El agua que tomamos los y las neuquinas está
envenenada. Los responsables del crimen: las compañías petroleras y un modelo
de vida que favorece a unos pocos pero que sostenemos la mayoría. ¿Esta es la
vida que tenemos que vivir? Porque no le consultaron a nadie.
Por Kvrvf Nawel.
Los ríos de Neuquén dan identidad a
cada habitante que nació o eligió esta provincia para vivir. “Lewfu kuse, lewfu fvca, lewfu vjca
zomo, lewfv wece wenxu” dice el Pueblo Mapuce para saludar a los cuatro
espíritus que habitan el río: anciana y anciano, y mujer y hombre jóvenes. Se
enoja el río cuando no lo saludamos. Si lo maltratamos nos confunde y nos
arrastra a las profundidades.¿Qué neuquino o neuquina puede concebir la vida
sin los ríos? Pues nadie. Los
ríos son familia, asado y amistad, amores y desamores, semillas y frutos; y
sobre todo vida, pues el agua de nuestras canillas proviene de ellos. Sin
embargo, estas fuentes de vida están agonizando o en peligro de ser asesinadas.
Desde hace años las comunidades mapuce
de Neuquén alertan sobre la contaminación de las aguas causada por la
explotación petrolera. No es
sordo quien no quiere escuchar, es un idiota. Una década después de aquel grito
mapuce, el pasivo ambiental
causa pánico: derrames permanentes, gases tóxicos suspendidos en el aire,
personas con enfermedades cancerígenas, animales deformes, y ríos con metales
pesados. Ríos de los cuales tomamos agua cada día.
Para que no lloremos, el gobierno
provincial nos consuela con payasadas y recuerda el “super-mega progreso para
Neuquén”: las actuales regalías petroleras que le quedan a la provincia
ascienden a un 15 % (12% de regalías y 3% de canon). Aunque parezca una broma,
las compañías petroleras expresan bajo “declaración jurada” lo que extraen en
boca de pozo. Nadie duda de las empresas: si declaran cinco barriles, son
cinco. El “progreso” es como
la piñata, mientras uno la explota la mayoría solo mira. Y en Neuquén, cien mil habitantes se
calefaccionan a leña y se iluminan a vela. Mientras ven los gasoductos y
las torres de alta tensión pasando por el patio de su casa con destino a Buenos
Aires, esperan el “progreso” que nunca llega.
La vida de los ríos
-¿Y el río tiene vida?, pregunta la pequeña Ale.
–Claro que sí- le respondo.
-¿Y el río siente?
-Claro.
-O sea que cuando me baño y chapoteo,
¿se ríe?
-Se alegra mucho.
-Pero eso también quiere decir que
cuando…
-¿Cuándo qué, Ale?
-Cuando le hacen daño, el río llora.
Nuestras Aguas
“La palabra real en mapuzugun es
Lifmay, que se puede traducir como ‘lo que es limpio’, ‘algo puro’; la deformación del pasaje del
mapuzugun al castellano derivó en Limay, pero la palabra original es Lifmay”,
me explica el peñi Diego, joven mapuce de Neuquén capital, estudiante de
medicina.
Es precisamente por la gran pureza que
supo tener este río -que nace en el sur de la provincia de Neuquén y conforma
la gran confluencia-, que los antepasados mapuce lo denominaron Lifmay. Poco queda de esa pureza. La
Multisectorial de Neuquén contra la Hidrofractura nos alerta que la contaminación en el agua que
tomamos el 60% de los neuquinos y neuquinas es alarmante:
El río Limay recibe los líquidos
cloacales de la ciudad de Neuquén sin tratar, con sedimentos imposibles de
filtrar por falta de tecnología apropiada.
El Ente Provincial de Agua y
Saneamiento asegura que los únicos cuatro piletones de tratamiento tienen
capacidad para soportar a 120 mil habitantes. Estudios de la Universidad Nacional
del Comahue indican que apenas pueden atender a una población de 80 mil
habitantes. Pero solo en la ciudad de Neuquén viven 250 mil habitantes.
El río Neuquén ya es descartado como
fuente para consumo, porque el Parque Industrial arroja residuos directamente a
sus aguas y por los niveles de contaminación con metales pesados que han sido
detectados.
El agua que nos queda
Las tierras comenzaron a temblar.
Primero llegó un hilito de agua, luego un brazo y en poco tiempo las tierras
estaban inundadas por un lago artificial. En 1972 nació el Mari Menuco “para
abastecer de agua potable al departamento Confluencia”, dijeron. A través del
acueducto Mari Menuco, se busca suministrar a las localidades de Neuquén,
Centenario, Plottier y Senillosa.
El Mari Menuco es un lago que tiene la
desgracia de la
riqueza. Rodeado de pozos petroleros, sus aguas comienzan a
ser peligrosas para el consumo humano:
En el año 2009, la Asociación de
Superficiarios de la Patagonia demandó a YPF por daño ambiental. La justicia
federal solicitó al Laboratorio de Toxicología y Química Legal de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación que analizara seis muestras en tierras superficiales y
una de agua. El peritaje arroja la presencia de hidrocarburos de cadena larga,
como kerosene, gasoil y aceites, entre otros muchos metales. El nivel de hidrocarburos
encontrado supera 50 veces al máximo permitido.
“No hay contaminación, el agua del Mari
Menuco es segura”, afirman las voces del gobierno. Pero no se
atreven siquiera a beber medio vaso de agua del lago. Sin embargo, en un
acto de honestidad, las
empresas petroleras, dueñas del desastre, sostienen que la reparación ambiental
en el Mari Menuco/Los Barreales costaría más de 10 mil millones de dólares.
El daño irreversible
Francisco es un hombre de perfil bajo y
voz tranquila; junto a su familia vive hace varias décadas en las costas del
Mari Menuco. “Nosotros vinimos cuando el lago estaba hecho”, comenta, “hemos
vivido de los animales nomás. Los animales y nosotros estamos tomando toda esta
agua. Uno se baña y pica, vio?”. Como quien no quiere la cosa, se toma un
tiempo, respeta el silencio y dice: “Que está contaminada, está contaminada,
por lo menos esto es lo que uno puede decir.”
Agua Vida
Década tras década de explotación
irracional de hidrocarburos dejó nuestros ríos agonizando. ¿Se pudo evitar? Claro, pero las
empresas no invierten, no viven acá y no caminan estas calles y no toman estas
aguas. Lejos de sanear los desastres ambientales, el gobierno y las
compañías petroleras nos venden otro cuento de fantasía.
¡La hidrofractura es la vida eterna!,
aclaman las voces de la
mentira. Las mismas voces presentan “expertos” que, claro
está, defienden el método por el cual la desgracia se esfumará y la miseria
acabará. Los “expertos” y los “técnicos” abundan.
Los exhibe el gobernador de Neuquén, Jorge Sapag; los presentan los diputados,
tienen el cariño de los funcionarios y hasta los periodistas les rinden
reverencia a los “dueños de la verdad”. Todos
nos dicen que el fracking no contamina y que debemos desestimar las opiniones
de los “ambientalistas románticos y fundamentalistas”.
Cierto es que para la extracción de hidrocarburos
no convencionales mediante hidrofractura, se utilizan más de 200 productos
químicos que las compañías no
declaran amparándose en su derecho a la confidencialidad, según dicen, para no
revelar información a la competencia. Nadie
con dos dedos de frente puede asegurar que el fracking no es peligroso. Un
solo derrame de este coctel de químicos es suficiente para contaminar
absolutamente todo: napas, ríos y tierra y, en consecuencia, nuestras vidas.
¿Esto es lo que queremos?
Ningún empresario petrolero fue juzgado
por el crimen a los ríos neuquinos y ningún funcionario es condenado por el
agua contaminada. ¿Esto es lo que queremos?
“Tenemos 370 pozos de hidrofractura
funcionando sin riesgo alguno”, certifica el gobernador Sapag. Con esos pozos produciendo, más la
explotación convencional, cualquier vecino afirmaría que la provincia tira
manteca al techo. Pero la “vida eterna del fracking” dura lo que una siesta
y parece que dos más dos son tres. “Tenemos un déficit de 800 millones y el
rojo para el 2014 será similar al de este año”, dice el mismo gobernador de la
misma provincia. La ecuación es simple: un pequeño grupo de empresarios y
funcionarios públicos se queda con la riqueza de los hidrocarburos y al resto
nos queda el déficit. El negocio es redondo, pero nunca favorece a la mayoría.
Los ríos de Neuquén agonizan y el
gobierno nos miente de manera impune. Los
diputados y el gobierno interpretan nuestra vida pero no viven como nosotros.
“Pensamos en el futuro de los neuquinos y en el desarrollo del país” dicen. Y
si piensan en nosotros, ¿no sería prudente que nos pregunten qué futuro
queremos?
Yo también me llamo Neuquén. Tengo en
mi cuerpo agua de estos ríos y tierra de estos suelos. Y como muchos y muchas
de nombre Neuquén, queremos
agua en la vida y vida en el agua. Los tiempos están cambiando y los ríos nos
están hablando. Hoy es, y no
cada cuatro años, cuando a nuestro futuro lo decidimos quienes nos llamamos
Neuquén.
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