viernes, 12 de junio de 2020

"Podemos anticipar una prolongación de los efectos sociales desigualitarios y desigualizantes. El problema social ya es el principal problema económico de 2020 y seguirá siéndolo en los próximos años. No desaparecerá".

La desigualdad es el virus visible

12 de junio de 2020

Por Francisco Louça
Sin permiso
Tres investigadores del FMI, Furceri, Loungani y Ostry, publicaron hace unos días un estudio que cubre los impactos de las cinco pandemias anteriores del siglo XXI (SARS en 2003, H1N1 en 2009, MERS en 2012, Ebola en 2014 y Zika en 2016). Lo que muestra el estudio es que estas pandemias han exacerbado las desigualdades y que el proceso continuó en los años posteriores, incluso después de que la enfermedad estuviese bajo control. Pero las pandemias mencionadas en el estudio alcanzaron una extensión continental pero no mundial, y no condujeron a un cierre generalizado. Por esta razón, los autores preven efectos más graves en el contexto del covid-19, que las impuestas por aquellas pandemias. Además, al analizar las políticas ahora adoptadas, concluyen que tienen efectos regresivos, es decir, acentúan la desigualdad. La desigualdad es el virus que continúa creciendo y extendiéndose en 2020.

El pasado que nos amenaza
Otros economistas añaden motivos de preocupación. Sérgio Correia, de la Junta de la Reserva Federal de EEUU, y sus coautores, Luck y Verner, estudiaron los costes sociales de la gripe de 1918, que puede haber sido más mortal que la pandemia actual, especialmente para la población en edad laboral, y han medido la evidencia disponible sobre la estrategia de recuperación económica que se siguió en 30 estados de EEUU. Su conclusión es que cuanto más intensa es la respuesta no farmacéutica (las medidas de contención y protección social), más rápida es la recuperación económica y que, por lo tanto, el esfuerzo por defender la salud pública fue virtuoso para la economía. El tema no es menor, sobre todo porque algunos gobernantes utilizan el argumento de la alternativa salud-economía para reducir las medidas sanitarias, como en el caso de Trump y Bolsonaro. Si Correia y sus colegas tienen razón, esta alternativa es falsa y es protegiendo la salud como se salva la economía.
El tema es esencial para las decisiones inmediatas. Y siempre pone sobre la mesa el tema de la desigualdad, que debería ser la guía para elegir las políticas concretas en caso de emergencia.

La desigualdad exacerba la enfermedad
A raíz de esta preocupación, un equipo dirigido por Carla Nunes, directora de la Escuela Nacional de Salud Pública, ha estudiado una hipótesis fundamental: ¿qué pasa si la desigualdad, que se ve agravada por la pandemia, es también uno de los mecanismos sociales que facilita la propagación de la enfermedad? Algunos de sus resultados preliminares se describen en el gráfico e indican que es así. Al comparar la propagación del covid-19 y los indicadores de desempleo y desigualdad por país, el equipo de la ENSP encuentra una fuerte correlación en varios casos, pero también diferencias significativas.
Como resultado, entre los países que tuvieron la mayor incidencia de la enfermedad por cada 100.000 habitantes se encuentran España e Italia, que también son los que tienen la mayor desigualdad y el mayor desempleo. Portugal destaca por su nivel de contagio promedio y su alto nivel de desigualdad. Es una correlación y no una demostración de causalidad, como conviene señalar. Estos datos sugieren en cualquier caso la hipótesis de que las condiciones sociales están relacionadas con el grado de contagio, particularmente en algunos países. Como resultado, y si los datos en el estudio del equipo del FMI son válidos, podemos anticipar una prolongación de los efectos sociales desigualitarios y desigualizantes. El problema social ya es el principal problema económico de 2020 y seguirá siéndolo en los próximos años. No desaparecerá.

La desigualdad proviene de los salarios y el empleo
Este impacto social era predecible, dado que los canales de transmisión económica de la pandemia son el desempleo y otras formas de pérdida de ingresos y, considerando las primeros datos para las economías desarrolladas y emergentes, son los sectores populares más frágiles los que sufren los peores embates. En el caso de los EEUU, de marzo a mayo de 2020, el impacto de la crisis actual en el desempleo es mayor que el registrado en la recesión a partir de 2009. En el mundo, uno de cada seis jóvenes perdió su trabajo como resultado de las perturbaciones económicas con el tsunami del covid-19, según la OIT.
Y, aunque la publicación de la información estadística portuguesa es más lenta, el crecimiento del desempleo en Portugal parece ir en la misma dirección: hay un aumento del 31.5% de parados registrados en los Centros de Empleo entre el 15 de marzo y el 20 de mayo y se han multiplicado por ocho las solicitudes de subsidio de desempleo en esas semanas, de 13 a 123 mil, pero en números reales habrá más de 550 mil parados. Al mismo tiempo, para más de un millón de trabajadores, la austeridad comenzó con la pérdida de un tercio de sus salarios.
La pobreza y el desempleo, o la desigualdad que generan, aumentan la propagación de la enfermedad, ya que debilitan las condiciones sociales de la vida de sus víctimas, como lo señala el estudio de la ENSP. Era de esperar que fuese así, tanto por las condiciones de vivienda, como de desplazamiento y laborales de la población más pobre. Pero también sabemos que si las respuestas a la crisis consisten en empeorar la desigualdad con recortes salariales y ajustes sociales a través de una ola de despidos, entonces el resultado será peor que el de la crisis anterior.
https://www.sinpermiso.info/textos/la-desigualdad-es-el-virus-visible


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