miércoles, 27 de septiembre de 2017

"Decimos tareas 'enlazadas', porque cualquier proceso organizativo que pretenda construirse de forma resistente en el tiempo, debe tener en cuenta ambas dimensiones, ambas 'vías'”

"Pensamos para resistir, resistimos pensando"
26 de septiembre de 2017
Por Débora Cerutti y Mercedes Ferrero (La tinta)

Raúl Zibechi visitó Córdoba el mes pasado, convocado por el Colectivo de Investigación El llano en llamas para la segunda edición del seminario “Diálogos desde el llano: capitalismo y resistencias”. Tras dos días de ricos debates, pensamos junto a él algunos desafíos de las resistencias hoy, así como del pensamiento crítico en tiempos de tanto fast-food académico e ideas enlatadas. 

Las categorías se definen en la(s) lucha(s)
Comenzamos la charla poniendo sobre la mesa la pregunta por la vigencia o (im)potencia de las categorías de “arriba” y “abajo” para abordar el escenario actual en la región, y como métrica desde donde construir las luchas. Pero Raúl rápidamente nos desafió proponiendo otro camino para el pensamiento, y remarcando el valor epistemológico de aquellas categorías constituidas desde el conflicto y al calor de las luchas. “Como todos sabemos lo de arriba y abajo viene del zapatismo ¿no? Yo creo que es una definición que yo la comparto, ayuda a salir de conceptos como clase, como raza o etnia, etc. Y ayuda, sobretodo porque quien lo formula, y ese es el valor que tiene epistemológico, son los indígenas. Ese es para mí, el principal valor”, afirma Zibechi.
Así, el “abajo” se constituye en una amplia categoría que incluye a aquellos que somos explotadas y oprimidas, nos dice Zibechi. Y continúa: “No hay una frontera conceptual delimitada, sino que lo que delimita la frontera es el conflicto, la lucha. Arriba y abajo no son categorías fijas, no son categorías definitivas, se van incluyendo o excluyendo personas, en función de cómo se posicionen en una lucha. Como toda categoría tiene sus límites ¿no? digo, es imprecisa, es fluctuante, lo cual no es malo. Los que no explotan, los que no oprimen, esos estarían en un concepto amplio de ‘los de abajo’”.
El “abajo”, plantea Raúl, es una categoría que sirve para Chiapas y para quien la quiera usar, lo que no implica que sea una categoría “con vocación de ser universal”. Y nos recuerda que los zapatistas, nunca plantearon universalizar sus ideas.

El pensamiento crítico se convierte así, en una trinchera, en una acción necesaria del existir-resistir. Y en la trinchera, no hay espacio para la pereza intelectual, para los lugares comunes, allí no caben la deliberación cómoda ni la fijeza; pero tampoco –y en esto hay que insistir- hay tiempo para el divague y la especulación conceptual. Pensamos para resistir. Pensamos para reinventar la vida, en los límites de la muerte.

Sin autodefensas no se puede resistir ni crear nuevos mundos
Conversar sobre los desafíos del pensamiento crítico emancipatorio con Zibechi, nos trasladó espiritual y mentalmente a San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México). Desde allí ponemos el oído cerquita del corazón de los y las compas zapatistas, que nos convidan una imagen del capitalismo: el monstruo de cientos de cabezas que se van multiplicando a medida que le son cortadas. ¿Qué hacemos para acabar con la hidra capitalista? ¿Cómo acabamos con ella?, nos preguntamos junto a Raúl Zibechi.
Y agregó “en América Latina (…) tenemos un montón de experiencias de autodefensa del más diverso tipo… en general no armadas. O armadas con instrumentos como palos o cosas así, simbólicos ¿verdad? Pero la disciplina está y la capacidad está, y cuando tengan que dar un paso más lo darán o no”.

Dos tareas (enlazadas) para las sociedades en movimiento en esta etapa: resistir al capitalismo, asestarle pequeños y grandes golpes; medir la correlación de fuerzas, accionar para intentar modificarla a nuestro favor; recuperar tierras, recursos, maquinarias, herramientas; sabotear la acumulación de ganancias y el despojo; ampliar los diálogos, tener una tenaz militancia contracultural, solidarizarnos con las demás luchas, unir fuerzas. Y crear nuevos mundos, construir autonomías, formas y maneras propias, emancipadoras, de resolución material de la vida, de la salud, de la producción, de la convivencia, de relacionamiento social, de justicia, de deliberación y toma de decisiones, de educación, de pensamiento-acción; tejer saberes y voluntades.
Decimos tareas “enlazadas”, porque cualquier proceso organizativo que pretenda construirse de forma resistente en el tiempo, debe tener en cuenta ambas dimensiones, ambas “vías”, al decir de Zibechi. Ni los “nuevos mundos” pueden persistir sin hacer frente al avance y penetración extensiva e intensiva de las territorialidades sociales por parte del capital y del poder (la Hidra devora todo a su paso, engulle todo, recodifica toda “alternativa” en su métrica de acumulación y sometimiento). Ni las acciones de resistencia, por más obstinación, intransigencia y aguante que tengan, tienen perspectivas futuras por sí solas (preguntémonos, por ejemplo, cuánto tiempo es humanamente posible sostenerse en la primera línea de batalla sin descanso, sin alimento, sin entrenamiento, sin sanación).

Pero también, Raúl marca que cuando construimos nuevos mundos, surge una tarea nueva que es defender esos mundos. Comparte y relata una diversidad de experiencias recientes que apuntan en ese sentido; se trata en su gran mayoría de experiencias de autodefensa enarboladas en defensa y resguardo de la tierra y el territorio, principalmente rurales, pero no sólo. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la policía comunitaria de Guerrero, la guardia indígena Nasa al sur de Colombia, las rondas campesinas y Guardianes de las Lagunas en Perú, brigadas de autodefensa mapuches, los grupos de mujeres para enfrentar la violencia machista en las villas de Buenos Aires.
Sin duda podríamos reconstruir un recorrido histórico más vasto, con las resistencias frente a la invasión y la colonización como punto de partida de tradiciones guerreras-defensivas en Nuestra América, pero buceando también en experiencias y estrategias históricas de los sectores populares urbanos, por sólo poner un ejemplo. Se trata aquí de una tarea pendiente, y un camino largo a recorrer en sociedades intencionalmente desarmadas, expropiadas de saberes y prácticas de autodefensa, en favor de estructuras jerárquicas y militarizadas, y en contra de las dignidades de los pueblos. Autodefensas, entonces, porque sin ellas no hay resistencias ni autonomías posibles.

La autonomía como experiencia de poder que no sustituye
Para muchas de quienes pensamos desde las resistencias, no caben dudas de que la coyuntura del presente nos pone en jaque, amenazando nuestras existencias, territorios, pueblos y proyectos, de un modo cada vez más abierto y brutal. Sin embargo, Raúl encuentra esperanzas en las experiencias vigentes y en sus capacidades futuras, porque suponen acumulaciones históricas de experiencias y saberes de lucha, que están ahí y no pueden negarse. Nos advierte inclusive que éstas pueden desplegarse y multiplicarse exponencialmente en “contextos de tormenta”. La tormenta, como la entienden los zapatistas, esa catástrofe que se viene en todos los sentidos, y que se convierte tanto en una amenaza como en una posibilidad: “Tenemos que construir, tenemos que avanzar, tenemos que construir distinto al capitalismo, sin patrones, sin jerarquías y esas construcciones florecerán, crecerán exponencialmente si hay tormenta. Sin tormenta no podemos vencer”.

Zibechi, continua esta metáfora diciendo: “si vos pensás que el capitalismo es una hidra, le cortás una ¿cómo hacés para cortarle todo a la vez? Necesitás otra hidra. Entonces tenés otra hidra ahí que te va a oprimir (…) El problema es cómo no crear estado, tener un poder que no es estado. Un cielo estrellado. Qué ventajas tiene, que no te pueden cooptar. Siempre hay lucha. Siempre va a haber conflicto, y si mañana cambia la cosa y se mete gente a los edificios estos del estado, van a ser opresores al cabo de un tiempo. Aunque entremos nosotros como liberadores, nos convertiremos en opresores”.

Y allí, la dispersión del poder que plantea Zibechi, es necesaria en cuanto y en tanto, también sea una dispersión territorial donde la dispersión de la población es necesaria. “Las ciudades son un hecho insustentable al largo plazo. Están condenadas al desastre. La mayoría absoluta de los muertos que va a haber en las tormentas, van a ser urbanos. Creo que de lo que se trata es de aprender, ver lo que hay, ayudar a construir y potenciar esas construcciones para que resistan lo más posible y podamos avanzar en esa dirección”. De allí la urgencia: escuchar(nos) a los pueblos, recuperar saberes ancestrales, reinventar las imaginaciones políticas y colectivas, apuntar –desde la praxis- a derribar los límites de lo posible, lo pensable, lo decible, lo realizable. Comunicarlo, tejerlo, trinchera a trinchera, territorio a territorio.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231940

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