viernes, 14 de abril de 2017

Subrayemos el objetivo del capitalismo local y del mundializado: procuran sea como sea la acumulación oligopólica de riquezas y poder.

De modo que el constante apoderamiento del territorio por el sistema global de agronegocios con centro en el modelo de "la soja transgénica-siembra directa" se refuerza con los agrocombustibles a expensas de destruir la producción de alimentos y los ecosistemas e incluso biomas.

 Antes de escrutar tamaño privilegio del autotransporte (o de la fusión de automotrices, petroleras y corporaciones agroindustriales) por sobre la vida y el alimento de los pueblos es crucial descubrir que esta reprimarización de la economía se da a escala sudamericana. 

Reflexionemos qué nos comunica GRAIN“En el año 2003, la corporación Syngenta publicó un aviso publicitando sus servicios en los suplementos rurales de los diarios argentinos Clarín y La Nación bautizando con el nombre de “República Unida de la Soja” a los territorios del Cono Sur en los que se sembraba soja -Integrados por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia-. A partir de allí, esta declaración explícita de neocolonialismo quedó como “marca de fábrica” del proyecto que desde las corporaciones se estaba instrumentando. Durante el año 2012 se produjo en estos países una embestida de las corporaciones del agronegocio sobre los territorios y las instituciones imponiendo nuevos transgénicos, mayores riesgos por aplicación de agrotóxicos y cambios en las políticas que sólo tiene precedentes en la primera imposición de los transgénicos, durante la segunda mitad de los años 90. Esta nueva avanzada corporativa se da en un marco distinto, ya que ahora ocurre con la presencia en toda la región (por lo menos hasta junio del año pasado) de gobiernos “progresistas” críticos del neoliberalismo (…)”.Leer

El eslabón de la soja en Sudamérica
24 de octubre de 2007 | Biodiversidad - Oct 2007
GRAIN
Junto a la rápida expansión de la producción del etanol fabricado a partir de la caña de azúcar, Sudamérica está empezando a desempeñar un papel clave como productor de biodiésel. La material prima principal es la soja [la soya], y para los cultivadores y las grandes empresas multinacionales de granos que estaban acosados por problemas de sobreproducción, este nuevo nicho de mercado es un regalo del cielo. Les da el pretexto perfecto para seguir apropiándose del continente.
Tenemos 80 millones de hectáreas de suelo en la Amazonía que van a convertirnos en la Arabia Saudita del biodiésel”, declaró Expedito Parente, el ingeniero químico brasileño que obtuvo la primer patente para la fabricación de biodiésel a escala industrial. [1] El presidente Lula del Brasil se muestra igualmente entusiasta. “En los próximos 15 a 20 años Brasil se convertirá en el primer productor mundial de biodiésel, dijo recientemente. [2] “Pocos países pueden competir con Brasil porque Dios nos dio sol, tierra y gente trabajadora”.
Además de fomentar activamente el etanol y el biodiésel dentro del Brasil, Lula está buscando oportunidades para invertir en los países vecinos. Tras una visita a Asunción en mayo de 2007, Lula comentó entusiasmado: “Me voy del Paraguay con mucho optimismo porque este país tiene un potencial extraordinario para la producción de etanol y biodiésel”. Como para no quedarse atrás, el presidente Nicanor Duarte de Paraguay añadió: “Si el Brasil ha de convertirse en la Arabia Saudita de los biocombustibles, ¿por qué no podrá convertirse el Paraguay en el Kuwait del siglo xxi?” [3] El deseo de Lula de convertir al Brasil en potencia agroenergética regional cuenta con el respaldo total de Washington, que tiene mucho interés en reducir la dependencia de Sudamérica en el petróleo y debilitar así la influencia del presidente Hugo Chávez de Venezuela, fiero antiestadounidense, que usa sus petrodólares para acrecentar su influjo en la región.
El biodiésel de aceite de soja es el capítulo más reciente de la conquista de Sudamérica a manos de la soja, un cultivo que consagra una nueva forma de explotación agrícola en la que predominan gigantescas empresas agroindustriales. La soja se ha propagado como reguero de pólvora en vastas zonas de Sudamérica en los últimos cuarenta años. En Brasil se empezó a cultivar en Río Grande do Sul, el estado más al sur del país, y desde allí avanza al norte, acaparando inmensas superficies agrícolas, de llanuras y bosques. Ahora ya cruzó el río Amazonas y se le planta en Roraima, 4 mil kilómetros al norte de Río Grande do Sul. La cosecha que en 1970 no superaba 1.5 millones de toneladas, ascendió a 57 millones de toneladas en 2006-2007. [4]
En Argentina el cultivo de la soja se propagó igualmente rápido, expandiéndose hacia el norte y el oeste, tragándose grandes superficies de tierras arables, pampas y bosques. La cosecha este año ascendió a 43 millones de toneladas, en contraste con escasas 27 mil toneladas en 1970. Los cultivadores brasileños de Mato Grosso do Sul llevaron la soja al Paraguay a principios de la década de 1990, donde ahora cubre 2.5 millones de hectáreas y se ha convertido en el principal producto de exportación del país.
La soja [o soya] es sinónimo de monocultivos y grandes haciendas mecanizadas. En consecuencia, la soja ha ocasionado enormes daños ambientales, provocando la destrucción de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones en Argentina y 2 millones en Paraguay. [5] Al mismo tiempo, la soja ha desplazado cultivos alimentarios. La superficie sembrada con arroz, frijoles, maíz y trigo en Brasil disminuyó entre 1991 y 2005, mientras que el área dedicada a la soja se ha más que triplicado en el mismo periodo. La misma historia se repite en Argentina: la producción de muchos alimentos básicos —entre ellos la leche, arroz, maíz, papas y lentejas— ha caído drásticamente. [6]
Puesto que la mayor parte de los alimentos básicos son cultivados por el campesinado y los agricultores familiares, dicho proceso de desplazamiento de cultivos a manos de la soja ha significado la destrucción del tejido mismo de la vida rural. Con el avance de la soja hacia el norte en Brasil, cerca de 300 mil personas fueron desplazadas de Río Grande do Sul, y otras 2.5 millones de Paraná.7 Unas 150 mil familias fueron expulsadas de sus tierras en Argentina 8 y otras 90 mil corrieron esa misma suerte en Paraguay. [9]
Los movimientos sociales de la región han opuesto fuerte resistencia, pero a pesar de ello es muy difícil detener el avance de la soja, que cuenta con el respaldo de los consorcios más poderosos de la agroindustria: adm (la mayor empresa procesadora de soja en el mundo), Cargill (la empresa comercializadora de granos más grande del mundo), CentralSoya, Bunge, Mitsubishi y otros. En los últimos treinta años, tanto adm como Cargill trasladaron al Brasil y Argentina sus respectivas plataformas de exportaciones de soja. A lo largo de todo ese proceso, cabildearon tenazmente y han conseguido que los gobiernos locales inviertan fuertemente en obras de infraestructura de transporte. Se construyen y pavimentan carreteras, se dragan ríos —todo ello con dinero de los contribuyentes locales, aunque muy pocos de ellos se benefician. Más recientemente, algunas de esas empresas han avanzado un paso más en su reposicionamiento: Cargill y Smithfield, ambas gigantescas empresas estadounidenses procesadoras de carnes, construyeron enormes plantas frigoríficas y de empaquetado de carnes de cerdo y pollo en el sur de la cuenca amazónica [10], desde donde exportan carne de animales alimentados con raciones de soja.
La presión sobre la tierra se intensificará a consecuencia de la fiebre actual por el biodiésel. La mayoría de los expertos de mercado augura una explosión de la demanda mundial en los próximos años. [11] Ello debido en parte a que Europa, que constituye actualmente el mayor mercado para el biodiésel en el mundo, se ha fijado metas ambiciosas de consumo de biodiésel. Su meta de incorporarle al diésel de petróleo un 20% de biodiésel para el 2020, requerirá 76 mil millones de litros de biodiésel al año. Eso es más que 20 veces el consumo actual de biodiésel en Europa. Como no cuenta con más suelos donde sembrar su propia materia prima (la colza) para biodiésel, Europa tendrá que incrementar enormemente sus importaciones tanto de aceite de palma como de aceite de soja. [12]
Muchos gobiernos latinoamericanos se están subiendo a ese carro del biodiésel. Repsol ypf, la empresa petrolera argentino-española, está invirtiendo 30 millones de dólares en una nueva refinería que comenzará su producción este año, convirtiéndose en la primera gran productora de biodiésel en Argentina. [13] El gobierno colombiano encabezado por el presidente Uribe fomenta enérgicamente las plantaciones de caña de azúcar y de palma africana aceitera.
En Perú, la empresa californiana Pure Biofuels, que es a su vez propiedad de Metasun Enterprises, compró recientemente la mayor refinería de biodiésel del país y tiene planes para transformarse en uno de los actores principales de ese mercado en la región, una vez que haya terminado su nueva refinería en el puerto de El Callao. [14] No obstante, el margen de expansión es limitado en la mayoría de los países sudamericanos. Incluso Argentina, que es el segundo país más grande de América Latina, cuenta con pocas tierras disponibles para la soja. Según un analista estadounidense de energía, “Argentina sólo podrá incrementar la superficie de soja un 3% o menos, debido a la disponibilidad limitada de suelos”. [15]
Sin embargo, la situación del Brasil es distinta. A pesar de la rápida expansión de la soja en años recientes, Brasil todavía cuenta con una gran superficie que generalmente se estima en unos 80 millones de hectáreas, que podrían sembrarse con soja (aunque esa estimación incluye parte de la cuenca amazónica). Por eso, muchos analistas suponen que a partir del año entrante Brasil superará a Estados Unidos como primer exportador mundial de soja, y que para el 2015 llegará a exportar el doble que el monto actual de exportaciones estadounidenses del grano (ver gráfica). Para ese entonces, gran parte de las exportaciones de soja del Brasil quizás consistan de biodiésel.
El boom del biodiésel ha llegado en un momento muy conveniente para los cultivadores de soja brasileños, que empezaban a producir con pérdida, apretados de un lado por el precio bajo de la soja en el mercado mundial, y una estructura de costos insustentable debido a las enormes distancias que hay que transportar la soja en camiones movidos con diésel caro. Hoy sus problemas están desapareciendo: los precios de exportación se incrementan a consecuencia del boom de los agrocombustibles, y los costos de transporte caen gracias al biodiésel barato producido y refinado en el país con grandes subsidios del gobierno.
 
Como podría esperarse, adm está sacando provecho de las nuevas oportunidades: escogió al Brasil como centro de operaciones para sus negocios de biodiésel en Sudamérica, y dentro del Brasil, a Rondonópolis en el estado de Matto Grosso do Sul como destino de sus mayores inversiones. La nueva refinería de biodiésel de adm muy pronto entrará en funcionamiento como la mayor de todo el país, y contará entre sus clientes a Blairo Maggi, el gobernador de ese estado y uno de los cultivadores de soja más grandes del mundo, que desde hace tiempo trabaja estrechamente asociado con adm. Maggi le venderá parte de sus cosechas de soja a adm a precio de mercado, y le comprará a ésta el biodiésel barato. Los criadores de cerdo y ganado vacuno podrán comprar el desecho de la producción de biodiésel para alimentar a sus animales. Eso significa que se podrá criar ganado más intensamente, liberando así grandes superficies de tierra para aumentar aún más el área dedicada a la producción de soja. En suma, un negocio redondo para todos los implicados …
Además de adm, hay toda una serie de corporaciones que están invirtiendo en ese sector agroindustrial. Hay empresas italianas que están gastando 480 millones de dólares en la construcción de cuatro refinerías de biodiésel. [16] Marubeni Corporation, la quinta empresa más grande del Japón, está destinando 40 millones de dólares a una inversión de riesgo compartido con el Grupo Agrenco —empresa comercializadora brasileña de gran porte— para la producción de biodiésel y harina de soja. El reconocido analista de gobierno José Honorio Accarini manifestó que el gobierno de Lula espera que las inversiones en biodiésel alcancen los 1500 millones de dólares en 2013, fecha en la cual Brasil debería estar produciendo 2 mil millones de litros del combustible. [17]
El plan del presidente Lula era originalmente que la mayor parte del biodiésel fuese producido a partir de ricino [o higuerilla] cultivado por los campesinos pobres del nordeste del país. En contraste con el etanol de caña de azúcar que se produce en Brasil en grandes plantaciones, él esperaba que el biodiésel desempeñara un papel importante en la mitigación de la pobreza. “Puesto que lo pueden producir fácilmente los campesinos en algunas de las zonas más pobres, el proyecto combina protección del ambiente y desarrollo rural, y contribuye a reducir la inequidad social”, afirmó Lula, entusiasta, en un artículo especialmente escrito para la prensa europea. [18] De hecho, el presidente Lula decretó exenciones impositivas para las refinerías que comprasen materia prima de los pequeños productores rurales, y predijo confidencialmente que para fines del 2007 habría unas 350 mil personas trabajando en la industria del biodiésel.
Sin embargo, aun cuando algunos pequeños productores agrícolas se han sumado efectivamente al programa, ya se hace evidente que no serán ellos los principales productores de la materia prima. “Para que este proyecto tenga éxito, necesitará seguramente de una escala de producción que solamente los grandes cultivadores de soja pueden garantizar”, expresó en 2005 Carlo Lovatelli, el director de Abiove (la asociación brasileña de procesadores de oleaginosas). [19]
Desde ese momento, la poderosa influencia de los grandes cultivadores de soja en la industria del biodiésel no ha hecho sino acrecentarse. Varios analistas mundiales suponen que Brasil habrá de convertirse en el primer exportador mundial de biodiésel en 2020, y que China será el principal consumidor. [20]
Eso significa que a menos que el gobierno brasileño adopte medidas enérgicas para evitarlo, la soja invadirá la mayor parte de la cuenca amazónica en la próxima década. En apenas algunos pocos años, el avance permanente de la frontera agrícola en la Amazonía seguramente llevará a que esa selva tropical traspase el crítico “punto de inflexión” en el que empezará a secarse y convertirse en llanuras. Si eso ocurre, no habrá efectivamente nada que detenga a los agricultores, que no encontrarán motivo alguno para no explotar económicamente esa selva moribunda. A medida que la selva muera, cientos de miles de habitantes ribereños, familias campesinas y pueblos indígenas quedarán desheredados, y el mundo perderá una biomasa extraordinaria que desempeña un papel central en la regulación del clima mundial. Igualmente grave será el hecho que la destrucción de la selva amazónica liberaría cerca de 90 mil millones de toneladas de carbono a la atmósfera, que es por sí mismo suficiente para incrementar el ritmo del calentamiento global en un 50%. [21]
Lo que priva particularmente de sentido a la fiebre del biodiésel es que no se logrará prácticamente nada a cambio del daño colosal que se le infligirá al planeta y a sus pueblos. A pesar del actual y explosivo auge de inversiones, el biodiésel jamás llegará a satisfacer más que una fracción de la demanda mundial de combustible diésel. Hoy, eua consume al año cerca de 227 mil millones de litros de diésel. Incluso con todo ese gran flujo de inversiones, la producción mundial de biodiésel sólo ascenderá a 45500 millones de litros en el 2010 —es decir, una quinta parte del consumo estadounidense actual— y gran parte de esa producción no estará a disposición de eua. [22]
Un analista planteó el tema en términos muy francos: “el impacto en la oferta mundial de diésel será mínima”. [23]
Es más, la pequeña contribución que representará el biodiésel para resolver la crisis energética mundial será de corto alcance. La estampida actual agotará muy rápidamente la disponibilidad de suelos y destruirá muchos de los ecosistemas restantes en el planeta (incluso los bosques tropicales). William Thurmond, el autor de Biodiesel 2020: a Global Market View, lo expresó muy claramente: “Hacia el año 2015, la demanda energética mundial de aceites de soja, colza y piñón superará la disponibilidad de tierras para sembrar estos cultivos ricos en energía”. [24]
Tras la herencia de destrucción que habrá dejado, la industria mundial de energía entonces buscará otra solución técnica milagrosa y otra fuente de ganancias.
   

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