“Gran Chaco”,
una mirada sobre un genocidio
sin armas
11 de noviembre de 2016
11 de noviembre de 2016
El Gran Chaco
Americano es una región de más de 600 mil kilómetros cuadrados que incluye
partes del norte de Argentina, Bolivia, Paraguay y el sur de Brasil. Se trata
de un vasto ecosistema en el que conviven numerosos grupos étnicos como los
Wichí, Qom y comunidades guaraníes. La agroindustria se instaló a gran escala
en busca de sacar provecho de la rápida expansión de la demanda mundial de
soja. Lucas Van Esso decidió plasmar esta realidad silenciada por los
negociados en su documental “Gran Chaco”, que revela la relación de los pueblos
originarios con la naturaleza y los problemas causados por la deforestación
debido al avance de la frontera agrícola. ¿Cuál es la situación de los pueblos
originarios de esta región? ¿Hay preservación del ecosistema natural? ¿Cuál es
el conflicto social ambiental que se desencadena, además, devastando a la
cultura?
Por
Andrea Florencia Leal para Derrocando a Roca
La corteza de un árbol en un bosque seco. Una
mujer wichi produciendo artesanías de palo santo o quebracho. Familias
recolectando miel. Enormes topadoras arrasando el bosque. Silencio. Son escenas
que encadenadas podrían remitir a aquella idea del cine ruso de 1920 sobre el
montaje de atracciones en el cual se desarrollan mecanismos para producir
choques emotivos en el espectador en un orden adecuado, de manera tal que se
pueda hacer perceptible una conclusión final.
Pero en “Gran Chaco”
no hay simbolismos sino imágenes de gran calidad fotográfica que retratan con
simpleza y naturalidad el día a día de las comunidades originarias que habitan
la segunda región boscosa más grande del continente luego del Amazonas,
principalmente la comunidad wichí “El Traslado”. No hay estímulos de acción
emotiva y psicológica específicamente planificados, sino que se exponen de una
manera cruda los lazos que los pueblos originarios establecen con ese
patrimonio natural que posee una diversidad particular y constituye un escenario
diferente para la actividad productiva. Se podría pensar que tampoco hay una
intervención alevosa del director en la puesta en escena que transforme cada
elemento de la película en algo afín a un discurso porque pareciera que la
problemática se evidencia sola en cada plano y no hace falta agregar más nada:
el reemplazo de la vegetación originaria por la vegetación adaptada, en este
caso los cultivos, persiste y se agudiza constituyéndose como una amenaza para
la flora y fauna de la región y también para aquellos habitantes de ese
ecosistema, quienes precisan de esa biodiversidad particular para llevar
adelante esas formas de vida olvidadas por la cultura occidental.
Sin embargo, hay algo
en común con el montaje de atracciones y es que se genera una idea que engloba
cada imagen y testimonio, una propuesta, la de cuestionar el concepto de
desarrollo. A partir de ahí, se abren diversos interrogantes que surgen a lo
largo de poco más de una hora en la producción independiente dirigida por Lucas
Van Esso: ¿El Gran Chaco está condenado a elegir entre miseria o monocultivo?
¿Pueden emplearse otras alternativas para la producción que no impliquen una
alteración de ese ecosistema y que integren a los pueblos originarios? ¿Es el
monocultivo un condicionamiento a un sistema de explotación y dominación que
tiene como rehenes a las comunidades indígenas?
“Gran Chaco” cuenta
también con testimonios de los actores afectados por la problemática del
desmonte y de profesionales e investigadores inmersos en el área. La mayoría
remite a la información dura en relación a los impactos en la naturaleza y los
efectos adversos en los componentes del suelo, como así también la falta de un
monitoreo preciso para la aplicación de la Ley de preservación de bosques
nativos y la complicidad entre las grandes compañías y los gobiernos
provinciales.
La película, que fue
premiada en varios festivales, incluyendo una mención especial al mejor
documental nacional en el 16° Festival Internacional de Derechos Humanos, se
subió a su página oficial el pasado 12 de octubre en una especie de reestreno
especial, como una forma de abordar los conflictos que atraviesan los pueblos
originarios en la actualidad.
¿Cómo fue la experiencia de haber realizado el documental
principalmente a partir de haber pasado tiempo con las comunidades que habitan
esa región?
_La idea de hacer
“Gran Chaco” surgió en un viaje que hice cuando estaba haciendo una pasantía en
la Facultad de Agronomía. Yo estudiaba Diseño de imagen y sonido en la Facultad
de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), y en esa pasantía me pidieron si podía
ir a cubrir una serie de capacitaciones sobre el uso del GPS para delimitar
tierras y para ver cómo estaba la situación en diferentes zonas. Eramos un
grupo de estudiantes de ciencias ambientales y agrónomos. Cuando llegamos allá,
nos dividimos en tres grupos: algunos fueron a zonas donde el desmonte ya había
ocurrido, otros fueron donde estaba ocurriendo y a mí me tocó ir a la parte
donde no había habido desmonte. Eso me permitió conocer algo de lo que no tenía
ni idea y establecer contacto con comunidades originarias con dialectos propios
a las que les costaba comunicarse con nosotros. Cuando me enteré de todo eso y
vi cómo venía la mano, sentía que con los días que había estado ahí y con las
tomas que tenía, el material que había filmado me quedaba muy corto y toda esa
temática merecía algo más elaborado, más serio. Me generó un cambio que en
principio provocó toda esa iniciativa y todas las decisiones que tomaba en mi
vida iban empujando a que la película se hiciera. Después el hecho de pasar
tiempo allá, ya de por sí tiene un cambio pequeño que es bajar las revoluciones
adecuándose a sus modos de vida. No fue llegar, poner las cámaras y filmar sino
que llevó todo un tiempo para conocer y generar un vínculo con las personas con
las cuales iba a desarrollar lo que me proponía filmar, que en este caso
terminó siendo la comunidad de El Traslado. Me pareció más interesante mostrar
las cosas que están en juego, que se pueden perder más que las que ya se han
perdido en un montón de lugares ante el avance del desmonte. Si bien se
muestran desmontes en la película, yo quería valorizar lo que todavía está.
Al principio cuando
volví estaba a destiempo con la ciudad, fue raro. Fueron tres viajes de
aproximadamente 15 días, nunca pudimos estar mucho tiempo allá. Porque además
fue una película independiente y los fondos estaban limitados.
_¿Cómo fue el proceso de selección de los entrevistados, desde los
testimonios de las distintas comunidades hasta los profesionales en el tema?
_En el caso de las
comunidades, algunas organizaciones no gubernamentales que están trabajando con
ellos en el campo y ayudándolos con el reclamo de sus tierras, a que consigan
los DNI, conseguir alimentos y ropa, nos fueron guiando. Cuando fuimos
estableciendo los vínculos y planteando lo que buscábamos, en el proceso de
rodaje o de pre-producción recibimos mucho entusiasmo y aprobación de estas
personas para que el proyecto se realice y ellas nos condujeron hacia “El
Traslado”. Después también hablamos con gente del Parque Nacional Aguaragüe en
Bolivia que nos presentó algunos testimonios que están sobre el final.
La parte académica,
menos el caso de Pérez Esquivel y Emiliano Ezcurra, que integra el Banco de
bosques, está conformada por egresados de la Facultad de agronomía que son top
ten en el mundo en lo que están opinando y en ese sentido el productor de la
película, que forma parte de la Facultad, los conocía y confiaba en lo que
podían aportar.
_Hay un miembro de la comunidad wichí cuyo testimonio plantea una
preocupación acerca del futuro de la juventud. ¿Cómo viste a los niños y
jóvenes que se encuentran en el Gran Chaco?
_Los vi siendo eje de
dos culturas muy fuertes, porque por un lado tienen todo esto que son, sus
tierras y sus costumbres, pero tampoco pueden estar aislados de lo que ocurre
porque, indefectiblemente, tienen encuentros y se mezclan. Los vi complicados
en el sentido de que tienen que asistir a las escuelas donde, en muchos casos,
no hay profesores bilingües. Esta situación los aleja un poco de todo lo que es
su cultura. En general, las escuelas rurales, al no tener toda la atención que
deberían tener, se vienen un poco a menos. Por eso, creo que lo principal sería
un marco educativo serio. Yo he conocido docentes rurales a los que hay que
hacerles un monumento por las condiciones en las que hacen su trabajo y,
claramente, está en ellos cómo quieren trabajar y qué energía le quieren poner.
Hubo docentes que nos ayudaron, sobre todo dos chicas, que nos dieron una mano
después de una tormenta que destruyó nuestro campamento y nos quedamos sin
electricidad. Entonces, nos abrieron la puerta de la escuela, dormimos ahí, nos
hicieron comida y si no hubiera sido por ellas, gran parte de lo que está en la
película no podía haber sido filmado. Todas las mañanas veíamos el trabajo que
hacían con los chicos antes de irnos a filmar: recibirlos, que desayunen,
enseñar en un contexto donde no hay tanto orden sino que los chicos están en
diferentes edades y aulas. Yo los veo complicados en el sentido de que no está
muy claro ni determinado como debería ser la educación en estos casos.
Después, está el tema
del trabajo también, es decir, si se van a tener que ir a buscar trabajos a
otros lados, si lo encontrarán o no, es toda una incertidumbre donde también se
empieza a cuestionar la posibilidad de vivir en armonía con el monte porque me
parece que se les generan inquietudes a los chicos que ya no las van a poder
resolver permaneciendo ahí.
_¿Notaste una disyuntiva entre habitantes nativos que plantean “es
nuestra supervivencia o su producción” y quienes creen que no se trata de
polarizar sino que es posible integrarse a ese proceso de alguna manera
alternativa?
_En general, las
comunidades que yo conocí estarían siempre dispuestas a producir un desarrollo
en conjunto que sea alternativo y todas estas quieren evitar que destruyan sus
tierras. Ellos tienen sus pertenencias ahí, sus cementerios, sus ancestros. Es
como que vengan acá y empiecen a destruir y arrasar todos los edificios, las
iglesias, las universidades. No conozco casos en los que las comunidades estén
de acuerdo en que eso suceda como si ellos pudieran recibir alguna ganancia de
desmontar, producir y demás sino que apuntan a alternativas que son bastante
interesantes y que se sabe que existen.
_¿Qué opinás con respecto a la idea que desarrolla el Decano de la
Facultad de Agronomía en el documental acerca de que hay una demonización de la
producción de la soja?
_Entiendo que no es lo
mismo estar produciendo soja en Buenos Aires que estar produciendo soja en el
Gran Chaco. No es lo mismo producir soja todo el tiempo que hacer rotación de
cultivos. Pero eso está más relacionado a lo que es el tema de protección de
suelos y no tanto a lo que es el ser humano. El problema que veo es pasar de lo
que es un bosque a un monocultivo, porque para eso hay que destruir todo el
monte y plantar, después podés hacer lo que quieras, pero ya pasaste por encima
de un ecosistema. A mí no me interesan cuáles son los pormenores de la
demonización de un productor sojero, sino detenerme en la posibilidad de producir
en las zonas del país que ameritan uno u otro tipo de producción. En el norte
se pueden hacer un montón de cosas que están buenas y que funcionan porque
dejan el bosque en pie: sistemas silvopastoriles en los que en vez de pasar dos
topadoras con cadenas durante un mes, se pasa una mucho más pequeña, se van
pelando los estratos más inferiores y a partir de ahí se planta pastizal, pero
los árboles de gran porte se conservan. Ahí podés hacer ganadería, por ejemplo.
Más interesante aun me parece hacer turismo rural, la caza, la recolección de
miel, la producción de maderas certificadas, artesanías, tratar de impulsar un
marketing o algo para que todo eso se difunda y se venda y las comunidades
estarían dispuestas a formar parte de ese proceso.
_¿En qué cuestiones te focalizaste para abordar de una manera
distinta un concepto tan cuestionado desde hace años como el del desarrollo o
progreso?
_Ese es el fin
subyacente de la película, adónde apuntamos con lo que denominamos progreso.
Creo que en los últimos años ha habido un avance muy fuerte de otra concepción
de la producción.
Cuando éramos chicos, nuestros padres o abuelos no conocían
mucho o escuchaban muchas veces la palabra sustentabilidad o producciones
orgánicas y no se replanteaban cómo era su alimentación. Me parece que eso está
cambiando de a poco y que hay que aprovechar ese contexto para traer de nuevo
esa pregunta a la mesa: cómo queremos desarrollarnos, hacia dónde apuntamos
como sociedad, las decisiones que tomamos personalmente, y cuáles tomamos como
profesionales. Mi punto de vista está en la película y claramente no pienso que
el desarrollo sea destruir algo en pos de sacarle un rendimiento económico
superlativo, sino dejar esa ambición de lado. No del todo porque sigue siendo
el sustento de vida principal para muchas personas, pero no aspirar a tener el
sueño americano de poseer todo, sino apuntar a estar en armonía con uno y con
el contexto social.
_¿Cuál es el balance que hacés de la Ley de ordenamiento
territorial de los bosques nativos sancionada en el 2007 y que, contemplada en la Ley Nacional de
Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los bosques, apuntaba a
fortalecer su conservación?
_Significó un avance,
pero debería ser revisada, debería ser subvencionada para que pueda ser
regularizada. Si bien dicen que no se puede desmontar acá o allá, tampoco hay
un control para corroborar las violaciones. De a poco sí, pero varias personas
con las que hablé me comentaron que hay casos en donde solo hay disponibles dos
o tres camionetas para verificar esto en un territorio inmenso, por lo tanto no
hay un control riguroso. Por otro lado, la ley especifica que los bosques que
se encuentran en la categoría de color rojo, no deben transformarse; los de
categoría amarilla son bosques de mediano valor de conservación y la verde, son
bosques que pueden transformarse parcialmente. Y la realidad es que hay lobby
para modificar los colores: las mismas grandes compañías presionan o tienen
acuerdos con los gobiernos provinciales para pasar a otras categorías aquellas
regiones pintadas de rojo y poder desmontar.
Mientras desarrollaba
la investigación para hacer la película supe que dinero que estaba destinado
para hacer funcionar esa ley, fue derivado para sostener el programa de Fútbol
Para Todos, entonces ahí ya te das cuenta cuáles son las prioridades de las
personas que elegimos para que nos representen y cómo dejamos que siga pasando.
_La película interpela a productores, consumidores, habitantes
nativos del bosque y gobernantes. ¿De qué manera trataste de que el tema no
quede en la mera indignación del espectador?
_Hay dos cuestiones
ahí: la película en sí era mi manera de haberme enterado que sucedía eso y
poder plasmarlo. Me excede un poco el control del efecto que pudo haber tenido
en el público, no hice trabajo de campo y sé que hay otras personas que
decidieron encarar profesiones y disciplinas que realmente pueden generar
cambios significativos. Yo no estudié ciencias políticas ni ocupo ningún cargo,
pero cuando hice esta película me di cuenta de qué tipo de discurso me
interesaba construir teniendo en cuenta cada una de estas cosas, porque si yo
hubiera hecho mucho hincapié en las posibles salidas que tiene el conflicto me
parecía que plantear una resolución era contraproducente. A mí me interesaba
que se generaran sentimientos encontrados, que se generara una incomodidad en
el espectador y se comprometieran en hacer algo al respecto. La idea es que el
documental te dé una noción nueva de la situación que por ahí desconocías y no
te quedes en la butaca con la idea de que todo está resuelto, sino que te vayas
de la sala pensando qué podés hacer para modificar eso.
Además, se trata de
establecer una alerta. No porque esté pasando en el Gran Chaco, no te va a
afectar. Es nuestra cultura, son nuestros territorios y se generan cambios
climáticos: inundaciones como la de Entre Ríos a principio de año que fue causada
por los desmontes. Todo ese cauce que de agua que hizo estragos se originó ahí
y fue un exceso porque no hubo arboles que lo devolvieran a la atmósfera.
_¿Hay otras problemáticas en la zona que te hayan inquietado y
generado la posibilidad de hacer otro documental similar?
_Estoy llevando
adelante una nueva película, pero en este caso es en Salta. A través de los
rodajes de “Gran Chaco”, nos fuimos enterando que una de las problemáticas en
la zona era el acceso al agua. No tienen redes cloacales y usan letrina, tienen
que hacer pozos y esos pozos tienen valores superiores a los que pueden
afrontar. Hay un grupo que a través de diferentes donaciones de ONG’s van
consiguiendo materiales de a poco y hacen pozos y una vez que los hacen, hay
que ver cuántos metros tienen que profundizar para sacar el agua dulce y hay
que poner una bomba y un filtro para neutralizar. Si bien surgió a raíz de “Gran
Chaco”, no podría decir que es una continuidad o una segunda parte, pero tiene
que ver. El enfoque es diferente, en este caso la idea es no hacer entrevistas
a académicos sino que la voz la tengan únicamente las comunidades originarias.
De hecho todos los testimonios que tenemos por ahora están en wichi y tengo que
encontrar un buen traductor porque en el caso de “Gran chaco” era una parte
mínima la que había que traducir.
_¿Se generaron aportes interesantes en las proyecciones y los
debates posteriores?
_Siempre me dio la
sensación de que la película estaba cumpliendo con lo que me había propuesto.
En varios momentos, los notás que están inquietos, se mueven en las butacas,
están incómodos, exclaman su descontento cuando ven el avance de las topadoras
y luego hay una intención de discutir. Cada espectador siempre tiene un punto
de vista distinto y una propuesta para intentar solucionar las cosas y una
minoría que cree que ciertas cuestiones deben mantenerse así. Está bueno que la
gente no quiera levantarse e irse sino quedarse para realizar su aporte y eso
significó una satisfacción.
Haber hecho la
película es un poco “derrocar a Roca”. En un momento de mucha introspección, no
podía pensar en otra cosa que no sea la película, dormía poco y me acostaba recordando
eso que vi y llegué a pensar que esto que está ocurriendo era un genocidio sin
fusiles, están exterminando comunidades originarias en el norte como ya ha
ocurrido en otras épocas, en este caso arrasando con sus tierras, su cultura y
modificando sus costumbres a partir de la eliminación de una biodiversidad con
la que ellos han vivido siempre.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article13163
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