Los
Benetton compran tierras en la Patagonia con seres humanos y todos.
No son pocos los que a lo largo y ancho del mundo supieron
admirar las campañas publicitarias de Benetton, una de las marcas de
indumentarias más globalizadas y conocidas en el mundo. El respeto por la
diversidad racial y los derechos humanos, en las fotografías del no menos afamado
Oliviero Toscani, fueron elogiadas y premiadas. Pero a la hora de hacer
negocios los hermanos Luciano y
Carlo Benetton, propietarios del Benetton Group, se interesan poco por los
derechos de terceros, máxime cuando se trata de indígenas y de sus propias y
ancestrales tierras.
Por: JOSE VALES-Especial para EL
TIEMPO
No son pocos los que a
lo largo y ancho del mundo supieron admirar las campañas publicitarias de
Benetton, una de las marcas de indumentarias más globalizadas y conocidas en el
mundo. El respeto por la diversidad racial y los derechos humanos, en las
fotografías del no menos afamado Oliviero Toscani, fueron elogiadas y
premiadas. Pero a la hora de hacer negocios los hermanos Luciano
y Carlo Benetton, propietarios del Benetton Group, se interesan poco por los
derechos de terceros, máxime cuando se trata de indígenas y de sus propias y
ancestrales tierras.
En los años 90, los
Benetton decidieron sentar sus reales en la Patagonia argentina, ese inmenso
territorio enajenado a lo largo de la historia mediante una de las pocas
políticas de Estado que primaron en el país desde el siglo XIX: cederla
mediante leyes a medida a capitales extranjeros. Lo cierto es que el Benetton
Group decidió invertir, en 1997, 80 millones de dólares en el Lejano Sur
argentino, para controlar en la actualidad 900 mil hectáreas propicias para el
ganado ovino y otros redituables negocios en diversos sectores como el minero y
el turístico.
Pero ellos no fueron
los primeros famosos en desembarcar en estas tierras que a comienzos del siglo
XX supieron habitar el respetado estadounidense Robert LeRoy Parker, quien pasó
a la historia como Butch Cassidy, y su inseparable socio Sundance Kid.
Con los indígenas
dentro.
Ted Turner, Chistopher
Lambert o Silver Stalone, son algunos de los quedaron atrapados por las
hermosuras patagónicas, pero ninguno de ellos registraron los problemas que la
presencia de los hermanos Benetton abrieron a su llegada y que tuvo su
epicentro días atrás cuando un juez de la patagónica Provincia
de Chubut dirimió a favor de los italianos la tenencia de 300 hectáreas , que
ocupaban la familia
Mapuche ("gente de la tierra) compuesta por Atilio
Curiñanco y Rosa Nahuelquir, y sus cuatro hijos, en el paraje Santa Rosa,
frente a la estancia
Leleque en las cercanías de la turística ciudad de Esquel.
Leleque y la estancia El Maitén
fueron las primeras dos que adquirieron los hermanos Bennetton, con el fin de
criar ovejas para producir la lana para fabricar las prendas que jóvenes de
todo el mundo lucen seducidos por la marca y la calidad. Dentro de
Leleque quedó un paraje donde viven 120 personas, la mayoría originarios
mapuches, "los que se son sometidos a presiones permanente de Ronald Mac
Donald (el administrador de los Benetton) y de la Policía provincial",
explica Mauro Millán, vocero de las comunidades mapuches de la región.
De Leleque , donde
nació hace 50 y 49 años, Curiñanco y Nahulequir, salieron para instalarse en el
paraje Santa Rosa en el 2002, cuando Rosa había quedado desempleada. Primero se
aseguraron de que se trataran de tierras fiscales (sin dueño), obtuvieron el
permiso, levantaron una casa precaria y se dedicaron al cultivo de maíz y a la
cría de unos pocos animales para la subsistencia. "Pocos meses después la
Policía llegó hasta el lugar para advertirles que se fueran y así no tener
problemas con los dueños", recuerda Gustavo Macayo, el abogado de los
aborígenes.
La familia acudió a la
justicia pero el 2 de octubre del 2003, un dispositivo policial llegó, derribó
la casa y destruyó sus cultivos, mientras el juicio contra la Compañía de
Tierras del Su Argentino (el nombre con el cual los Benetton adquirieron las
tierras) siguió hasta el pasado martes, primero de junio cuando la Justicia, al
igual que hace más de un siglo con los capitalistas ingleses que se asentaron
allí, le dio por perdido el pleito a los Mapuches.
"Son 300 hectáreas nada
más (lo que por las características de la Patagonia es como tener 5 hectáreas en Zipacón)
pero estÁ rodeado de por lo menos 25 proyectos mineros, de los cuales hay
varios que pertenecen a la Compañía", denunció Sebastián Hacher, quien
trabaja en un observatorio de las actividades del grupo en Argentina a la
revista mensual Lezama.
Para Macayo, esas
tierras "tienen un origen malévolo", reconoce que los Mapuches
carecen de títulos de propiedad, pero acusa a las autoridades y a la justicia
de seguir permitiendo "este tipo de situaciones" donde no se
contempla ni la relación de los indígenas con la tierra ni sus derechos
ancestrales. Así es, como en la región más austral de la Tierra, o en "el
fin del mundo", como les gusta decir a los patagónicos, las exitosas y
correctamente políticas campañas publicitarias de "United Colors of
Benetton" no tienen su correlato en los hechos. Al menos para sus autores
para quienes allí sólo priman los negocios.
Una historia repetida.
Se necesitarían varios
libros para contar la historia de marginación y expropiaciones forzosas a la
que fueron sometidos los Mapuches desde la denominada "Conquista del
Desierto", en 1876. Roca, a la postre presidente en dos oportunidades
(1880-1886 y 1998-1904) fue el primer genocida de la historia argentina. Las
diezmadas etnias mapuches y tehuelches que poblaban la Patagonia fueron
expulsadas a medida los capitales ingleses iban concentrando las tierras
cedidas por el Gobierno nacional.
En ese proceso, ya
desde 1889, cuando la Argentine Southern Land Company (Compañía de
Tierras del Sur Argentino, la que ahora es propiedad de Benetton), se quedó con
las primeras 80 mil del 1,5 millón de hectáreas que llegó a ostentar.
Fuente: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1526562
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