Entrevista a Silvia
Ribeiro
Una reforma agraria al
revés
20 de septiembre de 2017
Por Darío Aranda (Página/12)
La amenaza que implica la fusión de las
grandes empresas (como Bayer-Monsanto), el rol de la ciencia al servicio de las
compañías, el peligro de los nuevos transgénicos y la necesidad de más
agricultura campesina-indígena. Algunos de los temas que trabaja desde hace 30
años Silvia Ribeiro, una de las mayores investigadoras latinoamericanas sobre
el agronegocio. Y una definición de los países de la región: “Han perdido
soberanía por su dependencia extrema de un puñado de empresas biotecnológicas”.
Investigadora del Grupo ETC (Grupo de Acción
sobre Erosión, Tecnología y Concentración), Ribeiro fue una de las disertantes
en el Encuentro Intercontinental Madre Tierra, una sola salud, organizado en
Rosario por la
materia Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias
Médicas.
–¿Cómo evalúa la situación del agro en la
región?
–América latina está dividida en dos en la
situación agrícola. Está la república unida de la soja (Argentina, Uruguay,
Paraguay, Bolivia y Brasil) y el resto. Hay que recordar que después de 20 años
de transgénicos, sólo 10 países tienen el 90 por ciento de la producción. Quiere
decir que los transgénicos nunca llegaron a ser el fenómeno omnipresente que
nos quieren hacer creer.
–¿Cuáles son las características de estos
países dominados por el modelo transgénico?
–La estructura agrícola ha sufrido un proceso
de concentración corporativa y de reforma agraria al revés, concentró la tierra
en menos manos. A eso hay que sumarle las enfermedades provocadas por los
agrotóxicos. Un dato elocuente es que Argentina y Brasil tienen el 21 por
ciento del consumo global de agrotóxicos. Si Monsanto-Bayer quieren poner
condiciones inaceptables, las va a poder poner por el nivel de vulnerabilidad
altísimo del país al depender de esas compañías. Han perdido soberanía por su
dependencia extrema a un puñado de empresas biotecnológicas. El resto de
América Latina se parece más a la media mundial. La mayor parte de alimentos la
sigue produciendo los pequeños agricultores urbanos, campesinos, la pesca
artesanal. El 70 por ciento del mundo se alimenta con la agricultura familiar;
hay que profundizar ese camino.
–¿Cómo es el proceso de “megafusiones” de las
empresas transgénicas?
–Una referencia es que hace 20 años Monsanto
no tenía semillas y hoy es la más grande del mundo. Hace 30 años había más de
7.000 empresas de semillas. Y ahora Monsanto tiene el 25 por ciento del mercado
de todo tipo de semillas. Lo que ha pasado es que en 20 años se han dado más de
200 fusiones. Que terminan en lo que llamamos los seis gigantes genéticos. Son
Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow, Basf y Bayer. Estas empresas dominan el
mercado mundial de semillas. Y todas son productoras de venenos. Primero
concentran el mercado y después comienzan las megafusiones. Monsanto-Bayer,
Syngenta-ChenChina, Dow-Dupont controlan más del 60 por ciento del mercado de
las semillas (no solo transgénicas) y el 71 por ciento del mercado de los
agrotóxicos. Cifras descabelladas. Ninguna oficina antimonopolio debiera
aprobar esas fusiones.
–¿Cuál es el riesgo?
–Controlan precio, innovación e impacta en las
políticas agrícolas. Países que están con un alto grado de agricultura
industrial, como Argentina, pasan a estar en situación de vulnerabilidad.
Incluso en términos de soberanía. Estas empresas tienen un poder de negociación
que es mucho más que de negociación: es de imposición a un país, incluso con
leyes a medida.
–Empresas y medios
están con una campaña sobre los “nuevos transgénicos”. Ustedes remarcan
críticas.
–Le llaman edición genómica. Cuenta con una
gran maniobra de propaganda para no pasar por ninguna ley de bioseguridad.
–¿De qué se trata y qué riesgos implica?
–El desconocimiento que hay sobre las
funciones del genoma es bastante amplio. Ahora nos quieren hacer creer que lo
que hacen con los genes es como cambiar un texto, con pequeños cambios, que no
impactaría en el sentido total. Y eso es mentira. Un ejemplo para entenderlo es
como si tomaras los 10 mandamientos en un idioma que no conocés, y le sacas una
palabra, un “no”. Ellos te dicen que no implica nada. Pero es fundamental,
modifica todo el sentido.
–¿Es una manipulación genética que no se sabe
cómo impactará?
–Hay un desconocimiento muy grande no solo de
para qué sirven los genes; se conocen algunas funciones, pero no las
interacciones entre ellos ni las interacciones de los genes por razones
externas, como ambientales. El genoma no es un mapa estático. El grado de
incertidumbre es muy alto; claro, tampoco se sabe su impacto en la salud y el
ambiente.
–¿Cuáles son estas nuevas tecnologías
transgénicas?
–Son varias. La estrella es una que descubren
en 2012, Crispr (“Repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente
interespaciadas”). Una manera muy burda de explicar es que se trata de un GPS
con un par de tijeras. Crispr es un GPS que te lleva a una parte específica del
genoma, y Cas9 son las tijeras. Es una modificación genética con impactos
impredecibles.
–¿Implica más transgénicos?
–Con estas nuevas tecnologías pueden producir
cualquier tipo de transgénico. Resistencia a herbicidas, silenciar genes,
agregar genes distintos. Lo quieren usar tanto en los alimentos como en la salud. Ellos dicen
que es previsible, pero es todo lo contrario. Incluso con estas tecnologías
pueden eliminar especies que ellos consideran molestas, como el amaranto, que
no pueden controlar con los agrotóxicos. Monsanto y Dupont son los que más
están impulsando.
–¿Cuál es el rol de la ciencia en este modelo?
–Con los científicos críticos ha habido una
caza de brujas brutal. Dos ejemplos son (Gilles-Eric) Seralini en Francia y
Andrés Carrasco en Argentina. El ataque mediático, económico y político es
feroz con las voces críticas.
–¿Y sobre la ciencia dominante?
–En términos de política científica dominante
es una ciencia mercenaria, vendida a los intereses de las corporaciones. Es una
tecnociencia que busca resultados para las empresas.
–¿La opción?
–La parte esperanzadora que tiene que ver con
este congreso, donde hay cada vez más personas, de muchas partes del mundo,
críticas. Y también hay esperanza porque los campesinos están decididos a quedarse
en la tierra en la que siempre vivieron.
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