarlo y
entregan al supuesto asesino para que el estado haga justicia. Pero en lugar de
cumplir con su función, el sistema judicial liberó al comerciante y ahora está
persiguiendo a los manifestantes acusándolos de robo en banda y en poblado.
Entre los imputados se encuentran personas que probadamente no estaban en la
manifestación, como una mujer que ese día estaba internada en un hospital.
Otros imputados estaban, con testigos, en el campo afuera del pueblo. La
comunidad Wichí decidió no atender las audiencias judiciales en el pueblo de Las
Lomitas, unos 200 kilómetros de Ingeniero Juárez. No tenían
los recursos para viajar “y tenemos miedo”, dice un imputado: “pensamos si
vamos, nos pueden encerrar, y la gente se puso de acuerdo de no ir. Ahora
estamos como en rebeldía. Pero si lo va a buscar la policía a una persona no la
dejamos que se la lleven.”
El caso Víctor Segundo es emblemático, como lo
es la herida del niño Nazareno Chávez, por su crueldad. Ambos son casos que
exponen la perversión social donde las jóvenes y niñas originarias son
golpeadas y violadas casi a diario. De hecho, existe un verbo que da cuenta de
esta práctica en el noroeste argentino: se dice “vamos a chinear” cuando unos criollos
buscan una chica indígena para violarla.
Pero los casos de Olivar y Nazareno también demuestran,
cómo las instituciones del estado están involucradas directamente en los
crímenes: la policía, el sistema judicial y el de salud y el poder ejecutivo.
El estado no está ausente en este juego violento, está bien presente y es un
participante activo en crímenes organizados como el tráfico de órganos.
Recientemente un médico que atendió a un paciente Wichí refirió el caso de un
paciente que le comentó sobre una operación de apéndice que le practicaron en
un hospital público.
Cuando el médico pregunto dónde estaba su
cicatriz, el paciente la
mostró. El médico sorprendido constató que se encontraba en
la espalda justo encima del riñón.
Fuente:
http://www.anred.org/spip.php?article7548
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