Soberanía Alimentaria, autonomía y extractivismo
El caso
Vicentín
Si hay algo
que hasta ayer quedaba claro para una buena parte de la población, es que la
pandemia del COVID 19 vino a poner sobre la mesa la urgente y necesaria
transformación que debemos realizar para vivir de una forma más saludable y
para dejarles un mundo mejor a las futuras generaciones. El aspecto socio ambiental
cobró importancia y la alimentación, como pilar fundamental de una sociedad, se
ganó un lugarcito de debate en muchos ámbitos como el periodístico, el
académico, el institucional, y también en la esfera familiar. Las ollas, los
comedores, los nodos de consumo local, las compras directas de bolsones a
productores familiares y ecológicos, todas iniciativas coordinadas desde la
organización popular, demostraron que si hay algo de lo que no podemos
prescindir es de un circuito alimentario del y para el pueblo.
Volvimos a
pensar, entonces, en la alimentación y en el ambiente, dos aristas que recién
cuando se articulan con la idea de independencia y autonomía, nos permiten
comenzar a hablar de Soberanía Alimentaria: el poder de decidir y definir, como
comunidades, de manera autónoma, nuestros sistemas o circuitos alimentarios. Si
bien el concepto de Soberanía Alimentaria ya ha sido explicado vastamente con
el fin de arrojar luz a los debates en torno al tema “Vicentín”, no viene mal
resaltar que dicho concepto no tiene más de una acepción. Según la definición
de la Vía Campesina
es “el derecho de los pueblos del mundo a diseñar sus propias políticas
agroalimentarias, promoviendo la producción y distribución de productos
campesinos en los mercados locales, conforme a las exigencias y necesidades de
las poblaciones, respetando el medio ambiente y los derechos de lxs campesinxs
y consumidorxs. Hacer realidad la Soberanía Alimentaria
significa preservar las semillas, cuidar el agua, los bosques y la biodiversidad. Implica
promover ferias, intercambio de producción, exigir precios justos y recuperar
las comidas sanas y propias de cada territorio. La soberanía alimentaria exige
participación, organización colectiva y autonomía en la construcción de las
decisiones que afectan a las comunidades”. Es esta la definición la que nos
representa y por la que luchamos, no solo los campesinos que están en el centro
del circuito alimentario y ocupan un rol esencial, sino miles de organizaciones
y movimientos de agricultores, de huerteros, de pueblos originarios;
movimientos de consumidores y emprendedores, asambleas socioambientales,
colectivos de pueblos fumigados y comunidades en defensa del agua pura, todos
en acción constante y conscientes de la necesidad de un cambio de modelo hacia
el Buen Vivir, para dejar de morir en nombre del Progreso, de la Economía y del
Desarrollo.
Dicho esto,
nos sorprendió que el Presidente Alberto Fernández mencionara a la Soberanía Alimentaria
como un objetivo en la intervención y posible expropiación de una empresa que
por naturaleza y por estructura está en las antípodas de la alimentación, del
cuidado del ambiente y de la autonomía de los pueblos. Vicentín representa, al
igual que Syngenta, Bayer/Monsanto, Cargill o cualquiera de las agroexportadoras,
al modelo ecocida de Agronegocios y de dictadura alimentaria (dos caras de la
misma moneda) que arrasa con montes y familias rurales para hacer monocultivo y
para contaminar, a la vez que nos obliga a todxs a depender del
supermercadismo, del oligopolio de precios y de la comida chatarra. Es más, aún
si se tomara posesión de la empresa (de granos para agrocombustible y comida
para ganado) y pasara a formar parte del patrimonio del Estado, debería
reconvertirse al 100 % su estructura industrial para ser funcional a la
producción de alimento para humanos (y entendemos que ese no fue el anuncio).
Por ello nos resulta por lo menos contradictorio que se utilice el concepto de
Soberanía Alimentaria como argumento para anunciar la intervención de una empresa
de estas características. La posible expropiación se justificó también con la
excusa de tratarse de una empresa estratégica de interés nacional, pero la idea
que se propone, hasta ahora, no es hacerla estatal siquiera, y mucho menos se
dijo que produciría alimento. Para ello el Estado debería tener el total
control sobre Vicentín pero lo que aseguró Fernández es que todos los activos
pasarán a formar parte de un fondo fiduciario cuya gestión se le encomendará a
YPF-Agro”. Y ¿a qué se dedica YPF Agro? ¿A la alimentación? No. Ni siquiera a
producir comida chatarra. Se trata de una empresa más del conglomerado sojero
que fabrica glifosato, ese mismo veneno con el cual se están contaminando
nuestros ríos, suelos y a nuestros pueblos, y por el cual han muertos niñxs,
familias y muchxs compañerxs de lucha. Otro hecho que ponemos sobre la mesa, y
que también ubica a la propuesta del gobierno en las antípodas de la Soberanía Alimentaria ,
es el interventor designado, Gabriel Delgado. Este personaje, especializado en
Finanzas Rurales y ex Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la
Nación durante el periodo del 2013 al 2015, se muestra siempre a favor de los
productos transgénicos y su paquete tecnológico, y enfatiza la necesidad de que
esa biotecnología llegue también a los pequeños productores y a la agricultura
familiar. En la conferencia dada junto al presidente, manifestó:
“Nosotros, los que trabajamos en el sector agropecuario, entendemos y apoyamos
mucho el proyecto de Vaca Muerta, y creo que, ahora también, a YPF le toca
tener la Vaca Viva ”.
YPF Agro y Delgado, los únicos dos datos certeros que podemos analizar respecto
al caso Vicentín, están del lado opuesto a lo que nosotrxs entendemos por
Alimentación, y mucho más lejos de lo que entendemos por Soberanía. Ojalá no
fuera así, pero tratamos de ser realistas y sinceros: no tenemos otra
información oficial o concreta que nos aliente a tener esperanzas en el
anuncio, ya que como decimos, todos estos actores, incluyendo al grupo Vicentín
son pro-veneno, saqueo y contaminación.
Por otro
lado, es necesario recordar que hace apenas un par de semanas, cientos de
asambleas, organizaciones de agricultores y movimientos socioambientales de
todo el país reclamaron al Ejecutivo el cese de las fumigaciones (que se llevan
adelante gracias a empresas como Vicentín) entre otras actividades extractivas
que han sido exceptuadas de la cuarentena por el Gobierno Nacional. Los pueblos
fumigados y colectivos hermanos basamos nuestro pedido en el más que comprobado
envenenamiento masivo que provocan y en las graves consecuencias que esto tiene
en el sistema inmunológico de las comunidades. También se ha solicitado el cese
del uso del glifosato en particular, que el Estado fabrica a través de YPF
Agro, como ya se dijo. Otro dato a considerar y que es de público conocimiento:
las comunidades del Sur y del NOA ya han puesto en claro, con suma
contundencia, que no hay licencia social para el avance megaminero y de
fracking. Sin embargo, el Presidente insiste en profundizar este saqueo e
incluso se habla de que YPF (además del fracking que ya desarrolla con
Vaca Muerta) se abriría a los horizontes mineros.
Por estas
razones (y porque no hay indicios de que quieran transformarla en otra cosa)
tenemos muchas dudas de que el Gobierno tenga una verdadera intención de ir
hacia la
Soberanía Alimentaria a partir de una empresa agroexportadora
de granos como Vicentín. Los anuncios hechos, apelando a la palabra Soberanía ,
nos recuerdan a la promesa de Soberanía Energética en los inicios de la pseudo
“estatización” de YPF, y ya hemos visto como terminó eso. Lastimosamente, hoy
es una empresa mixta sobre la cual el Estado tiene poco y escaso poder
(recuérdese el acuerdo secreto con Chevron). Y como si fuera poco, esa falsa
promesa de soberanía se fue esfumando en el olvido colectivo, traduciéndose en
más contaminación y explotación de nuestros suelos a través del fracking, una
de las técnicas de extracción más corrosivas y peligrosas en la actualidad. Tratamos
de aprender de la historia de Argentina tierra adentro, donde las políticas
estatales, hasta ahora, solo han profundizado un modelo que va a contramano de
la Soberanía.
Si bien
comprendemos el rol estratégico en términos económicos que puede
significar que el Estado intervenga en una empresa como Vicentín –evitando que
sea absorbida del todo por una trasnacional-, queremos abocarnos a la cuestión
que nos convoca en el debate: la alimentación y la salud pública. Y es
justamente en este sentido donde se nos presentan grandes interrogantes ¿De qué
forma esta propuesta y con estos actores tan nefastos para la salud de las
comunidades, aportaría en el camino a la Soberanía Alimentaria
que tanto anhelamos? ¿De qué manera esta acción, tal y como fue planteada por
el Gobierno, podría significar siquiera un paso hacia ese sueño, cuando el
propio perfil agro exportador de commodities de Vicentín y el currículum de los
actores que detentarán el poder de gestión van en sentido contrario? ¿Utilizando
las divisas manchadas de sangre hermana y de suelos arrasados para financiar
proyectos alimentarios? ¿Exportando soja transgénica cuya siembra requiere del
exterminio de miles de hectáreas de monte nativo? Si queremos Soberanía
Alimentaria, ¿no deberíamos apuntar a luchar contra la dependencia? En vez de
rescatar a estos monstruos ¿no deberíamos propender a que desaparezcan? ¿No
deberíamos utilizar nuestros recursos en los mercados justos territoriales y la
agroecología familiar? Creemos que para avanzar en nuestros horizontes hacia
otro modelo productivo debemos cuestionar y socavar, sin miramientos, las
prácticas extractivistas, ya sea que estén en manos del Estado o en manos de
privados; no solo por ser depredatorias del ambiente sino por ser la causa
directa de la muerte y la enfermedad de millones de hermanos y hermanas a lo
largo y ancho de nuestro querido territorio.
Cabe señalar
que, en otros ámbitos y a través de algunas políticas puntuales -conquistas
logradas por las luchas de las organizaciones sociales-, sí se han desarrollado
acciones que aportan a la construcción de Soberanía Alimentaria que promueven
las comunidades. Es el caso de la creación de la Dirección de Agroecología con
el compañero Eduardo Cerdá a la cabeza, y el de la designación del compañero
Nahuel Levaggi, del movimiento campesino, al frente del Mercado Central. Así
como reflexionamos sobre las desventajas de ciertas políticas, podemos señalar
las bondades de otras. Sin embargo, creemos que no es suficiente para creer que
este Gobierno esté encarando su proyecto integral hacia allí. Más bien creemos
que lo que nos siguen proponiendo, como en las épocas de Emilio Pérsico en el
Ministerio de Agricultura, es un sistema de convivencia entre Agronegocio y
Agricultura Familiar, donde el primero es la estrella y la matriz productiva
del modelo, y el segundo un apéndice que debe mantenerse contenido en pequeñas
porciones de tierra, para que no complique las cosas a los grandes pooles de
siembra.
Desde
nuestro pequeño lugar, como ese granito de arena que somos en este mar de
voluntades hacia el Buen Vivir, aportamos nuestra mirada y compartimos nuestros
sentires, a la vez que intentamos preservar ciertos caminos que nos han legado
a base de mucho sacrificio. Esos caminos, como hemos dicho, nos los fueron
marcando nuestras ancestralidades en las resistencias comunitarias. Con este
espíritu es que celebramos el nutricio debate que se viene dando en torno a la
puesta en escena de una de nuestras causas madre, la Soberanía Alimentaria ,
y es eso lo que rescatamos como hecho positivo de la cuestión. Dependerá
de todxs poner en jaque las políticas de saqueo y contaminación de un Modelo
Ecocida, reafirmando nuestros No, como decía el querido ancestro Javier
Rodríguez Pardo. Y, a la vez, quedará en nosotrxs lograr que en esa
reafirmación de lo que no estamos dispuestos a permitir, florezcan y se
expandan nuestros Sí, con propuestas y prácticas transformadoras. Esto ya lo
venimos haciendo, cada quien desde lo que puede y sabe hacer, construyendo en
los intersticios y grietas del sistema dominante otro modelo productivo y
alimentario, desde una cosmovisión biocéntrica y orientada hacia el Buen
Vivir.
Para
finalizar, recapitulamos colectivamente sobre la importancia del concepto de
autonomía. Su práctica, ejercicio y desarrollo es para nosotrxs la base de
cualquier proyecto emancipatorio. Pero es sabido que ningún Estado, por su
propia esencia y conformación vertical, propenderá a su fortalecimiento para el
empoderamiento de los pueblos. Eso es algo que deberemos hacer por nuestra
cuenta. Este Estado, en manos de gobiernos más o menos progresistas, no se
planteó nunca ni se planteará jamás una salida del sistema explotador
capitalista. Ya lo han afirmado públicamente. Por el contrario, seguirán reproduciéndolo;
y los que sufren las consecuencias siempre serán los más desprotegidos. Es por
ello que nuestra perspectiva colectiva y nuestras apuestas activas van en el
sentido de la autonomía de los pueblos respecto de las multinacionales pero
también de los gobiernos, quienes han sido los garantes del hambre, de la
pobreza, de la entrega de nuestros territorios y de la contaminación ambiental.
A ellos no le debemos nada, pero entendemos que, solo por el hecho de haber
sido colocados donde están por el poder que el pueblo les delegó con esperanza,
tienen el deber y la obligación (legal y moral) de garantizar los derechos
básicos y fundamentales como son, entre otros, el derecho a la alimentación
adecuada y el derecho a un ambiente sano. Estos dos derechos deberán seguir
siendo aclamados y exigidos por todos nosotrxs al mismo tiempo que construimos
nuestra autonomía e independencia. Para que nunca más nuestro poder popular sea
utilizado en contra nuestro. Para que, algún día, el peso de nuestras
decisiones sea suficiente para transformar este modelo de producción y consumo
genocida, que nos mata lentamente, en un modelo que nos permita Vivir Bien, de
manera biodiversa y en armonía con la Tierra de la que somos parte.
No queremos
Soberanía del Estado si es para envenenar.
Queremos
Autonomía de los pueblos para poder vivir.
“Avanzar
hacia la
Soberanía Alimentaria
implica
retroceder en el modelo extractivista”
La salida es
la que promueven las comunidades e implica dejar de contaminar para comenzar a
valorizar la vida: la agroecología familiar, campesina e indígena y la economía
regional, social y solidaria basadas en el respeto por la tierra y la diversidad. Es
viable, posible y la estamos construyendo colectivamente, desde abajo, en los
territorios, escuelas, universidades y en el barrio. Celebraremos cualquier
medida concreta que potencie estas experiencias, que son las que sí promueven
la necesaria y deseada Soberanía Alimentaria para los pueblos.
Frente de
Lucha por la
Soberanía Alimentaria , Argentina.
Junio 2020
Contacto vía Facebook o correo:
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