Lecciones de Fidel
29 de noviembre de 2016
Por Pablo González Casanova (Alainet)
Realizar el
sueño de Martí anunciando que venía “una revolución nueva” fue un decir y hacer
del Manifiesto del Moncada y del proceso revolucionario cubano. Desde entonces
las expresiones personales o colectivas de Fidel y sus compañeros del 26 de
Julio, y, después, del nuevo Partido Comunista Cubano, lograron una identidad
entre la palabra y el acto que es necesario entender, pues si no, no se
entiende nada.
La realidad
es más rica que la palabra, y ya enriquecida, ésta vuelve a enriquecerse con lo
nuevo que deja ver el pensarla y hacerla. Así, en la expresión del párrafo
anterior se trae a la memoria un sueño, el de José Martí, quien será realmente
considerado como “autor intelectual de la revolución cubana”.
Es un sueño
del pasado, pero es un sueño que anunció una revolución nueva en la que, con
otros héroes e intelectuales cubanos, tendrían también fuerte presencia Marx y
Lenin, y en que al socialismo de estado, encabezado entonces por la URSS, la República Popular China
y múltiples movimientos de liberación nacional, Fidel y la Revolución Cubana
añadirían objetivos y valores fundamentales –martianos-, en los que no sólo
destaca la moral como reflexión ética sino como moral de lucha, como arma
contra la corrupción, como meta para la cooperación, la solidaridad, y la mente. Esos sueños,
renovados una y otra vez, buscaron y buscan superar, en todo lo que se puede,
el “individualismo”, el “consumismo”, el “sectarismo” y la “codicia”, enemigos
jurados de los oprimidos y explotados de la Tierra.
En algo no menos importante se diferenció la Revolución Cubana,
y es que en su paso por el socialismo de estado, siempre se empeñó en lograr
que sucediera a la insurrección y a la guerra de todo el pueblo un socialismo
de estado de todo el pueblo. Ese objetivo planteó varios problemas ineludibles,
entre ellos, la necesidad de combinar las organizaciones jerárquicas
centralizadas y las descentralizadas, con las autónomas y horizontales, en que
las comunidades del pueblo ejercieran una democracia directa y otra indirecta
nombrando a candidatos que sin propaganda alguna merecieran la confianza de
quienes los conocían.
Allí no quedó el empeño. Como reto para realizarlo se planteó,
ante la opresión y la enajenación, la necesidad de animar los sentimientos, la
voluntad y la mente de los insumisos, para que hicieran suyo el nuevo arte de
luchar y gobernar. Al mismo tiempo las propias vanguardias buscaron liberarse
de los conceptos dogmáticos que sujetaban al pensamiento crítico y creador.
de dos o más partidos entre los que elegir”, un
“modelo” que originalmente sirvió a aristocracias y burguesías, para compartir
el poder, el Partido Comunista Cubano tampoco siguió los modelos de la URSS y
China. A impulsos del Movimiento del 26 de Julio, que a raíz de su triunfo
decidió disolverse, al Partido Comunista Cubano le fue asignado el objetivo de
asegurar y defender la Revolución de todo el pueblo, con la participación y
organización de sus trabajadores, campesinos, técnicos, profesionales,
estudiantes y en general con la juventud rebelde.
La lógica de organizar el poder del pueblo estuvo muy vinculada
con la de hacer fracasar cualquier intento de golpe de estado, invasión o
asedio, lo que se probaría a lo largo de más de medio siglo, frente a las
reiteradas incursiones del imperialismo y frente al criminal bloqueo que habría
hecho caer a cualquier gobierno que no contara con la inmensa mayoría del
pueblo organizado.
Si en la
invasión de Playa Girón y a lo largo de su desarrollo Cuba contó con el apoyo
de la URSS y del campo socialista, ni la estabilidad de su gobierno ni las
reformas y políticas revolucionarias que logró emprender se habrían realizado
si el gobierno de todo el pueblo hubiera sido suplantado por un régimen
autoritario, burocrático o populista. El gobierno del pueblo cubano no sólo
mostró ser una realidad militar defensiva, sino particularmente eficaz en el
impulso a la producción, a los servicios –que en medio de grandes trabas y
errores inocultables—logró grandes éxitos, muchos de ellos reconocidos como
superiores a los de países “altamente desarrollados”.
A las
garantías internas y externas de la democracia de todo el pueblo, de su
coordinación y unidad necesarias, se añadió el carácter profundamente
pedagógico y dialogal del discurso político, y todo un programa nacional de
educación, que iba desde la alfabetización integral –literal, moral, política,
militar, cultural, social, económica y empresarial- hasta la educación superior
y el “impetuoso desarrollo de la investigación científica”.
Es cierto que en todos esos ámbitos, el movimiento revolucionario
enfrentó problemas que no siempre pudo resolver, o resolver bien; pero en medio
de los más de 50 años de criminal bloqueo y de incontables asedios por parte
del poderoso vecino del Norte, de las corporaciones imperialistas y su complejo
militar-empresarial, político y mediático, y tras la restauración del
capitalismo en el inmenso campo socialista, Cuba fue y es el único país que
mantiene su proyecto socialista de un “mundo moral”, o de “otro mundo posible”
como se acostumbra decir, o de “otra organización del trabajo y la vida en el
mundo” como dijo el clásico.
Entre las
nuevas y viejas contradicciones, Cuba sigue hasta hoy poniendo en alto un
socialismo que, con Martí presente, es respetuoso de todos los humanismos
laicos y religiosos. Es más, Cuba sigue haciendo suya la lucha contra el poder
de los dictadores y contra la opresión y explotación de los trabajadores, sin
que por ello haya olvidado la doble lucha, que sus avanzadas propusieron desde
el l959: “una
rebelión contra las oligarquías y también contra los dogmas revolucionarios”.
Si en tan
notables batallas hay contradicciones innegables, no por eso han dejado de
oírse, y en parte de atenderse, enérgicas reconvenciones que con frecuencia han
hecho Fidel y numerosos dirigentes históricos de la Revolución contra
corrupciones, incumplimientos, abusos, que con la economía informal y el
mercado negro, han sido y son –hoy más que nunca- el peligro estructural e
ideológico más agresivo, que renueva y amplía la cultura de la tranza, del
individualismo y el clientelismo, de la corrupción, la cooptación y la
colusión.
No es cosa de
referirse aquí a todo lo que frente a las incontables ofensivas, nos enseñan
Fidel y la
Revolución Cubana para la emancipación de los seres humanos y
para la organización del trabajo y de la vida en la tierra. Ni es cosa aquí
de profundizar en las lecciones que nos da un líder como Fidel que se negó a
que se hablara de “castrismo”, y que logró frenar todo culto a la personalidad. Pero
si hasta para sus enemigos a menudo resulta imposible acallar el respeto que se
ven obligados a tenerle, no son de olvidar tantos y tantos actos de su vida que
se inscriben en un reconocimiento necesario.
Este
enunciado de algunas lecciones de Fidel que aparecen en sus discursos y no sólo
en sus numerosas contribuciones a la Revolución Cubana,
quiere ser más bien un ejercicio de pedagogía por el ejemplo, un llamado que
preste atención a aquéllos modos de pensar, actuar, construir, luchar y
expresarse, que permiten comprender por qué, tras la restauración del
capitalismo en el “campo socialista”, con la firmeza de Fidel y del pueblo
cubano, sólo la pequeña
Isla de Cuba ha logrado mantener la verdadera lucha
socialista, que incluye la democracia como gobierno de todo el pueblo, y como
reorganización de la vida y el trabajo por una inmensa parte de trabajadores y
ciudadanos organizados. Y en esa lucha, que va a las raíces de la condición humana, se
cultiva y defiende el respeto a los distintos modos de pensar y creer de laicos
y religiosos, con búsqueda permanente de la unidad en medio de la diversidad de
insumisos y rebeldes y con una clara postura martiana y marxista.
Precisar –con
otros muchos-- los pensamientos compartidos por Fidel y por las masas
revolucionarias del pueblo cubano, es adentrarse en una historia
particularmente rica de un pueblo en lucha por la emancipación. Fidel,
el “Movimiento 26 de Julio” y el pueblo cubano son sucesores de vigorosas
proezas rebeldes en las que destaca, la de Maceo, héroe primero de la larga lucha por la
independencia y por la libertad, a la que siguió, como gran revolucionario,
muerto en batalla, uno de los pensadores más profundos y precisos de la
historia universal, como fue José Martí, expresión máxima del liberalismo
radical, pues no sólo fue uno de los primeros en descubrir el imperialismo como
una combinación del colonialismo y el capital monopólico, sino en descubrir los
lazos de los movimientos independentistas de su tiempo con las luchas de los
pobres y los proletarios, posición que lo hizo sumarse a los homenajes póstumos
a Carlos Marx por haber sido éste, como dijo “un hombre que se puso del lado de
los pobres”.
Fidel, y el
Movimiento 26 de Julio vienen de esa cepa. En su pensar y luchar los acompaña
incluso la inteligencia de aquellos teólogos que destacaron en la Habana de
fines del siglo XVIII y principios del XIX, y que son un antecedente de la
teología de la liberación… En las conversaciones de Fidel con Frei Betto y en
numerosos actos en que el problema religioso se planteó, Fidel dio amplias
muestras de un gran respeto al humanismo que se expresa en la religión cristiana y en otras religiones. Ese respeto es hoy
más necesario que nunca, pues corresponde a una de las viejas y nuevas formas
de la liberación humana, en lucha por el derecho a lo diferente, por la
igualdad en la diversidad, ya sea de religiones o de posiciones laicas, o de
variaciones de razas y de sexos o de afinidades sexuales, o de edades y
nacionalidades. Bien lo dijo Fidel muchas veces: “No somos antiamericanos.
Somos antiimperialistas”.
Orientarse en las lecciones de Fidel para entender y actuar en la
emancipación humana, contribuye a desentrañar lo que sus palabras tienen de ejemplar
y de actos para pensar y actuar en circunstancias similares, captando lo
parecido y lo distinto, e incluso el quehacer del “hombre concreto que se es y
que se descubre a sí mismo”, como dijo Armando Hart.
Con ese
objetivo de comprensión y acción, cabe señalar --a manera de profundizar en el
hilo del pensamiento--, lo que las lecciones de Fidel tienen de metas y
valores: 1º para la organización, 2º para la estrategia y la táctica, y 3º para
el juicio favorable o contrario a la emancipación en que se defienden y
renuevan concretamente las verdaderas metas de la lucha.
El discurso
político de Fidel ha sido –insistimos y precisamos otra gran tarea-- para que
pueblo y trabajadores puedan defender y participar cada vez más, en la
organización y marcha de un estado de todo el pueblo. El objetivo de
organización se mantuvo y mantiene en más de medio siglo de bloqueo del
imperialismo, y se inscribe en una cultura de la confrontación y de una
concertación, que sin aferrarse a la lucha abierta, y sin ceder en los
principios en “la lucha suave”, parece caracterizar a los procesos
revolucionarios de nuestro tiempo. Tanto la práctica de la confrontación como la
de la concertación implican medidas de organización de la moral, de la
conciencia y de la voluntad colectivas. Suponen también un claro planteamiento
de que la concertación puede darse en medio de conflictos y en medio de una
lucha de clases que sigue incluso cuando parecen predominar los consensos. La experiencia de
Cuba a ese respecto es inmensa, y no sólo en defensa de su propia revolución y
por los variados enfrentamientos y acuerdos con Estados Unidos, sino por haber
participado en la guerra de Angola contra el ejército del antiguo país
colonialista y racista de África del Sur, --el más Poderoso del Continente-, y
tras haber ayudado a su derrota, y haber logrado que se sentara en la mesa de
negociaciones hasta llegar a un compromiso de paz. Si la historia de la guerra
y de la paz en África, con un inmenso destacamento de fuerzas cubanas dirigidas
por Fidel desde La Habana, es una de esas formas de la realidad que superan la
imaginación, también es otra experiencia, que junto con la resistencia
inconcebible a un bloqueo de más de cincuenta años confirma la capacidad de
Cuba para actuar en una historia en que como la de Colombia, también
combina un proceso revolucionario que alterna confrontaciones y concertaciones.
Si semejante posibilidad está y estará llena de incógnitas, nada impide
explorar los nuevos terrenos de la guerra y la paz en un mundo cuyo sistema de
dominación y acumulación se encuentra en crisis terminal.
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Las lecciones
Fidel en el juicio de las conductas seguidas son también particularmente
creadoras y fecundas en la crítica de aciertos y desaciertos, y no sólo de
conductas políticas o morales --con llamados de atención, dictámenes favorables
o desfavorables, aprobaciones y reprobaciones, elogios y estímulos, sino, con
sus reflexiones sobre las mejores formas de actuar para alcanzar las metas
emancipadoras.
En cualquier
caso es indispensable tener presente que las lecciones de Fidel, incluso cuando
a primera vista suenen a veces como meras formas de hablar, obvias o
elementales, encierran a menudo formas de incesante conducta real antes
desacostumbrada, antes desentendida y desoída como guía de la acción que se
vive, y que sólo aparece con la vinculación de la palabra y el acto. Con esa
amalgama se hace la historia.
En aquél
discurso que Fidel pronunció la noche del 8 de enero de 1959, a su llegada a la
Habana, dijo entre sus primeras palabras: “…la tiranía ha sido derrocada. La
alegría es inmensa…Y sin embargo queda mucho por hacer todavía. No nos
engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil: quizás en lo adelante
todo sea más difícil…” Y a esa afirmación que podía frenar el ilimitado
entusiasmo reinante añadió, más como explicación que como excusa: “Decir la
verdad es el primer deber de todo revolucionario…” Aclaró lo que entraña no
engañar ni engañase. “¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la
verdad. ¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados.” El
mensaje era la primera lección del arte revolucionario de gobernar para ganar.
No engañar al pueblo ni dejar que el pueblo se engañe con los triunfos. Y tras
narrar, como ejemplo, en qué forma, decir la verdad, había servido para el
triunfo del ejército rebelde, concluyó: “Y por eso yo quiero empezar –o mejor
dicho, seguir—con el mismo sistema, el de decirle al pueblo siempre la
verdad.”.
La práctica de la verdad y la práctica de la moral serían los
valores y los medios de una lucha
revolucionaria, que además organizaría su legítima defensa, frente a las
tradicionales ofensivas de “la zanahoria y el garrote”, de la corrupción y la
represión permanentemente renovadas y armadas por la oligarquía y el imperio.
Tanto la verdad como la moral practicadas serían constitutivas de un proceso
que necesariamente tendría que armarse para defenderse.
En aquel
discurso en la Plaza de la Revolución en que Fidel empezó a definir cómo sería
la democracia en Cuba, y en aquella plaza donde había un inmenso “lleno” de
guajiros y de trabajadores de la caña, de las fábricas y de los servicios,
Fidel le preguntó al pueblo: “En caso de tener que escoger, ¿qué preferirían?
¿Un voto o un rifle?” Y se oyó un grito gigantesco: “¡Un rifle!” El clamor
vehemente y el gozo inmenso de la multitud, determinó la meta y la organización
de un ejército y un estado del pueblo y de los trabajadores. De paso expresó la
temible dificultad que para los imperialistas presentaría invadir a Cuba…Fue
esa una de las primeras clases para aprender a tomar decisiones. Planteó,
además, uno de los más difíciles problemas a resolver: el de la lucha política
y armada de todo el pueblo, y el de la construcción de un estado de todo el
pueblo, con mediaciones que de por sí eran distintas a las mediaciones de los
estados de corporaciones y complejos, pero que requerían combinar a la vez los
conocimientos especializados que se trasmiten en institutos y universidades con
el saber de los pueblos. Lograr una decisión acorde con el proyecto del estado
del pueblo, y lograrla con el saber del pueblo y con el uso óptimo de los
conocimientos técnicos y científicos más avanzados sería a lo largo de toda la
historia cubana, una de las principales tareas de toda la población militante y
trabajadora con sus distintas especialidades y conocimientos. En ella el
aprender a aprender fue y es una experiencia muy rica para cada uno y todos los
participantes. En ella también destaca la organización de un estado y un
sistema político que para ser de todo el pueblo y para ser a la vez eficaz en
la defensa, en la producción, en la distribución, en el intercambio, en los
servicios tiene que plantearse constantemente el problema de la libertad y la
disciplina sin que una avasalle a la otra ni disminuya su respectivo peso en
las argumentaciones y las decisiones. A ese objetivo –que necesariamente debe
vencer muchas contradicciones-- se añaden combinaciones de estructuras y
comportamientos que tradicionalmente se plantearon como opuestos. Para
funcionar en el interior de la Isla y en sus relaciones internacionales, el
estado del pueblo revela una necesidad ineludible el combinar las
organizaciones coordinadas con las jerárquicas centralizadas y
descentralizadas; el combinar la democracia directa con la democracia
representativa, de donde deriva el problema del Estado de todo el pueblo y del
Partido Comunista de la
Revolución Nueva, Martiana y Marxista, con militantes cuyos
méritos comprobados puedan ser confirmados una y otra vez y cuya misión
consiste en lograr el mejor funcionamiento y coordinación de las fuerzas y
empresas estatales, y en la defensa e impulso de una revolución democrática y
socialista, de veras nueva por sus prácticas y principios, por su moral
comprobada en la conducta, y por “su hablar a la conciencia del hombre, al
honor del hombre, a la vergüenza del hombre…”
Las
contradicciones que en el proceso necesariamente aparecen corresponden por un
lado a las de una “clase subordinada” –como diría Gramsci-; pero subordinada al
Poder del Pueblo y no al de las corporaciones, y en que al motor moral e
ideológico de exigencias ejemplares en sus miembros, se añaden los oídos y los
ojos del propio pueblo, organizado desde las asambleas locales hasta la Asamblea Nacional
del Poder Popular.
Si en todo
este proceso, la moral de lucha y cooperación es fundamental, precisamente lo
es porque se trata de hacer una “revolución nueva” como dijo el Manifiesto del
Moncada, cuyo propósito vital consiste en “realizar el sueño irrealizado de
Martí”, y en la que “…lo decente y lo moral es raíz fuerte y poderosa de lo
revolucionario recordando que la base de la moral está en la verdad” como
también señaló Fidel en su lección sobre la vanguardia. “La vanguardia –
sostuvo—trasmite con su acción y su pensamiento, la teoría, la ideología
revolucionaria que viene de un marxismo no sólo aprendido de los libros sino de
las experiencias propias en la vida”. Y en relación al conocimiento, desde los
inicios de la Revolución, Fidel precisó que como parte esencial, el método del
saber y el hacer se apoya en el saber anterior del pueblo y en el que adquiere
en el curso de la lucha, como había dicho el “Ché”.
Es cierto que
al destacar palabras y actos a los que ninguna revolución había dado semejante
peso ni en sus teorías, ni en sus ideologías, ni en su práctica, es necesario añadir
dos comentarios más que de ellas derivan:
uno es que representan no sólo a la nueva revolución que se inicia en Cuba,
sino a la que debe plantearse en el mundo entero –con el pensar y el hacer de
la inmensa variedad de pueblos, naciones y condiciones en la lucha de clases.
Dominar
totalmente la actual desesperanza que deriva del fracaso de reformas y
revoluciones que dieron al traste con la moral como filosofía vital y como
práctica colectiva e individual, es sin duda el camino que habrá de seguir la
Humanidad para salir de esa terrible desesperanza que señaló recientemente Noam
Chomsky en palabras precisas.
Superar la desesperanza es la nueva batalla y en ella Fidel con
Cuba tienen otra gran experiencia que ofrecer a la Humanidad. A partir
de movimientos como el de Cuba, y tomando en cuenta el estado actual de las
luchas, de las organizaciones y de la conciencia rebelde, como en el llamado
del Moncada, se ha vuelto necesario plantear en el mundo entero una Revolución
realmente nueva. Y si en Cuba encontramos logros increíbles alcanzados en la
lucha por una independencia, un socialismo, una democracia y una libertad de veras,
y vemos que en ella hay aún serias limitaciones a superar, en ella encontramos
también lo más avanzado que en la organización del trabajo y la vida ha
alcanzado la
Humanidad. Cualquier intento por salir de la desesperanza
necesitará más pronto de lo que nos imaginamos tomar en cuenta las aportaciones
de Cuba para la organización de otro mundo posible Y al hacerlo encontrará
confirmada la aportación de Cuba a una nueva revolución democrática y
socialista, leyendo la sentencia que se dictó contra los intentos conspirativos
de un grupo que bajo los auspicios de la URSS pretendió organizar un Estado y
un Partido como los que –en su largo ocaso—la URSS implantó en los países
satélites y en su propia tierra.
Abordar el
problema en relación al debate que se da sobre la democracia directa y la
representativa, y de la Revolución social en que los pueblos se organicen en
formas puramente horizontales, es fundamental para advertir el sentido que
Fidel ha dado a una y otra posición en el curso de sus palabras y sus juicios.
Entre los
problemas que plantea la alternativa uno es el que se refiere a las
limitaciones y contradicciones internas de los propios partidos y
organizaciones comunistas, socialistas, populares y de liberación nacional o
regional. Es cierto que el control de los gobiernos por los pueblos es la
solución fundamental pero que su organización debe hacerse, a sabiendas –entre
otras fuentes—de lo que le dijo Fidel en Chile a una inmensa multitud, cada vez
más presionada por los agentes provocadores de la CIA, por los “maoístas”, ya
infiltrados de arriba abajo, y por organizaciones supuestamente más radicales
que la Unidad Popular
encabezada por el Presidente Allende. Cuando Fidel, tras un emocionante
discurso en la Plaza
Municipal de Santiago, ya tenía ganada a la multitud y
levantando la mano y la voz le preguntó animoso: “¿Ustedes creen que el pueblo
se equivoca?” y el pueblo le contestó con un clamoroso ¡NOOOOOO! Fidel le
contestó a toda voz, como si estuviera conversando: “Pues fíjense que sí”. A lo
que sucedió una inmensa risa solidaria contra los provocadores del golpe, y en
apoyo a Fidel y la
Unidad Popular.
Tiene razón
Marta Harnecker cuando en su América Latina y el socialismo del siglo XXI a
diferencia de lo ocurrido en el XX afirma que “debe ser la propia gente la que
defina y fije las prioridades”, la que controle eficiencia y honestidad de un
trabajo “no alienado” y de cualquier vicio burocrático, administrativista,
centralista y autoritario. Ella misma hace ver que no estamos contra la
democracia representativa sino contra la que no es representativa de los
trabajadores y las comunidades. Marta Harnecker recuerda que Marx plantea que
hay que descentralizar todo lo que se pueda descentralizar, y sostiene con
razón que el estado que tiene fines sociales lejos de debilitarse se fortalece
con la
descentralización. Hoy, en México, el zapatismo por su
lado ha realizado el máximo empeño para que los pueblos y comunidades aprendan
a gobernar y para que el estado del pueblo se integre de tal modo al pueblo que
ya no se pueda hablar del estado sin referirse al pueblo, y a las comunidades,
no sólo organizadas en formas coordinadas y jerárquicas, sino en redes de
resistencia, cooperación y “compartición”, que dominen las artes y las ciencias
así como el saber popular, y que a la cultura general del aprender a aprender y
a informarse añadan conocimientos especializados, que puedan cambiar si lo
quieren a lo largo de la
vida. Por su parte ese gran pensador que fue el comandante
bolivariano Hugo Chávez hizo particular énfasis en que “sin la participación de
fuerzas locales, sin una organización de las fuerzas desde abajo, de los
campesinos y los trabajadores por ellos mismos, es imposible el construir una
nueva vida”. La Venezuela del Presidente Nicolás Maduro hizo realidad ese
objetivo, al organizar sus fuerzas desde abajo, dispuestas a dar la vida para
defender su independencia, su libertad y su proyecto socialista…Por eso
precisamente la oligarquía y el Pentágono, no pudieron realizar el “golpe
blando” que tanto prepararon en todos los terrenos contra el pequeño pueblo del
Caribe, rico en petróleo…
En el párrafo citado, Chávez recuerda que el proyecto del control
del poder por las comunidades, fue el de los soviets con que Lenin quiso
estructurar el estado de los trabajadores y las comunidades de la Unión Soviética, y
añadió con razón que con el tiempo, la URSS “se convirtió en una república
soviética sólo de nombre” y, ahora, hasta el nombre se ha quitado.
Si tras esta
exploración del cuerpo político y revolucionario del siglo XXI volvemos a las
lecciones de Fidel, recordamos aquélla, entre muchas, más con que queremos dar
término a este breve recuento. En el juicio a Escalante y a propósito de las
intromisiones de la
Unión Soviética -que en tantos otros casos apoyó a Cuba, pero
que no por su solidaridad tenía derecho alguno de patrono-, el pensamiento de
Fidel, del Fiscal, del Partido, y de Cuba Revolucionaria precisó claramente lo
que la Revolución en esa Isla es dentro de la historia universal y por lo que
puede contribuir tanto --con sus experiencias—a la historia universal.
Con el juicio
a Escalante y su grupo se derrotó deliberadamente la intención de hacer de Cuba
un satélite de la URSS. La
sentencia del Fiscal expresó todas las lecciones de Fidel al rechazar las
falsas acusaciones de Escalante y su “grupo de conspiradores” que se habían
vuelto agentes de la
Gran Potencia. El Fiscal, en su sentencia, negó
terminantemente la falsa acusación de los conjurados contra el gobierno cubano
de que estaba persiguiendo a los miembros del antiguo Partido Comunista, antes
llamado Partido Socialista Popular, y afirmó que no sólo gozaban éstos de todo
respeto sino que se les consideraba como miembros activos de la Revolución. El Fiscal
denunció calumnias miserables, como que había un frente antisoviético y tachó
de serviles a quienes lanzaban tales infundios. Y lo más importante, se expresó
en un párrafo en que se advierte que las lecciones de Fidel ya se habían vuelto
lecciones de colectividades, Ese párrafo decía “Lo que no nos perdonan estos
enanos es ser capaces de pensar y actuar independientemente, al apartarnos de
los clisés de los manuales, lo que no nos perdonan es la fe en la capacidad de
nuestro pueblo para seguir su camino, la decisión de dar nuestro aporte a la causa
revolucionaria.” Y añadía: “Nadie puede endilgarnos el calificativo de
satélites y por eso se nos respeta en el mundo. Y ésta nuestra práctica
revolucionaria, es una actuación conforme al marxismo—leninismo, a la esencia
del marxismo-leninismo”, una esencia que concretamente deriva de la acción y la
reflexión del pensar y el hacer revolucionario en el acá y el ahora y no en el
antes y el allá.
Si la
situación crítica del mundo y de sus alternativas ha sembrado la desesperanza,
hay grandes experiencias para la organización de la libertad, de la vida y el
trabajo en otro mundo posible y necesario. Entre ellas destaca la Cuba marxista
y martiana.
Podríamos
detenernos en muchas otras lecciones fundacionales, precisarlas y ampliarlas,
pero en la imposibilidad de incluir su inmenso número y de analizar con detalle
las formas de actuar a que las lecciones conducen, voy a destacar algunas más,
relacionadas con las motivaciones y acciones conducentes al logro de las metas
revolucionarias.
Fidel –en sus
reflexiones y acciones- plantea una lucha, una construcción y, una guerra
integral que incluye los problemas empresariales, militares, políticos,
ideológicos y culturales, así como los de la comunicación y la información. Aquí
las lecciones adquieren un carácter de tal modo colectivo que sólo se pueden
expresar como obra de la Revolución y de las crecientes avanzadas de un pueblo
que venía del “Estado del Mercado Colonial” y del “Complejo
empresarial-militar-político y mediático” y que así como lo dejaron, con la
cultura que lo dejaron, con la moral que en a muchos de sus miembros enajenados
dejaron --a muchos de sus miembros enajenados--, con el analfabetismo integral
que a tantos de ellos la opresión les impuso, y, eso sí y también con
numerosísimos contingentes de admirable resistencia moral, intelectual y
colectiva, que entre todas esas desigualdades, frenos y también virtudes
innegables, inició la marcha de la emancipación y aprendió, con las juventudes
revolucionarias, a aprender mucho de lo que su memoria y saber ignoraban, y que
él y las juventudes fueron haciendo suyo.
La
construcción del nuevo poder se inició al mismo tiempo en el estado, en el
sistema político, en la sociedad, en la defensa integral, en la cultura y la
economía, en la información y la comunicación, el arte y la fiesta. Adentrarse
en ella puede empezar por la construcción y la transición a un estado del poder
del pueblo. En ese terreno Ricardo Alarcón de Quesada ha escrito –con toda
experiencia- un libro sobre Cuba y su lucha por la democracia. En ese
y muchos otros escritos puede verse que al objetivo de la democracia como poder
(Kratia) del pueblo (Demos) en un Estado-Nación corresponde necesariamente a
una variante historia de la lucha de clases y por la independencia. Entre
las variaciones más profundas de esa historia se encuentra el “Período
Especial” tras la disolución del bloque socialista, y el que hoy vive Cuba con
el paulatino cese del Bloqueo a que la sometió Estados Unidos.
Hoy, más que
nunca, la principal defensa del proceso revolucionario cubano consistirá en la
atención creciente a la democracia integral, y en ella a la organización
permanente del diálogo y la interacción entre sus miembros, como tarea
prioritaria. Nuevamente, la democracia de todo el pueblo será el arma más
poderosa con que cuente Cuba. ¡Vencerá! ¡Venceremos!
Pablo González Casanova es Ex rector de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219731
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