Entrevista Edgardo
Lander
Sociólogo venezolano
cuestiona
la “solidaridad incondicional” de la izquierda latinoamericana con el
chavismo.
24 de abril de 2017
Por Natalia Uval (La Diaria)
Edgardo Lander no es sólo un académico,
profesor titular de la
Universidad Central de Venezuela e investigador asociado del
Transnational Institute. Es una persona vinculada desde hace años a los
movimientos sociales y a la izquierda en su país. Desde ese lugar, afirma que
el apoyo incondicional de las izquierdas de la región al chavismo reforzó las
tendencias negativas del proceso. Sostiene que las izquierdas a nivel global no
han tenido “capacidad de aprender”, que terminan respaldando un “gobierno de
mafias” como el de Nicaragua, y que cuando “colapse el modelo venezolano” es
posible que simplemente “miren para otro lado”.
–Hace tres años caracterizaste la situación en Venezuela
como la “implosión del modelo petrolero rentista”. ¿Ese diagnóstico sigue
vigente?
-Lamentablemente, los problemas que pueden caracterizarse como
asociados al agotamiento del modelo petrolero rentista se han acentuado. El
hecho de que Venezuela ha tenido 100 años de industria petrolera y de
estadocentrismo girando en torno a cómo se reparte la renta ha conformado no
sólo un modelo de Estado y de partido, sino también una cultura política e
imaginarios colectivos de Venezuela como un país rico, de abundancia, y la
noción de que la acción política consiste en organizarse para pedirle al
Estado. Esa es la lógica permanente. En el proceso bolivariano, a pesar de
muchos discursos que aparentaban ir en la dirección contraria, lo que se hizo
fue acentuar esto. Desde el punto de vista económico se acentuó esta modalidad
colonial de inserción en la organización internacional del trabajo. El colapso
de los precios del petróleo simplemente desnudó una cosa que era evidente,
cuando uno depende de un commodity cuyos precios necesariamente fluctúan.
–Las críticas a la situación de la democracia en Venezuela
se han acentuado tras la asunción de Nicolás Maduro. ¿Por qué es así? ¿Cómo se
compara con la situación bajo el gobierno de Hugo Chávez?
-Primero hay que tomar en cuenta qué fue lo que pasó en el
tránsito de Chávez a Maduro. Yo soy de la opinión de que la mayoría de los
problemas con los que nos encontramos hoy son problemas que venían acumulándose
con Chávez. Los análisis de parte de la izquierda venezolana que reivindican la
época de Chávez como la época de gloria, en la que todo funcionaba bien y de
repente aparece Maduro como un incompetente o un traidor, son explicaciones
demasiado maniqueas y que no permiten desentrañar cuáles son las lógicas más
estructurales que llevan a la crisis actual. El proceso venezolano, por decirlo
muy esquemáticamente, siempre estuvo sustentado sobre dos pilares
fundamentales: por un lado, la capacidad extraordinaria de Chávez de comunicar
y de liderazgo, que generó una fuerza social; por otro lado, precios del
petróleo que llegaron en algunos años a más de 100 dólares el barril. En forma
casi simultánea, en 2013, estos dos pilares colapsaron: murió Chávez y los
precios del petróleo se vinieron abajo. Y el emperador quedó desnudo. Quedó
claro que esto tenía un alto grado de fragilidad, por depender de cosas de las
cuales no se podía seguir dependiendo. Además, hay diferencias muy importantes
entre el liderazgo de Chávez y el de Maduro. Chávez era un líder con capacidad
de dar orientación y sentido, pero también tenía un extraordinario liderazgo
dentro del gobierno bolivariano como tal, de manera que cuando él decidía algo,
esa era la decisión. Eso
genera falta de debates y muchos errores, pero genera también una acción
unitaria, direccionada. Maduro no tiene esa capacidad, nunca la ha tenido, y
ahora en el gobierno cada quien jala por su lado. Por otra parte, durante el
gobierno de Maduro ha habido un incremento de la militarización, quizá porque
Maduro no viene del mundo militar, entonces para garantizar el apoyo de las
Fuerzas Armadas tiene que incorporar a más integrantes de las Fuerzas Armadas y
darles más privilegios. Se han creado empresas militares, actualmente la
tercera parte de los ministros y la mitad de los gobernadores son militares, y
están en lugares muy críticos de la gestión pública, donde ha habido mayores
niveles de corrupción: la asignación de divisas, los puertos, la distribución
de alimentos. El hecho de que estén en manos de militares hace más difícil que
sean actividades transparentes, que la sociedad sepa qué es lo que está
pasando.
–¿Qué sucedió con los procesos de participación social que
promovieron los gobiernos bolivarianos?
-Hoy en Venezuela hay una desarticulación del tejido de la sociedad. Después
de una experiencia extraordinariamente rica de organización social, de
organización de base, de movimientos en relación a la salud, a las
telecomunicaciones, a la tenencia de la tierra urbana, a la alfabetización, que
involucró a millones de personas y generó una cultura de confianza, de
solidaridad, de tener la capacidad de incidir sobre el propio futuro, uno
suponía que en momentos de crisis habría capacidad colectiva de responder, y
resulta que no. Por supuesto, hablo en términos muy gruesos, hay lugares donde
hay mayor capacidad de autonomía y autogobierno. Pero en términos generales se
puede decir que la reacción que se vive hoy es más en términos competitivos, individualistas.
De todos modos, creo que quedó una reserva que en algún momento puede salir a
flote.
–¿Por qué no pudo mantenerse esa corriente de
participación y organización?
-El proceso estuvo atravesado desde el principio por una
contradicción muy seria, que es la contradicción entre entender la organización
de base como procesos de autogestión y de autonomía, de construcción de tejido
social de abajo hacia arriba, y el hecho de que la mayor parte de estas
organizaciones fueron producto de políticas públicas, de promoción desde
arriba, desde el Estado. Y esa contradicción se jugó de manera diferente en
cada experiencia. Donde había experiencia organizativa previa, donde había
dirigentes comunales, había una capacidad de confrontar al Estado; no para
rechazarlo, sino para negociar. Además, a partir de 2005 hay una transición del
proceso bolivariano desde algo muy abierto, desde un proceso de búsqueda de un
modelo de sociedad diferente al soviético y al capitalismo liberal, a tomar ya
la decisión de que el modelo es socialista, y a una interpretación del
socialismo como estatismo. Hubo mucha influencia político-ideológica cubana en
esta conversión. Entonces estas organizaciones ya empiezan a ser pensadas en
términos de instrumentos dirigidos desde arriba, y empieza a consolidarse una
cultura estalinista en relación a la organización popular. Y eso le ha dado
obviamente mucha precariedad.
–¿Cómo es la situación de la democracia en términos
liberales?
-Obviamente es mucho más grave [durante el gobierno de Maduro], y
es más grave porque es un gobierno que ha perdido muchísima legitimidad y que
tiene niveles crecientes de rechazo por parte de la población. Y la
oposición ha avanzado significativamente. El gobierno tenía hegemonía de todos
los poderes públicos hasta que perdió aparatosamente las elecciones
(parlamentarias) en diciembre de 2015. Y a partir de allí empezó a responder en
términos crecientemente autoritarios. En primer lugar, desconoció la Asamblea,
primero desconociendo los resultados de un Estado que le quitaba la mayoría
calificada a la oposición en la Asamblea, con razones absolutamente tiradas de
los cabellos. Posteriormente, ha habido un franco desconocimiento de la
Asamblea como tal, que desde el punto de vista del gobierno no existe, es
ilegítima. Y es tan así que hace unos meses era necesario renovar los
integrantes del Consejo Nacional Electoral [CNE], y entonces la Corte
desconoció a la Asamblea y nombró a los integrantes del CNE, que por supuesto
son todos chavistas. Maduro tenía que presentar a comienzos de año una memoria
de gestión del año anterior, y como no reconocen a la Asamblea, la memoria se
presentó ante la Corte. Lo
mismo sucedió con el presupuesto. Teníamos un referéndum revocatorio para el
cual se habían cumplido todos los pasos. Debía hacerse en noviembre del año
pasado y el CNE resolvió posponerlo, y eso significó matarlo: simplemente ahora
no hay referéndum revocatorio. Era constitucionalmente obligatoria la elección
de gobernadores en diciembre del año pasado, y simplemente la pospusieron
indefinidamente. Entonces estamos en una situación en la que hay una
concentración total de poder en el Ejecutivo, no hay Asamblea legislativa,
Maduro tiene ya más de un año gobernando por decreto de emergencia
autorrenovado, cuando debe ser ratificado por la Asamblea. Estamos
muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. En ese contexto, la
respuestas que se dan son cada vez más violentas, de los medios
y de la oposición, y la reacción del gobierno, ya incapacitado de hacer otra
cosa, es la represión de las manifestaciones, los presos políticos. Se utilizan
todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder.
–¿Qué consecuencias tiene esta situación a largo plazo?
-Yo diría que hay tres cosas que son extraordinariamente
preocupantes de las consecuencias de todo esto a mediano y largo plazo. En
primer lugar, hay una destrucción del tejido productivo de la sociedad y va a
tomar muchísimo tiempo recuperarlo. Recientemente hubo un decreto presidencial
de apertura de 112.000
kilómetros cuadrados a la minería transnacional a gran
escala en un territorio donde están los hábitats de diez pueblos indígenas,
donde están las mayores fuentes de agua del país, en la selva amazónica. En
segundo lugar está el tema de cómo la profundidad de esta crisis está
desintegrando el tejido de la sociedad, y hoy como sociedad se está peor de lo
que se estuvo antes del gobierno de Chávez; esto es algo muy duro de decir,
pero efectivamente es lo que se vive en el país. En tercer lugar, cómo se han revertido
las condiciones de vida en términos de salud y de alimentación. El gobierno
dejó de publicar estadísticas oficiales y hay que confiar en estadísticas de
las cámaras empresariales y de algunas universidades, pero estas indican que
hay una pérdida sistemática de peso de la población venezolana, algunos
cálculos dicen que es de seis kilos por persona. Y eso, por supuesto, tiene
consecuencias en desnutrición infantil y tiene efectos a largo plazo. Por
último, esto tiene extraordinarias consecuencias en relación a la posibilidad
de cualquier imaginario de cambio. La noción de socialismo, de alternativas,
está descartada en Venezuela. Se ha instalado la noción de que lo público es
necesariamente ineficiente y corrupto. Es un fracaso.
–¿Cómo ves las reacciones de los partidos de izquierda a
nivel global, y especialmente en América Latina, respecto de Venezuela?
-Creo que uno de los problemas que ha arrastrado históricamente la
izquierda es la extraordinaria dificultad que hemos tenido como izquierda de
aprender de la
experiencia. Para aprender de la experiencia es absolutamente
necesario reflexionar críticamente sobre qué pasa y por qué pasa. Por supuesto,
sabemos toda la historia de lo que fue la complicidad de los partidos
comunistas del mundo con los horrores del estalinismo, y no por falta de
información. No fue que se enteraron después de los crímenes de [Iósif] Stalin,
sino que hubo una complicidad que tiene que ver con ese criterio de que como
uno es antiimperialista y es un enfrentamiento contra el imperio, vamos a
hacernos los locos con que se mató tanta gente, vamos a no hablar de eso. Creo
que esa forma de entender la solidaridad como solidaridad incondicional, porque
hay un discurso de izquierda o porque haya posturas antiimperialistas, o porque
geopolíticamente se expresen contradicciones con los sectores dominantes en el
sistema global, lleva a no indagar críticamente sobre cuáles son los procesos
que están ocurriendo. Entonces se genera una solidaridad ciega, no crítica, que
no solamente tiene la consecuencia de que yo no fui a criticar lo otro, sino
que tiene la consecuencia de que activamente se está celebrando muchas de las
cosas que terminan siendo extraordinariamente negativas. El llamado
hiperliderazgo de Chávez era algo que estaba allí desde el principio. O el
modelo productivo extractivista. Lo que hoy conoce la izquierda en su propia
cultura sobre las consecuencias de eso estaba ahí. Entonces, ¿cómo no abrir un
debate sobre esas cosas, de manera de pensar críticamente y aportar propuestas?
No que la izquierda europea venga a decirles a los venezolanos cómo tienen que
dirigir la revolución, pero tampoco esta celebración acrítica, justificativa de
cualquier cosa. Entonces, los presos políticos no son presos políticos, el
deterioro de la economía es producto de la guerra económica y de la acción de
la derecha internacional. Eso es cierto, está ahí, pero obviamente no es
suficiente para explicar la profundidad de la crisis que estamos viviendo. La
izquierda latinoamericana tiene una responsabilidad histórica en relación, por
ejemplo, a la situación de Cuba hoy, porque durante muchos años asumió que
mientras estuviese el bloqueo de Cuba no se podía criticar a Cuba, pero no
criticar a Cuba quería decir no tener la posibilidad de reflexionar críticamente
sobre cuál es el proceso que está viviendo la sociedad cubana y cuáles son las
posibilidades de diálogo con la sociedad cubana en términos de opciones de
salida. Para una gran proporción de la población cubana, el hecho de que se
estaba en una especie de callejón sin salida era bastante obvio a nivel
individual, pero el gobierno cubano no permitía expresar eso y la izquierda
latinoamericana se desentendió, no aportó nada, sino simplemente solidaridad
incondicional. El caso más extremo es pretender que el gobierno de Nicaragua es
un gobierno revolucionario y parte de los aliados, cuando es un gobierno de
mafias, absolutamente corrupto, que desde el punto de vista de los derechos de
las mujeres es de los regímenes más opresivos que existen en América Latina, en
una alianza total con sectores corruptos de la burguesía, con el alto mando de
la iglesia católica, que antes era uno de los grandes enemigos de la revolución
nicaragüense. ¿Qué pasa con eso? Que se refuerzan tendencias negativas que
hubiera sido posible visibilizar. Pero además, no aprendemos. Si entendemos la
lucha por la transformación anticapitalista no como una lucha que pasa allá y
vamos a ser solidarios con lo que ellos hacen, sino como una lucha de todos,
entonces lo que tú haces mal allá nos está afectando a nosotros también, y
también tengo responsabilidad de señalarlo y de aprender de esa experiencia
para no repetir lo mismo. Pero no tenemos capacidad de aprender, porque de
repente, cuando termine de colapsar el modelo venezolano, vamos a mirar para
otra parte. Y eso, como solidaridad, como internacionalismo, como
responsabilidad político-intelectual, es desastroso.
–¿Por qué la izquierda adopta estas actitudes?
-Tiene que ver, en parte, con que no hemos terminado de descargar
al pensamiento de izquierda de unas concepciones demasiado unidimensionales de
qué es lo que está en juego. Si lo que está en juego es el contenido de clase y
el antiimperialismo, juzgamos de una manera. Pero si pensamos que la
transformación hoy pasa por eso, pero también por una perspectiva crítica
feminista, por otras formas de relación con la naturaleza, por pensar que el
tema de la democracia no es descartar la democracia burguesa, sino profundizar
la democracia; si pensamos que la transformación es multidimensional porque la
dominación también es multidimensional, ¿por qué este apoyo acrítico a los
gobiernos de izquierda coloca los derechos de los pueblos indígenas en un
segundo plano, coloca la devastación ambiental en un segundo plano, coloca la
reproducción del patriarcado en un segundo plano? Entonces termina juzgando
desde una historia muy monolítica de lo que se supone que es la transformación
anticapitalista, que no da cuenta del mundo actual. Y obviamente, ¿de qué nos
sirve liberarnos del imperialismo yanqui si establecemos una relación idéntica
con China? Hay un problema político, teórico e ideológico, y quizá
generacional, de personas para las que esta era su última apuesta por lograr
una sociedad alternativa, y se resisten a aceptar que fracasó.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225733
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