Greta desenmascara replicantes
1 de octubre de 2019
Hay
una figura que no suele faltar en cualquier empresa: el esquirol perfeccionista. Todas las
protestas –no digamos las huelgas– le parecen mal planteadas, pero es medalla
de oro en turra sobre lo mal que está todo, y con que si el encargado lleva
menos tiempo que él y que vaya moto se ha comprado. Hace bromas con rajarle las
ruedas, pero no cuentes con él para la asamblea del comité porque a esa hora su
primo tiene dentista o juega el peeseyé.
A
Greta Thunberg parece que le han salido unos cuantos fans de esa épica paralizante que nunca te llama a filas.
Por blanda, por greenwasher,
por histérica, por joven, por mujer, por estar ahí. Por todo, por ser, todo
mal, Thunberg les pone del hígado.
Es que con 16 años no debería
estar ahí. Es que los padres. Es que y el cole qué. Hagamos entonces un gulag en los Monegros y metamos ahí a quien
organiza y se lucra con Masterchef Junior. Es que es una niña de 16 años.
La militancia, y esto lo sabe cualquiera que haya sido adolescente, normalmente
comienza en esa etapa de la
vida. Solo el 15M –y los matrimonios procesistas que no iban
a una manifestación desde la Transición– quebró eso movilizando por primera vez
a gente de toda edad. Ya me hubiera gustado a mí estar en la ONU y no en las
Juventudes Comunistas de mi barrio a esa edad. O sea, que en nuestro país Greta
Thunberg tiene edad legal para trabajar, casarse
o ir a la cárcel, ¿pero no para recordarte
que nos vamos al carajo, que no hay planeta B y que comes demasiada carne?
Es que ella misma no está
bien y además solo apela a lo emocional. Lo realmente molesto son
algunas de las risas condescendientes que se escuchan de fondo cuando Thunberg
advierte en Naciones Unidas que ‘we will be watching you’. Si su discurso no es anticapitalista, entonces ¿qué sí lo
es? ¿Una camiseta del Sankt Pauli de 70 euros, un
hilo de Twitter sobre cosmonautas soviéticos, stories sobre
la precariedad?
Otra
cosa es que lo que ella dice no lo quieras oír. Que Thunberg sea un espejo que
te devuelve una imagen, la tuya propia, de inacción, de aceptación de la
derrota.
En Blade Runner hacían un test,
el Voight-Kampff,
para averiguar si una persona aparentemente humana era un replicante. Si lo era, la ausencia de
dilatación capilar –sonrojo– o del iris, delataba su carencia de empatía. Bajo
una nueva versión del test, deberíamos considerar como replicantes –pero de los
cutres, sin rastro de la romantización de las lágrimas en una lluvia que a este
paso será ácida pasado mañana–, a aquellos que se emocionen con una victoria de
Nadal, un cachopo o la fiesta de navidad de la empresa antes que viendo y
escuchando a Thunberg.
https://www.lamarea.com/2019/09/25/criticos-con-greta-thunberg
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/10/01/greta-desenmascara-replicantes/
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