Secretismo,
judicialización y plutocracia política argentina
7 de junio de 2019
Por Emilio
Cafassi (Rebelión)
Poco más de
una semana atrás, comenzó a adquirir mayor efervescencia el debate político
argentino con consecuente aceleración de las intervenciones mediáticas y
también judiciales, cuya relación es estrecha y complementaria, particularmente
en la falacia y la
impunidad. Faltando menos de un mes para la definición de las
alianzas y precandidaturas que competirán en las elecciones de octubre, vio la
luz una primera fórmula presidencial que generó sorpresa. En verdad se trata de
una de las que deberá ratificarse en el sistema de internas, institucionalmente
previsto para tal fin: las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias
(PASO), un engendro que disuelve la participación de la militancia en la elección
de las candidaturas dentro del conjunto de la ciudadanía. El
instituto fue aprobado por unanimidad parlamentaria durante el kirchnerismo.
Lamentablemente Uruguay tiene un sistema idéntico aunque no obligatorio, lo que
no quiere decir que, a diferencia de la otra orilla, no haya competitividad al
interior de los partidos ni que, en el caso del Frente Amplio (FA), las
precandidaturas no fueran sometidas a la decisión de un nutrido congreso y una
compleja “orgánica”.
No obstante, la razón de la sorpresa
mediática argentina no fue el hecho de haberse anticipado al resto de los
previsibles competidores, sino el lugar en el que la ex presidenta, Cristina
Fernández de Kirchner, se posicionó por propia voluntad en la fórmula,
comunicándoselo personalmente al elegido al tiempo que le solicitaba mantenerlo
en secreto hasta el sábado siguiente. Pidió a Alberto Fernández (jefe de
gabinete durante los 4 años de gobierno de Néstor Kirchner y algo más del
primer año de la sucesión de su esposa) ser la cabeza que ella acompañaría como
vice.
Es el resultado y no el procedimiento
lo que explica la sorpresa, porque en Argentina a nadie puede sorprender que
-aún en una fuerza que se autodefine progresista- la decisión la tome una sola
persona (a lo sumo en consulta familiar) descontando luego que sus militantes,
o más precisamente seguidores, acompañen entusiastas la decisión inconsulta. Es
uno de los varios factores de despolitización de la sociedad argentina y del
progresismo en particular. Porque si bien el fundamento de la inclusión de este procedimiento era
evitar que los candidatos fueran elegidos a dedo sustituyéndolo por un sistema
de selección participativo que iría a mejorar la calidad de la democracia, las
instituciones y los dirigentes que las conducen, en la práctica, la totalidad
de los candidatos depende del “regio” dedo que ungirá candidaturas luego de
secretas cavilaciones, con nula participación de militante.
En
cualquier caso, no es ni el único factor de deterioro de la dinámica política
ni tampoco el más significativo. Adquiere significación inocultable el hecho de
que, salvo muy honrosas excepciones (casi en su totalidad situadas en la
anoréxica izquierda, prácticamente testimonial) la dirigencia es millonaria. No
sólo la dirigencia política sino también de organizaciones de la sociedad civil
y particularmente de la representación sindical. Algunos -pocos- con fortunas
previas a su aparición en las instituciones (como el actual presidente Macri y
su gabinete de CEOs) mientras la mayoría, se enriquecieron en pocos años
mediante incognoscibles -aunque intuibles- mecanismos de apropiación de
caudales.
Muy
raramente se explicitan como a muy escasos días de la muerte de su padre tuvo
ocasión de sincerarse el Presidente Macri, confesando que el hacedor del
inmenso patrimonio del que disfruta como heredero, lo hizo pagando coimas a
funcionarios del Estado, en sus orígenes, miembros de las dictaduras militares,
a cuya obra pública aportó los servicios empresarios. Dado que jurídicamente se
han seguido pasos similares a los brasileños sancionando una “ley de
arrepentidos” ya hay decenas de empresarios (históricos y recientes) confesos
coimeros. El enriquecimiento no es sólo de la dirigencia, sino además de las
amistades próximas y los entornos familiares entablando relaciones estrechas y
pactos impunes entre las élites y los poderes tanto fácticos como
institucionales. Sin embargo no debería concluirse que los lazos ocultos y los
mecanismos de enriquecimiento, estén exentos de disputas, traiciones y
ferocidades.
Personalmente he sido víctima de la
misma sorpresa ante la candidatura, cosa que revela que mis limitaciones
analíticas no difieren de la media de la sociedad y la prensa, a lo que añado
el hecho de no haberle dado importancia a la discursividad del ahora ungido, posiblemente
por la sucesión de variantes políticas en ocasiones diametrales desde las que
ha ido apareciendo en su importante carrera. No muy diferente de la mayoría de
los dirigentes peronistas que acostumbran a pendular por la atracción del
poder, pero en este caso con una muy acelerada cicatrización de las heridas que
los traidores pases de bando y las acusaciones, adjetivadas críticas y
denuestos, producen inevitablemente.
Pero al asombro por el rol que ocupará
se me sumó la curiosidad cuando los diarios publicaron el video del primer
reportaje en la puerta de su casa, sacando a pasear a su perro. Inmediatamente
reconocí el barrio de Puerto Madero, el más reciente y caro de Buenos Aires
donde habita la casi totalidad de los nuevos ricos y fue adquiriendo un hálito
de concentración de corruptos, aunque resulte sólo una leyenda. Donde no existe
propiedad por valor inferior a los 7.000 dólares el metro cuadrado. Según el
diario La Nación la vivienda no le pertenece, sino que
se la presta un amigo millonario que también fue integrante del gobierno
kirchnerista.
En modo alguno puede inferirse nada
deshonesto por ello, aunque tampoco el raro préstamo ayude a desmentirlo.
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