Transgénicos 2.0: hora de parar
29 de noviembre
de 2016
Por Silvia Ribeiro* (La Jornada)
"La biología sintética abarca una serie
de nuevas biotecnologías para la construcción artificial de secuencias
genéticas, la alteración del metabolismo de microorganismos para hacerlos
producir sustancias como principios activos farmacéuticos o cosméticos y hasta
la construcción de organismos vivos completamente sintéticos, que el CBD llama
organismos sintéticamente modificados (OSM). Conlleva nuevos impactos
ambientales, a la salud y socio-económicos."
Cuando el Convenio
sobre Diversidad Biológica de Naciones Unidas (CDB) instale su conferencia
global (COP 13) del 4 al 17 de diciembre en Cancún, con delegados de 194
países, tendrá en su mesa una serie de temas de enorme relevancia, algunos muy
polémicos y muchos que reclaman atención urgente. (aquí) Un punto que reúne todas esas
condiciones es la biología sintética y, dentro de ella, los llamados impulsores
genéticos: nuevas formas de ingeniería genética para manipular especies
silvestres, que podrían eliminar o afectar seriamente poblaciones enteras, con
impactos transfronterizos e impredecibles en los ecosistemas. (aquí)
Monsanto, DuPont y muchas otras trasnacionales
agrícolas, farmacéuticas y de energía tienen gran interés e inversiones en
esto. En el caso de Monsanto, los dueños de la patente de la tecnología base
(CRISPR-Cas9) le hicieron firmar que no la usará para desarrollar impulsores
genéticos, por los altos riesgo que implican. (aquí)
La biología sintética abarca una serie de
nuevas biotecnologías para la construcción artificial de secuencias genéticas,
la alteración del metabolismo de microorganismos para hacerlos producir
sustancias como principios activos farmacéuticos o cosméticos y hasta la
construcción de organismos vivos completamente sintéticos, que el CBD llama
organismos sintéticamente modificados (OSM). Conlleva nuevos impactos
ambientales, a la salud y socio-económicos, ya que la mayoría de las sustancias
que se busca sustituir con biología sintética –como vainilla, azafrán, vetiver,
patchouli, aceite de coco, stevia, artemisina– son producidas por comunidades
campesinas e indígenas en países del Sur. La industria de la biología sintética
amenaza sus pequeñas fuentes de ingreso que les permiten sobrevivir y seguir
cuidando la biodiversidad de campos y bosques. La industria presenta sus
sustancias, que son excretadas por microbios manipulados, alimentados en
tanques con azúcares transgénicas y de trabajo semi-esclavo, como naturales. Los consumidores no
tienen idea de qué se trata, pero al etiquetar naturales las industrias
obtienen mejor precio y de paso compiten, no con las versiones sintéticas
baratas de fragancias y saborizantes, sino con las verdaderamente naturales
producidas por campesinos.
El CBD alberga el Protocolo de Cartagena sobre
Bioseguridad (que regula movimientos transfronterizos de transgénicos) y el
Protocolo de Nagoya sobre acceso a recursos genéticos y participación en los
beneficios derivados de su uso. Ambos protocolos deben revisar sus normas,
porque la biología sintética plantea impactos y temas no previstos. Por
ejemplo, que con biología sintética se reproduzcan secuencias de plantas u
otros organismos, cuya información genética se bajó de Internet, sin pasar por
ninguna autorización de acceso. Además, el Convenio en totalidad debe pronunciarse
sobre los impactos socio-económicos y sobre cómo seguir considerando el tema de
la biología sintética, incluyendo la papa caliente de los impulsores genéticos,
con altos riesgos e intencionalmente diseñados para tener alcances
transfronterizos y globales.
Los impulsores construidos con ingeniería
genética (gene drives por
su nombre en inglés) son tan nuevos, que no existían cuando el CDB sostuvo su
conferencia anterior en 2012. Se trata de una forma de engañar a las leyes de
la herencia de las especies de cruzamiento sexual, sean plantas, insectos,
animales o humanos. Normalmente, cada progenitor trasmite 50 por ciento de la
información genética a su descendencia. Con impulsores genéticos, la meta es
que el gen transgénico pase a 100 por ciento de la progenie, y que se
distribuya mucho más rápido a toda la población.
La idea de asegurar que toda la herencia de un
organismo mantenga una alteración genética existía desde antes, pero sólo con
CRISPR-Cas9 se pudo hacer realidad. Se conocen pocos experimentos en
laboratorio, con mosquitos, moscas y ratones, de dos equipos de investigadores
de Estados Unidos. Kevin Esvelt, uno de los científicos que crearon los impulsores
genéticos, ha advertido repetidamente que no se deben liberar al medio
ambiente, porque su impacto intencional o accidental puede ser catastrófico.
Incluso para investigación, no existen instalaciones ni protocolos adecuados,
ya que cualquier liberación accidental podría comportarse, en palabras de otro
de sus inventores, como una reacción mutagénica en cadena.
*Investigadora del
Grupo ETC
La Jornada Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Transgenicos_2.0_hora_de_parar
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