Suplemento Ojarasca N° 266: Aires de muerte en Chiapas
28 de junio de 2019
"El estado de guerra en Los Altos afecta las
estructuras culturales y el tejido social de comunidades tsotsiles que
resolvían sus conflictos de manera interna y convivían pacíficamente. Durante
las fiestas patronales, las comunidades de Chenalhó solían llevar su santo a
visitar a la virgen en Aldama. Dicha armonía se encuentra rota; este año,
en pleno carnaval de Aldama, el tres de marzo, las comunidades de Tabak y Coco
fueron rafagueadas".
Los Altos,
Chiapas
A partir de octubre de 2017 se intensificaron
añejos conflictos agrarios que llevaron a la actual crisis humanitaria en
Aldama y Chalchihuitán, en un panorama tenso y peligroso que ya dejó cuatro
muertos, una docena de heridos y el desplazamiento forzado de miles de personas
a las montañas. Las condiciones son muy similares a las que desembocaron en la
matanza de Acteal en 1997.
El 23 de enero de este año el Ejército federal se instaló en
la comunidad de Coco, Aldama, para “prevenir agresiones de grupos armados de
Santa Martha (Chenalhó)”, pero los ataques continúan. Los paramilitares
actuales, mejor armados que cuando la masacre de Acteal, son los mismos, o
hijos de aquellos perpetradores nunca desarmados.
Durante el gobierno “verde” de Rosa Pérez en Chenalhó, hace
más de dos años se organizaron grupos armados que atacaron nueve comunidades de
Aldama y Chalchihuitán, se apoderaron de 60 hectáreas de Aldama
y 300 de Chalchihuitán, y han desplazado a cerca de siete mil personas. Los
paramilitares cortaron las carreteras y dejaron incomunicada la cabecera
municipal de Chalchihuitán.
Para “calmar” el conflicto, el gobierno entregó un millón
300 mil pesos al comisariado de bienes comunales de Santa Martha, y al de
Aldama 80 mil. El dinero generó mayor división comunitaria, el conflicto
agrario no se resolvió y la violencia continúa. El Estado aplica el mismo
clientelismo político que incentivó el PRI por décadas y hoy, bajo los colores
del Verde y Morena otorga “apoyos” a cambio de votos. Las comunidades
zapatistas rechazan éstas prácticas, en reivindicación de su autonomía. En
Aldama actualmente conviven familias partidistas y bases de apoyo del EZLN,
todas atacadas por los grupos armados de Chenalhó. El 31 de enero, la Junta de
Buen Gobierno zapatista de Oventic advirtió que el conflicto tiene de fondo un
plan de contrainsurgencia y que la militarización busca controlar los
territorios autónomos.
El estado de guerra en Los Altos afecta las estructuras
culturales y el tejido social de comunidades tsotsiles que resolvían sus
conflictos de manera interna y convivían pacíficamente. Durante las fiestas
patronales, las comunidades de Chenalhó solían llevar su santo a visitar a la
virgen en Aldama. Dicha armonía se encuentra rota; este año, en pleno
carnaval de Aldama, el tres de marzo, las comunidades de Tabak y Coco fueron
rafagueadas.
El Centro de
Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba) declaró a Animal
Político (24 de mayo) que casi a diario hay disparos desde Santa
Martha contra comunidades de Aldama, sobre todo Tabak, Cocó’, San Pedro
Cotsilnam, Stselej Potop, Xchuchte y Puente, en la franja donde colindan ambos
municipios. Los pobladores sufren ataques por parte de civiles armados del ejido
Manuel Utrilla, Chenalhó, responsables del desplazamiento forzado masivo de dos
mil 36 personas, quienes salen de sus comunidades hacia la montaña cuando
empiezan los disparos y luego regresan”.
El Frayba apunta “que el gobierno federal pensó que con
instalar una base de operaciones mixtas se resolvería el problema, pero la
violencia no se acabará mientras no se investigue a los autores de los ataques
y se les desarme, que es la exigencia de los pobladores de Aldama”.
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Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/Suplemento-Ojarasca-N-266-Aires-de-muerte-en-Chiapas
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