Extracto del prólogo
del libro de Francisco Fernández Buey Leyendo
a Gramsci
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Gramsci
28 de abril de 2017
Por Francisco Fernández
Buey (El Viejo Topo)
Desde la
aparición de la edición crítica de los Quaderni
del carcere preparada por
Valentino Gerratana (Einaudi, Turín, 1975) han visto la luz en Italia muchas
piezas inéditas del epistolario de Gramsci y de Julia y Tatiana Schucht, su
mujer y su cuñada (que fue la persona que más cerca estuvo de Gramsci entre
1927 y 1937), así como un considerable número de documentos que aclaran
aspectos poco conocidos de la biografía del pensador sardo y permiten
interpretar mejor ciertos pasos oscuros de los cuadernos que escribió en las
cárceles musolinianas. Entre estos últimos documentos, lo más importante para
el conocimiento preciso de lo que fue la evolución de Antonio Gramsci durante
los años de la cárcel es la correspondencia entre Piero Sraffa y Tatiana
Schucht, que fue publicada en 1991.Por otra parte, y en relación con esta documentación nueva, los estudios gramscianos han crecido exponencialmente en todo el mundo. En el último tercio del siglo XX Gramsci dejó de ser “la moda” en que quiso convertirle cierto politicismo de la década de los setenta y pasó a ser estudiado como un clásico del pensamiento político. Los politiqueros dejaron de citar su nombre en vano y los oportunistas descubrieron que el nombre de Gramsci ya no era utilizable para sus negocios cotidianos. Pero la influencia intelectual de Gramsci se ha mantenido entre las personas serias que se dedican a las ciencias sociales, a los estudios culturales y a la crítica de
Es cierto que ahora apenas se habla ya de la actualidad de Gramsci. Pero eso es una ventaja para el conocimiento de su obra, que nunca fue “actual” en el sentido trivial que suele dar a esta palabra la industria dominante en las cosas del papel y de
Un autor así protestaría ante cualquier intento de hacer con su vida y con su obra, incluso como reacción ante el olvido, una hagiografía. Todo lo que Gramsci escribió en su madurez lo consideró “primera aproximación”, independientemente de lo que fuera aquello de lo que trataba (la historia de los intelectuales italianos, la teoría política, el conocimiento de la estructura del canto décimo del Infierno en
Quien lea hoy a Gramsci probablemente llegará a la conclusión de que se equivocó en cosas importantes que él consideraba certezas, creencias sólidamente establecidas o por establecer. Yo también lo pienso. Pienso que se equivocó en algunas cosas que, décadas después, otros seguimos considerando importantes y equivocándonos, tal vez, con él. Pero también pienso que es una lástima que se equivocara al hacer previsiones sobre lo que podría haber sido una verdadera reforma moral e intelectual en el mundo grande y terrible del siglo XX, porque los descendientes de los que acertaron contra él no nos han dejado un mundo mejor. De manera que de Gramsci se podría decir algo parecido a lo que dijo Brecht de la buena gente: incluso cuando se equivocan en una encrucijada, nos hacen pensar en lo que podría haber sido el camino recto. Que llegue a haber camino, aunque sea oblicuo, hacia una sociedad regulada, pacífica y de iguales, como la que él quería, no depende ya de Gramsci. Depende de nosotros, de los lectores de Gramsci en la época del posfordismo, de la fragmentación de la clase obrera, del uniformismo cultural inducido, de la sociedad del espectáculo, de la nueva esclavitud, de la prostitución rampante de las hijas y nietas de los que tanto esperaron de la reforma moral e intelectual, pero también de la protesta contra la globalización imperial.
Gramsci quiso ver en la filosofía de la praxis una herejía de la
“religión de la libertad”, del liberalismo del siglo XIX y parte del XX. E
intuyó que el filósofo democrático y laico del futuro tendría que verse las
caras precisamente con la religión de la libertad profundizando el sentido de
aquella herejía. Algo no muy distinto estaba pensando en Francia, con otro
lenguaje pero con una sensibilidad parecida ante la desgracia de las pobres
gentes, aquella otra gran solitaria que fue Simone Weil. Y no es casual que los
nombres de Antonio Gramsci y Simone Weil aparezcan frecuentemente juntos en la América Latina de
hoy cuando se quiere volver a pensar en la liberación de los explotados, de los
oprimidos y de los desvalidos.
El que esto se esté haciendo precisamente en nombre del
“liberalismo” revaloriza la reflexión de Gramsci, en sus últimos cuadernos de
la cárcel, sobre el filósofo laico y democrático en diálogo crítico con la
“religión de la libertad”. Aquellas notas suyas eran también tentativas, de
“primera aproximación”, pero, en su brevedad y fragmentariedad, hay alguna
sugerencia que nos ayudaría en el presente a dar un nuevo valor a la palabra
libertad. Desde luego prolongando la intención herética, por seguir hablando
como Gramsci y con Gramsci. Lo cual obligaría a sacudir la modorra mental, a
realizar un esfuerzo intelectual para llamar a las cosas que recubre el rótulo
“neoliberalismo” por su verdadero nombre: capitalismo que no sólo mercantiliza
y explota al ser humano, como hacía en la época de Gramsci, sino que especula
con lo que el trabajador produce, metamorfosea estos productos en valores
bursátiles contagiando la especulación a los trabajadores mismos y esclaviza o
prostituye a la población sobrante, a todos aquellos, niñas, niños, mujeres y
varones, que no caben ya en la regulación legal de la división internacional
del trabajo en el Imperio. En vez de ver en el “neoliberalismo” una mera
prolongación del liberalismo histórico, esta otra caracterización de las cosas,
de lo que hay en el mundo globalizado, facilitaría seguramente un diálogo
fructífero con los herederos del liberalismo histórico que, como Piero Gobetti,
el editor de La revolución liberal, supieron apreciar el pensamiento y la
acción de Antonio Gramsci, y, a través de ellos, con todos aquellos liberales
de verdad que descubrieron hace ya tiempo que en este mundo hay que ser algo
más que liberales: por lo menos libertarios.
Hay que llamar la atención, por último, sobre la reflexión gramsciana acerca de la lengua y los lenguajes en su relación con
Extracto del prólogo del libro de Francisco
Fernández Buey Leyendo a
Gramsci
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225931
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