"Pensamos para
resistir, resistimos pensando"
26 de septiembre de 2017
Por Débora Cerutti y Mercedes Ferrero (La tinta)
Raúl Zibechi visitó
Córdoba el mes pasado, convocado por el Colectivo de Investigación El llano
en llamas para la
segunda edición del seminario “Diálogos desde el llano: capitalismo y
resistencias”. Tras dos días de ricos debates, pensamos junto a él algunos
desafíos de las resistencias hoy, así como del pensamiento crítico en tiempos
de tanto fast-food académico e ideas enlatadas.
Las categorías se definen en la(s) lucha(s)
Las categorías se definen en la(s) lucha(s)
Comenzamos la charla poniendo sobre la mesa la
pregunta por la vigencia o (im)potencia de las categorías de “arriba” y “abajo” para abordar el escenario actual en la
región, y como métrica desde donde construir las luchas. Pero Raúl rápidamente
nos desafió proponiendo otro camino para el pensamiento, y remarcando el valor
epistemológico de aquellas categorías constituidas desde el conflicto y al
calor de las luchas. “Como todos sabemos lo de arriba y abajo viene del
zapatismo ¿no? Yo creo que es una definición que yo la comparto, ayuda a salir
de conceptos como clase, como raza o etnia, etc. Y ayuda, sobretodo porque
quien lo formula, y ese es el valor que tiene epistemológico, son los
indígenas. Ese es para mí, el principal valor”, afirma Zibechi.
Así, el “abajo” se constituye en una amplia
categoría que incluye a aquellos que somos explotadas y oprimidas, nos dice
Zibechi. Y continúa: “No hay una frontera conceptual delimitada, sino que lo
que delimita la frontera es el conflicto, la lucha. Arriba y
abajo no son categorías fijas, no son categorías definitivas, se van incluyendo
o excluyendo personas, en función de cómo se posicionen en una lucha. Como toda
categoría tiene sus límites ¿no? digo, es imprecisa, es fluctuante, lo cual no
es malo. Los que no explotan, los que no oprimen, esos estarían en un concepto
amplio de ‘los de abajo’”.
El “abajo”, plantea Raúl, es una categoría que
sirve para Chiapas y para quien la quiera usar, lo que no implica que sea una
categoría “con vocación de ser universal”. Y nos recuerda que los zapatistas,
nunca plantearon universalizar sus ideas.
El pensamiento crítico se convierte así, en
una trinchera, en una acción necesaria del existir-resistir. Y en la trinchera, no hay espacio para la pereza intelectual,
para los lugares comunes, allí no caben la deliberación cómoda ni la fijeza;
pero tampoco –y en esto hay que insistir- hay tiempo para el divague y la
especulación conceptual. Pensamos para resistir. Pensamos para reinventar la
vida, en los límites de la muerte.
Sin autodefensas no se puede resistir ni crear nuevos mundos
Conversar sobre los desafíos del pensamiento
crítico emancipatorio con Zibechi, nos trasladó espiritual y mentalmente a San
Cristóbal de las Casas (Chiapas, México). Desde allí ponemos el oído cerquita
del corazón de los y las compas zapatistas, que nos convidan una imagen del
capitalismo: el monstruo de cientos de cabezas que se van multiplicando a
medida que le son cortadas. ¿Qué hacemos para acabar con la hidra capitalista?
¿Cómo acabamos con ella?, nos preguntamos junto a Raúl Zibechi.
Y agregó “en América Latina (…) tenemos un
montón de experiencias de autodefensa del más diverso tipo… en general no
armadas. O armadas con instrumentos como palos o cosas así, simbólicos ¿verdad?
Pero la disciplina está y la capacidad está, y cuando tengan que dar un paso
más lo darán o no”.
Dos tareas (enlazadas) para las sociedades en movimiento en esta
etapa: resistir al capitalismo, asestarle pequeños y grandes golpes; medir la
correlación de fuerzas, accionar para intentar modificarla a nuestro favor;
recuperar tierras, recursos, maquinarias, herramientas; sabotear la acumulación
de ganancias y el despojo; ampliar los diálogos, tener una tenaz militancia
contracultural, solidarizarnos con las demás luchas, unir fuerzas. Y crear
nuevos mundos, construir autonomías, formas y maneras propias, emancipadoras,
de resolución material de la vida, de la salud, de la producción, de la
convivencia, de relacionamiento social, de justicia, de deliberación y toma de
decisiones, de educación, de pensamiento-acción; tejer saberes y voluntades.
Decimos tareas “enlazadas”, porque cualquier proceso organizativo
que pretenda construirse de forma resistente en el tiempo, debe tener en cuenta
ambas dimensiones, ambas “vías”, al decir de Zibechi. Ni los “nuevos mundos”
pueden persistir sin hacer frente al avance y penetración extensiva e intensiva
de las territorialidades sociales por parte del capital y del poder (la Hidra
devora todo a su paso, engulle todo, recodifica toda “alternativa” en su
métrica de acumulación y sometimiento). Ni las acciones de resistencia, por más
obstinación, intransigencia y aguante que tengan, tienen perspectivas futuras
por sí solas (preguntémonos, por ejemplo, cuánto tiempo es humanamente posible
sostenerse en la primera línea de batalla sin descanso, sin alimento, sin
entrenamiento, sin sanación).
Pero también, Raúl marca que cuando
construimos nuevos mundos, surge una tarea nueva que es defender esos mundos.
Comparte y relata una diversidad de experiencias recientes que apuntan en ese
sentido; se trata en su gran mayoría de experiencias de autodefensa enarboladas
en defensa y resguardo de la tierra y el territorio, principalmente rurales,
pero no sólo. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la policía
comunitaria de Guerrero, la guardia indígena Nasa al sur de Colombia, las
rondas campesinas y Guardianes de las Lagunas en Perú, brigadas de autodefensa
mapuches, los grupos de mujeres para enfrentar la violencia machista en las
villas de Buenos Aires.
Sin duda podríamos reconstruir un recorrido
histórico más vasto, con las resistencias frente a la invasión y la
colonización como punto de partida de tradiciones guerreras-defensivas en
Nuestra América, pero buceando también en experiencias y estrategias históricas
de los sectores populares urbanos, por sólo poner un ejemplo. Se trata aquí de
una tarea pendiente, y un camino largo a recorrer en sociedades
intencionalmente desarmadas, expropiadas de saberes y prácticas de autodefensa,
en favor de estructuras jerárquicas y militarizadas, y en contra de las
dignidades de los pueblos. Autodefensas,
entonces, porque sin ellas no hay resistencias ni autonomías posibles.
La autonomía como experiencia de poder que no sustituye
Para muchas de quienes pensamos desde las
resistencias, no caben dudas de que la coyuntura del presente nos pone en
jaque, amenazando nuestras existencias, territorios, pueblos y proyectos, de un
modo cada vez más abierto y brutal. Sin embargo, Raúl encuentra esperanzas en las
experiencias vigentes y en sus capacidades futuras, porque suponen
acumulaciones históricas de experiencias y saberes de lucha, que están ahí y no
pueden negarse. Nos advierte inclusive que éstas pueden desplegarse y
multiplicarse exponencialmente en “contextos de tormenta”. La tormenta, como la entienden los
zapatistas, esa catástrofe que se viene en todos los sentidos, y que se
convierte tanto en una amenaza como en una posibilidad: “Tenemos que construir,
tenemos que avanzar, tenemos que construir distinto al capitalismo, sin
patrones, sin jerarquías y esas construcciones florecerán, crecerán
exponencialmente si hay tormenta. Sin tormenta no podemos vencer”.
Zibechi, continua esta metáfora diciendo: “si
vos pensás que el capitalismo es una hidra, le cortás una ¿cómo hacés para
cortarle todo a la vez? Necesitás otra hidra. Entonces tenés otra hidra ahí que
te va a oprimir (…) El problema es cómo no crear estado, tener un poder que no
es estado. Un cielo estrellado. Qué ventajas tiene, que no te pueden cooptar. Siempre hay lucha. Siempre va a
haber conflicto, y si mañana cambia la cosa y se mete gente a los edificios
estos del estado, van a ser opresores al cabo de un tiempo. Aunque entremos
nosotros como liberadores, nos convertiremos en opresores”.
Y allí, la dispersión del poder que plantea
Zibechi, es necesaria en cuanto y en tanto, también sea una dispersión
territorial donde la dispersión de la población es necesaria. “Las ciudades son
un hecho insustentable al largo plazo. Están condenadas al desastre. La mayoría
absoluta de los muertos que va a haber en las tormentas, van a ser urbanos.
Creo que de lo que se trata es de aprender, ver lo que hay, ayudar a construir
y potenciar esas construcciones para que resistan lo más posible y podamos avanzar
en esa dirección”. De allí la urgencia: escuchar(nos)
a los pueblos, recuperar saberes ancestrales, reinventar las imaginaciones
políticas y colectivas, apuntar –desde la praxis- a derribar los límites de lo
posible, lo pensable, lo decible, lo realizable. Comunicarlo, tejerlo,
trinchera a trinchera, territorio a territorio.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231940
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