lunes, 29 de junio de 2020

"Nos acusan de querer 'volver a las cavernas', pero la sociedad post-industrial no es la sociedad pre-industrial. Es mucho más complejo que eso. Es la sociedad que ya vivió los efectos de la era industrial, que reconoce los resquicios menos impactados por la industrialización de bienes y servicios, que describe y critica la sociedad industrial. Reconoce avances científicos o tecnológicos y propone una forma de vida y de relación convival con la naturaleza y la sociedad, basada en herramientas al alcance de todos para dotarnos en una escala asequible a toda la población de lo necesario para vivir cuidando nuestro entorno".

De la inviable agroindustria a la agricultura post-industrial

29 de mayo de 2020

Por José Godoy Berrueta

#Biodiversidad104 | "Nos acusan de querer “volver a las cavernas”, pero la sociedad post-industrial no es la sociedad pre-industrial. Es mucho más complejo que eso. Es la sociedad que ya vivió los efectos de la era industrial, que reconoce los resquicios menos impactados por la industrialización de bienes y servicios, que describe y critica la sociedad industrial. Reconoce avances científicos o tecnológicos y propone una forma de vida y de relación convival con la naturaleza y la sociedad, basada en herramientas al alcance de todos para dotarnos en una escala asequible a toda la población de lo necesario para vivir cuidando nuestro entorno".
En abril de 2019 Alejandro Nadal, al igual que otras voces internacionales afirmaba “¿Cómo vamos a asegurar la alimentación de una población de 8 mil 500 millones de personas para 2030? La mayoría de la población piensa que la única forma de lograrlo es mediante la agricultura comercial de gran escala, que hoy domina el mercado mundial de alimentos. Ésa es la respuesta equivocada”. Reconocía como economista, las técnicas de producción que “descansan en un saber campesino milenario basado en la agrobiodiversidad. Esa forma de producción va contra casi todos los principios de la producción capitalista, que prefiere la uniformización (monocultivo), la mecanización y el uso intensivo de agroquímicos (fertilizantes y plaguicidas)”.
“La lucha por los alimentos de mañana comienza hoy. La forma de producirlos en la actualidad afecta la producción de una alimentación nutritiva y un medio ambiente saludable en el futuro. La agricultura comercial de gran escala, intensiva en capital y en insumos agroquímicos, no solamente no es la respuesta a las necesidades de producción y conservación, pues pone en peligro el abasto alimentario mundial del futuro. Es urgente revalorizar la agricultura que se rige por los principios de la producción agroecológica” [1].
En 1978 Iván Ilich planteaba en La Convivencialidad: “Quiero trazar un cuadro del ocaso del modo de producción industrial: dos terceras partes de la humanidad pueden aún evitar el atravesar por la era industrial si eligen, desde ahora, un modo de producción basado en un equilibrio post-industrial, ese mismo contra el que las naciones superindustrializadas se verán acorraladas por la amenaza del caos”. Ilich llamaba a investigar críticamente el monopolio del modo industrial de producción y cómo imaginar otros modos de proceder.
El sistema alimentario industrial va mostrando a gran velocidad que más que ser una solución es ya el núcleo del problema. Deja a su paso enfermedades, daños ambientales, deshabilitación de las sociedades que no pueden proveerse sus propios alimentos y una destrucción del sistema campesino agroalimentario: el sistema central para la reproducción de la vida humana.
Este monopolio busca controlar todos los factores relativos a las semillas, el suelo, el agua, la mano de obra, los agroinsumos, el transporte y finalmente el precio de los alimentos. Avanza con “empresas directamente beneficiadas por actos gubernamentales del Estado, por sus políticas públicas, sus reformas constitucionales y sus legislaciones apalancadas con tratados de libre comercio y cooperación” [2]. Tanto desvío de poder y recursos invertidos a favor de las empresas provoca que en México tengamos una “sobreoferta de alimentos industrializados de muy bajo valor nutricional” que provocan que “de las 600 mil muertes que se registran al año, 300 mil muertes estén relacionadas con la mala alimentación” [3].
En México este sistema agroindustrial se discute por todo el territorio nacional. La disputa con el modo de producción campesino-indígena está presente en las comunidades.
Península de Yucatán
“El cultivo de soya en el municipio de Bacalar se intensificó a partir de 2012. Fueron los menonitas quienes la desarrollaron deforestando unas 3 mil hectáreas de selva.”
“De acuerdo con el monitoreo del colectivo de semillas Múuch´ KananIínaj, en un periodo de diez años se han vendido 26 mil hectáreas de tierras ejidales del municipio de Bacalar. Los compradores, hasta el momento, se identifican como menonitas, empresarios agrícolas de origen alemán, filipino y japonés que pagaron, en promedio, 5 mil pesos (206 dólares) por hectárea.” [4]
La Procuraduría Agraria en las comunidades ha jugado de “inmobiliaria” convenciendo con artimañas a campesinos e indígenas a que vendan sus tierras. Dicen las instancias del gobierno: “La certeza jurídica en el 98 por ciento de la propiedad social de Quintana Roo, es un factor preponderante para promover, a través de los sectores turístico, inmobiliario y             de servicios, un mejor nivel de vida para las familias campesinas de la entidad” [5].
Las comunidades de los tres estados de la península han respondido interponiendo juicios contra la siembra comercial de soya transgénica y contra los programas interestatales que pretenden “ordenar” y folclorizar el modo de vida ancestral de los mayas.
En Campeche se cultivan 50 mil hectáreas de soya que expanden la frontera agrícola destruyendo la selva, esto promovido por el gobierno que otorga subsidios a productores y compradores [6]. Esta soya transgénica se ha sembrado de forma ilegal. Ahora hay contaminación con glifosato de niños y adultos en las comunidades mayas, y de los mantos freáticos y las fuentes comunitarias de agua [7].
Jalisco
En México entre 1992 y 2015 la venta y aplicación de pesticidas creció 222% y hoy día está autorizado el uso de 140 plaguicidas prohibidos en otros países por su alta toxicidad y por el daño que causan a los ecosistemas. El modelo agroexportador de Jalisco ha convertido el estado en un mar de agrotóxicos.
“En Jalisco fallecieron cuatro mil 744 personas por insuficiencia renal entre 2013 y 2017, de las cuales 50 fueron bebés, con menos de un año de edad, mientras 419 personas tenían entre uno y 24 años.Según Felipe Lozano, de la Universidad de Guadalajara, la contaminación del agua es un factor crucial que provoca enfermedades renales, por la exposición a plaguicidas.” [8]. Al conocer estos datos y con el reconocimiento oficial de epidemia un amplio grupo de investigadores se comenzó a monitorear la presencia de pesticidas en varios lugares del estado [9].
Se estudió la presencia de pesticidas, entre ellos el glifosato en 281 niños, con promedio de edad de 9 años de 2 regiones alejadas una de otra, pero con características agroindustriales, y se halló presencia de 2 a 12 pesticidas en las pruebas de orina de los niños [10].
En febrero de 2020, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictó medidas cautelares para “preservar la vida, integridad personal y salud de los pobladores de las zonas hasta 5 kilómetros del Río Santiago” como afectados de la actividad industrial y agroindustrial en esa cuenca [11].
En las fuentes de agua se encontró gran variedad de plaguicidas; en lagos y presas se encontró glifosato utilizado para contrarrestar la presencia de lirio, y múltiples sustancias debidas a escurrimientos.
En la cuenca de Rio Ayuquila (que va del sur de Jalisco a Colima) se encontraron de 2 a 40 plaguicidas en las muestras de agua del río provenientes de cultivos de agave, maíz, caña, pastos, cítricos, avena y papa [12].
En la región melífera del Nevado de Colima hay “evidencias de mortandades de abejas producidas por neonicotinoides en cultivos e invernaderos de aguacate y moras”, así como daños y riesgos a otros polinizadores, al ambiente y a la salud humana [13].
En la región de Chapala hay presencia del insecticida Lindano en mujeres embarazadas [14]. “La epidemia de obesidad ha develado [...] que puede haber una asociación etiológica entre la exposición uterina a ciertos compuestos químicos y la obesidad post-natal; el 79% de las mujeres embarazadas incluidas en este estudio se les detectó la presencia de HCH lindano”.
Cada año se producen unos 2 mil 800 químicos, y lamentablemente menos de la mitad se han estudiado buscando conocer la toxicidad que representa para el feto, el niño o el adulto [15].
Lo más preocupante de esta guerra de agrotóxicos es la presencia mezclada de todos juntos, su persistencia y acumulación en las personas y en la naturaleza, su desregulación y sus efectos no atendidos en grandísimas poblaciones, además de su mezcla con desechos industriales y urbanos. Mientras tanto, la población de estas regiones intenta a contracorriente mantener sus actividades campesinas.
Michoacán
En reuniones para analizar la agroindustria y promover el libre intercambio de semillas en la comunidad purépecha de Cherán insisten que las semillas son lo más importante, son vida, y aun así la gente está menos en el campo e incrementa la migración.
Persiste la milpa y las comunidades conscientes hacen prevalecer formas de producción artesanal. La prioridad es producir conservando y mantener el beneficio colectivo.
Ver a las comunidades como reservas de recursos naturales es una visión muy empresarial. A veces la gente copia modelos de empresas o iniciativas que parten de un interés muy ajeno a los valores comunitarios. “Y luego nos imponen la idea de que nuestros proyectos fracasan. En realidad, debemos buscar otra vida, basada en nuestros saberes de agricultura o agroecología, nuestro comercio, construcción, idea de la salud, o solución de conflictos. Todo está relacionado, cómo producimos, con qué tecnologías, qué comemos, cómo lo conservamos y lo intercambiamos”, nos dice la gente del Concejo Mayor.
El agronegocio arrebata, modifica e impone en toda la cadena alimentaria y sus procesos un nivel de toxicidad y contaminación nunca antes visto. Hasta el punto de vincularse a cadenas económicas criminales.
En Michoacán transformó a comuneros en peones de la cañada y los valles, algunas veces forzados, en los campos de zarzamora, arándanos, fresa, aguacate, brócoli o papa. Todo diseñado en reuniones y programas de empresas y gobiernos.
“Frente a este escenario la comunidad decidimos defender la autonomía, el territorio y a la gente: ‘que es como sembrar la semilla’. Toda la riqueza viene del trabajo y nos lo están robando. La agroindustria requiere nuestro trabajo para generar su riqueza a partir de nuestro territorio. Eso es extractivismo puro”.
Necesitan hacer dependiente al campesino para convertirlo en mano de obra, por eso se apropian de su suelo, su semilla, su vida silvestre, su comunidad y su territorio para imponer extensos campos de monocultivo industrial. Son producciones de mercancías ajenas a la comunidad con una alta dependencia y consumo tecnológico.
En México el maíz es el alimento base, es un cultivo muy generoso que permite hacer muchas cosas a la vez, produce lo necesario y puede convivir con otros muchos cultivos que juntos propician una gran cantidad de beneficios, no solamente alimentarios.
“Los movimientos comunales se vacían empujados por los agronegocios y las cadenas de tiendas con productos industrializados caros y dañinos a la salud producidos con insumos de nuestras regiones: papas, maíz y soya. Es un círculo de imposición y control que genera una gran crisis de crisis: económica, de salud, ambiental y climática”, insiste el Concejo Mayor.
El gran esfuerzo de la gente para llevar a sus hijos a las escuelas se invierte en prepararlos para trabajar en las industrias.
La agricultura post-industrial

Nos acusan de querer “volver a las cavernas”, pero la sociedad post-industrial no es la sociedad pre-industrial. Es mucho más complejo que eso. Es la sociedad que ya vivió los efectos de la era industrial, que reconoce los resquicios menos impactados por la industrialización de bienes y servicios, que describe y critica la sociedad industrial. Reconoce avances científicos o tecnológicos y propone una forma de vida y de relación convival con la naturaleza y la sociedad, basada en herramientas al alcance de todos para dotarnos en una escala asequible a toda la población de lo necesario para vivir cuidando nuestro entorno. Por eso la pertinencia de una agroecología que abreve del saber campesino y que haga comunitarias la tierra, el suelo, el agua, las semillas y todas las herramientas para la reproducción de la vida humana. Decía Iván Illich en La convivencialidad: “Llamo sociedad convivencial a aquella en que la herramienta moderna está al servicio de la persona integrada a la colectividad y no al servicio de un cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que las personas controlan la herramienta”.
En 2009 le preguntaron a Alejandro Nadal que lección podríamos extraer de la epidemia de la gripe porcina: “tiene que ver con la bioseguridad. Esta epidemia es una muestra clara de que los sistemas de bioseguridad en México (y muy probablemente en muchos países) no están preparados, ni de lejos, para enfrentar contingencias. Aun así, el gobierno mexicano insiste en su afán de liberar cultivos transgénicos a escala comercial. Llama la atención, en especial, el caso del maíz. Este cultivo tiene su centro de origen en México y … no hay condiciones de bioseguridad en México”.
“Estamos en tal grado deformados por los hábitos industriales, que ya no osamos considerar el campo de las posibilidades; para nosotros, renunciar a la producción en masa significa retornar a las cadenas del pasado, o adoptar la utopía del buen salvaje.” [16]
Sin embargo en plena crisis del Covid-19 Herman Bellinghausen nos recuerda en su columna del 30 de marzo en La Jornada: que “ahora, de pronto, el futuro no existe. Lo dábamos por sentado. Pierden sentido planes, proyecciones. Peligra menos la vida cíclica de los pueblos originarios y campesinos que la lineal en progreso e innovación constante de las sociedades urbanas; sencillamente ellos se preparan para la próxima siembra y las fiestas del calendario, aunque haya que brincarse alguna por la emergencia”. “Los pueblos son los que han demostrado que saben durar”. 
Notas

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Documentos/De-la-inviable-agroindustria-a-la-agricultura-post-industrial

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