Declaración de la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad
y la Naturaleza de América Latina frente a la pandemia del COVID-19
22 de junio de 2020
La Unión de Científicos Comprometidos
con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL) comparte la
preocupación global por la pandemia del COVID-19 que azota a la humanidad.
Vemos con preocupación el sufrimiento de pueblos indígenas,
poblaciones carcelarias, personas migrantes, grupos sociales empobrecidos,
subalimentados y viviendo en condiciones insalubres, que están siendo diezmados
por la pandemia del COVID-19 Nuestra condición de científicos y científicas nos
obliga a reflexionar sobre esta situación desde las diversas causas que la
originaron, las cuales están interrelacionadas entre sí y apuntan al actual
modelo productivo, que sume en la pobreza a la gran mayoría de la población, al
tiempo que destruye a un ritmo acelerado los bienes comunes del planeta.
Desde la
perspectiva de la
Ciencia Digna criticamos expresamente a la ciencia mercantil
desprovista de su carácter humanitario. Existen sobrados ejemplos del uso del
desarrollo científico con fines bélicos o concebidos para satisfacer oscuras
ambiciones de grupos de poder que dominan el mundo sin la más mínima ética,
poniendo en riesgo a todas las expresiones de vida sobre el planeta.
Los
descubrimientos científicos y el desarrollo tecnológico tuvieron y tienen el
poder de imponer sobre la sociedad y el ambiente, modificaciones que provocan
daños irreversibles y permanentes. Tal es el caso de la introducción de
organismos genéticamente modificados (OGM) en la agricultura que se
expandieron irresponsablemente sin evaluar las consecuencias que
acarrearía su implementación a gran escala. Décadas después, los resultados de
ese experimento ha sido una ganancia de miles de millones de dólares para las
empresas multinacionales del agronegocio y, en contrapartida, han provocado una
catástrofe ambiental de tal magnitud en los países invadidos que las víctimas
de la contaminación y de la exclusión territorial se cuentan por millones. Un
sufrimiento que se destila como una pesadilla, pues las consecuencias de la
manipulación genética son impredecibles y se extienden incluso a las
generaciones venideras.
Las relaciones
interdependientes que existen entre todos los seres y procesos en la Tierra son
ignorados o menospreciados por quienes integran la intrincada red de intereses
económicos al servicio de las elites de poder. Esta pandemia está demostrando
una vez más que ciertos desequilibrios constituyen condiciones límites frente a
las cuales la vida no se sustenta. La situación actual indicaría que podríamos
haber llegado a uno de esos límites: un punto de inflexión en la evolución de
los seres humanos en el planeta. La pandemia del COVID-19 podría ser sólo una
de sus manifestaciones.
Señalamos el
carácter sistémico de la actual crisis sanitaria. Una crisis resultante de la
degradación socio-ambiental impulsada por el capitalismo mundial. La pandemia
viene a desnudar la aberrante inequidad social y obliga a reflexionar sobre el
modelo de consumo propiciado por la propaganda de los medios masivos de
comunicación. El colapso de los sistemas de salud en casi todos los países del
mundo es el primer indicador de la obsolescencia del actual paradigma
civilizatorio. Las tasas de contagio y la letalidad de la enfermedad han dejado
al descubierto la crisis sanitaria global incubada por el neoliberalismo.
.
Es evidente que la salida de la crisis social, económica, ambiental y política que ya se vislumbra en Latinoamérica será una oportunidad para reconfigurar el actual modelo civilizatorio dando visibilidad y relevancia a caminos que ya están siendo recorridos: nuevas formas de organización, nuevos modos de producir y consumir, descentralizados, de pequeña escala pero ensamblados en redes más amplias. Este nuevo orden no carece de sustento filosófico ya que es alumbrado por el paradigma del Buen Vivir recuperado como preciosa semilla del Saber de los Pueblos Originarios. Las organizaciones de la agricultura familiar, campesina e indígena, las asociaciones de la economía social y popular, y colectivos urbanos e instituciones afines en número creciente se incorporan a estos modos de producir, son actores esenciales en la transformación de los sistemas alimentarios, y la base de un nuevo modo de relaciones, horizontales y solidarias.
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Es evidente que la salida de la crisis social, económica, ambiental y política que ya se vislumbra en Latinoamérica será una oportunidad para reconfigurar el actual modelo civilizatorio dando visibilidad y relevancia a caminos que ya están siendo recorridos: nuevas formas de organización, nuevos modos de producir y consumir, descentralizados, de pequeña escala pero ensamblados en redes más amplias. Este nuevo orden no carece de sustento filosófico ya que es alumbrado por el paradigma del Buen Vivir recuperado como preciosa semilla del Saber de los Pueblos Originarios. Las organizaciones de la agricultura familiar, campesina e indígena, las asociaciones de la economía social y popular, y colectivos urbanos e instituciones afines en número creciente se incorporan a estos modos de producir, son actores esenciales en la transformación de los sistemas alimentarios, y la base de un nuevo modo de relaciones, horizontales y solidarias.
Debemos
fortalecer estas redes de base, robustecerlas, multiplicarlas, porque son el
soporte de nuevas maneras de afrontar las crisis, pero también nuevos
escenarios de relaciones sociales y con la naturaleza que se perfilan como
alternativas a las lógicas del consumismo de mercado. También somos conscientes
que el capital globalizado buscará que la “vuelta a la normalidad” implique la
profundización del neoliberalismo, el extractivismo, las desigualdades y el
control social. Reafirmamos que este camino solo puede llevarnos como humanidad
a un desastre socio ambiental sin retorno.
Desde el
enfoque de la Ciencia
Digna , la crisis desencadenada por la COVID-19 es una
oportunidad para que académicos y académicas, pensadores y pensadoras y
referentes sociales de las diversas organizaciones sociales, comunitarias y
barriales, interactuemos superando las distancias que históricamente nos separó
Es hora de abrir un debate en la comunidad científica en torno a la
responsabilidad de la ciencia hegemónica en esta crisis y de su inoperancia
para afrontar este tipo de situaciones. Hacemos un llamado a la reflexión sobre
qué ciencia debemos hacer en los países de nuestra región e invitamos a pensar
cuáles serían los temas y los propósitos de una ciencia basada en el pueblo y
respetuosa de la naturaleza, interdisciplinaria y en diálogo con las
comunidades y los saberes populares, orientada al desarrollo de nuevos
conocimientos que integren la dimensión socioambiental y se proyecten en
escenarios de cooperación para resolver los graves problemas que aquejan a la
humanidad.
Es
imprescindible analizar críticamente las políticas científicas que, de la mano
de las corporaciones, promueven, sin debate social alguno, la introducción de
nuevas tecnologías disruptivas cuyos impactos son impredecibles, como a edición
genética, la red 5G, la geoingeniería, los desarrollos de biología sintética,
las vacunas experimentales y la nanotecnología, entre otras.
La reflexión en
torno a este asunto se ha instalado en la sociedad. Esta
crisis pone de manifiesto la estrecha relación existente entre la salud y el
ambiente y revela el papel del modelo de producción agroindustrial como
responsable de la destrucción de los ecosistemas, con todas las consecuencias
socio-ambientales que esta destrucción trae aparejadas. En este contexto se
está poniendo en tela de juicio la producción y el consumo de alimentos de
origen vegetal impregnados de venenos agrotóxicos, así como aquellos que
provienen de animales criados en hacinamiento, modalidad de producción que se
encuentra profundamente ligada a la producción de semillas transgénicas. Al
mismo tiempo, se generalizan las ideas y las discusiones acerca de la crisis
ecosistémica y civilizatoria del capitalismo globalizado, que explica las
condiciones en las que los virus emergentes -y otros males- se propagan en las
poblaciones humanas.
Esta crisis a
la par que ha mostrado la fragilidad de la vida y la precariedad de los
sistemas de salud para hacer frente a la emergencia sanitaria, también ha
permitido observar la recuperación del ambiente en muchos lugares del mundo
gracias al confinamiento y la parálisis de la maquinaria productiva.
En este
escenario, estamos seguras y seguros que nos encontramos un poco más cerca de
una nueva etapa en la cual el paradigma de la Ciencia Digna tiene
mucho que aportar. Un férreo compromiso con una Ciencia al servicio de la
sociedad y de la naturaleza, dará la oportunidad de poner en valor y fortalecer
el enorme potencial intelectual y ético que sin duda enraíza y florece en
nuevas generaciones de científicos y científicas.
Junio 2020
En homenaje a
Andrés Carrasco
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