Argentina: “Salir del ‘agronegocio’ implica
un cambio de estructuras mentales profundas”
2 de noviembre de 2016
Por Leonardo Rossi
Más de 150 estudiantes de Agronomía y afines
de diversas regiones del país se encontraron a pensar en otra agricultura
posible, por fuera del agronegocio. Fue justamente en Zavalla, cercanías de
Rosario (sede portuaria de las grandes cerealeras) donde se concretó el Primer
Encuentro Nacional de Estudiantes por la Agroecología.
Voces desde el Primer Encuentro Nacional de
Estudiantes por la Agroecología:
Paneles, talleres, visitas a campos sirvieron
para sembrar y potenciar una mirada de la producción y consumo de alimentos más
humana que la dominante. “Ya no nos alcanza con los estudiantes, los técnicos,
los productores, tenemos que llegar a todas las partes de la cadena y crear un
gran movimiento por la agroecología”, dejó planteado Antonio Lattuca, coordinador
del programa de Agricultura Urbana de Rosario.
El encuentro fue
impulsado por el Movimiento Universitario por la Agroecología (Rosario),
Movimiento de Base Agronomía (Córdoba), Huerta Estudiantil Agroecológica (La
Pampa) y la Juventud de la Sociedad
Científica Latinoamericana de Agroecología. Esta disciplina
con diversas ascendencias apunta a concretar un modelo agropecuario diverso,
que reduzca el uso de insumos externos al ciclo ecológico natural, que fomente
productos de estación y afines a cada eco-región, con una perspectiva política
en diálogo con la soberanía alimentaria, la relación directa entre productor y
consumidor, el comercio justo y solidario.
Alimentos, no
mercancías:
Durante el panel
“Soberanía alimentaria y desarrollos regionales”, en la Facultad de Ciencias
Agrarias de la
Universidad Nacional de Rosario, Lattuca punteó algunos datos
de informes internacionales. “Se producen alimentos para 12 mil millones de
habitantes y somos 7 mil millones. Sólo un 30 por ciento de los cereales va a
consumo humano directo. Está claro que los alimentos son un mero instrumento de
negocio.” En esa línea, recordó que “hay un mito que nos dice que la Revolución Verde
(cambio de paradigma tecnológico de los años sesenta) vino a alimentar al
mundo, cuando en realidad vino a favorecer un modelo de concentración de
grandes empresas químicas”. Según datos del ETC Group, tres compañías
(Monsanto, DuPont y Syngenta) controlan el 55 por ciento de las ventas de
semillas comerciales y otra tríada (Syngenta, BASF y Bayer) hace lo propio con
el 51 por ciento de las ventas de químicos para los cultivos.
Respecto al plano
político, Lattuca señaló que “el INTA (Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria) y las facultades han pensado y funcionado para el modelo de
agricultura industrial”. “Hay que dar la pelea ahí pero necesitamos también
mucha fuerza afuera de las instituciones porque hay cambios que no pueden
esperar cinco años de estudios y validaciones de los organismos
técnicos-burocráticos”, completó.
Según la opinión de
este técnico, para revertir este escenario, se hace imperioso potenciar a los
pequeños productores. “En Rosario hoy sólo nos quedan 25 productores
periurbanos. Para que haya soberanía alimentaria, tiene que haber soberanía
productiva ”, manifestó. Y puso el foco en la necesidad de transitar hacia
modelos agroecológicos, que no sólo dejen de lado el uso de plaguicidas (tal
como pueden ser los orgánicos) sino que aporten una mirada más profunda de lo
que significa la alimentación desde una perspectiva política.
“La agroecología puede
alimentar el mundo y de una forma más sana: los alimentos agroecológicos tienen
más proteína, más fibra, menos agua; se conservan por más tiempo, son completos
y equilibrados”, detalló. En un sentido más extenso, comparó: “Por algo hoy nos
tienen que dar tantos suplementos, que antes lo brindaba el propio alimento
sano, por eso decimos que los alimentos agroecológicos son como una medicina
natural”.
Campo-ciudad-campo:
Para aprovechar las
diversas legislaciones que restringen el uso de plaguicidas en zonas
periurbanas,Beatriz Giobellina (INTA-Córdoba),
arquitecta especializada en planeamiento de cinturones verdes, indicó que “si
aplicáramos la ley que regula el uso de plaguicidas (9.164), liberaríamos 100
mil hectáreas del cinturón verde de Córdoba para la producción sana de
alimentos”. Pero remarcó que este cambio no puede sólo depender del
voluntarismo de algunos productores. “La transición a la agroecología requiere
de políticas públicas decididas a apoyar ese modelo.”
En esa línea de planteos,
manifestó que “las manchas urbanas están destruyendo las zonas de producción de
alimentos de proximidad, un tema que no estamos estudiando y pensando como
Estado”. “Estamos liquidando a los pequeños agricultores y podríamos estar ante
un colapso”, enfatizó luego de recordar que buena parte de la fruta y verdura
que se consume en Córdoba, llega de otras partes del país. “Eso es irracional”,
dijo, por ejemplo respecto a que más de la mitad de la verdura de hoja que
consumen los cordobeses no llega de su cinturón verde.
“Debemos planificar el
territorio con sensibilidad a la producción de alimentos”, fue la idea central
de esta técnica, que machacó con la necesidad fomentar los parques agrarios en
los alrededores de las ciudades, para alimentar de forma sana a la población
local. “Hoy el 94 por ciento de la población argentina vive en las ciudades.
Los arquitectos miramos la ciudad y los agrónomos el campo. Nos separaron, no
nos hicieron pensar los territorios como tales. Eso tiene que cambiar de forma urgente”.
Como análisis dejó en claro que Argentina no puede producir alimentos para 400
millones de personas en el mundo, mientras no cuenta con una oferta básica de
frutas y verduras alrededor de Córdoba o Rosario.
Amar la tierra:
Con anclaje en
territorio disertó Heber
García, del Movimiento de Pequeños Productores de La Plata. El cinturón
hortícola platense es el más grande del país, y según expresaron desde el MPP
“cuenta con más de seis mil familias productoras, mayoritariamente bolivianas”.
Cuenta Heber que cuando llegaron a Argentina estas familias entraron a un
sistema de producción “en el que se usa mucho veneno”. Y en ese marco, se
formaron en la actividad hortícola.
Pero para poder pensar
en alternativas a ese modelo tóxico de producción, explica, deben mejorar su
situación económica y social.
Una problemática
principal es los altos costos de los alquileres: pagan cerca de 10 mil pesos
mensuales, en terrenos (2 a
3 hectáreas )
a los que prácticamente no les hacen mejoras, porque no saben hasta cuándo
durará el arriendo. “Vivimos en casillas muy precarias, porque no podemos
construir si no es para quedarnos ahí. Queremos acceder a la tierra, la
queremos pagar, necesitamos un plan del Estado para quedarnos a trabajar la
tierra, para producir con mejor calidad; no queremos terminar en una villa.”
Por otra parte, se ven
afectados por los bajos precios que reciben por su producción. Explican que
venden cajones de verdura de hoja a quince pesos, que no cubren los costos, y
luego han llegado a ver que cada kilo (de diez que tiene el cajón) se vende a
treinta. “Con el tomate decidimos dejar de venderlo, porque no nos cubría el
costo, y se lo ponían en góndola a un precio imposible. Lo empezamos a guardar
y a hacer conserva para vendérselo directo al consumidor por otro canal.”
Haberse organizado
permitió enfrentar mejor el abuso de quienes acopian la producción para luego
llevarla al mercado minorista. “A través del movimiento conseguimos un puesto
en el Mercado Central, hacemos bolsones para venta directa a sindicatos y
organizaciones sociales, y vendemos en ferias. Tener precio justo por nuestra
producción, y que le llegue más barato al consumidor, nos permitió empezar a
pensar mejor cómo queremos producir”. Actualmente, en los bolsones de verdura,
venden sólo productos de estación y de a poco transitan hacia la agroecología.
“Vamos estudiando y probando otras formas”. “Venimos de la cultura de la
pachamama, sabemos que si no amamos el mundo, a la tierra, no nos amamos.”
Un cambio de
conciencia:
Ante un auditorio
colmado, los disertantes dejaron en claro que la batalla por otra forma de
producir alimentos es compleja y abarca varios frentes: acceso a la tierra,
regulaciones que restrinjan y efectivicen el uso de plaguicidas, apoyo técnico
y recursos específicos, canales de comercialización para este sector, entre
otros. Pero como cuestión de fondo, Giobellina dejó planteado, que comenzar a
abandonar el paradigma del ‘agronegocio’ “no pasa por un cambio tecnológico, es
mental, de estructuras profundas, es un verdadero cambio de conciencia”. Para
eso, como dijo Lattuca ya no basta sólo con espacio de debate académicos y
técnicos, o de grupos de productores con iniciativa, “hace falta llegar a más
sectores, de principio a fin de la cadena, y crear un gran movimiento por la
agroecología”.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Argentina_Salir_del_agronegocio_implica_un_cambio_de_estructuras_mentales_profundas
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