Izquierdas y Peronismo,
a propósito del kirchnerismo
20 de junio de 2019
Omar Acha
Este breve texto
tiene como objetivo explicar los alcances y límites del concepto de izquierda
para comprender la versión del peronismo que es el kirchnerismo. El tema no es
sencillo porque la dicotomía ideológica moderna de izquierda/derecha supo ser
impugnada como irrelevante para iluminar las peripecias de la política del
populismo. La clave para comprender la compleja relación entre peronismo e
izquierda descansará en una contextualización histórica. A la luz de esa
explicación, hacia el final se avanza en una reflexión, breve y tentativa,
sobre la coyuntura de la política argentina actual.
¿Puede hablarse de izquierda
como un concepto útil para pensar el peronismo?
El kirchnerismo en
el nivel nacional constituyó una fase particular en una más extensa historia
del peronismo en la política argentina. Nacido hacia 1945, el peronismo es una
oferta política populista –esto es, un esquema de poder donde el sujeto
invocado de la política es “el pueblo”– que continúa vigente en contraste con
otras culturas políticas tales como las liberales y las socialistas. La versión
peculiar peronista del populismo incorpora a la tradicional adhesión a un
liderazgo carismático, componentes de integración social, nacionalismo,
redistribución socioeconómica, reconocimiento de derechos y conciliación de
clases. Sin embargo, las maneras de darse esos rasgos y sus relaciones internas
han variado en cada ciclo peronista.
Durante los dos
primeros gobiernos de Juan Perón, entre 1946 y 1955, el término “izquierda”
(asociado por entonces a la política de clase obrera, a la revolución
anticapitalista, a la lucha antifascista y, en su versión por entonces más
significativa, al comunismo) fue poco relevante. El peronismo propuso su propia
“revolución nacional”, inmune a las dos grandes superpotencias en lo que sería la Guerra Fría.
En el gobierno
desde 1946, el peronismo predicó defender una “tercera posición” propiamente
nacional. Su consigna más famosa y de larga vigencia fue “Ni yanquis ni
marxistas, peronistas”.
Perón imaginó el
peronismo como más que un partido entre otros. Sería un “movimiento” con todas
las clases sociales y casi todas las ideologías, ordenadas por una “doctrina”
compartida. No obstante, desde su emergencia el peronismo tuvo un fuerte nexo
con la clase obrera y con el sindicalismo. Al respecto las izquierdas tuvieron
actitudes diferenciadas.
Es falsa la
afirmación de que las izquierdas argentinas siempre combatieron frontalmente al
peronismo. Los partidos tradicionales, el socialista y el comunista, sufrieron
escisiones y debates, verificándose temperamentos distintos entre sí, más allá
de su común cooperación en la Unión Democrática con que quisieron oponer, en
1946, una candidatura “democrática” al presuntamente fascista coronel Perón.
Por ejemplo, Perón tuvo dos ministros provenientes de la militancia socialista.
Fracciones obreras e intelectuales de las izquierdas apoyaron al peronismo,
aunque es verdad que las organizaciones mayores se mantuvieron en la oposición. Otros
grupos, como los trotskistas, discutieron sus posturas y algunas apoyaron más o
menos decididamente al peronismo. El anarquismo, salvo por algunas figuras
específicas, fue opositor.
El gobierno
peronista fue derrocado violentamente por un golpe militar-civil en 1955. Esa
autodenominada “Revolución Libertadora” fue antiperonista pero también
antipopular. La posterior “resistencia peronista” con un Perón exiliado, un
Partido Peronista disuelto y un sindicalismo peronista cuestionado, reveló que
la fidelidad obrera hacia el peronismo había sido mucho más que una imposición
propagandística y violenta. Las izquierdas continuaron lidiando, dividiéndose
respecto de qué hacer con el carácter auténticamente obrero de las bases
peronistas.
Lo novedoso del
periodo 1955-1973, el lapso del exilio de Perón, fue el surgimiento inesperado
de una “izquierda peronista”. Una historia minuciosa de la izquierda peronista
registra formaciones al menos desde fines de la década de 1950, auto-reconocida
sobre todo en términos de un “peronismo revolucionario” que argumenta la exigencia
de ir más allá de las limitaciones en razón de las cuales el gobierno popular
de Perón había sido derrocado. Tras la Revolución Cubana
y su conversión en transición socialista, la izquierda peronista encontró una
referencia latinoamericana para demandar una conversión por izquierda del
programa ligado al retorno de Perón al poder y la exclusión de los obstáculos
internos al propio movimiento peronista: la conciliación de clases, las
dirigencias políticas conservadoras y la burocracia sindical.
Compuesta
predominantemente por sectores juveniles y universitarios, la izquierda
peronista fue liderada por la Juventud Peronista y su agrupación dominante, la
organización político-militar Montoneros. Esta organización de identidad
peronista adoptó el método guevarista de la lucha guerrillera y el objetivo de
una “liberación nacional” que transitara hacia el “socialismo nacional”.
Mientras un Perón todavía exiliado aceptaba todas las actitudes peronistas
mientras lucharan por su regreso al poder, esta izquierda peronista convivió
con sectores tradicionales u ortodoxos en el movimiento populista.
Cuando Perón
regresó definitivamente al país, en 1973, las ambigüedades del líder del
movimiento cesaron. En un clima enrarecido por los enfrentamientos internos,
Perón tomó partido por los sectores ortodoxos y de derecha en el peronismo.
Condenó a la guerrilla y autorizó la formación de la Triple A , una
organización terrorista destinada a combatir clandestinamente a las izquierdas,
incluida la peronista.
Debe aclararse que la izquierda peronista no era solo la de Montoneros. Había
otras fracciones de izquierda dentro del peronismo, como el Peronismo de Base,
junto a activistas e intelectuales, todos los cuales fueron considerados
enemigos por la derecha peronista en la que jugó un rol esencial el
sindicalismo ortodoxo.
Tras el
fallecimiento de Perón en 1974 la lucha facciosa en el seno del peronismo se
exacerbó. La inestabilidad político-económica junto a la multiplicación de la
violencia proporcionó la justificación para un nuevo golpe militar que se
propuso cambiar a la Argentina populista: la dictadura castrense de 1976-1983
se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional”. La experiencia asesina de
la dictadura eliminó a las izquierdas activas, no solo a la armada. Durante el
periodo 1955-1976 el gran enigma para las izquierdas no peronistas fue el de
cómo situarse ante un peronismo que no solo continuaba reteniendo la fidelidad
obrera sino también desarrollaba una izquierda en su seno.
La izquierda
peronista razonaba que cualquier izquierda posible y realmente revolucionaria
solo podía emerger de las contradicciones del peronismo, pues esa era la
identidad política de la clase obrera y el pueblo. Al enfrentarse al peronismo
acusándolo de burgués y conciliador, la izquierda socialista no peronista era
en esencia antipopular y “gorila”. Para la derecha peronista todas las
izquierdas eran antiperonistas y antinacionales, por lo que debían ser
eliminadas. La izquierda peronista era para la derecha una infiltración de clase
media estudiantil en el movimiento, una “zurda” que cuestionaba los
fundamentos: la autoridad de Perón y el movimiento sindical tradicional.
El peronismo kirchnerista y la
izquierda
Con el “retorno a
la democracia” en 1983, la conexión interna entre peronismo e izquierda fue
disuelta. Solo con los gobiernos nacionales kirchneristas entre 2003-2015 tuvo
lugar una recomposición hacia un gobierno peronista que se situó en el
centro-izquierda, a tono con un viraje ideológico verificado en el Cono Sur.
Fue una recomposición sorpresiva porque si bien la conducción del kirchnerismo
(Néstor Kirchner y Cristina Fernández) había participado del activismo de
sectores de izquierda peronista durante los años setenta, a lo largo de las
décadas de 1980 y 1990 no había repuesto los términos de esa militancia previa.
Por ejemplo, el kirchnerismo santacruceño había apoyado vivamente a un
menemismo que acentuó una torsión de derecha en el peronismo.
Las definiciones
kirchneristas que lo ubicaron en el centro-izquierda del escenario ideológico
se vincularon con la política de derechos humanos respecto de los juicios de
lesa humanidad por crímenes cometidos durante la última dictadura militar, una
política social redistribuidora (por moderada que fuera, pues no se modificó
sustantivamente un nuevo zócalo de pobreza aparentemente estructural en la
Argentina), un impulso al mercado interno y una industrialización de bienes de
consumo así como la ampliación de derechos civiles. El propio kirchnerismo hizo
gestos considerados de izquierda peronista tales como reivindicar la militancia
“setentista” y construir una agrupación juvenil denominada “La Cámpora” en
alusión a Héctor J. Cámpora, el presidente de transición en el regreso de Perón
en 1973, cuya campaña había estado bajo el comando de la Juventud Peronista. No
obstante, esas recuperaciones simbólicas fueron ajenas a cualquier lenguaje de
transformación social que implicara alguna orientación socialista, incluso
“nacional”. Pero como los discursos también son acciones efectivas, ciertos
núcleos kirchneristas o filokirchneristas, aunque sobre todo los
antikirchneristas, enfatizaron ese carácter de izquierda ideológica. De manera
más general, la dirigencia kirchnerista afirmó su carácter peronista y la
superación de esquematismos insuficientes.
Sea como fuere, el
kirchnerismo suscitó algunas adhesiones en las izquierdas, como en fracciones
del socialismo y más ampliamente en el comunismo, así como en la “izquierda
nacional” (muy menguada) que tradicionalmente había abogado por un “apoyo
crítico” a un gobierno “nacional-industrialista”. Para esas fracciones de
izquierda, que llamaré “izquierda progresista”, fue importante la actitud del
gobierno hacia los gobiernos “populares” del Cono Sur, particularmente el
venezolano, y el de Cuba. Los trotskismos fueron unánimemente opositores, con
algunos matices menores en su seno.
El alcance del
reformismo de centro-izquierda del kirchnerismo se vio condicionado por la
disponibilidad de recursos estatales. La rearticulación de un crecimiento del
mercado interno ya no podía reiterar las aspiraciones del primer peronismo
1945-1955, a
saber, generar una industrialización sustitutiva de importaciones basada en la
transferencia de recursos de la producción primaria a sectores
urbano-industriales. La continuidad del extractivismo económico imposibilitó
esa posibilidad, sobre todo cuando el precio de las commodities exportadas por
la Argentina se deterioró. Desde 2011 la economía argentina se estancó y las
políticas socioeconómicas decayeron sin que pudieran ser contrapesadas por la
continuidad de un discurso populista de centro-izquierda. La entonces
presidenta reelecta Cristina Fernández denominó al momento como el de una
“sintonía fina”, es decir, un programa más selectivo y contenido de
redistribución.
En diciembre de
2015, imposibilitada Cristina Fernández de presentarse para la reelección, el
candidato kirchnerista Daniel Scioli fue derrotado en la segunda vuelta
electoral por el liberal Mauricio Macri. Con el triunfo de la derecha de la
alianza “Cambiemos”, no sin el apoyo silente de algunos sectores
antikirchneristas de los peronismos provinciales, se abrió el momento
histórico-político en el que nos encontramos. Por primera vez en la historia
argentina un gobierno de derecha llegaba al poder por la vía constitucional.
Aunque la gestión política y económica del macrismo fue de mala calidad, pues
no logró ninguno de los objetivos planteados y endeudó enormemente al país,
hacia mediados de 2019 el escenario electoral a definirse en el mes de octubre
es incierto.
Apuntes de coyuntura
A principios del
año 2019 todo hacía pensar que la oposición despertada por la figura de
Cristina Fernández (sin embargo seguida apasionadamente por un 30% del
electorado) conduciría a una nueva derrota en el balotaje, incluso ante la alicaída
posición de Mauricio Macri. Por esa razón la conductora del kirchnerismo
decidió ceder el primer puesto de la fórmula presidencial a un ex kirchnerista
que había pasado a la oposición en el seno del massismo, un desprendimiento del
kirchnerismo.
La actual
definición de las fórmulas presidenciales de las principales alianzas políticas
revela un desplazamiento de la brújula política argentina hacia el
centro-derecha. En este sentido, otra vez lo que ocurre en la Argentina posee
consonancias con tendencias regionales e incluso hemisféricas. La opción
kirchnerista de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner busca
esmerilar la ubicación de centro-izquierda para captar el electorado afín al
centro ideológico peronista e incluso al centro-derecha desencantado de la
gestión gubernamental de Cambiemos. La opción oficialista de Mauricio Macri y
el peronista conservador Miguel Ángel Pichetto pugna por ocupar el mismo
espacio pero también conquistar el voto peronista antikirchnerista.
¿Juega un rol en
esta coyuntura del kirchnerismo la izquierda juvenil que habría surgido
alrededor de La Cámpora, ciertos núcleos intelectuales y otros sectores con
mayor inclinación a metas ligadas a lo emancipatorio? Dada la verticalidad del
mando defendida en la cultura política peronista, de la que participa el
kirchnerismo, las decisiones de “la Jefa” supeditaron el destino de su fuerza
política a su propio criterio. Es que a diferencia de la izquierda en el
peronismo de los primeros años setenta, el centro-izquierda asociado al
kirchnerismo careció de voluntad de desafío a los mandos reconocidos.
Aunque los apoyos
desde la izquierda progresista al kirchnerismo, incluso ante la más centrista
fórmula Fernández-Fernández, no se han modificado sustancialmente pues juzga
que es preferible a la derecha macrista, la evacuación del centro-izquierda
acrecienta la posibilidad de una captación de ese voto en apariencia sin
representación por las izquierdas ajenas al kirchnerismo.
Las candidaturas
presidenciales de la izquierda son esencialmente trotskistas. Una mayoritaria
ligada al Frente de Izquierda y de los Trabajadores, el FIT Unidad, y otra
vinculada al Nuevo Movimiento al Socialismo (Nuevo MAS). Es un paradójico
desafío para las izquierdas anticapitalistas verse liberadas por el
desplazamiento del kirchnerismo hacia el centro ideológico. Ya no basta con
señalar, como hizo la izquierda socialista durante 2003-2015 en polémica con la
izquierda progresista, las limitaciones del kirchnerismo para realizar tareas
tradicionalmente vinculadas con la izquierda: combate a la desigualdad social,
legalización del aborto, transformación progresiva del sistema impositivo,
combate a la destrucción extractivista de los recursos naturales, entre otros.
Al habilitarse un espacio discursivo de izquierda y centro-izquierda, las
izquierdas políticas se ven obligadas a construir un programa dirigido a
definir una voluntad popular de transformación real en la que convivan la gestión progresiva y la acumulación política
hacia una proyección de cambio social.
La coyuntura brinda
así una oportunidad histórica a la izquierda argentina. Ninguna fuerza política
sostiene con convicción demandas ligadas a una política de izquierda. ¿Sabrá
este sector recomponer su perspectiva política usualmente atenida a un discurso
para minorías intensas a la luz de la desocupación del espacio ideológico de
centro-izquierda por parte del peronismo? Si lograse saberlo, ¿podrá evadir su
histórica marginalidad y constituirse en opción política para la clase obrera y
las demandas populares sin representación?
Fuente
original: Revista Rosa
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/izquierdas-y-peronismo-a-proposito-del-kirchnerismo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario