Paraguay: “Los llaman biocombustibles
para dar sensación de vida, pero es muerte”.
24 de febrero de 2014
El exministro
de Medio Ambiente de Paraguay lucha por que los pueblos puedan disponer de sus
tierras para cultivar alimentos y no combustibles que usan los países
desarrollados.
Era un
adolescente cuando descubrió algunas de las injusticias que ocurrían en su país.
Hacía un trabajo en Secundaria y comenzó a comprobar cómo vivían los indígenas
en
Paraguay y
cómo sufrían un “franco proceso de destrucción”. Desde entonces, –corría el año
1986– Óscar Rivas, ha convertido la defensa de las tierras en su obsesión y su
trabajo. Lucha por la soberanía alimentaria de su país –desde 2009 a 2012 lo
hizo como ministro de Medio Ambiente– y del entorno que lo rodea, aunque ve cómo
crecen sin cesar campos dedicados a algo que, en su opinión, no hacen ningún
bien a la zona: los agrocombustibles.
“Los llaman
biocombustibles en una hábil operación de márketing, porque bio suena
a vida, cuando realmente es muerte”, afirma Rivas, ganador del premio
Goldman en el año
2000, algo parecido al Nobel a la protección del medio ambiente. En su opinión,
todo es perjuicio para países como el suyo: “Los estados llamados desarrollados
nos perjudican con sus emisiones y después arrasan nuestros campos para
dedicarlos a agrocombustibles en lugar de producir alimentos. Y lo que es peor,
no está nada claro que estos materiales contaminen menos; el saldo puede ser
incluso de más contaminación que los fósiles, con lo cual no hay aspecto
positivo por ningún lado”.
En los últimos
diez años, Paraguay ha visto cómo se multiplicaba por cuatro la tierra destinada
a la plantación de granos, muchos de los cuales van destinados a combustibles. Y
cuanto más crece esta superficie, más amenazados están los pueblos indígenas que
llevaban años viviendo en ellas. Uno de los muchos ejemplos es el de los
guaraníes, que sufren
la deforestación de la selva que habitan en beneficio de cultivos de soja.
En opinión de Rivas, que ha estado este jueves charlando sobre el tema en unas jornadas organizadas por Ecologistas en Acción,Amigos de la Tierra y Alianza por la Solidaridad, ha sido la lucha contra estas prácticas lo que dio lugar al conocido como “golpe de Estado parlamentario” de Paraguay en 2012. “El Gobierno por voto popular fue interrumpido porque estaba llevando adelante agenda que privilegiaba este las iniciativas verdes en el Paraguay y que apuntaban a la soberanía alimentaria de nuestros pueblos”.
Pero no todo son
derrotas para el movimiento que Rivas defiende. Hay pequeñas comunidades
campesinas que consiguen organizarse a nivel local e imponer su propio sistema
agrícola. “La Pastora es un ejemplo de cómo 1.500 familias, es decir, unas 8.000
personas, están resistiendo con procesos de diseño de ordenamiento territorial,
generando leyes locales y usando la autonomía de estos núcleos para poder
producir lo que quieren y no lo que les imponen”, explica el exministro.
Con un remedio (los
agrocombustibles) que Rivas califica como “peor que la enfermedad” (la
contaminación), su solución pasa por “energías renovables y sustentables”, como
la solar o la eólica:
“No podemos echar
mano de los suelos, los están agotando, destruyendo su productividad. Si a eso
sumamos el coste que suponen los desplazamientos forzosos, la destrucción de
comunidades y la desaparición de pueblos enteros, ya no solo hablamos de daños,
sino de genocidio”.
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