lunes, 22 de junio de 2020

"Nos falta eso, un poco más de conciencia de clase, para que, en todo el globo, la gente abra los ojos y se embarque en procesos similares al de Seattle, al de Rojava o al de Chile, para que las luchas se unifiquen formando un frente común contra los estados y el capital y para que los cantos de sirena de las lideresas o líderes izquierdistas no puedan pastorear la lucha en la dirección que interese al poder. Si no ahora, al menos, cuando los estados y el capitalismo den una nueva apretada de tuerca en este proceso de represión y desposesión que estamos viviendo".

Luchas de ayer, luchas de hoy

22 de junio de 2020
Por Axel Mustela
https://lacomadrejaacrata.wordpress.com
Llevaba varios meses sumido en un círculo vicioso de negación, profundamente decepcionado con la facilidad con la que la gente que me rodea acepta y defiende la represión que estamos viviendo. Esto hasta hace unos pocos días, en los que un buen amigo del otro lado del mar me hizo una pregunta que me animo a abrir los ojos, salir de mi burbuja de pesimismo y autocompasión y mirar a mi alrededor. “¿Qué te parece lo de Capitol Hill?”, me dijo.
¡Capitol Hill! Abrumado como estaba con la sumisión irreflexiva que nos rodea, reconozco que no estaba haciendo demasiado caso al proceso emancipatorio que está teniendo lugar hoy en Seattle. Al parecer, allá, en el contexto de las protestas que llevan semanas dándose a raíz del asesinato de George Floyd a manos de un policía, el pueblo ha rodeado parte de la ciudad con barricadas declarándola zona autónoma libre de policías. Un acontecimiento que recuerda poderosamente al de Comuna de París de 1871.
E igual que la Comuna de París marcó un antes y un después en la forma en que se concebía la lucha contra el poder (pasamos de revueltas lideradas por la burguesía a verdaderos procesos revolucionarios desde el pueblo y para el pueblo), la Zona Autónoma de Capitol Hill (CHAZ en sus siglas en inglés) también podría suponer un punto de ruptura con este capitalismo depredador que hoy comienza a quitarse la camisa del consumismo y a vestirse la de la más cruda desigualdad, sostenida por una represión política disfrazada de seguridad. Eso siempre y cuando seamos capaces de replicar la iniciativa en otros lugares del mundo antes de que la policía y el ejército la borren del mapa y los medios de comunicación hagan su labor de desacreditación, invisibilización y olvido. Algo no del todo inviable, mientras el grito de repulsa por la muerte de George Floyd siga haciéndose escuchar en las calles de distintas ciudades del globo.
Así que, sí, tantos años como pasé admirado por los grandes acontecimientos de un pasado que consideraba más combativo (como la Comuna de París, la Revolución majnovista en Ucrania o las constantes huelgas y revueltas obreras y campesinas de finales del XIX y principios del XX en Europa y América) y pensando que algo así jamás podría suceder en los tiempos que corren, y resulta que ya tenemos nuestra comuna parisiense. Y no sólo eso, sino que, desde hace años, la Revolución de Rojava en el norte de Siria (comparable en muchos aspectos a la majnovista) ha estado resistiendo las agresiones del ISIS y de Turquía, y, desde mediados del pasado 2019, también han venido estallando potentes revueltas en diversos lugares del mundo (Chile me parece el ejemplo más representativo), sofocadas en mayor o menor medida por el reciente proceso represivo de la llamada “crisis del COVID-19”, pero que hoy comienzan a resurgir, a pesar de los esfuerzos de los estados para mantenernos encerradas y amordazados.
¿Qué fue lo que impulsó esos acontecimientos y que es lo que impulsa los actuales? Las grandes revueltas del pasado, a mi entender, se sostenían sobre tres grandes pilares:
1. Las enormes carestías sufridas por el pueblo a causa de un capitalismo en expansión que fomentaba desigualdades abismales entre las personas, desposeyéndolas de sus medios de sustento y obligándolas a convertirse en trabajadoras asalariadas en condiciones deplorables y bajo unos sueldos de miseria.
2. La fuerte represión ejercida por los gobiernos, que, aún autodenominándose democracias, defendían abiertamente los privilegios de las clases dominantes y castigaban con dureza cualquier amago de subversión.
3. La conciencia de clase que, en mayor o menor grado, tenía toda trabajadora asalariada o campesino, ofreciéndole una amplia perspectiva de cuanto sucedía a su alrededor.
¿Y en qué se sostienen los actuales procesos de lucha y emancipatorios?
1. En grandes carestías sufridas por el pueblo, en algunos casos, y en pérdida de eso que llaman calidad de vida, en otros. ¿A qué me refiero con “pérdida de calidad de vida”? Pues, sobre todo, a la desaparición del cacareado estado del bienestar (con la privatización de la sanidad, la educación, el transporte y los servicios sociales, así como la tendencia a desaparecer de las coberturas estatales por desempleo, incapacidad, jubilación, etc.), a una marcada pérdida de capacidad de consumo de la trabajadora o trabajador medio y al creciente monopolio (cuando no rapiña) por parte del capital de elementos esenciales para nuestra supervivencia y desarrollo, como la vivienda, la alimentación, el agua, etc.
2. La represión, en aumento, por parte de los estados contra el pueblo. En los últimos años, más que nunca, ha quedado claro que los gobiernos no dudan en quitarse la careta democrática cuando hace falta y cargar con toda la violencia de que son capaces contra cualquier protesta que se salga un poco de los cauces establecidos (solicitudes al gobierno y respeto de rutas y horarios establecidos). Y no solo eso: a raíz de las fuertes medidas represivas y el establecimiento de estados policiales en todo el globo durante los últimos meses, no somos pocas las personas que hemos empezado a ver lo ilógico que es privar de libertad y de derechos básicos a miles de millones de seres humanos con la excusa de un presunto virus poco más contagioso y letal que el de la gripe y a sospechar que hay algo más detrás de todo esto. Eso por no hablar de todas aquéllas y aquéllos que han sufrido y sufren el confinamiento sin recursos económicos o en situaciones de convivencia o de salud insostenibles.
3. La conciencia de que existen fuertes desigualdades entre distintos sectores de la población, sobre todo en materia de género, raza, origen e identidad sexual. También hay cierta conciencia de desigualdad económica entre ricas y pobres, aunque no demasiado desarrollada. Esto, en principio, me parece bastante positivo, aunque insuficiente. Las desigualdades existen, desde luego, pero, si no las contemplamos a través del prisma de la conciencia de clase, las luchas por eliminarlas no dejarán de ser movimientos aislados que contemplarán con desconfianza al resto de iniciativas similares.
Y sobre este último punto, me gustaría hacer algunos incisos:
¿Feminismo? ¡Por supuesto que es necesario! Pero un feminismo con conciencia de clase, que entienda la emancipación de la mujer dentro de un contexto de emancipación del pueblo. No ese feminismo de corte liberal que sólo busca hacerse con una parte del pastel del poder y los privilegios.
¿Racismo? ¡Desde luego que existe! Y ahora más que nunca, en pleno auge del discurso fascista como nos encontramos. Pero debemos entender la cuestión de la raza desde una perspectiva interseccional. No es lo mismo una persona negra pobre, que una persona negra rica, que una persona blanca pobre, que una persona blanca rica, etc.
¿Xenofobia? Otra constante en nuestra sociedad, donde el discurso fascista, hoy más que nunca, está señalando a las personas inmigrantes como enemigas y origen de todos nuestros problemas. ¿Pero a que no se señala con el dedo a los jeques árabes, por ejemplo, cuando vienen a España a dejarse sus millones en viajes de placer? Otra cuestión que debemos abordar desde la conciencia de clase y la interseccionalidad.
¿Homofobia, transfobia? Aún las hay, y mucho. Pero si no tratamos estas cuestiones desde una perspectiva crítica, antiautoritaria y anticapitalista, corremos el peligro de que las iniciativas de naturaleza LGTBIQ se conviertan en festivales frívolos y consumistas que atraen a más turistas y gente con ganas de fiesta que a personas con verdadero afán combativo y de cambio.
Así pues, creo que sólo nos falta eso, un poco más de conciencia de clase, para que, en todo el globo, la gente abra los ojos y se embarque en procesos similares al de Seattle, al de Rojava o al de Chile, para que las luchas se unifiquen formando un frente común contra los estados y el capital y para que los cantos de sirena de las lideresas o líderes izquierdistas no puedan pastorear la lucha en la dirección que interese al poder. Si no ahora, al menos, cuando los estados y el capitalismo den una nueva apretada de tuerca en este proceso de represión y desposesión que estamos viviendo. Porque te aseguro que la darán.
Y, si para entonces, tampoco reaccionamos, creo sinceramente que nos mereceremos cualquier cosa que nos suceda.
Salud y fuerza.

Fuente: https://rebelion.org/luchas-de-ayer-luchas-de-hoy/

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