La elección de Trump y
las estrategias de comunicación
15 de noviembre de 2016
Entre el horror
y el desconcierto, numerosos analistas y conductores de programas televisivos
intentan explicar lo que ni ellos terminan de entender. La sorpresiva victoria
de Donald Trump en las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos
puso de manifiesto una crisis que muchos intentaban ocultar. El país más
poderoso del mundo, referenciado como cuna de sueños y libertad, acaba de
elegir a un misógino, racista y xenófobo sin ninguna experiencia en ningún
cargo político como presidente. Lo hizo con gran parte del “establishment”
económico y político en contra. También con gran parte de los medios de comunicación y el entorno artístico en
campaña para que no sea elegido. ¿Qué expresa el voto a Trump? ¿Se lo puede
considerar ajeno al “sentido común”? ¿Qué es el “sentido común”?
Por
Ramiro Giganti, para ANRed.
El desconcierto fue
dando lugar a una serie de frases repetidas que sirvieron como refugio para las
opiniones de diversos analistas al ser consultados en los principales medios hegemónicos: “Ganó un outsider de la
política”, “Hilary fracasó”, o como “parte del ascenso de posiciones xenófobas”
al relacionarlo con el Brexit, y el ascenso de derechas antiinmigración en
Europa.
Todas esas
apreciaciones tienen algo de correcto, pero a su vez parecen insuficientes,
principalmente porque nada de esto es nuevo: de todo esto se venía hablando
mientras Trump avanzaba en su campaña, y aun así, todo parecía indicar que no
iba a llegar a ganar la
elección. La difusión de las escuchas que involucraban a
Trump en declaraciones sexistas, lejos de hundirlo (a pesar de la partida de
dirigentes republicanos del apoyo a su candidatura) iniciaron una “guerra de
carpetazos” que terminó favoreciéndolo o, al menos, no logró evitar que gane
las elecciones. ¿Cómo puede ser esto posible?
Antes de intentar
responder esta pregunta vinculada al voto en favor de un confeso misógino, que
mucho puede relacionarse con hechos ocurridos en Argentina y otras partes del
mundo en relación a los casos de violencia de género, el machismo en los medios hegemónicos y las contradicciones existentes,
hay otro sector cuyo voto por este personaje resulta pertinente analizar.
También es importante
señalar algo que ya muchos medios
informaron sobre el contexto electoral en ese país: las elecciones no son
obligatorias, y en estas últimas aproximadamente el 50% del electorado no fue a
votar. También el sistema de “colegio electoral” en donde no se elige
presidente por elección directa sino por electores, siendo muchas veces elegido
el candidato que no recibe la mayor cantidad de votos pero si de electores:
esto ocurrió en la pasada elección donde el candidato ganador obtuvo cientos de
miles de votos menos, pero los necesarios en los “estados pendulares” para
llevarse los electores por mínimas diferencias, que le permitieron ser elegido.
Por lo que el juego electoral pasó, en gran parte, no por la votación en todo el
país, sino en esos estados que son los que definen una elección.
También, aunque por sí
solo no define nada ya que muchos candidatos lo hacen, apeló a un fuerte
discurso nacionalista: la nación como chivo expiatorio, radicalizada con
xenofobia.
El voto obrero a Trump
El voto de la clase
trabajadora a un magnate multimillonario opuesto a los programas de salud
pública y del gasto público en programas de inclusión social parece
contradictorio y en parte lo es. Primero vale aclarar que en las regiones
industriales de estados pendulares en los que Trump se impuso, las diferencias
no fueron amplias y sí lo fue el abstencionismo. Pero de todas formas ese voto
obrero fue clave para el triunfo de Donald Trump, y para muchos resulta difícil
de entender.
Resulta pertinente
mencionar un hecho que marcó el principio del divorcio de la clase obrera estadounidense con el
Partido Demócrata: el 1 de enero de 1994, bajo la presidencia
de Bill Clinton, entró en vigencia el NAFTA,
acuerdo del libre comercio con México y Canadá. Las
desregulaciones generaron migraciones de puestos de trabajo a zonas que
permitían reducir costos pagando salarios notoriamente inferiores a los de la
prospera clase obrera norteamericana. Nuevas fábricas se instalaron en China y
México relegando a los obreros industriales de Ohio, Wisconsin, Iowa, Michigan
o Pensilvania: todos estados pendulares que la semana pasada inclinaron la
elección en favor de Trump.
¿Qué hizo el Partido Demócrata con la
candidatura de Hillary Clinton para disputar ese voto? Nada,
absolutamente nada pertinente. Con Bernie Sanders fuera de la campaña se perdió toda
posibilidad de disputar ese voto, quedó fuera de campaña un programa que
cuestione la distribución de ingresos y la posibilidad de ascenso de sectores
relegados. Gran parte de los 10 millones de votos que Bernie Sanders recibió en
las primarias no se trasladaron a Hillary Clinton, ni siquiera bajo la
extorsión de votar al “mal menor”.
El apoyo de artistas del mundo del
espectáculo, todos ellos multimillonarios, no logró interpelar al voto de una
clase trabajadora empobrecida. El video de Robert De Niroindignado por el
apoyo que Trump venía cosechando, su bronca, sus ganas de golpear a Trump y sus
votantes, no convence a indecisos o potenciales votantes de Trump, solo radicaliza
a quienes jamás lo votarían.
La toma del poder, la búsqueda de ganar una
elección cosechando el apoyo de mayorías, solo es posible convenciendo y
generando nuevos adherentes, no potenciando a quienes ya lo son. Lo que De
Niro, o Lady Gaga, o Madonna le están
diciendo a esos obreros, cuya vida hoy es peor que hace 10 años es “voten por
la continuidad del deterioro de sus vidas, porque yo no quiero a un presidente
racista y misógino”. Es probable que esa campaña de sectores progresistas,
universitarios cuyas principales caras son las de multimillonarios que jamás
trabajaron en una fábrica, y si alguna vez lo hicieron fue hace mucho tiempo,
no solo no interpele a los trabajadores sino que hasta acentúe su
resentimiento.
Otro dato importante es cierta “falsedad” en
torno a los números favorables sobre la recuperación del empleo en Estados
Unidos en los últimos años, ya que la supuesta baja del desempleo esconde dos
trampas: por un lado la creación de trabajo precario y por el otro que una
tercera parte de los desocupados dejó de buscar empleo por lo que desapareció
de la estadística.
En este contexto, Donald
Trump interpeló
los deseos de estos trabajadores. Hizo promesas que no va a cumplir, pero cuyo
deseo de que se cumpla fue más fuerte que el análisis sobre “cómo se va a
cumplir”. Apelando al “sueño americano”, pero sobretodo aprovechando el
escepticismo ante sus rivales, primero en la interna republicana y luego en la
elección, fue lo que pudo lograr lo inesperado.
Al escepticismo hay que sumarle su fuerte
presencia en diversas películas, series y programas cómicos, que muchas veces
son el pequeño momento de esparcimiento del trabajador luego de una dura
jornada. También el giro que hizo Trump, principalmente en el segundo de los
tres debates, cuando muchos lo daban por derrotado luego de las escuchas, pudo
haber sido clave: en ese debate salió con una estrategia ofensiva, respondió
todos los ataques con otros ataques y denuncias hacia su oponente y en
cuestiones vinculadas a geopolítica, hasta intentó correr por izquierda a la
gestión “Obama-Hillary”, algo que no fue muy difícil: se
mostró dispuesto a dialogar con Putin y Al Assad y cuestionó, no solo la
ineficiencia para enfrentar a ISIS sino las incursiones fallidas a Medio
Oriente. Más allá de lo poco creíble de sus palabras, nada
distinto ocurría del otro lado, y el deseo de creer, aunque resulte
impertinente, se terminó imponiendo en muchos votantes escépticos.
De todas formas no hay que descartar que gran
parte de este voto, inspirado más por el desencanto, se vuelva en contra ante
el incumplimiento de las expectativas.
La comunicación al servicio del misógino
Entre los comentarios que potencian el
carácter “sorpresivo” de la elección de Trump, se encuentran los que afirman
que el magnate “ganó sin el apoyo de
los principales medios masivos”.
Esta es una verdad a medias. Si bien es cierto que varios de los principales medios de comunicación, no solo le retiraron el
apoyo y ejercieron un fuerte boicot a su candidatura y sus espacios de aire
televisivo, también es cierto que esos mismos medios
le dieron espacio durante años.
Durante muchos
años Trump se convirtió en una figura mediática avalada por el mundo del
espectáculo, no sólo por su “Reality Show”, que tuvo gran cantidad de
temporadas al aire, sino por sus numerosas apariciones en programas de Prime
Time o películas taquilleras: desde “Sex and the City” hasta “Mi pobre
angelito”, por nombrar solo dos casos, contaron con
la presencia de este personaje aportando para que este empresario inescrupuloso
se muestre como “simpático” ante el público masivo.
En un escenario de creciente
“espectacularización de la política”, Donald Trump fue el gran ganador. Donde
cada vez importan menos los argumentos políticos que las acciones
espectaculares, Donald Trump creció más que nadie. A sus ataques o propios
errores, les respondió con intervenciones en programas humorísticos, riéndose
de sí mismo, por ejemplo, junto a un actor cómico que lo parodiaba.
Sus apariciones en
programas superficiales o de “humor simple” no son ninguna novedad en las
estrategias de comunicación de la derecha, pero si expresan una radicalización
de este fenómeno. Desde los chistes en torno a su peinado, hasta su
caracterización como empresario poderoso y hasta de “antihéroe”, todo operó para
que su popularidad crezca. Desde el rol de “macho” idolatrado por determinado
sector, hasta el “empresario simpático”, todo fue potenciando su posibilidad de
presentarse como ese “outsider” pero que a su vez era conocido por millones de
televidentes. Que numerosos medios
masivos que durante años le dieron aire y convivieron en paz con sus
extravagancias, le retiren su apoyo durante sus meses de campaña en donde se
presentaba como el “outsider” que atacaba al establishment, lejos
de perjudicarlo pusieron en evidencia la hipocresía de quienes pasaron de
contemplarlo a odiarlo.
En el contexto de mayor expansión de la
“política espectáculo” se impuso el “prime time”. Ganó el espectáculo simple y
grotesco, ganó la cámara oculta, el chiste ordinario. Ganó el sexismo, el
exhibicionismo. Nada que el establishment que dice mostrarse horrorizado no
promovió desde la industria cultural.
¿Hay un Trump en millones de argentinos?
A mediados del año 2001, en plena crisis
económica y política en Argentina, se estaba disputando el mundial juvenil de
fútbol. En las puertas del Estadio de Vélez Sársfield, donde Argentina estaba
por jugar la final del torneo, un grupo de promotoras recolectaba firmas para
que el ex director técnico de la selección nacional, Carlos
Salvador Bilardo, pueda ser candidato a presidente. Más de un
concurrente puso su firma. Desde el “sentido común” justificaba esto diciendo:
“si hay cada uno… ¿porque no?” Más allá del gusto futbolístico, de los rumores
en torno al “bidón de agua” o sus gritos de “al rival písalo”, Bilardo fue un
confeso admirador del dictador italiano Benito Mussolini. Aquella campaña quedó
trunca, probablemente por la falta de decisión del postulante a seguir
adelante, ante las críticas, o quizás luego de las movilizaciones de los días 19
y 20 de diciembre de ese año bajo la consigna “que se vayan todos”. El propio
Trump en esos años empezaba a intentar el mismo camino, que primero se
encontraría con una serie de fracasos para luego lograr penetración en el
votante estadounidense.
Mientras el mundo se muestra horrorizado por
la llegada de Donald Trump a la
Casa Blanca ,Argentina
tiene mucho de Donald Trump. Las experiencias previas en
relación a “política y espectáculo” no deberían sorprendernos. El alto rating
de los programas conducidos por Marcelo Tinelli, que poco tiene para envidiarle a
Donald Trump en lo que respecta a sexismo y misoginia, y su participación clave
para definir elecciones llevando a candidatos a su programa es un claro ejemplo
de “espectacularización de la política”. La presencia de
candidatos “bailando” o “presentándose como simpáticos”, privilegiando las
formas a los contenidos, sin debate político, sin propuestas, solo show y
consignas vacías. Los ejemplos son muchos, quizás el más pertinente para
recordar sea el de Francisco De Narváez, en la
elección del 2009, en la que luego se impuso en la Provincia de Buenos Aires.
Pero no es el único ejemplo: tanto Mauricio
Macri, como Daniel Scioli o Sergio Massa, los tres candidatos
presidenciales más votados en las pasadas elecciones (entre los tres sumaron el
95% del voto positivo), fueron a su programa.
Hoy Tinelli está disputando la presidencia de la AFA, además de ser un empresario de diversosmedios de
comunicación y vicepresidente del Club San Lorenzo. Su misoginia fue expresada
más de una vez, pero también su doble discurso a la hora de sumarse (de manera
oportunista) a la campaña “Ni una menos”.
Hoy Tinelli está disputando la presidencia de la AFA, además de ser un empresario de diversos
Tinelli ha apoyado a numerosos gobiernos y se
ha asociado con empresarios muy vinculados al poder político, como lo fue Cristóbal
López en el
anterior gobierno. Su presentación como alguien “que no hace política”
lo posiciona como un Trump en potencia. Vele recordar que Miguel
Del Sel, actualmente embajador argentino en Panamá, estuvo muy
cerca de ganar la gobernación de Santa Fé, con una campaña tan bizarra y
misógina como la de
Donald Trump.
También que la “farandulización de la
política” no es una novedad en Argentina: desde el ex gobernador y
vicepresidente (y por muy poco no es el actual presidente) Daniel Scioli, llegó
a la política por esa vía, lo mismo con gobernadores como Ramón
“Palito” Ortega en
Tucumán, Carlos Reutemann en Santa Fé, o
actualmente el cocinero Martiniano Molina (que además exhibió numerosas muestra
de desconocimiento en varios temas, como relacionar el “pozo de Quilmes” con un
problema de bacheo).
Todas estas personalidades no tenían una
militancia política previa. Puede haber celebridades con un conocido activismo
político, como cualquier otro candidato, pero no fueron estos casos. Las
intenciones de instalar candidatos “conocidos”, problema que Donald Trump tenía
resuelto antes de empezar la campaña.
Por último, para quienes se horrorizan por las
escuchas sobre comentarios sexistas y misóginos por parte de Donald Trump, vale
recordar que luego de un video en donde se burla de las denuncias sobre
prostíbulos, redes de trata y negocios turbios, el actual presidente Mauricio
Macri, siguió ganando elecciones. La difusión de un video donde
incluso se jacta de negociados sucios en campaña, pero sobretodo se burla de
las denuncias de Pino Solanas en relación a las redes de trata. No
sólo fue reelecto como Jefe de Gobierno, sino que el año pasado llegó a la
presidencia.
Esta vez ocurrió en el “primer mundo”, en la
economía más poderosa del planeta, lo que puede anular cierto reduccionismo
sobre “esto en Estados Unidos no pasa”. Quizás en otros países no pase, pero en
Estados Unidos pasó. El triunfo del grito o de la burla por sobre la reflexión,
el deseo individual de éxito por sobre análisis social. El “sentido común”
amparado en la inmediatez, la salida fácil, la falta de debate, se impuso por
sobre los contenidos… Una vez más.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article13180
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