Argentina - Transformación
Democrática de Conflictos: Cambiar todo para que no cambie nada
Bajo el paraguas del
desarrollo sostenible, la transformación de conflictos es un modelo de
mediación que se ha insertado en distintas luchas contra la minería y la
explotación de hidrocarburos en el país y el continente. A través de la
construcción de confianzas entre sectores contrapuestos, como las empresas y
las comunidades locales, se promueven plataformas de diálogo en la búsqueda de
consensos que permitan el avance extractivo.
Tras su desembarco en
Vaca Muerta con el Grupo de Diálogo Neuquino, hacemos una radiografía de su
pensamiento y formas de operar. También recordamos otro hito local, el intento
de revertir el No a la Mina en Esquel.
Por OPSur
Septiembre de 2017
Septiembre de 2017
La resolución de
conflictos es una disciplina presente a lo largo de la historia de la humanidad. Su
desarrollo ha llevado a que coexistan distintas perspectivas y métodos de
abordaje, como la mediación, resolución, gerencia o transformación de
conflictos. Esta última corriente entiende los conflictos sociales como
procesos naturales de la vida humana que hay que aprender a manejar. La
transformación sería, entonces, un cambio constructivo del conflicto, de manera
de evitar la violencia y la inestabilidad social. Su principal teórico es el
sociólogo John Paul Lederach, académico de la universidad estadounidense de
Notre Dame y uno de los referentes mundiales de la mediación.
Lederach sostiene que
la transformación democrática de conflictos es “un modo de mirar y ver”, que
provee de un conjunto de lentes a través de los cuales dar sentido a los
conflictos sociales (Maiese y Lederach, 2004:3). Utiliza el verbo transformar
porque considera que no busca sólo el control o la resolución de un conflicto,
sino las modificaciones que resultan de éste. Es decir, más allá de cómo se
puede finalizar un conflicto, la pregunta que se hace es cómo construir un
horizonte deseado .
Hay dos conceptos que
son transversales a este paradigma. El primero es la paz, entendida como la
transformación no violenta de los conflictos y como un concepto no estático
sino en evolución y desarrollo. Lederach afirma que este marco de referencia
proviene de la iglesia cristian a
menonita, de la que es miembro y junto a la cual desarrolló parte de su trabajo
en América Latina. El otro concepto clave es el desarrollo sostenible o
sustentable, entendido como un equilibrio entre el bienestar social y el
“aprovechamiento responsable de los recursos naturales”, desde la perspectiva
de Iván Ormachea, facilitador del Programa del Diálogo Democrático del Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y uno de los referentes peruanos
en la materia.
Ormachea cree que “el desarrollo sostenible aplicado al campo
de la minería implicaría (…) numerosos desafíos, entre ellos: el respeto a los
bienes ambientales, la reducción o gestión óptima de la energía, otorgamiento
de beneficios tanto para la comunidad del entorno del proyecto minero como para
todo el país, respeto por la cultura de los pueblos y sus derechos en el caso
de pueblos indígenas, y el fomento de la investigación científica” (Ormachea,
2015:11).
En términos de
metodología, la transformación de conflictos promueve un abordaje colaborativo.
Siguiendo con la metáfora de los lentes, Lederach propone tres miradas: una
hacia el conflicto inmediato; otra hacia el contexto del conflicto; y
finalmente, una plataforma que refiera al contenido, contexto y la estructura
de las relaciones en conflicto, buscando soluciones creativas (Maiese y
Lederach, 2004). ¿Cómo llevan adelante estos procesos? A través de fundaciones,
mediadores y otras instancias que despliegan un arsenal de herramientas
metodoló gicas. Entre ellas están los acuerdos negociados, la facilitación,
los procesos colaborativos, las plataformas de diálogo, la evaluación de
conflictos, el ordenamiento ambiental del territorio y los procesos de
planificación colaborativa.
Un giro en 360 grados
De todas estas
herramientas, las de mayor alcance en nuestro país son las plataformas de
diálogo. Las fundaciones que las promueven están nucleadas a nivel regional en
el Grupo de Diálogo Latinoamericano, junto a similares de Perú, Colombia,
Brasil y Chile. En 2008 fue creada la Plataforma Argentina
de Diálogo Minería, Democracia y Desarrollo Sustentable, integrada por las
fundaciones Vida Silvestre, Cambio Democrático (FCD), Compromiso y Directorio
Legislativo; además de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el
Área de Geología Minera de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Un año
después, Pilar Robledo, coordinadora de la Plataforma, y Pablo Lumerman,
entonces director de la FCD, explicaban el origen de la iniciativa. “El
supuesto que subyace a este proyecto es el siguiente: con las herramientas
adecuadas, es posible desarrollar procesos sensibles a las características (…)
en la región y se puede evitar que las relaciones entre los actores
involucrados a un conflicto se deterioren a tal punto que su conducta pueda
causar no sólo un daño irreparable a los recursos naturales sino también la
pérdida de procesos socio productivos y sus consecuentes disrupciones en el
tejido social y cultural” (Robledo y Lumerman, 2009:97). El objetivo central
que persigue el espacio es conseguir acuerdos que permitan el avance de las
actividades mineras. Para esto, se plantea el “desarrollo de estrategias y la
implementación de acciones para generar consensos entre el Estado, las
empresas, las organizaciones de la sociedad civil y las comunidades locales”
(Plataforma, 2012).
Robledo y Lumerman se
preguntan “¿qué condiciones institucionales son necesarias para que la minería
se pueda realizar de forma socialmente legítima y cuyos impactos ambientales
tengan el control adecuado?”. Más explícito es su par peruano, el Grupo de
Diálogo, Minería y Desarrollo Sostenible, cuya misión es conseguir “una minería
responsable y sostenible, que garantice los derechos de la población, en un
clima de seguridad jurídica, paz y democracia” (Grupo de Diálogo, s/f). Así,
estas plataformas se inscriben dentro de la corriente de la minería responsable.
Bajo esta órbita el mejor resultado posible para una comunidad en una
negociación sería el de conseguir beneficios de la explotación minera. La
negativa no está contemplada: sale de los márgenes de la plataforma que no
habilita un debate en torno al discurso oficial minero.
Construyendo una
plataforma petrolera
La transformación de
conflictos desembarcó en Vaca Muerta con la constitución del Grupo de Diálogo
Neuquino en 2014, que participa del Grupo de Diálogo Latinoamericano y es
co-coordinado por Pablo Lumerman, ex director de Fundación Cambio Democrático.
El GDN se reúne cada mes y congrega a “autoridades mapuches; empresarios del
petróleo, la fruta y el comercio; representantes de ONGs; referentes del sector
educativo; autoridades de colegios profesionales; periodistas; y autoridades
religiosas, entre otros actores”, según señalan en el resumen del taller de
Construcción de Consensos para la Incidencia Colectiva ,
uno de los pocos documentos públicos del Grupo.
Dicho encuentro se
realizó con el apoyo del Consejo Federal de Inversiones, organismo que reúne a
los gobiernos provinciales en la búsqueda del desarrollo y la atracción de
inversiones. En esa línea no es casual que la perspectiva que guíe la
coordinación del espacio –más allá de quienes intervienen en él– sea la del
fracking seguro, un símil de la minería responsable, que publicita que la
extracción de no convencionales puede desarrollarse sin conflictos sociales y
ambientales, en determinadas condiciones. Dichas condiciones están dadas por la
generación de consensos sociales que permitirían estas plataformas.
La evidente disparidad
–social, cultural, económica, política y de poder– entre los sectores que se
sientan en una misma mesa como si fueran iguales es abordada por la
trasformación de conflictos, que sostiene que a través de una perspectiva de
derechos se puede ayudar a equiparar estas asimetrías. ¿Efectivamente ocurre
esto? ¿Es posible empoderar a las comunidades locales en el contexto de estas
plataformas y procesos de diálogo? ¿O más bien estas comunidades han creado y
concebido su demanda por derechos en el marco de conflictos?
En un documento
presentado en la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) sobre
Diálogo Neuquino, Pablo Lumerman se pregunta ¿cuál es el mejor enfoque para
construir apoyo comunitario de largo plazo para el desarrollo de los recursos
no convencionales? Nuevamente no aparece la opción del “no”. Responde con
elementos como la construcción de la Responsabilidad
Social Empresaria (RSE), fortaleciendo las políticas de
DD.HH. de las empresas, estableciendo diálogos sostenidos y un sistema efectivo
de quejas. Además de crear “mecanismos adecuados de distribución de la renta
que permitan a la comunidad ganar junto a la empresa y no ser variable de
ajuste”. Inscribe, así, al Grupo de Diálogo Neuquino, dentro de una perspectiva
que no puede pensar en horizontes más allá de los del capitalismo verde y el
desarrollo sostenible. De este modo se ubica como una falsa salida: despliega
un arsenal metodológico, que logra insertar un discurso colonial del poder, a
través del cual naturaliza el relato oficial (gubernamental/ empresarial) de
que no hay salida por fuera de la explotación de Vaca Muerta y que la mejor
perspectiva posible es participar de manera justa de sus beneficios (1) .
Pero para que ese
discurso oficial se transforme en narrativa social, aceptada por las mayorías,
necesita de la construcción de consensos. ¿Dónde se cristalizan esos consensos?
En este tipo de plataformas. Así, la perspectiva de derechos queda reducida a
un elemento de la
negociación. Siempre y cuando, advierte Lumerman, se acuerden
“procedimientos que permitan identificar a los genuinos portadores del derecho
de aquellos que lo hacen de forma oportunista”.
La construcción de
este tipo de experiencias de diálogo lejos de provocar avances en las disputas
en contra del crecimiento de la frontera extractiva, distrae y alimenta falsas
expectativas en los sectores en lucha. Y en simultáneo permite a las empresas y
otros grupos de poder aparecer como dialoguistas mientras construyen consensos
en su favor. Todo esto rodeado de una retórica que suena bien porque es
flexible: puede ser progresista o conservadora de acuerdo a los interlocutores,
y hasta logra ocultar que es una herramienta de construcción de consensos en
favor del extractivismo.
Audios, estrategias y
Cambio Democrático [recuadro]
El 23 de marzo de 2003
fue el plebiscito en Esquel, Chubut, en el que el 81% de la población dijo No a
la Mina. Un
mes después, la multinacional canadiense Meridian Gold contrató como consultora
a la ONG Bussines
for Social Responsability (BSR) para que realizara una investigación social
sobre la comunidad, con el propósito de determinar las razones que impidieron
conseguir la tan mentada “licencia social”. El diagnóstico sobre el fenómeno
Esquel que realizó BSR tuvo como eje la mala comunicación.
En septiembre de ese
año, la minera realizó una reunión en el hotel Crowne Plaza, de Buenos Aires,
donde participaron figuras tales como Edward Colt y Darcy Edward Marud,
vicepresidente ejecutivo y gerente de exploración de Meridian Gold,
respectivamente; y Guillermo Mendoza, jefe de prensa de la empresa; Jim Bader,
Matt Jeschke y Christina Sabater, por BSR, y Raúl Timerman, Jorge Azcárate y
Juan Carlos Malagoli, por la agencia de publicidad Braga Menéndez y Asociados,
entre otros. La filtración de los audios de ésta dejó al desnudo no sólo las
estrategias sino los vínculos que buscan las empresas extractivistas para
avanzar con sus proyectos. En estas grabaciones quizás muchos esquelenses
escucharon por primera vez nombrar a la Fundación Cambio
Democrático. Allí Timerman confirma que se habían establecido
los primeros contactos con Graciela “Gachi” Tapia, la entonces Directora
Ejecutiva de FCD, para que trabajase sobre los esquelenses.
Cambio Democrático
trabajó desde entonces en el diseño de estrategias para dar vuelta la voluntad
del pueblo patagónico. El informe, que se desarrolló entre junio y agosto del
2003, se titula Conflicto minero en Esquel: evaluación y análisis. Un trabajo
que lleva la firma de Juliana Robledo, integrante del equipo técnico de la
fundación, y Pablo Lumerman. Esa tarea se articuló con el accionar de otra ONG,
la Red de Facilitadores de Bariloche ,
que ofició de mediadora y acompañamiento del proyecto.
Una de las tareas más
notorias fue el Taller de Presentación y Consulta, que tenía el propósito de
establecer una metodología que permitiera el desarrollo del sistema de
información promovido a través del denominado Mapa de Conflictos Mineros, con
el fin de desarrollar procesos de capacitación en construcción de consenso y de
resolución y transformación de conflictos de distintos actores sociales
(gobierno, organizaciones de la sociedad civil, sector privado). Además FCD,
junto a la
Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), elaboró el
proyecto Plataformas de Diálogo para el Desarrollo Minero Responsable en
Argentina [ver nota central].
Cambio Democrático
también reforzó la embestida que intentó Yamana Gold Inc., compañía que compró
los activos de Meridian en el 2007. El entonces gerente de relaciones de la
empresa extranjera, Ricardo Bustos, era el operador local que tenía la minera,
pero poco y nada había logrado desde los micrófonos de una emisora FM en el
intento por dar vuelta la voluntad popular de los esquelenses. Entonces
enviaron a un equipo de profesionales que arribó a la ciudad chubutense en
2012, el mediador Francisco Diez y Jimena Psathakis, actual presidenta del
Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y, hasta julio último, directora
Nacional de Protección de Derechos y Resolución de Conflictos, ambos organismos
dependientes del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. En ese entonces,
Psathakis era coordinadora del Programa de Industrias Extractivas de la FCD y
tenía como propósito destrabar el conflicto en favor del desarrollo minero. Hoy
su figura muestra que la transformación de conflictos se hizo carne en política
pública en el país; o al menos tomó un puesto dentro del Estado.
Los audios y la
posterior divulgación por parte de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de
Esquel tuvieron sus derivados. No sólo la difusión de una información que era
de interés público sino que fue el origen de la demanda judicial que la
multinacional inició contra seis vecinos. Dos años después de instruida la
causa, la Cámara
Nacional de Apelaciones rechazó la demanda y en su falló
sentenció: “hacer conocer la estrategia de la empresa para torcer la
resistencia de los vecinos de Esquel a que, según ellos y con sobrados motivos,
no se contamine el medio ambiente, jamás puede ingresar en el ámbito de la
protección de secretos corporativos”.
Este artículo fue
publicado en la edición N º5
de Fractura Expuesta. [Descargar
revista]
Nota
(1) Ver Machado Araoz,
2013.
Referencias
bibliográficas
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