De modo que el
constante apoderamiento del territorio por el sistema global de agronegocios
con centro en el modelo de "la soja transgénica-siembra directa" se refuerza
con los agrocombustibles a expensas de destruir la producción de alimentos y
los ecosistemas e incluso biomas.
Antes de escrutar tamaño privilegio del autotransporte (o de la fusión de
automotrices, petroleras y corporaciones agroindustriales) por sobre la vida
y el alimento de los pueblos es crucial descubrir que esta reprimarización de la economía se da a escala sudamericana.
Reflexionemos
qué nos comunica
GRAIN: “En
el año 2003, la corporación Syngenta publicó un aviso publicitando sus
servicios en los suplementos rurales de los diarios argentinos Clarín y La
Nación bautizando con el nombre de “República Unida de la Soja” a los
territorios del Cono Sur en los que se sembraba soja -Integrados por Brasil,
Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia-. A partir de allí, esta declaración
explícita de neocolonialismo quedó como “marca de fábrica” del proyecto que
desde las corporaciones se estaba instrumentando. Durante el año 2012 se
produjo en estos países una embestida de las corporaciones del agronegocio
sobre los territorios y las instituciones imponiendo nuevos transgénicos,
mayores riesgos por aplicación de agrotóxicos y cambios en las políticas que
sólo tiene precedentes en la primera imposición de los transgénicos, durante
la segunda mitad de los años 90. Esta nueva avanzada corporativa se da en un
marco distinto, ya que ahora ocurre con la presencia en toda la región (por
lo menos hasta junio del año pasado) de gobiernos “progresistas” críticos
del neoliberalismo (…)”.Leer
El
eslabón de la soja en Sudamérica
24 de octubre de 2007 | Biodiversidad
- Oct 2007
GRAIN
Junto a la rápida expansión de la producción del etanol fabricado a partir de la
caña de azúcar, Sudamérica está empezando a desempeñar un papel clave como
productor de biodiésel. La material prima principal es la soja [la soya], y para
los cultivadores y las grandes empresas multinacionales de granos que estaban
acosados por problemas de sobreproducción, este nuevo nicho de mercado es un
regalo del cielo. Les da el pretexto perfecto para seguir apropiándose del
continente.
Tenemos 80 millones de hectáreas de suelo en la
Amazonía que van a convertirnos en la Arabia Saudita del biodiésel”, declaró
Expedito Parente, el ingeniero químico brasileño que obtuvo la primer patente
para la fabricación de biodiésel a escala industrial. [1] El
presidente Lula del Brasil se muestra igualmente entusiasta. “En los próximos 15
a 20 años Brasil se convertirá en el primer productor mundial de biodiésel, dijo
recientemente. [2] “Pocos
países pueden competir con Brasil porque Dios nos dio sol, tierra y gente
trabajadora”.
Además de fomentar activamente el etanol y el
biodiésel dentro del Brasil, Lula está buscando oportunidades para invertir en
los países vecinos. Tras una visita a Asunción en mayo de 2007, Lula comentó
entusiasmado: “Me voy del Paraguay con mucho optimismo porque este país tiene un
potencial extraordinario para la producción de etanol y biodiésel”. Como para no
quedarse atrás, el presidente Nicanor Duarte de Paraguay añadió: “Si el Brasil
ha de convertirse en la Arabia Saudita de los biocombustibles, ¿por qué no podrá
convertirse el Paraguay en el Kuwait del siglo xxi?” [3] El
deseo de Lula de convertir al Brasil en potencia agroenergética regional cuenta
con el respaldo total de Washington, que tiene mucho interés en reducir la
dependencia de Sudamérica en el petróleo y debilitar así la influencia del
presidente Hugo Chávez de Venezuela, fiero antiestadounidense, que usa sus
petrodólares para acrecentar su influjo en la región.
El biodiésel de aceite de soja es el capítulo
más reciente de la conquista de Sudamérica a manos de la soja, un cultivo que
consagra una nueva forma de explotación agrícola en la que predominan
gigantescas empresas agroindustriales. La soja se ha propagado como reguero de
pólvora en vastas zonas de Sudamérica en los últimos cuarenta años. En Brasil se
empezó a cultivar en Río Grande do Sul, el estado más al sur del país, y desde
allí avanza al norte, acaparando inmensas superficies agrícolas, de llanuras y
bosques. Ahora ya cruzó el río Amazonas y se le planta en Roraima, 4 mil
kilómetros al norte de Río Grande do Sul. La cosecha que en 1970 no superaba 1.5
millones de toneladas, ascendió a 57 millones de toneladas en 2006-2007. [4]
En Argentina el cultivo de la soja se propagó igualmente rápido, expandiéndose hacia el norte y el oeste, tragándose grandes superficies de tierras arables, pampas y bosques. La cosecha este año ascendió a 43 millones de toneladas, en contraste con escasas 27 mil toneladas en 1970. Los cultivadores brasileños de Mato Grosso do Sul llevaron la soja al Paraguay a principios de la década de 1990, donde ahora cubre 2.5 millones de hectáreas y se ha convertido en el principal producto de exportación del país.
La soja [o soya] es sinónimo de monocultivos y
grandes haciendas mecanizadas.
En consecuencia, la soja ha ocasionado enormes
daños ambientales, provocando la destrucción de 21 millones de hectáreas de
bosques en Brasil, 14 millones en Argentina y 2 millones en Paraguay. [5] Al
mismo tiempo, la soja ha desplazado cultivos alimentarios. La superficie
sembrada con arroz, frijoles, maíz y trigo en Brasil disminuyó entre 1991 y
2005, mientras que el área dedicada a la soja se ha más que triplicado en el
mismo periodo. La misma historia se repite en Argentina: la producción de muchos
alimentos básicos —entre ellos la leche, arroz, maíz, papas y lentejas— ha caído
drásticamente. [6]
Puesto que la mayor parte de los alimentos
básicos son cultivados por el campesinado y los agricultores familiares, dicho
proceso de desplazamiento de cultivos a manos de la soja ha significado la
destrucción del tejido mismo de la vida rural. Con el avance de la soja hacia el
norte en Brasil, cerca de 300 mil personas fueron desplazadas de Río Grande do
Sul, y otras 2.5 millones de Paraná.7 Unas
150 mil familias fueron expulsadas de sus tierras en Argentina
8 y otras 90 mil corrieron esa misma suerte en Paraguay. [9]
Los movimientos sociales de la región han opuesto fuerte resistencia, pero a pesar de ello es muy difícil detener el avance de la soja, que cuenta con el respaldo de los consorcios más poderosos de la agroindustria: adm (la mayor empresa procesadora de soja en el mundo), Cargill (la empresa comercializadora de granos más grande del mundo), CentralSoya, Bunge, Mitsubishi y otros. En los últimos treinta años, tanto adm como Cargill trasladaron al Brasil y Argentina sus respectivas plataformas de exportaciones de soja. A lo largo de todo ese proceso, cabildearon tenazmente y han conseguido que los gobiernos locales inviertan fuertemente en obras de infraestructura de transporte. Se construyen y pavimentan carreteras, se dragan ríos —todo ello con dinero de los contribuyentes locales, aunque muy pocos de ellos se benefician. Más recientemente, algunas de esas empresas han avanzado un paso más en su reposicionamiento: Cargill y Smithfield, ambas gigantescas empresas estadounidenses procesadoras de carnes, construyeron enormes plantas frigoríficas y de empaquetado de carnes de cerdo y pollo en el sur de la cuenca amazónica [10], desde donde exportan carne de animales alimentados con raciones de soja.
La presión sobre la tierra se intensificará a
consecuencia de la fiebre actual por el biodiésel. La mayoría de los expertos de
mercado augura una explosión de la demanda mundial en los próximos años. [11] Ello
debido en parte a que Europa, que constituye actualmente el mayor mercado para
el biodiésel en el mundo, se ha fijado metas ambiciosas de consumo de biodiésel.
Su meta de incorporarle al diésel de petróleo un 20% de biodiésel para el 2020,
requerirá 76 mil millones de litros de biodiésel al año. Eso es más que 20 veces
el consumo actual de biodiésel en Europa. Como no cuenta con más suelos donde
sembrar su propia materia prima (la colza) para biodiésel, Europa tendrá que
incrementar enormemente sus importaciones tanto de aceite de palma como de
aceite de soja. [12]
Muchos gobiernos latinoamericanos se están
subiendo a ese carro del biodiésel. Repsol ypf, la empresa petrolera
argentino-española, está invirtiendo 30 millones de dólares en una nueva
refinería que comenzará su producción este año, convirtiéndose en la primera
gran productora de biodiésel en Argentina. [13] El
gobierno colombiano encabezado por el presidente Uribe fomenta enérgicamente las
plantaciones de caña de azúcar y de palma africana aceitera.
En Perú, la empresa californiana Pure Biofuels,
que es a su vez propiedad de Metasun Enterprises, compró recientemente la mayor
refinería de biodiésel del país y tiene planes para transformarse en uno de los
actores principales de ese mercado en la región, una vez que haya terminado su
nueva refinería en el puerto de El Callao. [14] No
obstante, el margen de expansión es limitado en la mayoría de los países
sudamericanos. Incluso Argentina, que es el segundo país más grande de América
Latina, cuenta con pocas tierras disponibles para la soja. Según un analista
estadounidense de energía, “Argentina sólo podrá incrementar la superficie de
soja un 3% o menos, debido a la disponibilidad limitada de suelos”. [15]
Sin embargo, la situación del Brasil es distinta. A pesar de la rápida expansión de la soja en años recientes, Brasil todavía cuenta con una gran superficie que generalmente se estima en unos 80 millones de hectáreas, que podrían sembrarse con soja (aunque esa estimación incluye parte de la cuenca amazónica). Por eso, muchos analistas suponen que a partir del año entrante Brasil superará a Estados Unidos como primer exportador mundial de soja, y que para el 2015 llegará a exportar el doble que el monto actual de exportaciones estadounidenses del grano (ver gráfica). Para ese entonces, gran parte de las exportaciones de soja del Brasil quizás consistan de biodiésel.
El boom del biodiésel ha llegado en un momento
muy conveniente para los cultivadores de soja brasileños, que empezaban a
producir con pérdida, apretados de un lado por el precio bajo de la soja en el
mercado mundial, y una estructura de costos insustentable debido a las enormes
distancias que hay que transportar la soja en camiones movidos con diésel caro.
Hoy sus problemas están desapareciendo: los precios de exportación se
incrementan a consecuencia del boom de los agrocombustibles, y los costos de
transporte caen gracias al biodiésel barato producido y refinado en el país con
grandes subsidios del gobierno.
Como podría esperarse,
adm está sacando
provecho de las nuevas oportunidades: escogió al Brasil como centro de
operaciones para sus negocios de biodiésel en Sudamérica, y dentro del Brasil, a
Rondonópolis en el estado de Matto Grosso do Sul como destino de sus mayores
inversiones. La nueva refinería de biodiésel de adm muy pronto entrará en
funcionamiento como la mayor de todo el país, y contará entre sus clientes a
Blairo Maggi, el gobernador de ese estado y uno de los cultivadores de soja más
grandes del mundo, que desde hace tiempo trabaja estrechamente asociado con adm.
Maggi le venderá parte de sus cosechas de soja a adm a precio de mercado, y le
comprará a ésta el biodiésel barato. Los criadores de cerdo y ganado vacuno
podrán comprar el desecho de la producción de biodiésel para alimentar a sus
animales. Eso significa que se podrá criar ganado más intensamente, liberando
así grandes superficies de tierra para aumentar aún más el área dedicada a la
producción de soja. En suma, un negocio redondo para todos los implicados …
Además de adm, hay toda una serie de corporaciones que están invirtiendo en ese sector agroindustrial. Hay empresas italianas que están gastando 480 millones de dólares en la construcción de cuatro refinerías de biodiésel. [16] Marubeni Corporation, la quinta empresa más grande del Japón, está destinando 40 millones de dólares a una inversión de riesgo compartido con el Grupo Agrenco —empresa comercializadora brasileña de gran porte— para la producción de biodiésel y harina de soja. El reconocido analista de gobierno José Honorio Accarini manifestó que el gobierno de Lula espera que las inversiones en biodiésel alcancen los 1500 millones de dólares en 2013, fecha en la cual Brasil debería estar produciendo 2 mil millones de litros del combustible. [17]
El plan del presidente Lula era originalmente
que la mayor parte del biodiésel fuese producido a partir de ricino [o
higuerilla] cultivado por los campesinos pobres del nordeste del país. En
contraste con el etanol de caña de azúcar que se produce en Brasil en grandes
plantaciones, él esperaba que el biodiésel desempeñara un papel importante en la
mitigación de la pobreza. “Puesto que lo pueden producir fácilmente los
campesinos en algunas de las zonas más pobres, el proyecto combina protección
del ambiente y desarrollo rural, y contribuye a reducir la inequidad social”,
afirmó Lula, entusiasta, en un artículo especialmente escrito para la prensa
europea. [18] De
hecho, el presidente Lula decretó exenciones impositivas para las refinerías que
comprasen materia prima de los pequeños productores rurales, y predijo
confidencialmente que para fines del 2007 habría unas 350 mil personas
trabajando en la industria del biodiésel.
Sin embargo, aun cuando algunos pequeños
productores agrícolas se han sumado efectivamente al programa, ya se hace
evidente que no serán ellos los principales productores de la materia prima.
“Para que este proyecto tenga éxito, necesitará seguramente de una escala de
producción que solamente los grandes cultivadores de soja pueden garantizar”, expresó en 2005 Carlo Lovatelli, el director
de Abiove (la asociación brasileña de procesadores de oleaginosas). [19]
Desde ese momento, la poderosa influencia de los grandes cultivadores de soja en la industria del biodiésel no ha hecho sino acrecentarse. Varios analistas mundiales suponen que Brasil habrá de convertirse en el primer exportador mundial de biodiésel en 2020, y que China será el principal consumidor. [20]
Eso significa que a menos que el gobierno
brasileño adopte medidas enérgicas para evitarlo, la soja invadirá la mayor
parte de la cuenca amazónica en la próxima década. En apenas algunos pocos años,
el avance permanente de la frontera agrícola en la Amazonía seguramente llevará
a que esa selva tropical traspase el crítico “punto de inflexión” en el que
empezará a secarse y convertirse en llanuras. Si eso ocurre, no habrá
efectivamente nada que detenga a los agricultores, que no encontrarán motivo
alguno para no explotar económicamente esa selva moribunda. A medida que la
selva muera, cientos de miles de habitantes ribereños, familias campesinas y
pueblos indígenas quedarán desheredados, y el mundo perderá una biomasa
extraordinaria que desempeña un papel central en la regulación del clima
mundial. Igualmente grave será el hecho que la destrucción de la selva amazónica
liberaría cerca de 90 mil millones de toneladas de carbono a la atmósfera, que
es por sí mismo suficiente para incrementar el ritmo del calentamiento global en
un 50%. [21]
Lo que priva particularmente de sentido a la fiebre del biodiésel es que no se logrará prácticamente nada a cambio del daño colosal que se le infligirá al planeta y a sus pueblos. A pesar del actual y explosivo auge de inversiones, el biodiésel jamás llegará a satisfacer más que una fracción de la demanda mundial de combustible diésel. Hoy, eua consume al año cerca de 227 mil millones de litros de diésel. Incluso con todo ese gran flujo de inversiones, la producción mundial de biodiésel sólo ascenderá a 45500 millones de litros en el 2010 —es decir, una quinta parte del consumo estadounidense actual— y gran parte de esa producción no estará a disposición de eua. [22]
Un analista planteó el tema en términos muy
francos: “el impacto en la oferta mundial de diésel será mínima”. [23]
Es más, la pequeña contribución que
representará el biodiésel para resolver la crisis energética mundial será de
corto alcance. La estampida actual agotará muy rápidamente la disponibilidad de
suelos y destruirá muchos de los ecosistemas restantes en el planeta (incluso
los bosques tropicales). William Thurmond, el autor de Biodiesel 2020:
a Global Market View, lo expresó muy claramente: “Hacia el año 2015,
la demanda energética mundial de aceites de soja, colza y piñón superará la
disponibilidad de tierras para sembrar estos cultivos ricos en energía”. [24]
Tras la herencia de destrucción que habrá
dejado, la industria mundial de energía entonces buscará otra
solución técnica milagrosa y
otra fuente de ganancias.
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