sábado, 13 de junio de 2020

"No queremos Soberanía del Estado si es para envenenar. Queremos Autonomía de los pueblos para poder vivir".


Soberanía Alimentaria, autonomía y extractivismo
El caso Vicentín

Si hay algo que hasta ayer quedaba claro para una buena parte de la población, es que la pandemia del COVID 19 vino a poner sobre la mesa la urgente y necesaria transformación que debemos realizar para vivir de una forma más saludable y para dejarles un mundo mejor a las futuras generaciones. El aspecto socio ambiental cobró importancia y la alimentación, como pilar fundamental de una sociedad, se ganó un lugarcito de debate en muchos ámbitos como el periodístico, el académico, el institucional, y también en la esfera familiar. Las ollas, los comedores, los nodos de consumo local, las compras directas de bolsones a productores familiares y ecológicos, todas iniciativas coordinadas desde la organización popular, demostraron que si hay algo de lo que no podemos prescindir es de un circuito alimentario del y para el pueblo. 

Volvimos a pensar, entonces, en la alimentación y en el ambiente, dos aristas que recién cuando se articulan con la idea de independencia y autonomía, nos permiten comenzar a hablar de Soberanía Alimentaria: el poder de decidir y definir, como comunidades, de manera autónoma, nuestros sistemas o circuitos alimentarios. Si bien el concepto de Soberanía Alimentaria ya ha sido explicado vastamente con el fin de arrojar luz a los debates en torno al tema “Vicentín”, no viene mal resaltar que dicho concepto no tiene más de una acepción. Según la definición de la Vía Campesina es “el derecho de los pueblos del mundo a diseñar sus propias políticas agroalimentarias, promoviendo la producción y distribución de productos campesinos en los mercados locales, conforme a las exigencias y necesidades de las poblaciones, respetando el medio ambiente y los derechos de lxs campesinxs y consumidorxs. Hacer realidad la Soberanía Alimentaria significa preservar las semillas, cuidar el agua, los bosques y la biodiversidad. Implica promover ferias, intercambio de producción, exigir precios justos y recuperar las comidas sanas y propias de cada territorio. La soberanía alimentaria exige participación, organización colectiva y autonomía en la construcción de las decisiones que afectan a las comunidades”. Es esta la definición la que nos representa y por la que luchamos, no solo los campesinos que están en el centro del circuito alimentario y ocupan un rol esencial, sino miles de organizaciones y movimientos de agricultores, de huerteros, de pueblos originarios; movimientos de consumidores y emprendedores, asambleas socioambientales, colectivos de pueblos fumigados y comunidades en defensa del agua pura, todos en acción constante y conscientes de la necesidad de un cambio de modelo hacia el Buen Vivir, para dejar de morir en nombre del Progreso, de la Economía y del Desarrollo.

Dicho esto, nos sorprendió que el Presidente Alberto Fernández mencionara a la Soberanía Alimentaria como un objetivo en la intervención y posible expropiación de una empresa que por naturaleza y por estructura está en las antípodas de la alimentación, del cuidado del ambiente y de la autonomía de los pueblos. Vicentín representa, al igual que Syngenta, Bayer/Monsanto, Cargill o cualquiera de las agroexportadoras, al modelo ecocida de Agronegocios y de dictadura alimentaria (dos caras de la misma moneda) que arrasa con montes y familias rurales para hacer monocultivo y para contaminar, a la vez que nos obliga a todxs a depender del supermercadismo, del oligopolio de precios y de la comida chatarra. Es más, aún si se tomara posesión de la empresa (de granos para agrocombustible y comida para ganado) y pasara a formar parte del patrimonio del Estado, debería reconvertirse al 100 % su estructura industrial para ser funcional a la producción de alimento para humanos (y entendemos que ese no fue el anuncio). Por ello nos resulta por lo menos contradictorio que se utilice el concepto de Soberanía Alimentaria como argumento para anunciar la intervención de una empresa de estas características. La posible expropiación se justificó también con la excusa de tratarse de una empresa estratégica de interés nacional, pero la idea que se propone, hasta ahora, no es hacerla estatal siquiera, y mucho menos se dijo que produciría alimento. Para ello el Estado debería tener el total control sobre Vicentín pero lo que aseguró Fernández es que todos los activos pasarán a formar parte de un fondo fiduciario cuya gestión se le encomendará a YPF-Agro”. Y ¿a qué se dedica YPF Agro? ¿A la alimentación? No. Ni siquiera a producir comida chatarra. Se trata de una empresa más del conglomerado sojero que fabrica glifosato, ese mismo veneno con el cual se están contaminando nuestros ríos, suelos y a nuestros pueblos, y por el cual han muertos niñxs, familias y muchxs compañerxs de lucha. Otro hecho que ponemos sobre la mesa, y que también ubica a la propuesta del gobierno en las antípodas de la Soberanía Alimentaria, es el interventor designado, Gabriel Delgado. Este personaje, especializado en Finanzas Rurales y ex Secretario de Agricultura,  Ganadería y Pesca de la Nación durante el periodo del 2013 al 2015, se muestra siempre a favor de los productos transgénicos y su paquete tecnológico, y enfatiza la necesidad de que esa biotecnología llegue también a los pequeños productores y a la agricultura familiar. En la  conferencia dada junto al presidente, manifestó: “Nosotros, los que trabajamos en el sector agropecuario, entendemos y apoyamos mucho el proyecto de Vaca Muerta, y creo que, ahora también, a YPF le toca tener la Vaca Viva”. YPF Agro y Delgado, los únicos dos datos certeros que podemos analizar respecto al caso Vicentín, están del lado opuesto a lo que nosotrxs entendemos por Alimentación, y mucho más lejos de lo que entendemos por Soberanía. Ojalá no fuera así, pero tratamos de ser realistas y sinceros: no tenemos otra información oficial o concreta que nos aliente a tener esperanzas en el anuncio, ya que como decimos, todos estos actores, incluyendo al grupo Vicentín son pro-veneno, saqueo y contaminación.

Por otro lado, es necesario recordar que hace apenas un par de semanas, cientos de asambleas, organizaciones de agricultores y movimientos socioambientales de todo el país reclamaron al Ejecutivo el cese de las fumigaciones (que se llevan adelante gracias a empresas como Vicentín) entre otras actividades extractivas que han sido exceptuadas de la cuarentena por el Gobierno Nacional. Los pueblos fumigados y colectivos hermanos basamos nuestro pedido en el más que comprobado envenenamiento masivo que provocan y en las graves consecuencias que esto tiene en el sistema inmunológico de las comunidades. También se ha solicitado el cese del uso del glifosato en particular, que el Estado fabrica a través de YPF Agro, como ya se dijo. Otro dato a considerar y que es de público conocimiento: las comunidades del Sur y del NOA ya han puesto en claro, con suma contundencia, que no hay licencia social para el avance megaminero y de fracking. Sin embargo, el Presidente insiste en profundizar este saqueo e incluso se habla de que YPF (además del  fracking que ya desarrolla con Vaca Muerta) se abriría a los horizontes mineros. 
Por estas razones (y porque no hay indicios de que quieran transformarla en otra cosa) tenemos muchas dudas de que el Gobierno tenga una verdadera intención de ir hacia la Soberanía Alimentaria a partir de una empresa agroexportadora de granos como Vicentín. Los anuncios hechos, apelando a la palabra Soberanía, nos recuerdan a la promesa de Soberanía Energética en los inicios de la pseudo “estatización” de YPF, y ya hemos visto como terminó eso. Lastimosamente, hoy es una empresa mixta sobre la cual el Estado tiene poco y escaso poder (recuérdese el acuerdo secreto con Chevron). Y como si fuera poco, esa falsa promesa de soberanía se fue esfumando en el olvido colectivo, traduciéndose en más contaminación y explotación de nuestros suelos a través del fracking, una de las técnicas de extracción más corrosivas y peligrosas en la actualidad. Tratamos de aprender de la historia de Argentina tierra adentro, donde las políticas estatales, hasta ahora, solo han profundizado un modelo que va a contramano de la Soberanía.

Si bien comprendemos el  rol estratégico en términos económicos que puede significar que el Estado intervenga en una empresa como Vicentín –evitando que sea absorbida del todo por una trasnacional-, queremos abocarnos a la cuestión que nos convoca en el debate: la alimentación y la salud pública. Y es justamente en este sentido donde se nos presentan grandes interrogantes ¿De qué forma esta propuesta y con estos actores tan nefastos para la salud de las comunidades, aportaría en el camino a la Soberanía Alimentaria que tanto anhelamos? ¿De qué manera esta acción, tal y como fue planteada por el Gobierno, podría significar siquiera un paso hacia ese sueño, cuando el propio perfil agro exportador de commodities de Vicentín y el currículum de los actores que detentarán el poder de gestión van en sentido contrario? ¿Utilizando las divisas manchadas de sangre hermana y de suelos arrasados para financiar proyectos alimentarios? ¿Exportando soja transgénica cuya siembra requiere del exterminio de miles de hectáreas de monte nativo? Si queremos Soberanía Alimentaria, ¿no deberíamos apuntar a luchar contra la dependencia? En vez de rescatar a estos monstruos ¿no deberíamos propender a que desaparezcan? ¿No deberíamos utilizar nuestros recursos en los mercados justos territoriales y la agroecología familiar? Creemos que para avanzar en nuestros horizontes hacia otro modelo productivo debemos cuestionar y socavar, sin miramientos, las prácticas extractivistas, ya sea que estén en manos del Estado o en manos de privados; no solo por ser depredatorias del ambiente sino por ser la causa directa de la muerte y la enfermedad de millones de hermanos y hermanas a lo largo y ancho de nuestro querido territorio. 

Cabe señalar que, en otros ámbitos y a través de algunas políticas puntuales -conquistas logradas por las luchas de las organizaciones sociales-, sí se han desarrollado acciones que aportan a la construcción de Soberanía Alimentaria que promueven las comunidades. Es el caso de la creación de la Dirección de Agroecología con el compañero Eduardo Cerdá a la cabeza, y el de la designación del compañero Nahuel Levaggi, del movimiento campesino, al frente del Mercado Central. Así como reflexionamos sobre las desventajas de ciertas políticas, podemos señalar las bondades de otras. Sin embargo, creemos que no es suficiente para creer que este Gobierno esté encarando su proyecto integral hacia allí. Más bien creemos que lo que nos siguen proponiendo, como en las épocas de Emilio Pérsico en el Ministerio de Agricultura, es un sistema de convivencia entre Agronegocio y Agricultura Familiar, donde el primero es la estrella y la matriz productiva del modelo, y el segundo un apéndice que debe mantenerse contenido en pequeñas porciones de tierra, para que no complique las cosas a los grandes pooles de siembra. 

Desde nuestro pequeño lugar, como ese granito de arena que somos en este mar de voluntades hacia el Buen Vivir, aportamos nuestra mirada y compartimos nuestros sentires, a la vez que intentamos preservar ciertos caminos que nos han legado a base de mucho sacrificio. Esos caminos, como hemos dicho, nos los fueron marcando nuestras ancestralidades en las resistencias comunitarias. Con este espíritu es que celebramos el nutricio debate que se viene dando en torno a la puesta en escena de una de nuestras causas madre, la Soberanía Alimentaria, y es eso lo que rescatamos como hecho positivo de la cuestión. Dependerá de todxs poner en jaque las políticas de saqueo y contaminación de un Modelo Ecocida, reafirmando nuestros No, como decía el querido ancestro Javier Rodríguez Pardo. Y, a la vez, quedará en nosotrxs lograr que en esa reafirmación de lo que no estamos dispuestos a permitir, florezcan y se expandan nuestros Sí, con propuestas y prácticas transformadoras. Esto ya lo venimos haciendo, cada quien desde lo que puede y sabe hacer, construyendo en los intersticios y grietas del sistema dominante otro modelo productivo y alimentario, desde una cosmovisión biocéntrica y orientada hacia el Buen Vivir. 

Para finalizar, recapitulamos colectivamente sobre la importancia del concepto de autonomía. Su práctica, ejercicio y desarrollo es para nosotrxs la base de cualquier proyecto emancipatorio. Pero es sabido que ningún Estado, por su propia esencia y conformación vertical, propenderá a su fortalecimiento para el empoderamiento de los pueblos. Eso es algo que deberemos hacer por nuestra cuenta. Este Estado, en manos de gobiernos más o menos progresistas, no se planteó nunca ni se planteará jamás una salida del sistema explotador capitalista. Ya lo han afirmado públicamente. Por el contrario, seguirán reproduciéndolo; y los que sufren las consecuencias siempre serán los más desprotegidos. Es por ello que nuestra perspectiva colectiva y nuestras apuestas activas van en el sentido de la autonomía de los pueblos respecto de las multinacionales pero también de los gobiernos, quienes han sido los garantes del hambre, de la pobreza, de la entrega de nuestros territorios y de la contaminación ambiental. A ellos no le debemos nada, pero entendemos que, solo por el hecho de haber sido colocados donde están por el poder que el pueblo les delegó con esperanza, tienen el deber y la obligación (legal y moral) de garantizar los derechos básicos y fundamentales como son, entre otros, el derecho a la alimentación adecuada y el derecho a un ambiente sano. Estos dos derechos deberán seguir siendo aclamados y exigidos por todos nosotrxs al mismo tiempo que construimos nuestra autonomía e independencia. Para que nunca más nuestro poder popular sea utilizado en contra nuestro. Para que, algún día, el peso de nuestras decisiones sea suficiente para transformar este modelo de producción y consumo genocida, que nos mata lentamente, en un modelo que nos permita Vivir Bien, de manera biodiversa y en armonía con la Tierra de la que somos parte. 

No queremos Soberanía del Estado si es para envenenar.
Queremos Autonomía de los pueblos para poder vivir.

“Avanzar hacia la Soberanía Alimentaria 
implica retroceder en el modelo extractivista”

La salida es la que promueven las comunidades e implica dejar de contaminar para comenzar a valorizar la vida: la agroecología familiar, campesina e indígena y la economía regional, social y solidaria basadas en el respeto por la tierra y la diversidad. Es viable, posible y la estamos construyendo colectivamente, desde abajo, en los territorios, escuelas, universidades y en el barrio. Celebraremos cualquier medida concreta que potencie estas experiencias, que son las que sí promueven la necesaria y deseada Soberanía Alimentaria para los pueblos.

Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria, Argentina.
Junio 2020


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