Argentina. Sobre luchas, iniciativas y alternativas /
Opinión
22
de abril de 2017
Hay que valorar la capacidad de lucha
demostrada, la firmeza para enfrentar la política social y económica del
gobierno, el rol jugado por sectores gremiales enfrentados a las conducciones
burocráticas. También se necesita visualizar sus límites y evaluar la capacidad
de respuesta del gobierno y las apuestas tácticas que este realiza.
Se ha vivido un mes entero de movilizaciones,
desde el seis de marzo al seis de abril. Multitudes apreciables, fuerte
presencia obrera y sindical, incluso en la movilización del Día de la Mujer,
que tuvo destacada participación de mujeres trabajadoras. La multitud impuso
sus propias consignas, como el 7 de marzo, cuando se arremetió contra la cúpula
de la C.G.T. en la exigencia de que fijara la fecha para un paro general.
Las dos CTA apoyaron
las movilizaciones lanzadas por la conducción cegetista, pero generaron su
propia movilización el 30 de marzo, también con una convocatoria muy numerosa.
Los docentes, enfrentados a una táctica de desgaste del gobierno, estuvieron
una y otra vez en la calle, sosteniendo la exigencia de una paritaria nacional,
contra los intentos del gobierno de negociar los salarios con cifras que no
toman en cuenta el poder adquisitivo perdido por la fuerte inflación del año
pasado.
Hay que valorar la capacidad de lucha
demostrada, la firmeza para enfrentar la política social y económica del
gobierno, el rol jugado por sectores gremiales enfrentados a las conducciones
burocráticas. También se necesita visualizar sus límites y evaluar la capacidad
de respuesta del gobierno y las apuestas tácticas que este realiza.
Pese a toda la disconformidad con su política,
la CGT tuvo margen para declarar un paro “dominguero”,
sin movilización. Los cortes de calles llamados por corrientes sindicales
combativas y partidos de izquierda fueron significativos, al límite de desatar
una respuesta represiva del gobierno en la Panamericana, que en cierto modo
contribuyó a realzar aún más esa medida de protesta. Sin embargo todo ello no
iguala el peso que hubiera tenido una gran movilización unitaria, si la CGT hubiera convocado a un paro activo.
Aún entre vacilaciones y desacuerdos tuvo
lugar una respuesta a favor del gobierno, la marcha del 1 de abril. No fue la
grandiosa manifestación que predicó el gobierno y el periodismo adicto, pero
tampoco la desvaída reunión de unos pocos miles de personas, como la
presentaron algunos medios
opositores. El hecho de que haya sido importante, con cánticos de “apoyo a la
democracia” y llamados a evitar por todos los medios
el retorno del kirchnerismo (y del peronismo en su conjunto), llama a la
reflexión sobre que no estamos frente a un gobierno totalmente desprestigiado y
sin capacidad de respuesta. Después de esa marcha el presidente y sus
colaboradores directos se propusieron pasar a la contraofensiva, en base a los
resultados de la manifestación, logrados sin asumir a pleno la convocatoria ni
empeñarse a fondo para garantizar su éxito. Entonado por ese apoyo, el gobierno
se dispuso a hacer efectivo el protocolo antipiquetes, a profundizar las
acciones de desgaste de la huelga docente y de desprestigio de su principal
dirigente, hasta culminar en las acciones violentas que impidieron la primer
tentativa de instalar la “escuela itinerante.”
Quizás la actitud más significativa del
gobierno es desechar actitudes conciliadoras y empeñarse a fondo en su propia
política. El Foro Económico Internacional celebrado el mismo día del paro, fue
toda una reafirmación de una política de dureza, y del propósito de impulsar un
“cambio cultural” en pos de una mayor expansión del individualismo en la
sociedad, de una cultura de “emprendedores” que desdeñe la organización y la
acción colectiva. Chile y Perú son modelos de “revolución cultural” bajo el
signo de la libertad de mercado, aquí se busca un “país normal”, a costa de
niveles de pobreza y desigualdad aún más escandalosos que los actuales.
Además de los objetivos de mediano y largo
plazo, centrados en generar condiciones aún más favorables para que el capital
expanda sus ganancias, el gobierno actúa mirando el escenario electoral.
Temeroso de terminar en una derrota pese a dejar los aspectos más regresivos de
su política para después de las elecciones, parece orientado a asumir a pleno
sus objetivos, al tiempo que se presenta como la garantía de la superación del
“populismo”. Convencidos que los más influidos por el kirchnerismo y la
izquierda no lo votarán nunca, apunta retener a quienes ya lo votaron. A falta
de aumento de las inversiones, reactivación económica y rápido descenso de la
inflación, la apuesta es a concentrarse en la “herencia recibida” y en el
amplio porcentaje de la población que piensa que nada podría ser peor que un
retorno del kirchnerismo al gobierno. Desde el 1 de abril se han esforzado por
transmitir la sensación de que el elenco gobernante ha retomado la iniciativa,
en el discurso, en las acciones represivas, en la promoción de causas contra CFK.
Es seguro que Cambiemos apostará a activar los
componentes más conservadores del sentido común, el prejuicio clasista hacia
los “negros” que anida en buena parte de los sectores medios
e incluso en algunos miembros de la clase obrera. Intentará extender el
paradigma de un país “normal”, entendido como una sociedad en la que no se
cuestionan las jerarquías de la riqueza y el poder, y se asuma a las
inversiones del gran capital como único camino hacia el crecimiento económico y
la hipotética mejora de las condiciones de vida. Hoy asistimos a un replanteo
de la nostalgia de “aquella” Argentina que era la quinta potencia mundial, la de Roca , Pellegrini y más
tarde Agustín P. Justo, ajena a tentaciones populistas, basada en el predominio
más o menos indisputado de los propietarios terratenientes y las grandes
empresas urbanas.
Cuenta para ello con el respaldo del gran
capital ligado a las finanzas, a las actividades exportadoras, a las grandes
empresas que dan prioridad a romper el poderío de los sindicatos y a imponer
una “nueva cultura” en materia de salarios y condiciones de trabajo. Lo
resisten las ramas de “baja competitividad”, como la textil, la indumentaria,
el calzado, entre otras que podrían no resistir la “apertura comercial.
Aspira también al respaldo de los grandes
sindicatos. Los días previos al paro, que se resignó a no poder evitar, parte
del gabinete estuvo activo en lograr acuerdos con los grandes gremios, lograr
convenios a la baja y cláusulas de “productividad”, a cambio de las consabidas
concesiones a la “caja” sindical y de las obras sociales.
Hoy corremos el riesgo de que se diluyan las luchas y su masividad. Ese peligro lo marcan la política sindical acomodaticia, el pacifismo papal que apunta a aplacar a los movimientos piqueteros, el vuelco del kirchnerismo y el PJ al ámbito electoral…
Hoy corremos el riesgo de que se diluyan las luchas y su masividad. Ese peligro lo marcan la política sindical acomodaticia, el pacifismo papal que apunta a aplacar a los movimientos piqueteros, el vuelco del kirchnerismo y el PJ al ámbito electoral…
Tampoco puede descartarse que los hasta ahora
fallidos “brotes verdes” comiencen a percibirse más allá del “campo” y la obra
pública. No hay por qué pensar que la recesión actual persista y aún se
profundice durante un lapso prolongado.
Para que el panorama combativo no se
desdibuje, las CTA en unidad de acción pueden jugar un
gran papel, sustentado sobre todo por la CTA autónoma,
inclinada a posiciones más claras y exenta de lazos partidarios. Sus acciones
pueden instalar una posición diferente en el interior del movimiento obrero,
que incluya al creciente número de gremios disidentes en la CGT
y a las muchas comisiones internas y cuerpos de delegados con conducciones combativas.
Para eso es sustantiva la profundización de la lucha, sobre todo en lo
inmediato, antes que la coyuntura electoral cobre máximo protagonismo.
El gobierno responderá con todo el arsenal de
la manipulación electoral, basado hoy en una apuesta a la dicotomía excluyente
macrismo-kirchnerismo, para lo que recurre a la demonización del gobierno
anterior y al ninguneo de cualquier opción diferente, desde la izquierda al
complaciente Frente Renovador.
El escapar a esa polarización exige el trabajo
que llame la atención sobre la necesidad de una alternativa nueva, que se
proponga luchar contra el sistema capitalista , sin limitarse a la
“resistencia” contra las políticas en curso, a la búsqueda del regreso de un
pasado venturoso. La propuesta no puede ser un capitalismo “serio”, “nacional”
o “humanizado”, que, en el mejor de los casos, puede proporcionar a los
trabajadores unos años de relativa “prosperidad”, en la medida que los precios
de los bienes exportables se mantengan favorables y habiliten un incremento del
gasto estatal en sentido redistributivo. No necesitamos ningún regreso, sino la
apuesta audaz al futuro. Convencer de la viabilidad de un porvenir diferente
conlleva la necesidad de mostrar que los sufrimientos de las clases populares
no devienen de las políticas regresivas de un gobierno antipopular, sino del
núcleo mismo del sistema. En el mismo sentido, se requiere señalar de modo
incansable que el problema no es el “neoliberalismo”, ni esta o aquella
doctrina dentro del marco de la sociedad burguesa, sino el imperio del capital
como un todo.
También se requiere la reivindicación de la
iniciativa popular. No se trata de seguir liderazgos indiscutibles,
supuestamente clarividentes, sino de construir un auténtico poder popular, de
masas, contrario a todo verticalismo, rebelde frente a cualquier burocracia
enquistada en posiciones de poder. La contracara indispensable es la denuncia
de cómo los mecanismos de la democracia representativa son penetrados por el
poder del capital, y la demostración de que el sentido del voto cada vez
dispone menos sobre las verdaderas políticas que seguirán sus elegidos.
A medida que se acerquen las elecciones, los
partidos hegemónicos tratarán de convencernos de que, pese a no elegirse cargos
ejecutivos, estas elecciones son decisivas, que grandes cambios en un sentido o
en otro ocurrirán según quienes sean sus triunfadores. Frente a eso sólo cabe
retomar la idea clásica de que las elecciones, desde una perspectiva
socialista, sirven ante todo para denunciar los atropellos del capital. Y para
ubicar en el parlamento mujeres y hombres que puedan llevar allí la crítica al
gran capital, la defensa consecuente de los intereses de los trabajadores, la
diferenciación frente a la política sistémica.
Más allá de lo electoral, sin duda se avecinan
nuevas luchas, renovados episodios represivos, distintas tentativas de promover
el desaliento y el conformismo. Hoy no hay una alternativa definida, que
conjugue un programa de transformaciones radicales con modos creativos de
construcción social y política, eso es una dificultad objetiva. La construcción
de esa alternativa es una tarea de mediano plazo.
Hoy mismo es el momento indicado para comenzarla.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/04/22/argentina-sobre-luchas-iniciativas-y-alternativas-opinion/
Hoy mismo es el momento indicado para comenzarla.
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