Sobre Macri, los Fernández,
la unidad popular y las izquierdas
17 de junio de 2019
Sergio Zeta
No hay dudas sobre la necesidad de impedir un segundo mandato de
Mauricio Macri. Un triunfo en las urnas sería un aval a la pendiente reforma
laboral, previsional, educativa y tributaria, así como a profundizar su rol de
títere de Trump en América Latina -y muchas bondades más- que el FMI y los
grupos empresarios exigen. Es mucho lo que se juega.
Sin embargo, a los ojos del pueblo, los abundantes memes parecen
mucho más serios que la política electoral, que hace recordar aquel juego
infantil donde, a la voz de “ahora,” todos teníamos que cambiar de silla. Como
en aquel juego, tampoco en el juego “democrático” se habilita el cuestionar o criticar
sus reglas.
En especial, resulta arriesgado criticar la fórmula Fernández /Fernández
como vía para derrotar al macrismo. No faltan quienes te miran como a un
clasemediero despreciable y sentencian irritados que “es fácil opinar si no se
tiene hambre”, en elogio a una inmediatez y urgencia supuestamente popular.
Algunxs agregan que para cambiar algo “hay que atreverse a meter los pies en el
barro y la bosta”.
Comprendo y comparto que lo urgente es echarlo a Macri. Nos lo
merecemos y también él se lo merece. No solo lo comparto sino me hubiera
gustado echarlo antes de diciembre, viendo -con los ojos rojos por la emoción y
quizás por los gases- elevarse el helicóptero desde los techos de la Rosada. Muchos de
los evitadores de críticas fueron quienes lo sostuvieron en nombre de la gobernabilidad. El
hambre ajeno entonces no parecía urgirles tanto.
Pero no siempre ganar es sinónimo de derrotar; basta recordar
cuando De la Rua le ganó a Menem, lo que incita a preguntarnos -aunque nunca
una situación sea igual a otra- si vamos hacia una derrota del macrismo en
manos de la fórmula de los Fernández.
No me parece sustancial en esta ocasión a quien se vote, mientras
se vote contra Macri, aunque personalmente en primera vuelta votaré a una
izquierda a la que podemos criticar mucho –de hecho estoy convencido que hace
falta una nueva izquierda que coloque sus organizaciones al servicio de la
construcción del poder popular y no viceversa- pero a la que reconozco,
generalmente sabe distinguir entre el barro y la bosta (a veces exagera para el
otro lado y ve sectariamente bosta donde no la hay), pone el cuerpo a las
luchas populares y sabe que el capitalismo es un monstruo que pisa fuerte y no
se deja humanizar. De mínima, sabemos que sus legisladores -a diferencia de los
“opositores” del PJ- no votarán las leyes de ajuste y entrega de éste ni del
próximo gobierno. Ni aceptarán que el pueblo deba pagar una deuda externa
contraída para solventar la fuga de capitales de los millonarios.
Y aunque en segunda vuelta (con algo de dolor y mucho de náuseas)
votaré a quien pueda sacar a Macri (ya arreglaremos cuentas con quien asuma),
no me parece conveniente que quien lo reemplace suponga tiene ese cheque en
blanco que negamos a Cambiemos. Un breve repaso por la década “ganada” permite
constatar que las mayores concesiones las hicieron cuando sintieron el aliento
popular en la nuca y olfatearon aires de derrota, como cuando recién asumió
Néstor Kirchner con el 22% de los votos o tras el conflicto por las retenciones
en el 2008 y la derrota electoral del 2009,
Sin embargo, aún sin estar de acuerdo, no me siento lejano a lxs
compañerxs que creen que votar a lxs Fernández desde el vamos puede ser más
eficaz para sacarnos de encima a Macri, lo que es muy diferente (casi lo
opuesto) a lo que hacen quienes abandonan toda perspectiva y proyección de
cambio social para depositarla en manos de Cristina y su “frente patriótico”
con políticos de derecha, gobernadores, burócratas, empresarios, antiderechos,
acomodaticios y muchas “joyitas” similares, confundiendo “autodefensa de clase”
con entrar al aparato de Estado y rifar todo futuro posible.
Vale aclarar lo de la derecha. En esta democracia “realmente
existente”, categorías como “derecha” o, lamentablemente “izquierda”, parecen
decir poco y todo resulta posible, que Alberto o Massa vayan con Cristina tras
haber apoyado a Macri, que intendentes peronistas lleven de candidato a
Kicillof como acuerden con Vidal, que Picheto armador legislativo del
kirchnerismo durante una década vaya como vice de Macri, que movimientos
sociales reprimidos posen en la foto con sus represores o feministas lleven de
candidato a un vocero papal, y así hasta el infinito y más allá. Más aún, en
esta democracia hasta puede haber candidaturas inexistentes, como las testimoniales
del 2009 que, se sabía, no iban a asumir. Todo vale, menos debatir con el
pueblo los problemas reales y hacer, no lo que se prometa -importan poco las
promesas- sino lo que el pueblo mande.
En este marco es difícil saber qué pretende hacer la oposición en
caso de acceder al gobierno. Queda suponer e inferir, sin dejarse marear por
frases hechas tipo “vamos a terminar con la pobreza” o “vamos a negociar con el
FMI con firmeza”, etc, etc. Esta vez, a riesgo de parecer pájaro de mal agüero,
no creo que aún derrotado Macri vayamos a conseguir las mejoras parciales de la
década pasada que, sin cambios estructurales y profundos, solo podrían
reiterarse si como entonces, los astros se alinean de forma poco usual:
Astro uno, el brutal saque al bolsillo de lxs trabajadores con la
devaluación duhaldista, que recompuso la ganancia capitalista. Astro dos,
empujado por las circunstancias, el efímero presidente Adolfo Rodríguez Saá
decretó un default de la deuda externa que, contra todo lo anunciado, no
produjo una catástrofe apocalíptica sino lo contrario. Astro tres, la soja
llegó a un valor internacional de 600 dólares la tonelada (ahora está a apenas
la mitad), en una episódica reversión del deterioro de los términos del
intercambio que afecta a los países dependientes. Astro cuatro, el más grande,
el Júpiter de los planetas, un pueblo que en diciembre del 2001 gritó “que se
vayan todos”, hizo que se vayan varios y le dio un susto mortal al resto, que
se dispuso a entregar algo para no perderlo todo. Astro cinco, varios pueblos
de América Latina se hartaron igual que el argentino, como en Bolivia,
Venezuela o Ecuador. Astro seis, una pareja de políticos tradicionales que
venían gestionando su provincia dentro de los parámetros neoliberales -con
lucidez, audacia y el conocimiento de lo popular que les brindó su formación
peronista – hicieron lo que tenían que hacer para que la burguesía atemorizada
recuperara la confianza en si misma y las instituciones políticas recompusieran
la solidez que les facilitaba seguir “llevándosela con pala”. Seis astros que
ya no se alinean y que sólo podrían suplirse con una férrea voluntad de
apoyarse en el pueblo para ir contra los poderes políticos y económicos. Esa
férrea voluntad brilla por su ausencia mientras los discursos electorales son
un canto a la moderación o a la pavada.
Optando por Alberto Fernández, al que, un kirchnerista de acuerdo
con su candidatura describe como un hombre que “siempre mantuvo canales de comunicación abiertos con un sector del
empresariado, la Embajada de Estados Unidos (actor político en la mayoría de
países latinoamericanos) o el Grupo Clarín”, Cristina Fernández no
sólo ejecutó su ya clásico dedazo, como el que encumbró a candidatos como
Scioli o Aníbal Fernández (lo que hace dudar de su capacidad de eximia
“ajedrecista” de lo electoral), sino preanunció que el próximo será un gobierno
de consenso con los poderes con los que Alberto es amigo: empresariado,
embajada de EE.UU y Clarín, no casualmente los intereses a afectar si se quiere
mejorar en algo la situación popular.
Muy lejos de la por algunos esperada radicalización (esperada y necesaria) y de
la “crispación” con que otros denominan a lo mismo.
Me adelanto a las
objeciones ¿Son entonces -por estar al servicio del capitalismo- lo mismo
Alberto Fernández que Macri? No. Lo voy a explicar con un ejemplo de la popular
serie “game of trones”. Cersei y Ramsay no son lo mismo, aunque pateen para el
mismo lado y liquiden sin contemplaciones a quienes se interpongan en su
camino; pero este último disfruta el liquidarlos. El gobierno de Mauricio Macri
también disfruta, pleno de odio y revanchismo de clase, en sintonía con ese
sector de su electorado (solo un sector, el resto lo votó para que no gane
Scioli) para quienes el pueblo son los negritos a los que “les hicieron creer que podían comprarse celulares e irse al
exterior«. Pichetto, proveniente de un peronismo que hace rato
tiene poco que ver con los “cabecitas negras” y cuya columna vertebral no son
los trabajadores sino los burócratas y punteros, no desentona, al contrario. A
los de arriba les importan poco y nada lxs “negritos”, mientras no pongan en
riesgo la “gobernabilidad” y se dejen explotar. Por eso reaccionaron con
tranquilidad a la conformación de las fórmulas y a un posible gobierno de los
Fernández que, aun yendo juntos, no son lo mismo. Vale la pena verlos de a uno.
Fernández uno
No voy a meterme con el currículo de Alberto Fernández. Mucho ya
se dijo sobre su pasado cavallista y su ruptura con el kirchnerismo durante el
enfrentamiento con los sojeros y con el diario Clarín. Hasta podríamos ser
generosos y abrir una cuota de expectativas sobre la posibilidad de cambio,
etc, etc.
Sólo voy a resaltar brevemente cuatro cosas que dijo que hará en
temas esenciales y señalar una que sin dudas no puede esperarse de él.
Las que hará según sus propias palabras o de sus allegados:
Nivel de vida. Matías
Kulfas, uno de sus economistas de cabecera dijo a la revista Anfibia : “no es posible apostar a una recuperación generalizada a partir de
un shock de consumo estimulado mediante aumentos del gasto público o la
recomposición del salario real […] es necesario montar un aparato de relojería
que direccione de manera efectiva escasos recursos hacia inversiones que
permitan recuperar el tejido manufacturero y, al mismo tiempo, contribuir
positivamente en la generación de un excedente de divisas que permita desplazar
la restricción externa y obtener los recursos para financiar el crecimiento y
los pagos de la deuda externa”. Los economistas son un tanto
herméticos en sus definiciones, por lo que recurrí al diccionario castellano /
economistas – economistas / castellano y encontré la traducción: el salario y
los gastos públicos en salud y educación deberán esperar a que los negocios
vayan bien, pero con paciencia, ya que en la cola están antes los empresarios
que necesiten dólares y, antes aún, el FMI. El gran “acuerdo nacional” será la
herramienta para convencernos de tener paciencia.
Sobre la deuda externa
fue el propio Fernández quien afirmó que “con
el FMI no se puede negociar porque las reglas del Fondo son muy duras. Nosotros
tal vez podamos refinanciar con acreedores privados parte de esa deuda. Tenemos
que cumplir con el Fondo, pero no podemos cumplir como nos está haciendo
cumplir Macri, a costa de una economía paralizada, donde todos los días la
gente se empobrece”. Como el idioma de los candidatos es más
indescifrable aún, recurrí nuevamente al diccionario y encontré el significado
de “cumplir con el Fondo”:
dícese del seguir pagando de la única manera posible con el “duro” FMI,
siguiendo sus órdenes de avanzar en las reformas que inició Macri, entregando
las riquezas naturales al saqueo imperial y olvidando toda pretensión de
auditar o investigar el origen de la deuda. No casualmente, Fernández ya designó al neoliberal
Guillermo Nielsen como negociador con el FMI.
Sobre el aborto sostuvo
que “podríamos empezar a trabajar
sin necesidad de avanzar tan rápido en la legalización del aborto, porque la
legalización es un tema que divide a los argentinos. A veces por ir por todo te
quedás sin nada. Debemos ir por partes”. Traducción del
diccionario: las mujeres pobres que mueran en abortos clandestinos no irán
presas. Esa es la diferencia entre “despenalización” y “legalización”. Y es la
diferencia entre avanzar en los derechos de las mujeres o “unir” pañuelos
verdes con celestes.
Sobre los medios de
comunicación el candidato declaró a Tiempo Argentino: “En la sociedad moderna los medios son negocios. Ese fue uno de los
errores de la Ley de Medios. No podés dejar en manos de una entidad sin fines
de lucro un proyecto comercial”. Fernández uno no parece preocupado
por la influencia de los medios en la victoria macrista del 2015, ni en el
lavado de cabeza constante que ejercen, y se posiciona contra el desarrollo de
medios populares y alternativos que no son “negocio”. Muy conveniente para que,
luego de Fernández y cuando el pueblo esté harto, venga algún simil Macri para
“cambiar” y así la rueda del capital siga girando, en una alternancia tan vital
para el sistema.
Hasta aquí parte de lo que hará. O que intentará hacer si lo
dejamos.
Lo que no hará Alberto
Fernández es ser un pizarrón en blanco donde escribir cualquier cosa. ¿Alguien
se imagina, por ejemplo, llamar a votar a Trump por la paz en el mundo y para
acabar con el calentamiento global? No, sin embargo, hay quienes llaman a votar
a Fernández para “enterrar al neoliberalismo”,
“auditar la deuda externa”, “nacionalizar las empresas de servicios públicos esenciales como
EDENOR y EDESUR”, o por la “redistribución
justa de la renta extraordinaria de la tierra”, como encontramos en
la declaración del Frente Patria Grande encabezado por el vocero papal Juan
Grabois.
Pero Alberto Fernández no es una tábula rasa sobre la que puede
escribirse cualquier cosa. Si los seguidores de “izquierda” de su candidatura
quisieran dejar de pagar la deuda externa o redistribuir la renta
extraordinaria de la tierra, etc, deberían hacer un movimiento que proponga eso
mismo, no lo contrario, más allá de a quien se vote. No sería una locura, cuando
las mujeres ya mostraron que es posible crear movimientos de lucha que impulsen
las transformaciones políticas que se pretenden. Sin esperar a obtener un
“ministerio de la mujer” en el seno de un gobierno enemigo de las mujeres, cada
vez son más las que se suman a la lucha por la legalización del aborto y contra
el patriarcado. Su ejemplo podría repetirse en todos los órdenes de la vida,
expandiendo el mundo de lo posible.
Fernández dos
Cristina Fernández tiene un mérito que no se puede desconocer. A
la hora de repartir lo que hay, reparte mucho mejor que los gobiernos que la
antecedieron o sucedieron. Pero hay dos cosas que nunca hizo y está en contra
de hacer, con la firmeza inconmovible de los principios.
La primera es que, si
bien reparte excedentes, nunca dio el paso de combatir la riqueza para
solucionar la pobreza. Y
eso le traza un límite infranqueable. Si desde al 2003 al 2012, como reconoció
un dirigente kirchnerista “le mejoró la vida a la gente,
aunque a diferencia de Perón, no se la cambió”, desde entonces y
más en la situación que deja el macrismo, sin afectar intereses del poder
económico será una misión imposible el volver a mejorar la vida de sectores
significativos del pueblo. Algo de esto ya influyó en su derrota electoral del
2015.
¿Es tan así? ¿Acaso Cristina no se atrevió a recuperar YPF,
tocando con ello intereses? Sí, pero cuando ante el desmanejo, vaciamiento y
destrucción que provocó Repsol (que extraía petróleo en Argentina, pero
invertía en Libia y en su casa matriz) les retiró la concesión, no conformó una
empresa pública en beneficio del pueblo y la soberanía energética nacional,
sino una sociedad anónima, con la misma lógica capitalista, asociada a
capitales imperialistas como Chevrón y enfrentada a los pueblos de la región,
como las comunidades originarias
de la zona de Vaca Muerta.
La segunda cosa que nunca hizo, con más rechazo aún que a la
primera, es apoyarse en la movilización popular. Recuerdo que una de las
primeras medidas de gobierno, recién asumido Néstor, fue prohibir marchar a
Plaza de Mayo, apoyado en la “saturación policial”. No pudo sostenerlo más que
unos meses -ante la firme decisión popular de recuperar ese tradicional espacio
de la protesta y el 16 de septiembre, aniversario de la “noche de los lápices”,
debió abrir el paso-, pero más adelante llegaron Berni y los gendarmes para
evitar los cortes de ruta de trabajadores en conflicto, las acusaciones de
Tomada que les reprochaba el “estar haciendo política”, la negativa a movilizar
durante el conflicto por las retenciones al agronegocio (con la honrosa
excepción de las convocadas por Luis D’Elía), o la esterilización y posterior
muerte de la “ley de medios”, por privilegiar las instancias judiciales por
sobre la movilización y la promoción del sector alternativo y popular de la
comunicación.
¿Pero acaso no hubo multitudes en las calles infinidad de veces
durante su mandato? Sí, pero siempre para festejar lo hecho desde arriba, nunca
se convocó al pueblo a movilizarse como protagonista de la realidad nacional. Tampoco
para enfrentar los ataques antipopulares del macrismo ya en el gobierno,
durante el cual se llamó a silencio.
También en este punto se diferencian Cristina y Macri. Mientras
para este último el ideal es la gente y las familias en su casa, mirando lo que
sucede por TV, para Cristina, el objetivo es la canalización institucional de
la conflictividad y el modelo de participación popular es el del Bicentenario:
cientos de miles festejando y escuchando a sus artistas preferidos. Lo que no
tendría nada de malo, mientras no se busque suplantar con ello el protagonismo
y organización popular.
Esta cuestión resulta crucial. En tiempos de enemigos poderosos,
como el FMI, será imposible un resultado favorable sin movilización popular. Y
nuevamente, no podremos aceptar se culpe al pueblo por su insuficiencia, como
ya es clásico en el progresismo.
Hay compañerxs que esperan una radicalización del kirchnerismo.
Pero no sólo la elección de Alberto Fernández como candidato a presidente
señala un rumbo opuesto. ¿Qué radicalización es la que no combate la riqueza ni
se apoya en la movilización popular?
¿De quién hablamos cuando
hablamos de alternativa de izquierda?
En estas elecciones la alternativa de izquierda se presenta con
muchas debilidades. Su expresión electoral más importante, el FIT, si en alguna
elección saca porcentajes significativos en alguna provincia, a la siguiente
retrocede -como entre otras Jujuy, donde pasó de un 15% al 4,5% hace pocos
días-, indicando una falta de solidez preocupante y un techo muy bajo. Hay un
debate pendiente sobre sus límites que habrá que dar y que no se superan con su
reciente acuerdo con el MST.
Fuera del FIT, hay un amplio arco de organizaciones, colectivos,
agrupaciones, sectoriales o locales, con ideologías y/o prácticas de izquierda,
entre las que prima la indecisión sobre el rumbo a seguir. Se suceden entonces
reuniones o encuentros para debatir sobre el rumbo colectivo.
Escuchar a lxs compañerxs es lo que puede dar algo de luz.
Recuerdo especialmente un diálogo en uno de estos encuentros.
Un estudiante secundario de la Capital planteó su preocupación:
¿cómo abrir un diálogo con el kirchnerismo para que las izquierdas no sigan
siendo marginales?
Otro compañero joven, pero de Misiones, le respondió que él tenía
cinco causas judiciales abiertas por cortes de ruta, y que todas se las había
abierto el kirchnerismo que, en su provincia, al igual que en gran parte del
país, era el PJ. No es menor señalar que con el acuerdo electoral actual, la
pejotización del kirchnerismo tomó estado nacional.
Al poco tiempo hubo otro encuentro. El primer joven ya no estaba,
su organización ya era parte del kirchnerismo; la elección del sujeto con quién
dialogar había trazado el rumbo.
De la provincia de la que provenía el joven criminalizado estaban
un referente docente y varios miembros y caciques de la etnia Mbya-Guaraní.
Relataron que su preocupación era cómo avanzar en el diálogo
y articulación entre lxs docentes, los tareferos y las comunidades guaraníes.
Ya habían dado peleas y realizado cortes de ruta en común, pero no había
resultado sencillo. Había docentes, por ejemplo, que se preguntaban por qué
tenían que pelear junto a guaraníes y tareferos. Pero en asambleas -en varias y
con paciencia- se había logrado avanzar. Después la relación fluyó y relataron
como colectivas feministas docentes participaron en talleres sobre
“micro-machismos” en las comunidades, tras los que se eligió por primera vez a
cuatro mujeres como caciques. Transmitieron también que el problema de fondo
provincial era el monocultivo de eucaliptus para abastecer a las papeleras, en
detrimento de la producción de alimentos, para lo que creían, la solución solo
podría ser una reforma agraria en beneficio del conjunto de los sectores
populares.
Para encontrar respuestas a la desorientación que sufrimos las
izquierdas, tenemos que reconocernos en un punto previo, la de formular las
preguntas correctas que necesitamos en tiempos tan difíciles. Salí del
encuentro preguntándome con quien necesitamos dialogar y articular para salir de
la marginalidad. ¿Con el kirchnerismo? ¿O con los sectores populares que
invisibilizados y trabajosamente, vienen articulando alternativas? Me pregunté
también si esa centralidad dada al kirchnerismo no tendría que ver con
sentirnos apurados por los medios de comunicación y los microclimas de las
redes, urgidos por encontrar un diálogo con ellos antes que con nuestro pueblo
y clase. ¿Llegar a las peleas desde una articulación con las organizaciones
kirchneristas, o encontrarnos en ellas, hermanadxs y construyendo allí vínculos
con compañerxs kirchneristas, de izquierda, incluso con ex votantes macristas
(como en gran parte de la docencia) y con una mayoría a quienes ya ningún
partido les despierta expectativas?
A lo largo y ancho del país encontramos ejemplos de la lucha y
articulación que encaran compañeras y compañeros de nuestro pueblo. En estos
días, por ejemplo, las mujeres debaten (y construyen) una unidad, la de
transformar su encuentro nacional en Encuentro “plurinacional”, con las mujeres
originarias, migrantes y las disidencias sexuales.
Y hace pocos días tuvimos la noticia del fallecimiento de Ana
Zabaloy, docente de San Antonio de Areco, impulsora de la “Red de Docentes por la
Vida”, que junto a docentes, padres, vecinos y trabajadores de escuelas
periurbanas y rurales pelean contra las fumigaciones con agrotóxicos. Y siempre
presente, Santiago Maldonado, joven artesano que dio la vida en solidaridad con
el pueblo mapuche y en defensa del territorio. Y ni hablar de todo el pueblo de
San Miguel del Monte, de pie junto a las familias de lxs chicxs, contra los
asesinatos y el encubrimiento policial.
Las elecciones no deberían ser ocasión que nos haga olvidar todo
esto, sino oportunidad para hacerlas visibles y convidarlas al conjunto del
pueblo trabajador. No son casos aislados ni son luchas sin propuestas. Como
esas, otras unidades pendientes, dignas sucesoras del “piquete y cacerola” del
2001, o del “obreros y estudiantes” de la década del ’70, nos incitan a
articular al diverso pueblo trabajador en una sola y férrea voluntad.
Para los Massa, los Fernández, los Pichetto y tantos otros, el
sistema tiene cargos para ofrecer. Para los pueblos en lucha, para las Ana
Zabaloy o los Santiago Maldonado, el sistema capitalista, patriarcal y colonial
sólo tiene para ofrecer el silencio o la muerte.
Las izquierdas tenemos para ofrecer algo muy diferente: desde el
rescate autocrítico de nuestro bagaje histórico y el de nuestro pueblo, desde
nuestra indignación, desde nuestros odios, amores y proyectos colectivos, desde
una ética incomprensible para el capital, ofrecemos un puesto en la lucha por
hacer saltar por los aires la rueda de lo “posible” -que presenta como sensato
la aceptación del abismo como único destino-, en la lucha por un país y un
pueblo liberados que, junto a lxs hermanos latinoamericanos, construyamos una
patria grande socialista y feminista.
Imagen de:
https://nuevoambato.com/los-mejores-memes-sobre-la-candidatura-a-vicepresidente-de-cristina-kirchner/
Fuente:
http://contrahegemoniaweb.com.ar/sobre-macri-los-fernandez-la-unidad-popular-y-las-izquierdas/
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