Caos
climático, ¿verdad o consecuencia?
14 de noviembre de 2016
14 de noviembre de 2016
Por Silvia
Ribeiro - Investigadora del
Grupo ETC
El 4 de noviembre
entró en vigor el Acuerdo de París sobre cambio climático. Mirando los datos
reales, los festejos por este logro parecen un teatro del absurdo.
Abundan afirmaciones engañosas de fuentes
oficiales y empresariales para desviar la atención de la gravedad del caos
climático, dando así coartada y protección a quienes lo han causado:transnacionales
de energía (petróleo, gas, carbón), agronegocios, construcción, automotrices; y
el 10 por ciento de la población mundial más rica que con su sobreconsumo es
responsable de 50 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El primer objetivo del acuerdo es “mantener el
aumento de la temperatura media mundial [para el año 2100], muy por debajo de
2º C respecto de los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para
limitar ese aumento de la temperatura a 1.5º C… ”
Pero la misma semana que entró en vigor el
Acuerdo de París, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicó
el informe Brecha de emisiones
2016, donde señala que con el actual curso de emisiones, habrá un aumento
de 1.5º C, ya en 2030 o antes. Agrega que sumando los compromisos oficiales que
han declarado los gobiernos a la Convención sobre Cambio Climático, la
temperatura aumentará 3.5º C hasta fin de siglo. (ver aquí).
¿Por qué dos organismos de Naciones Unidas dan
mensajes tan contradictorios? Para empezar el Acuerdo de París pone una meta
ideal –que se propagandea y festeja como si fuera real– pero permite que cada
país haga contribuciones voluntarias de reducción de emisiones llamadas
Contribuciones Previstas Determinadas a nivel nacional. No son vinculantes, no
obligan a tomar medidas para cambiar el curso de la crisis climática y, peor
aún, lo que declaran ni siquiera son necesariamente reducciones reales (en sus
fuentes y por parte de quienes se benefician con el consumo), porque la
contribución de muchos de los principales países emisores no es tal: se basa en
gran parte en mecanismos fallidos como mercados de carbono y tecnologías no
probadas ni viables.
El artículo 4.1 del Acuerdo de París agrega
que para cumplir los objetivos, se propone que “las emisiones mundiales de
gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo lo antes posible (…) y a
partir de ese momento reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto
invernadero (…) para alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas
por las fuentes y la absorción antropógena por los sumideros en la segunda
mitad del siglo...”
Si las metas son teóricas, la forma de llegar
a ellas que establece el acuerdo es surrealista: primero se puede seguir emitiendo
–hasta alcanzar un punto máximo o pico que no se define cuánto es– y luego hay
que reducir rápidamente (lo cual no se podía hacer antes, pero al alcanzar el
pico mágicamente sí se podrá) y luego, continúa sin hacer reducciones, sino que
se trata de alcanzar un equilibrio entre emisiones y absorción antropógena, o
sea, por medios tecnológicos, no naturales.
Esta última parte es particularmente
perniciosa, porque justifica el concepto fraudulento de cero emisiones netas o
hasta negativas. No son reducciones sino compensaciones, es decir, contabilidad
no realidad. Presupone que se puede seguir aumentando la emisión de gases de
efecto invernadero porque se compensarán con tecnologías de emisiones
negativas.
Las tecnologías a las que se refieren
mayoritariamente son captura y almacenamiento de carbono en fondos geológicos y
bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (CCS y BECCS por sus siglas
en inglés), ambas consideradas técnicas de geoingeniería. En sí mismas
conllevan riesgos importantes –todos los estudios recientes sobre BECCS
muestran que las plantaciones para bioenergía en la escala requerida tendrán un
impacto devastador en suelos, agua, ecosistemas y producción de alimentos. CCS
es una vieja técnica de la industria petrolera que no se usa porque es cara e
ineficiente: se llamaba antes Recuperación Mejorada de Petróleo pero cambiaron
el nombre para venderla como tecnología para el cambio climático. Se trata de
inyectar CO2 para
empujar a la superficie reservas profundas de petróleo y dejar el carbono en el
suelo. No es técnica ni económicamente viable –tampoco sirve para el cambio
climático porque aumenta el consumo de petróleo– pero si se paga con subsidios
públicos, es un jugoso negocio para las empresas que causaron el problema.
Cuando en unos años sigan sin dar emisiones negativas y el planeta se siga
calentando, dirán que para enfriarlo sólo quedan otras formas aún más riesgosas
de geoingeniería.
Lo más cruel de este teatro es que el problema
del caos climático es real, nos afecta a todos, se conocen claramente las
causas y responsables, pero la mayoría de las propuestas oficiales y
empresariales son falsas soluciones. Por el contrario, muchas organizaciones y
movimientos sociales muestran que hay gran diversidad de alternativas que
funcionan, son viables y benefician a la mayoría de la gente y el planeta. La
más fuerte por su alcance y capacidad de contrarrestar el cambio climático son
los sistemas agroalimentarios campesinos, agroecológicos y locales. Pero
también energías renovables con las comunidades, sistemas de basura cero,
recuperar ferrovías, buen transporte colectivo de bajas emisiones y muchas
otras. Cada una no es suficiente, pero juntas tienen un enorme y potencial
real, viable económica, ambiental y socialmente. Lo criminal es seguir con el
mismo modelo de producción y consumo, aumentar la civilización petrolera, su
devastación ambiental y social y sus dueños hagan nuevos negocios con
tecnologías para compensarlos.
La
Jornada
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Caos_climatico_verdad_o_consecuencia
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Caos_climatico_verdad_o_consecuencia
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