La educadora popular
y activista ecuatoriana Fernanda Vallejo
participa en un acto de la ONG Perifèries en
Valencia
“Se han desmontado pueblos enteros
para explotar las minas”
3 de abril de 2017
3 de abril de 2017
Por Enric Llopis (Rebelión)
“¿Pueden
suicidarse los pueblos?”, se preguntaba el sociólogo Atilio Borón en un
artículo publicado el 31 de marzo en el periódico Rebelión. Concluía que así
ocurrió en Argentina tras la llegada a la presidencia de Mauricio Macri: en año
y medio se liquidaron las conquistas sociales de toda una década, y la
aplicación de un ajuste “salvaje” aumentó en 1,5 millones el número de pobres.
La reflexión venía motivada por la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales del dos de abril en Ecuador, que enfrentan al candidato
oficialista Lenín Moreno, de Alianza País, y al derechista Guillermo Lasso, del
Movimiento Creo. Parecidas advertencias a las de Atilio Borón se plantearon en
un manifiesto suscrito por economistas de once países, entre otros el
estadounidense James K. Galbraith. Tras una década de “importantes avances
económicos y sociales” (la que siguió a la victoria de Correa en los comicios
presidenciales de diciembre de 2006), los economistas recuerdan que la pobreza
se redujo un 32% en Ecuador entre 2006 y 2014. Señalan asimismo una distribución
más equitativa de los ingresos petroleros (principal rubro exportador de
Ecuador), lo que llevó por ejemplo a que la inversión en salud medida en
porcentajes del PIB se duplicara en la década siguiente.
Pero una parte de los movimientos populares
realiza un análisis diferente. María Fernanda Vallejo (Quito, 1966) trabaja en
la educación popular y para adultos desde hace más de dos décadas. En
conversación tras un acto organizado por la ONG Perifèries en
Valencia, caracteriza como “muy desarrollistas y coloniales” a los gobiernos
del presidente Rafael Correa. “En diez años podrían haber propuesto otras
líneas de generación de ingresos y matrices energéticas, que no fueran el
petróleo y las represas hidroeléctricas”, subraya. ¿Y en cuanto a la alternativa,
Guillermo Laso, expresidente del Banco de Guayaquil? La activista sostiene que
Ecuador se halla ante un “callejón sin salida”. Ciertamente, “esa otra derecha
posneoliberal es terrible, pero lo que tenemos tampoco resulta mucho mejor; se
están creando las condiciones para criminalizar a los pueblos en resistencia y
operar un despojo en beneficio de las compañías extractoras”. En ese punto no
observa un cambio fundamental.
El crudo marca la agenda en este pequeño país de 283.561 kilómetros
cuadrados de superficie. En julio de 2016 el ejecutivo anunció una nueva
reserva petrolífera, la mayor parte dentro del parque amazónico Yasuní, que
podría aportar según cifras oficiales 19.500 millones de dólares de ingresos
adicionales. Unos meses después, el 30 de noviembre la OPEP acordó en una
reunión mantenida en Viena una reducción del 4,45% (1,2 millones de barriles
diarios) de la producción petrolífera de los países miembros. La medida
apuntaba al sostenimiento de unos precios cuya caída comenzó a finales de 2014.
Para Ecuador, la rebaja anunciada implicaba reducir la producción en 26.000
barriles de petróleo al día. Otro ejemplo de la relevancia de los hidrocarburos
se observa en el larguísimo litigio entre el Estado ecuatoriano y la petrolera
Chevron-Texaco. La multinacional estadounidense operó en el
país entre 1964 y 1990, periodo en el que según fuentes gubernamentales derramó
64 millones de petróleo y contaminó 480.000 hectáreas
de selva amazónica, lo que afectó a 30.000 apersonas, 80 comunidades indígenas
y 2.000 especies de fauna.
Pero no se trata sólo del petróleo. En noviembre de 2016 el Ministerio de
Minería de Ecuador hizo entrega de 22 nuevos títulos mineros a empresas como
Ecuador Fortescue SA, Green Rock Resources, Odin Mining Ecuador, Carnegie Ridge
Resources, Proyectmin y Megarmi. Se trataba de la primera convocatoria para
minerales metálicos en los regímenes de mediana y gran escala, por la que los
inversores podían solicitar entre 500 y 5.000 hectáreas
mineras. Un mes después la
Agencia Efe informó de la rúbrica de un contrato entre el
ejecutivo ecuatoriano y la minera canadiense Ludnin Gold, con el objetivo de
explotar un yacimiento de oro y plata en la provincia amazónica de Zamora
Chinchipe, al sureste del país. En esta iniciativa denominada “Fruta del Norte”
se anunció una inversión de 1.000 millones de dólares, para poner en valor lo
que el ejecutivo consideró “uno de los yacimientos auríferos sin desarrollo más
importantes de Latinoamérica y del mundo”.
María Fernanda Vallejo ha trabajado en el aprendizaje y la
capacitación “campesino a campesino”, sobre todo en la región interandina de
Ecuador con las comunidades Kichwa, la mayoritaria del país con más de 328.000
miembros. En un acto organizado por la ONG Perifèries la
educadora popular ha presentado la investigación “Donde habita la esperanza, la
tierra la cuidan ellas”, de la que es coautora. ¿Es hoy Ecuador un territorio
de oportunidades para las grandes empresas? ¿O prima por el contrario el Sumak
Kawsay o “Buen Vivir”, establecido en los artículos 275 a 278 de la Constitución
de 2007? Pide al lector que se imagine una minería a cielo abierto en un
ecosistema “megadiverso” y “superfrágil”, como una estribación de montaña que
acoge selva húmeda tropical y de la que brotan fuentes de agua. La minería
requiere en su proceso productivo enormes perforaciones en la montaña, “comerse
la selva y las fuentes hídricas”. “No es una amenaza, está ocurriendo ya”. La
activista recuerda que esto ocurre en un país, Ecuador, con la mayor
biodiversidad por metro cuadrado del mundo. “Te comes un pedazo de bosque y
devoras un ecosistema completo”, añade.
Y no exagera. En las áreas más biodiversas de la jungla, en media
hectárea pueden habitar hasta 70.000 especies de insectos; además el país acoge
1.600 especies de aves sólo en el territorio continental, cuatro de las cinco
subfamilias de orquídeas a escala mundial y 350 especies de reptiles. En
Ecuador viven 14 nacionalidades indígenas, cada una con su lengua, entre las
que destaca como segunda en relevancia la Shuar (cerca de 80.000 personas). “El
país mantiene actualmente una guerra interna con los Shuar, su territorio se
encuentra militarizado”, apunta María Fernanda Vallejo. Uno de los puntos
álgidos del conflicto se produjo en diciembre de 2016, cuando el gobierno
declaró el estado de excepción en la provincia de Morona Santiago, tras un
enfrentamiento entre miembros de la comunidad Shuar y efectivos de la fuerza pública
en la localidad de Nankints, que se saldó con un policía muerto y siete
heridos. Los hechos se produjeron en el campamento minero de San
Carlos-Panantza (325
kilómetros al sur de Quito), donde actúa como
concesionaria la minera china ExplorCobres SA. Pocas fechas después, 45
organizaciones sociales de todo el mundo manifestaron su solidaridad con las
poblaciones indígenas y, además de lamentar las víctimas, señalaron algunos
antecedentes. Así, la
comunidad Shuar de Nankints (Morona Santiago) ya fue
desalojada por efectivos militares en agosto de 2016 para allanar el camino a
ExplorCobres SA. Al intentar recuperar su territorio, éste fue militarizado.
“La empresa debió perder las concesiones por incumplir el Mandato Minero de 2008” , criticaron las
organizaciones sociales, ya que no se consultó previamente a los pueblos
indígenas afectados.
Antes de que se comiencen a explotar las minas -en el proceso de
exploración-, “ya se producen problemas serios por la contaminación, el
desmonte y sobre todo los despojos y desalojos forzados de poblaciones”,
explica la antropóloga.
Y todo ello, “después de la ‘larga noche neoliberal’, en este
punto no se ha dado un cambio fundamental”. La activista podría apoyar su
explicación en algunos discursos del presidente Correa. “Cuando tengamos estos
cinco proyectos, Ecuador será una potencia minera”, afirmó durante una visita a
la iniciativa
Mirador , en la provincia de Zamora Chinchipe. Se refería a
los proyectos San Carlos-Panantza y Mirador (cobre) y Fruta del Norte, Río
Blanco y Loma Larga (oro). “Vamos a hacer minería responsable, a utilizar los
recursos naturales con inteligencia y sensatez para vencer a la pobreza”,
afirmó el presidente en marzo de 2016.
El Estado de Ecuador, “en nombre de lo
‘público’, del ‘bien común’ y de generar ingresos para que la gente no se muera
de hambre, puede declarar un territorio de ‘utilidad pública’, pagar un precio
irrisorio por esas tierras y colocar el dinero en una cuenta bancaria; la
comunidad propietaria puede rehusar, pero la fuerza pública se dirige a la zona
y les dice que se vayan: así se han desalojado y desmontado pueblos enteros,
con su iglesia y todo”, explica la educadora popular. Pero “cuando lo pueblos
Shuar decidieron ocupar el territorio sacrosanto de la minera, se habló de
‘invasión’”. El desarrollo argumental culmina en una pregunta: “¿Merece la pena
desalojar el territorio indígena para obtener los recursos con los que
entregarles una escuela y una vivienda fuera de sus tierras?” La activista
subraya que ése es el objetivo. “¿Son tan minoría y tan insignificantes que el
resto del país merece que les vayamos sacando de allí, porque de su territorio
lograremos el dinero para construir escuelas y colegios?”, se pregunta. La
conclusión resulta escasamente halagüeña: “El modelo se continúa aplicando de
manera violenta, y no hay garantías de una cierta sostenibilidad, ni siquiera
de los beneficios sociales hasta ahora obtenidos”.
En noviembre de 2016 el presidente de la República Popular China ,
Xi Jinping, visitó Ecuador. Uno de los puntos principales de la agenda fue la
inauguración de la mayor central hidroeléctrica del país, Coca Codo Sinclair,
en la provincia de Napo, que cubrirá el 30% de las necesidades energéticas de
Ecuador. La macroactuación, cuyo coste se eleva a 2.245 millones de euros, se
financiará principalmente con cargo a capital chino (del Eximbank) y en menor
parte por el Gobierno de Ecuador. Desde 2010 el ejecutivo promueve ocho
iniciativas hidroeléctricas en el país con la participación empresarial de
China, Rusia y Brasil, que incluye la financiación bancaria de estos tres
países. La visita de Xi Jinping es una señal de las estrechas relaciones
económicas entre China y Ecuador, que se extiende -más allá de la adquisición
del crudo- a la construcción de centrales hidroeléctricas, carreteras o la
actividad minera. La deuda de Ecuador con China –principal acreedor del país-
asciende al 8% del PIB y se ha multiplicado por mil en la última década.
Pero
María Fernanda Vallejo llama la atención sobre el impacto en las poblaciones
campesinas e indígenas de las grandes infraestructuras. El informe de 2017 de
Acción Ecológica, organización con 30 años de trabajo en materia de Derechos
Humanos, concluye de modo rotundo: “El Estado ha amenazado, hostigado,
criminalizado y hecho uso abusivo de la fuerza y la legislación antiterrorista,
contra los pueblos indígenas que ejercían su derecho de reunión y protesta
pacífica, en particular durante el Paro Nacional de agosto de 2015” . Otra de las denuncias
apunta a que el gobierno ha promovido la explotación del crudo en áreas
protegidas, por ejemplo el Parque Nacional Yasuní; ello implica el abandono de la iniciativa Yasuní-ITT
de conservar el petróleo en el subsuelo. El documento de Acción Ecológica
también señala la extensión de la minería a gran escala en áreas de gran
biodiversidad, como Junín, en el noroccidente; y la cordillera del Cóndor, en
el suroriente. En los dos casos se registraron denuncias por violaciones de
derechos humanos cometidos por empresas mineras y fuerzas del orden. Además, la
consulta a los pueblos indígenas para la explotación de los recursos petroleros
y mineros “no ha sido libre, previa ni informada”.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224849
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224849
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