Los negacionistas del
cambio climático
13 de septiembre de 2017
Por Renán Vega Cantor (El Colectivo)
A comienzos del mes de agosto de 2017 un
informe elaborado por varias agencias gubernamentales de los Estados Unidos,
entre ellas la NASA, indicó que el 2016 ha sido el año más cálido desde que
existen registros (1880) y el primero en que se superó la barrera de 400 partes
por millón de CO2, alcanzando el dramático registro de 402.9 partes
por millón, algo que nunca antes había sucedido en la historia de la humanidad. Además ,
el año anterior la temperatura global fue 1.1 grados centígrados por encima de
la existente antes de la era industrial, es decir, hace unos 250 años. Con esos
datos se mantiene una preocupante tendencia: en el siglo XXI se está
incrementando el calor en forma sostenida, puesto que los primeros 16 años de
lo que va del siglo han sido los más calientes desde que Homo Sapiens
(nosotros) aparecimos en la tierra.
Con estos recientes datos hay que ser una
especie de marciano para negarse a reconocer que existe un brusco cambio
climático, asociado al uso intensivo de carbón y petróleo desde la Revolución Industrial. En
suma, las modificaciones climáticas están asociadas a un patrón energético
fosilista, sin el cual no podría funcionar el capitalismo.
Esos marcianos existen, se encuentran en la tierra (más
exactamente en los Estados Unidos) y forman parte de una “corriente de opinión”
que niega el cambio climático, impulsada por las grandes empresas
multinacionales del petróleo y de la industria automovilística y replicada por
científicos y políticos de la extrema derecha de los Estados Unidos y otros países
del mundo.
Las empresas petroleras y del automóvil
tienen interés en desmentir el cambio climático, puesto que ellas son las
principales responsables del calentamiento global y ahora se presentan como
inocentes palomas que nada tienen que ver con la destrucción de la tierra.
Empresas como la EXXON-Mobil
destinan anualmente millones de dólares para financiar la campaña negacionista
que comienza con el respaldo a políticos ignorantes, principalmente del Partido
Republicano de los Estados Unidos, para que éstos conviertan en eslogan
político su rechazo al cambio climático, y sostengan ante la “opinión pública”
que este hace parte de una conjura de los ambientalistas contra la civilización
del petróleo y del automóvil.
Otros que azuzan las mentiras y la desinformación
son ciertos periódicos, como The Washington Post, que funciona como órgano de difusión
del negacionismo. Siguen en la lista ciertos científicos, algunos de ellos
prestigiosos, que reciben dinero para escribir artículos negacionistas que son
publicados en revistas reconocidas, con el obvio propósito de generar dudas
sobre el verdadero alcance del vuelco climático en marcha. En esos artículos se
argumenta que no hay pruebas científicas convincentes que indiquen la gravedad
del problema, que tal cambio no existe y si existiese no se debe a razones
sociales y económicas, sino a modificaciones naturales y cíclicas del clima.
Los más cínicos afirman que el cambio climático sería una buena oportunidad
para los negocios, porque al aumentar el calor aparecen nuevas zonas
turísticas, con playa incluida, para el consumo y el descanso.
Ahora, los negacionistas han adquirido un renovado poder a través
de la presidencia de los Estados Unidos, puesto que Donald Trump, un vulgar e
ignorante multimillonario, se ha convertido en el campeón del negacionismo
climático. Para este individuo dicho cambio es un fraude y es un invento de
China para dañar a la industria estadounidense. Por supuesto, a D. Trump lo
acompaña un interminable cortejo de político, empresarios y tecnócratas, que
ven una gran oportunidad de seguir quemando y consumiendo petróleo y carbón y
piensan en abrir nuevas fronteras a la fractura hidráulica y técnicas
similares, que permitan extraer hasta la última gota de petróleo, sin importar
que se destruyan los pocos pedazos de bosque y selva que le quedan al planeta.
El negacionismo de la presidencia de Estados
Unidos condujo al retiro de ese país del Acuerdo de Paris, pese a ser un
convenio poco efectivo para combatir el cambio climático. Pero la medida más
pintoresca ha consistido en prohibir el uso del vocablo cambio climático
(climate change, en inglés) como parte de la política interna del Servicio de
Conservación de Recursos Naturales del Departamento de Agricultura de Estados
Unidos (USDA). La Directora de Salud del Suelo de esa dependencia, Bianca
Moebius-Cline, preciso cuáles son los términos aceptables y cuáles se deben
rechazar: se debe sustituir "cambio climático" por "extremos del
clima"; "adaptación al cambio climático" por "resistencia a
los extremos del clima"; "reducción de gases con efecto
invernadero" por "incremento de la eficiencia del uso de
nutrientes" y "aislación de (emisiones de) carbono" por
"producción de suelos de materia orgánica". Como para que no queden
dudas de lo que se busca con este cambio de lenguaje, en un correo electrónico
la citada funcionaria del gobierno de Donald Trump informó que "no
cambiaremos el modelo, únicamente la manera en la que hablamos de este. Hay
muchos beneficios de poner el carbón otra vez en la agenda".
Entre las paradojas del actual gobierno de los
Estados Unidos se encuentra que, siendo el campeón del negacionismo climático,
está patrocinando un proyecto encaminado a generar un nuevo tipo de vacas
transgénicas, que resistan al cambio climático. En efecto, el ejecutivo de los
Estados Unidos aprobó una partida de 733 mil dólares con la finalidad de
financiar un proyecto lunático de la Universidad de la Florida que busca una
nueva especie de vacuno capaz de combatir el estrés térmico y mejorar la producción
ganadera en los Estados Unidos. Ese proyecto encierra una doble ironía porque,
por un lado, la ganadería intensiva es generadora de gases de efecto
invernadero (Metano) en un 15% a nivel mundial y, por otro lado, Estados Unidos
es el campeón del negacionismo climático.
En definitiva, que las vacas transgénicas
resistan el cambio climático que el hato ganadero, del que se lucran grandes
empresas y terratenientes del orbe, contribuye a producir. Eso es lo que puede
denominarse como un círculo vicioso, que achicharra al planeta y con ello a las
diversas formas de vida, incluyendo a la humana. ¡No importa, que el mundo se
incendie, pero cuando eso suceda que nos encuentre comiendo bistec o
hamburguesa!
Publicado en papel en El
Colectivo, Medellín, septiembre de 2017.
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