Torrente imperialista:
catástrofe civilizatoria
15 de septiembre de 2017
Por John Saxe-Fernández (La Jornada)
En medio de huracanes en Houston, Texas, el Caribe (Cuba
y Florida) e inmensos incendios forestales en el estado de Washington en el
noroeste de Estados Unidos, catástrofes climáticas de dimensiones y fuerza jamás registradas, según dicen los
meteorólogos y climatólogos oficiales y no-oficiales, se acumula el rechazo,
condena y abyección ante los negacionistas de este mundo de parte de las
generaciones de hoy, mañana y de los siglos por venir. Esos hechos son sólo
atisbos, barruntos, del colapso climático antropogénico en curso y de lo que a
todas luces son impactos planetarios de la acumulación capitalista que, sin la
urgente regulación doméstica y mundial de los gases de efecto invernadero que
aceleran el calentamiento global, aumentan su intensidad y frecuencia.
En La
territorialidad capitalista en el límite, el capítulo inicial del libro Chevron: paradigma de la catástrofe
civilizatoria, coordinado por Ana Esther Ceceña y Raúl Ornelas, publicado
por la UNAM y conocida editorial, la investigadora del Instituto de
Investigaciones Económicas de la UNAM deja en claro que por tratarse de los
combustibles fósiles, “una mercancía, un modo de vida y una materialidad…que es
motor que da cuerpo, contenido y dinámica al capitalismo de nuestros días, se
requiere… desentrañar y poner en evidencia la maraña completa del capitalismo”,
es decir: entender el modo de
estar del capitalismo y las claves mediante las cuales se forja su ser material
y simbólico, su ser territorial. Desde las primeras líneas la autora va al
grano y muestra al público de México, América Latina y el mundo, la naturaleza y
el modus operandi de Chevron, una de las grandes
fieras corporativas que desatan sobre el territorio nacional esa mezcla de
codicia, entreguismo, suprema merma constitucional y torpeza geoestratégica, de
los gobiernos que padece la nación desde 1982:
Texaco, hoy Chevron, devastó medio millón de
hectáreas de selva amazónica buscando petróleo.Generó conflictos entre
poblaciones desplazadas y asentadas. Contaminó el ambiente y dejó residuos
tóxicos que han hecho perdurable el daño. Se niega a contribuir en el remedio
ecológico y ha llegado al absurdo de demandar al país que recibió el perjuicio.
Peor, logró que las instancias de
justicia de Estados Unidos e internacionales fallen a su favor exigiendo que el
Estado ecuatoriano indemnice a la empresa y cargue con sus daños.
Chevron no viene sola. Es parte de una jauría
con enorme poder acumulado junto a un sistema bancario/financiero. Robert
Engler en The politics of oil,
1961 (La política petrolera FCE,
1966) documentó que el big
oil, de facto doma a su
antojo las leyes y coloca a su disposición la maquinaria gubernamental, maneja
la opinión ciudadana hacia metas que socavan la gobernabilidad pública, todo en
nombre de la prosperidad y la tecnología; esa industria fue capaz de destruir
la competencia y limitó la
abundancia. En nombre del interés nacional ha recibido privilegios aún
mayores a los otorgados a otras industrias. En nombre de la seguridad nacional
influye y realiza ganancias de una política exterior que apoya el chovinismo de
unos pocos en lugar de la generosidad y aspiraciones de los muchos en las áreas
subdesarrolladas. En nombre de la empresa privada, contribuye al deterioro de
porciones de la vida democrática, de la educación y de la moral cívica. En
nombre del derecho de representación que entroniza dentro de los procesos
políticos hace imposible diferenciar las acciones públicas de las privadas. En
nombre de la libertad, la industria petrolera recibe sustancial inmunidad en la
rendición de cuentas ante el público(p.9).
Luego del Torrente
imperialista que siguió al 11/S, la sólida evaluación de Engler se queda
corta. Los antecedentes importan. Luego de la guerra Árabe-Israelí (1973) el
General Wesley Clark ex-comandante de la OTAN, en varios estudios mostró que la
dependencia de Estados Unidos del petróleo importado y la ausencia de
alternativas energéticas (solar, eólica, etcétera) textual: “distorsionaría la
política exterior, lo que llevaría a lanzar mucho dinero fuera del país y en
dirección al uso de tropas de Estados Unidos en ultramar para asegurar el
acceso a esos suministros…y eso fue lo que ocurrió”. “Eso llevó a la creación
del Al Qaeda, al 11/S, a nuestra invasión de Afganistán y a la decisión del
gobierno de Bush II de invadir a Irak, llevó al gasto de unos dos billones de
dólares (a couple of trillion dollars) y más, mucho más dinero”. Según
Clark se gastan 150 mil millones
de dólares anuales en las guerras por el petróleo ciertamente de una manera
directa o indirecta. El resto, es para desplegar tropas y proteger el acceso al
petróleo.
En 1998 Kenneth Derr, gerente de Chevron,
exclamó desde la avaricia de esa corporación: Irak
tiene enormes reservas de petróleo y gas, reservas a las que desearía que
Chevron pudiera acceder. A Derr y el big
oil, se les cumplió. (continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario