El capitalismo es un
artero “viejo mañoso”
5 de junio de 2019
Por Marcelo
Colussi (Rebelión)
I
Algunas décadas atrás, cuando
a nivel mundial se conjugaron una serie de elementos que presentaban un
panorama favorable a las fuerzas progresistas (avance del pensamiento de
izquierda, crecimiento de las organizaciones populares, mística guevarista y
propagación de movimientos de vía armada, auge de los movimientos estudiantiles
inspirados en el mayo francés de 1968, teología de la liberación), era pensable
que la toma del poder y la construcción de un mundo nuevo concebido desde
ideales socialistas de justicia estaban a la vuelta de En estos momentos, ya bien entrado el siglo XXI, aquella marea de cambio que se mostraba imparable no existe. Y no sólo eso: muchos de los avances sociales conseguidos durante los primeros años del siglo XX (derechos laborales, programas sociales) hoy día se han revertido, en tanto que el ambiente dominante a escala planetaria, impulsado desde los poderes centrales que dictan las políticas globales, se ha tornado despolitizado, desideologizado, “ light ”, para decirlo de un modo que lo ejemplifica todo (lo anglosajón marca el ritmo).
El sistema capitalista, de quien se anunciaba victorioso estaba por caer –eso se creía con profunda honestidad– no cayó. Lejos de ello, se muestra muy vivo, activo, vigoroso. De
Vistas así las cosas, el panorama pareciera sombrío. En un sentido, por supuesto que lo es. Las represiones brutales que siguieron a esos años de crecimiento de las propuestas contestatarias, los miles y miles de muertos, desaparecidos y torturados que se sucedieron en cantidades dantescas durante las últimas décadas del siglo XX en los países del Sur con la declaración de
De todos modos, aunque es cierto que las luchas reivindicativas no terminaron –ni es posible que terminen, porque son el motor de la historia precisamente– están adormecidas. En términos generales lo que más se ha instalado en la cultura política de la población planetaria es el conformismo, la cultura de resignación,
II
Junto a ello, algo que igualmente marca este momento es la crisis financiera del sistema capitalista a escala planetaria, que ya lleva una década y no da miras de terminar en lo inmediato. Crisis que, tal vez de haberse dado en aquellas décadas de auge de luchas populares, hubiera hecho pensar en su inminente caída como sistema abriendo condiciones para que ello se concretara quizá, pero que en este momento sirve para descubrir otras cosas: que el capitalismo no está en fase de agonía, sino que se ha transformado en un “ viejo mañoso ”, aún con mucha energía, que se sabe readecuar, que se recicla y continúa adelante.
¿Por qué “viejo mañoso”? Porque está dando renovadas muestras que “se las sabe todas”, y con aire mafioso no sólo sobrevive como sistema sino que aún no se le ve final a
Existe un dato muy importante, que en términos estratégicos de mediano plazo marca un escenario desconocido años atrás: el capitalismo de las que hasta hoy son las potencias, Estados Unidos, Europa y Japón, ya no está creciendo con igual empuje que antaño, sino que se recicla. La potencia juvenil de los primeros burgueses de las ciudades medievales europeas, la potencia de los primeros cuáqueros llegando en el Mayflower a la tierra de promisión americana, todo eso ya no está. En todo caso el nuevo capitalismo chino está dando muestras de una vitalidad ya perdida en los puntos históricos de desarrollo. Aún es un misterio cómo se seguirá comportando este nuevo capitalismo del gigante asiático, si seguirá los mismos pasos transitados por las potencias tradicionales transformándose en un nuevo imperialismo guerrerista, tal como todos los crecimientos capitalistas considerables terminaron dando como resultado (aunque de momento no está tomando esa senda. Su propuesta de
¿Qué significa esto? Que el capitalismo, como sistema desarrollado hasta niveles descomunales en cuanto a lo técnico, encontró un límite y se ha comenzado a dedicar cada vez más a sobrevivir, permítasenos decirlo así: en
Hoy por hoy los capitales más acrecentados se van dedicando a ese negocio improductivo, parasitario, inmoral que es
La crisis financiera actual viene a resaltar los límites infranqueables del sistema: desde un esquema capitalista, que se basa sólo en la obtención de ganancia empresarial a cualquier costo y nada más, la inercia misma del sistema hace prescindible a la gente y lo único que interesa es
El capitalismo chino (o, si se quiere decir como lo hacen las autoridades del Partido Comunista Chino: el socialismo de mercado), imponente economía a escala planetaria, siempre en ascenso aún en plena crisis financiera de los grandes centros capitalistas históricos y disputándole la hegemonía global a Estados Unidos, de momento no muestra estas características mafiosas. Seríamos quizá algo ilusos si pensamos que ello se debe a una ética socialista que aún perduraría en el dominante Partido Comunista que sigue manejando los hilos políticos del país. En todo caso responde a momentos históricos: la revolución industrial de la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, o el gran salto estadounidense que se registra entre el siglo XIX y el XX, China recién ahora la está pasando, al modo chino por supuesto, con sus peculiaridades tan propias (la sabiduría y la prudencia ante todo). Lo cierto es que en 20 años esa economía creció lo que a Gran Bretaña o a Estados Unidos le tomó un siglo.
Queda entonces el interrogante de hacia dónde se dirigirá ese proyecto asiático. Pero lo que es descarnadamente evidente es que el capitalismo ya envejecido se mueve cada vez más como un capo mafioso, como un “viejo mañoso”, pleno de ardides y tretas sucias. Entre las actividades comerciales más dinámicas hoy día a nivel mundial se encuentran la producción de armas y el tráfico de drogas ilícitas. Y los dineros que todo eso genera alimentan las respetables bolsas de comercio que marcan el rumbo de la economía mundial al tiempo que se esconden en mafiosos paraísos fiscales intocables. En ese sentido, la enfermedad estructural define al capitalismo actual.
III
Si el negocio de la muerte se ha entronizado de esa manera, si lo que duplica fortunas inconmensurables a velocidad de nanotecnología es la constante en los circuitos financieros internacionales, si en una simple operación bursátil se fabrican cantidades astronómicas de dinero que no tienen luego un sustento material real, si el capitalismo en su fase de hiper desarrollo del siglo XXI se representa con paraísos fiscales donde lo único que cuenta son números en una cuenta de banco (o en una pantalla de computadora) sin correspondencia con una producción tangible, si destruir países para posteriormente reconstruirlos está pasando a ser uno de los grandes negocios, si lo que más se encuentra a la vuelta de cada esquina son drogas ilegales como un nuevo producto de consumo masivo mercadeado con los mismos criterios y mercadotecnia con que se ofrece cualquier otra mercadería legal, todo esto demuestra que como sistema el capitalismo no tiene salida. La producción de bienes tangibles se ha ido reemplazando por toda esa dimensión disparatada, por acciones que no traen ningún beneficio a las poblaciones, por lógicas que solo sirven para la acumulación de minúsculas minorías.
Por supuesto que al sistema esa nueva tendencia no le molesta especialmente. “Si da dinero, eso es lo que cuenta”, es la macabra sentencia. Así nació, creció y se globalizó el sistema. Así arrasó buena parte de la naturaleza y diezmó culturas ancestrales, arrollando a su paso todo lo que le significaba un obstáculo en su loca carrera por acumular. Pero hoy se ha entrado en una nueva fase donde al sistema ya no le interesa sólo la producción de bienes y servicios útiles para sus consumidores, pues lo único que lo mueve es la continuación de esa acumulación. Y como el capitalismo tiene un tope en tanto sistema en la producción de esos bienes, para seguir manteniéndose debe generar nuevos espacios donde desarrollarse, donde seguir reproduciéndose. Es así que va perfilándose este capitalismo de corte mafioso, este “viejo mañoso” interesado en promover nuevos campos de consumo como las guerras y el uso masivo de drogas ilegales.
Esto no es un simple hecho anecdótico, una transgresión, una travesura. La producción de guerras y la distribución planetaria de drogas ilícitas pasaron a ser parte de una estrategia de sobrevivencia del sistema, tanto porque genera las mayores cantidades de dinero que alimentan la economía global como por los mecanismos de control político-social y cultural a que dan lugar. Esta nueva fase mafiosa que empieza a atravesar el sistema, que ya viene perfilándose desde las últimas décadas del siglo pasado, es la tónica dominante.
El capitalismo, sin embargo, no está en crisis terminal. Convive estructuralmente con crisis de superproducción, desde siempre, y hasta ahora ha podido sortearlas todas. La crisis en curso, surgida en 2008 con el estallido de las hipotecas-basura en Estados Unidos que posteriormente si irradió por todo el planeta, no termina. De ahí que esos nuevos negocios de la muerte son una buena salida para darle más aire fresco como sistema global.
Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías productivas centradas en la robótica y la inteligencia artificial que se han venido desarrollando, en vez de servir para mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías, contribuye a la exclusión, a hacer que la humanidad de carne y hueso no cuente. Lo trágico, lo terriblemente patético es que el sistema cada vez más se independiza de la gente y cobra vida propia, terminando por premiar el que las cuentas cierren, sin importar para ello la vida de millones y millones de “prescindibles”, de “población sobrante”, población “no viable”. Ello es lo que lleva, una vez más, a ver en el capitalismo el principal problema para
El “viejo mañoso” en que se ha transformado el capitalismo, en definitiva, no es sino la expresión actualizada de algo que desde hace 200 años sabemos que no tiene salida. Que se salven algunos grupos elitescos en presumibles instalaciones fuera de este planeta (la ciencia ficción ya no nos sorprende) no significa salida alguna. En ese sentido es cada vez más claro, como dijera
Este “viejo mañoso” es la patética expresión de la barbarie, la negación de la civilización, la deshumanización. ¿Cómo es posible haber llegado a esta locura en la que vale más la propiedad privada sobre un bien material que una vida humana? ¿Cómo es posible que para mantener esto se apele a la muerte programada, fría y calculada? Eso es la barbarie, y eso nos tiene que seguir convocando a su transformación.
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